miércoles, 27 de agosto de 2014

lectio 22 DOrd A

Lectura Orante de la Palabra de Dios del Evangelio de San Mateo 16, 21-27
En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo: "No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti". Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: "¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!"
Luego Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a si mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Lectura (Lectio): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después.
Tenemos como protagonistas a Jesús y a Pedro, igual que el domingo pasado. En esta ocasión, Jesús hace el primer anuncio de su pasión, entre los pasajes de la profesión de Pedro, del domingo pasado, y la experiencia de la transfiguración del próximo. Ante el anuncio de su propia pasión y muerte para alcanzar la resurrección, vemos a un Pedro desconcertado y escandalizado por tal afirmación por parte de Jesús. Eso deja ver que para Pedro (y muchos de los primeros cristianos) era incompatible el que Jesús fuera "Mesías, Hijo de Dios", con el sufrimiento y la cruz a manos de los dirigentes de la religión y conocedores y aplicadores de la ley de Moisés. Jesús ve, esta postura de Pedro, como venida del mismo satanás, del tentador, del contrario a Dios. Jesús no deja pasar la ocasión para instruir afirmando que el discipulado exige olvido de sí mismo, cargar la cruz diaria, pensar como piensa Dios y no los hombres y un seguimiento radical, al punto de valorar más a Jesús que la propia vida, porque Él mismo es la vida y la salvación.
Meditación (Meditatio): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria.

En la persona y figura de Pedro se muestra la Iglesia, cada uno de nosotros, en relación con Jesús. El domingo pasado, de modo impulsivo y eufórico, le reconocíamos junto con Pedro como el Mesías, el Hijo de Dios entre nosotros y para nosotros. Sin embargo en esta ocasión, lejos de toda euforia y muy cerca de nuestra realidad, nos resistimos y no logramos conciliar el sacrificio de su propia vida, que llega a los niveles escandalosos de la cruz, con su ser Hijo de Dios. Obrando de ese modo nos alejamos de Dios y nos acercamos al mismo satanás, que no acepta los planes de amor de Dios. Mostramos que queremos un seguimiento de Cristo cómodo y, al mismo tiempo, triunfante. Cualquiera de nosotros podemos convertirnos en "tentadores" de Jesús, porque eso quiere decir satanás: alejador de Dios. Cualquiera de nosotros está dispuesto a hacer a un lado el esfuerzo diario, el dolor y el sacrificio de lo propio, exigiendo al mismo tiempo triunfo, felicidad, resurrección. Obrando así nos alejaríamos y alejaríamos a los demás y a Jesús mismo del Plan de salvación del Padre, perderíamos "la vida", aunque ganaríamos el mundo. Jesús nos enseña y pide, que para seguirle y salvar lo más valioso, es necesario la renuncia y sacrificio de uno mismo y cargar la cruz diaria, sólo de este modo se llega a la resurrección, a la felicidad, al cumplimiento del plan de Dios.
Oración (Oratio): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios.
Señor Jesús, muchas veces nos pasa como a Pedro: te reconocemos como nuestro Dios y salvador en momentos de bienestar y de euforia, pero nos escandalizamos cuando nos hablas de la pasión y cruz, dentro de los planes de amor y salvación del Dios. Te rehuimos y te negamos cuando nos pides, que para ser tu discípulo, renunciemos a nosotros mismos, a nuestros intereses; que aceptemos la cruz de cada día: la de la relación y del amor a las personas con las que vivimos; la del sacrificio del propio yo  para darnos a los demás; la de la vida optimista y alegre en medio de los problemas y del dolor; la de la confianza plena en ti aunque pareciera que te has alejado y ya no estás; la del humilde reconocimiento de nuestra fragilidad y debilidad cuando el orgullo se levanta para juzgar y dominar. Por todo eso te pedimos perdón, Señor; y para seguirte y salir de todo eso, te pedimos tu ayuda, Señor.
Contemplación (Contemplatio): haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele cambiar en algo para bien tuyo, de los demás y gloria de Él.
Dios bendiga toda tu semana y te sientas feliz de intentar ser mejor seguidor de Jesús. Saludos.
 
