viernes, 22 de abril de 2011

Domingo de Resurrección, A (24 abril 2011)


La reflexión sobre la liturgia de este Domingo, el primero de los Domingos, la Fiesta por excelencia, supone la comprensión y la vivencia de la semana santa y sobretodo del Triduo Pascual.
Por eso captar la riqueza de la Fiesta de las Fiestas, no basta “ir a Misa” en el Domingo de Pascua; es necesario haber vivido el “Triduo Pascual”: quiere decir, contemplar el Señor Crucificado a partir de la celebración de la Pasión y de la Cruz en el Viernes Santo, contemplar el Señor Sepultado en el Sábado Santo, y la expectativa y espera de la Resurrección del Señor a través de la Vigilia pascual en la noche más santa de todas las noches, donde renovamos las promesas de nuestra dignidad de hijos de Dios. Y contemplar el Señor Resucitado en la Misa festiva del Domingo, “en el día que hizo el Señor”, continuamos a vivir la alegría de la Iglesia al recordar y celebrar el Triunfo de Cristo Resucitado, Cristo Vivo.

Texto para reflexionar y orar:
Juan 20, 1-9

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
El relato de Juan sobre la tumba vacía tiene una importancia capital para la fe de los creyentes y para la historia del cristianismo. Nos informa de lo que fueron las primeras horas del primer domingo cristiano.
Todo lo que relata el evangelio de Juan sobre la resurrección y que está en el capítulo veinte, se realiza en domingo. La aparición de este relato es en Jerusalén, el primer día de la semana, al amanecer, en el sepulcro y en un sepulcro vacío y se narra cómo los discípulos llegaron a la fe en la resurrección. Por lo tanto es la descripción del camino de fe recorrido por sus testigos. Y son tres testigos que nos narra este pasaje.
Para Juan es Magdalena que buscando el cadáver de Jesús se encuentra y descubre que la piedra que cierra el sepulcro está corrida y por lo tanto el sepulcro no está en las condiciones en que lo habían dejado; consternada corre a decírselo a los discípulos; y así, aunque es la primera espectadora del triunfo de Jesús sobre la muerte, todavía no es la primera creyente en la resurrección.
Pedro por privilegios que le da el evangelio con respecto a los otros discípulos entra en el sepulcro vacío y ve los detalles… Pero estos signos no le fueron suficientes para creer. El primado de Pedro, no significó privilegios para creer.
En cambio el “otro discípulo a quien Jesús quería” comprobó, lo mismo que Pedro pero el discípulo “vio y creyó” Es la única ocasión que se afirma en todo el Nuevo Testamento que alguien creyó al ver vacío el sepulcro. Juan el predilecto, reconoce en los pobres signos del sepulcro vacío que Jesús ha resucitado.
El párrafo del evangelio termina diciendo que la Escritura por sí misma no les habría llevado a los discípulos todavía a la fe en la Resurrección de Jesús, aunque en ella estuviera predicha; faltaría el encuentro personal con el Resucitado