 
 
 
La Paz con ustedes.

jueves, 21 de agosto de 2014

lectio 21 DOrd A

21 Domingo Ordinario, A.
Lectura Orante de la Palabra de Dios del Evangelio de San Mateo 16, 13-20.
 
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas".
Luego les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios   vivo".
Jesús le dijo entonces: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Y les ordenó a   sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
 
Lectura (Lectio): fíjate bien en lo que dice el texto, lee atentamente, saca sus personajes, su ubicación, su relación y el mensaje central. 
En este relato se encuentran Jesús y sus discípulos. Ocupa parte importante en este diálogo Simón Pedro. Se sitúan en la región de Cesarea de Filipo. Nos presenta las opiniones de la gente acerca de Jesús. Y Simón Pedro, haciéndose voz de los apóstoles, lo proclama como 'Mesías' e 'Hijo de Dios'. Entonces Jesús le recuerda el sentido de su nombre: Pedro, es decir, 'Piedra'; por lo tanto, será de ahora en adelante, fundamento sobre el que se edificará la comunidad; le confía su Iglesia, le confía su Autoridad. También, le confía a Pedro las 'Llaves', la responsabilidad; para 'atar y desatar', es decir, para admitir o no en la comunidad. Jesús llama a Pedro de 'Bienaventurado', 'Feliz', porque se ha mostrado dócil a la inspiración divina y se ha dejado guiar por El. Serán 'Bienaventurados' todos aquellos y aquellas que sean capaces de dejarse guiar por Pedro, el vicario de Cristo, en la tierra. De forma que ni los poderes del infierno podrán contra la Iglesia.
 
Meditación (Meditatio): fíjate en lo que te dice el texto y aplícalo a la vida ordinaria.
Escuchamos como los discípulos habían convivido con Jesús algún tiempo. Les provoca para que se definan. Antes de preguntarles por su opinión personal, quiere saber de sus discípulos lo que la gente está diciendo sobre El. Así les preparaba esta cuestión decisiva: "¿Quién soy Yo para ustedes?" Deben proclamar públicamente lo que en secreto tantas veces han pensado. Jesús no se contenta que le hayan seguido y compartido su trabajo e intimidad. Es que el seguimiento de Jesús no es nunca asunto privado: sino profesión pública, decir en alto lo que siente el corazón; es la manera en que el discípulo superará toda prueba. Confesar a Jesús como lo hizo Pedro; al aceptarlo como Cristo e Hijo de Dios, no sólo proclamó lo que sentía por Jesús, sino lo que Dios quería. Creer en Cristo Jesús supone, hacer nuestro el punto de vista de Dios, ver a Jesús como Dios mismo lo ve, sentir por El lo que Dios por El siente, contemplarlo y amarlo como Dios lo quiere. La doble imagen de la roca y de las llaves define la tarea de Pedro como guía autorizado en el ámbito de la Iglesia, por el poder de la Palabra de Cristo. Pedro primero en la fe y en la confesión de fe, elegido y encargado por el Señor como guía, transformado y llamado con un nombre nuevo, primero en la autoridad que hace de los apóstoles cabezas de la Iglesia, llega a ser así punto de referencia seguro al interno del Colegio Apostólico y en la Iglesia desde sus orígenes y en todos los tiempos.
 
Oración (Oratio): fíjate ahora en lo que tú le dices a Dios desde la vida iluminada por el texto, después de escuchar a Dios, háblale.
"Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?" nos preguntas, Señor. Que sean nuestras las palabras de Pedro: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Nos invitas a aceptarte a Ti y aceptar tu Iglesia. A reconocerte a Ti y a reconocer a Pedro; a amarte a Ti y a amar a Pedro. A obedecerte a Ti y a obedecer a Pedro. A dejarnos guiar por Ti y dejarnos guiar por Pedro. Sólo así te perteneceremos y   perteneceremos a la Iglesia. Amaremos a la Iglesia, obedeceremos a la Iglesia, y edificaremos tu Iglesia. Con la confianza de que nada podrá contra Ella, como lo has dicho, Señor.
 
Contemplación (Contemplatio): haz silencio, adora, alaba y bendice a Dios por haberte hablado, déjate llenar de su paz y lleva su palabra a tu vida con un buen propósito.
 
Sea nuestra esta grande alegría de reconocer y ser como Jesús y de ser Iglesia, obedeciendo a Pedro, es decir, al Papa.
 
 
 
 
 
 
La Paz con ustedes.

martes, 12 de agosto de 2014

lectio 20 DOrd A

20 Domingo Ordinario, A.
Lectura Orante de la palabra de Dios del Evangelio de San Mateo 15, 21-28.
 
En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: "Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: "Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros". Él les contestó: Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel".
Ella se acercó entonces a Jesús, y postrada ante él, le dijo: "¡Señor, ayúdame!" É le respondió: "No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos". Pero ella replicó: "Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos". Entonces Jesús le respondió: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas". Y en aquel mismo instante quedó sana su hija.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
 
Lectura (Lectio): (lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central).
El relato de la curación realizada por Jesús le sirve a Mateo para mostrar la llegada del Reino y de la salvación a los pueblos paganos. Jesús se retira a territorio pagano es decir al norte de Galilea; pocas veces lo hacía. El evangelista resalta el lugar de procedencia de la mujer cuando dice: una mujer del grupo de los eran llamados cananeos.
Es importante saber que los cananeos habían sido expulsados por los judíos, quienes decían que estos pervertían al pueblo judío induciéndoles a la idolatría, y por eso los judíos les llamaban en forma despectiva 'perros'.
Para Mateo es importante presentar la identidad y la figura de esta mujer; que ya de entrada, en Israel, la mujer estaba marginada de la vida pública: y en este caso era una mujer abandonada (porque no tiene un marido que interceda por su hija y debe hacerlo sola) además es gentil, o sea no pertenencia al Pueblo de Israel; detalles muy significativos en torno al diálogo con Jesús. Por tres veces la mujer solicita la ayuda de Jesús pues le reconoce de palabra como "Hijo de David y como Señor", y lo adora como Dios. Cosa que no hacían los judíos que no reconocían a Jesús como Señor. Pues bien su única petición de esta mujer es implorar la misericordia de Dios, pidiendo a Jesús insistentemente que sane a su hija. Pero a pesar de las súplicas y posibles llantos de dolor de esta mujer, es la actitud de Jesús que no responde. Sin embargo es la enfermedad de la hija y la imposibilidad de la curación la que llena de coraje a la madre; de no haber sido por la urgencia de un milagro la mujer no hubiera acudido a Jesús  ni habría importunado a sus discípulos con sus gritos. La respuesta de Jesús a los discípulos que piden e interceden por la mujer es una negativa pues los elegidos primeros y preferenciales son el Pueblo de Israel.
 
Meditación (Meditatio): (saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad).
El episodio relata el grande poder de la fe y se encuentra expresado en la confianza que pone una madre en Jesús surgida de su necesidad y de su sufrimiento. Jesús admira la grandeza de la fe de esta mujer sencilla que, por amor a su hija, no duda en invocarle con insistencia, a pesar de todos los obstáculos y dificultades. Es grande la humildad y desarmante la terquedad de esta cananea. Algo sabía ella sobre Jesús puesto que lo llama "Hijo de David" y además acude a Él sabiendo que sólo Él le ayudará y le insiste que le atienda su petición y no se siente ni ofendida por el diálogo con Jesús ni por su negativa a atenderla pues ciertamente ella no pertenecía al pueblo de Israel. Por ser tan insistente, Jesús la atiende en su necesidad pero además la propone como modelo para los creyentes. Fue la insistencia de la mujer la  que venció la resistencia de Jesús. Ante semejante fe y tamaña insistencia, Jesús no puede por menos que claudicar, aunque esta fe la descubra en una mujer pagana; y es que Dios claudica siempre, como Jesús aquel día cuando descubre una fe grande y cuando encuentra tamaña confianza en Él; cuando el creyente se resiste a que Dios le diga no una y otra vez; cuando no se contenta también con los silencios de Dios, porque sabe que obtendrá, como la mujer pagana, lo que desea y pide. Porque el creyente sabe que Dios termina por escuchar a quien responde a su indiferencia con una petición renovada. Y es que el verdadero creyente tiene que aprender a resistir el aparente silencio con el que Dios responde a sus oraciones e insistir en sus peticiones. Y es que la perseverancia y la insistencia en la oración tienen que ser las pruebas más claras de la necesidad que tiene el creyente de Dios y de la confianza total puesta en Él.
 
Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor Jesús, tu paso por la vida, tu presencia salvadora y tu Palabra nos invitan a crecer como creyente. Como esta mujer cananea del evangelio de hoy, nos descubrimos intercediendo por los demás, por los pobres, por los que sufren, por los necesitados, por sus necesidades, por sus sufrimientos, por sus penas, por nuestra sociedad, por la familia; creer en Ti es para nosotros ser insistente en nuestra petición hecha oración, pues es un bien para ellos, para los demás y nos descubrimos intercesores cuando nos confiamos en tu misericordia, en tu bondad, en tu amor.   
Tú nos conoces bien y sabes que siendo tus hijos e hijas, no hemos estado en muchas ocasiones, tal vez, a la altura de lo que quieres de nosotros, pero nos sentimos acogidos por tu amor y nuestra fe en Ti nos asegura tu misericordia y eso nos hace vivir felices y agradecidos contigo, Señor.
 
 
Contemplación (Contemplatio).
Te invito a ponerte en las manos de Dios y contemplar los momentos en los que Dios ha intervenido en tu vida; los momentos en que te has sentido que Dios no te ha escuchado y por último que recuerdes los momentos en los que has sido más "insistente" en tu oración ante Dios.  Y que todo esto sea motivo de oración y contemplación agradecida.                                                                                                                                                                       
 
 
 
La Paz con ustedes.

miércoles, 6 de agosto de 2014

lectio 19 DOrd A

19 Domingo Ordinario, A.
 
Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.
 