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
Para descubrir que Jesús está vivo tenemos que recorrer el mismo camino que en el día de Pascua recorrieron Pedro y el discípulo que Jesús amaba; hicieron camino juntos y llegaron juntos a la tumba, que encontraron abierta y vacía, con la muerte vencida, ausente el cadáver, pero no las mortajas. Los dos vieron las mismas cosas, pero sólo uno creyó, el discípulo a quién Jesús había querido; el más amado fue el que llegó más pronto al camino de la fe; quien, en vida de Jesús, se sabía preferido, fue el primero en saber que Jesús vivía de nuevo. El discípulo amado llegó antes a la convicción de que Jesús vivía no por haber llegado primero a su tumba, sino porque siempre se supo querido por Jesús. Esto es lo mismo que pasa, hoy a todo creyente que se sabe amado; “Nosotros, volveremos a sentir que Cristo Vive, a pesar de todas las apariencias, si logramos sentir su amor. La fe en la Resurrección del Señor Jesús, no es tanto un esfuerzo personal y afirmar a toda costa lo que no se ve, sino aceptación del amor gratuito. Y seguros de su amor no necesitaremos verle para creerle vivo ni encontrarle personalmente para sabernos personalmente amados: saberse queridos es creerle vivo.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Hoy con grande fe y alegría podemos proclamar que Cristo está Vivo y que vive para siempre y podemos rezarle pidiendo en este día de Pascua: Hoy con toda la Iglesia quiero proclamar que ya no estás entre los muertos, que vives para siempre; que Tú, Señor Jesús estás vivo y que has Resucitado. Que nuestra pena y nuestra tristeza se han convertido en gozo y que tengo que testimoniarles a los demás de mi experiencia de saberte vivo. Ayúdame a descubrirme amado por Ti como lo fue el discípulo amado; porque solamente así te descubriré vivo. Y es que Tú, Señor, Jesús vives hoy solamente para quienes se sienten y se saben amados por Ti, pues para eso entregaste tu vida por amor a mí y a todos. Hoy soy testigo que el sepulcro de Jesús está vacío y que su muerte ha sido vencida porque su amor se ha hecho presente en mi vida y eso no lo puedo callar porque me quema y lo tengo que testimoniar. Señor Jesús, desde tu resurrección el primer día de la semana es tu día: el Día del Señor. Ahora creo en el testimonio de quienes vieron el sepulcro vacío y de quienes te vieron luego de tu resurrección. Igual que ellos corro para encontrar el sentido pleno de una tumba vacía porque el que yacía en ella ya no esta muerto. ¡Está Vivo! Gracias, Señor, porque con tu muerte y resurrección nos salvaste, porque nos amas.


Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida y toma algún buen propósito para que lo ofrezcas a Dios durante la semana en este tiempo de Pascua.
Que la fiesta de la Resurrección del Señor despierte en nosotros el deseo de ser testigos de la nueva vida que Cristo Jesús ha inaugurado y esto nos haga vivir la vida llenos de esperanza, porque somos amados.
Feliz Pascua de Resurrección, la grande Fiesta de cincuenta días que se continúa hasta Pentecostés.



La Paz con ustedes.

jueves, 21 de abril de 2011

Domingo de la Pasión, A (17 abril 2011)

Texto a meditar y orar: 
Mateo 26, 14-27, 66

Lectura (Lectio):
El relato de la pasión más que una crónica neutral de lo sucedido es la proclamación de fe en Jesús. La pasión es el drama del amor. San Mateo narra los acontecimientos desde su final, acentuando la convicción primitiva de que todo se debía a un plan previo; y por lo mismo recurre a la escritura con mayor frecuencia que en otros evangelios; Jesús sabe que camina hacia la muerte y sabe que ésta no será su final; el conflicto con las autoridades judías es más fuerte y el triunfo de Cristo más evidente.
Todo el relato de la pasión se articula en cuatro bloques, y cada uno consta de escenas particulares: 1) La agonía en el Getsemaní, es una escena decisiva, para comprender la pasión de Jesús: “La muerte no ha sido para él una fatalidad ineludible, ante la cual hay que resignarse, ni un destino ciego soportado, sino una elección sufrida y consciente. 2) El proceso ante Caifás que está fundamentado en falsos testimonios. Para condenar legalmente a Jesús se requería un motivo previsto por la ley; pero los sacerdotes y el sanedrín no lo encontraron. Motivos los tenían y los aducían, pero no eran legales. 3) El proceso ante Pilatos: El precio de la traición mencionado siete veces y tres veces la sangre, sirve esta escena, para hacer la conexión entre los dos procesos y aparece claramente que el proceso de Jesús fue un proceso inicuo. Pero esto no basta, Mateo se interesa también en mostrar que este proceso injusto e inicuo forma parte del designio de Dios y así se cumplen las Escrituras. “La historia está en las manos de Dios”. Y en varias ocasiones Mateo subraya que Jesús es inocente; así lo testimonia la mujer de Pilatos y el mismo Pilatos cuando se lava las manos. 4) La crucifixión: Lo más significativo del relato es la soledad de Jesús: todos están contra Jesús, el Mesías se encuentra abandonado de todos, hasta del Padre celestial. Sin embargo es significativo que Mateo insiste mucho en el cumplimiento de las Escrituras: todo lo que está sucediéndole a Jesús, entra dentro del designio de Dios.
Se repite; Mateo quiere profundizar en la confesión de fe cristiana en Jesús como el Hijo de Dios. No hay para él contradicción entre la cruz de Jesús y el ser Hijo de Dios. Es sobre la cruz, que Jesús se realiza como Hijo obediente al Padre.