Lectura orante de la Palabra de Dios del Texto del Evangelio de  San Mateo 14, 22-33.
 
En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieron a la otra orilla, mientras él   despedía ala gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entretanto, la barca iba muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: "¡Es un fantasma!" Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: "Tranquilícense y no teman. Soy yo".
Entonces le dijo Pedro: "Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el   agua". Jesús le contestó: "Ven". Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: "¡Sálvame, Señor!" Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?".
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: "Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
 
Lectura (Lectio):  fíjate bien en lo que dice el texto, lee atentamente, saca sus personajes, su ubicación, su relación y el mensaje central. 
Jesús es presentado con múltiples facetas. Se hace ver la insondable y   misteriosa riqueza de su persona. Pero por sobre todo se le presenta como el HIJO de DIOS a quien sus seguidores por propia convicción han de reconocer y adorar aún con su poca fe y sus muchas dudas respecto a él. Veamos algunos de esos puntos: Jesús da de comer su palabra y panes a los que le siguen y los despide atentamente; ordena a sus discípulos que vayan a otra parte para que descansen y él pueda quedarse solo para pasar la noche en oración, con su Padre; se deja ver a los lejos y los discípulos le perciben como un 
fantasma; camina sobre el agua dejando ver que tiene dominio sobre ella; salva a Pedro de ahogarse y le reprende por su poca fe; su sola presencia serena a los discípulos y calma la tempestad; él, que antes parecía un fantasma y provocaba miedo, ahora es adorado y   reconocido como el Hijo de Dios.
 
Meditación (Meditatio): fíjate en lo que te dice el texto y aplícalo a la vida ordinaria.
La comunidad eclesial de San Mateo con frecuencia experimentaba confusión, miedo, y 
sentía que no se consolidaba, que fracasaba y se hundía. Al igual que a Pedro, a   nuestras comunidades eclesiales y familiares no les alcanza el puro entusiasmo para confiar y seguir decididamente a Cristo. No alcanzamos a distinguir bien la presencia de Cristo cuando con entusiasmo le pedimos que nos llame a seguirlo caminando sobre los problemas de la vida. Sin embargo, con frecuencia y ante los primeros movimientos 
fuertes, sentimos que la vida se nos hunde. Nuestra poca fe y nuestras dudas nos 
hunden. Aunque Jesús esté allí, a un lado nuestro, los vientos de la vida cotidiana nos zarandean y nos siembran el miedo y la duda, y nos preguntamos: ¿Será Jesús realmente el Hijo de Dios o es solo algo irreal e ilusorio?, ¿No   será mejor confiar en el dinero, el poder, las influencias y las magias y horóscopos, que en Él? Sin embargo Jesús no deja de escuchar nuestras súplicas y gritos de auxilio y de modo inmediato nos tiende la mano para sacarnos a flote sin dejar de hacernos amigablemente un firme reproche: "Hombre o mujer de poca fe, ¿Por qué dudaste?". La actitud de Pedro y los demás que estaban en la barca nos sirve de ejemplo dentro de la Iglesia y de nuestra familia, hay que reconocerlo y adorarlo como el Hijo de Dios cercano y pronto para salvarnos. Jesús no excluye de su Iglesia a quienes tienen poca fe o dudan o se equivocan, sino que los comprende, los educa y los incluye en su barca, una barca en la que caben todos, 
porque él vino a salvarnos a todos.
 
Oración (Oratio): fíjate ahora en lo que tú le dices a Dios desde la vida iluminada por el texto, después de escuchar a Dios, háblale.
Señor Jesús, Hijo de Dios, tú eres el salvador en las tormentas de nuestra vida; tú eres la fuerza que nos sostiene en los momentos de miedo y la luz que nos ilumina en los momentos de duda; tú eres la claridad en nuestras confusiones. A ti te adoramos, te bendecimos y te alabamos, a ti te reconocemos como el Hijo de Dios, como el Señor de nuestra   comunidad eclesial y de nuestras familias. Tú sabes qué frágiles y cobardes somos. Tú ves cómo nos provocan miedo tantas situaciones: tranquilízanos, pacifícanos, 
sálvanos. Dinos siempre: "no teman, aquí estoy, soy yo". Amén.
 
Contemplación (Contemplatio): haz silencio, adora, alaba y bendice a Dios por haberte hablado, déjate llenar de su paz y lleva su palabra a tu vida con un buen propósito.
 
 
 
 
 
La Paz con ustedes.