Meditación (Meditatio)
La muerte de Jesús en cruz, nos desvela el amor que Dios nos ha tenido. Este acontecimiento fue y sigue siendo la prueba definitiva del discípulo: todas las esperanzas que sus seguidores se habían hecho junto a él, por Galilea, fueron sepultadas, por la cruz, en el Gólgota.
Llama la atención la tremenda separación que hubo entre la voluntad de Jesús, que anhelaba dar su vida, y el querer de sus discípulos, que no pensaron más que en salvar las suyas; los pocos seguidores que le acompañaron, no tardaron en abandonarle, a medida que se acercaban al Calvario. Judas es el prototipo de los discípulos que siguen a Jesús de cerca. Su destino estremece: son los discípulos más familiarizados con Jesús quienes con más frialdad lo traicionan, a quien tantas veces lo ha besado, no importa entregarlo con un beso. La rutina del discípulo, el cansancio que nace de una continua convivencia, puede convertir un discípulo bueno en un buen traidor.
Pedro es el discípulo que negó y lloró su pecado; con su valentía de palabra y su debilidad de hecho, con sus rápidas promesas de fidelidad y su rapidez en romperlas, nos es más simpático, pues nos es más cercano: con él nos identificamos mucho mejor, pues nos sabemos traidores, pero arrepentidos. Nuestra salvación como la suya, dependerá si es mayor nuestro dolor que nuestra desesperanza. Dependerá como entonces dependió, de si nuestro pecado queda vencido por la confianza en el amor que Jesús, pese a todo nos sigue teniendo. Porque el discípulo traidor puede estar seguro de que también él cuenta con el amor de su Señor.
Juan, fue el discípulo más amado y el que superó mejor y más rápidamente el escándalo ahí donde los demás tropezaron, en la cruz de su Señor. Quien se sabe amado, guarda fidelidad sin tanto esfuerzo: y por lo mismo cuesta menos soportar la muerte del Señor, siempre que se la entiende como supremo acto de amor. María, pertenece a los discípulos más amados de Jesús; y estos son los que pueden serle fieles hasta frente a una cruz.

Oración (Oratio):
Gracias Padre Bueno, porque en la muerte de Jesús en la cruz nos revelas el infinito amor que nos tienes. Esta prueba de amor, es la prueba definitiva para nuestra vida como discípulos seguidores de tu Hijo; si queremos serte fieles, estamos comprometidos a responder ante el camino de la cruz. Que como Juan, nos sintamos tan amados por Tí, que ese amor supere el escándalo de esta cruz; que este amor nos haga guardar la fidelidad a tí, sin tanto esfuerzo; que no nos cueste soportar tu muerte, siempre que comprendamos que es la máxima expresión de tu amor.
Señor Jesús, cordero inmolado por nuestra salvación ten misericordia de nuestra dureza de corazón para entender los caminos de tu salvación, sostennos para no escandalizarnos jamás y renegar de tu voluntad. Te pedimos que nos ayudes a saber dirigirnos a tu Padre y entender la forma de hacer oración en el momento de nuestra salvación; en los momentos que son decisivos para descubrir cuál es la voluntad del Padre en nuestras vidas.
Que el amor que hemos descubierto en la Voluntad del Padre y en tu entrega amoroso, nos impulse a no abandonarte y dejarte solo, a no negarte por haberte conocido y dejarte sólo y huir
Te damos gracias, Señor porque antes de ser condenado a muerte, nos has dado tu cuerpo y tu sangre, sacramentos de la nueva Alianza, y porque nos has pedido vigilar y rezar para no caer en la tentación, nuestra tentación es no reconocer el amor del Padre, su Voluntad amorosa para nosotros y el método o camino de salvación que nos muestra en la cruz.

Contemplación (Contemplatio):
Te invito a que iniciando esta semana Santa con el Domingo de Ramos hagamos silencio y meditando, leyendo la Palabra de Dios y rezando agradezcamos el Amor de Dios que nos salva en Jesús con su muerte en la Cruz.

La Paz con ustedes.

jueves, 7 de abril de 2011

5° domingo cuaresma, A (10 abril 2011)

Texto para reflexionar y orar: 
Juan 11, 1-45

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
El texto nos presenta estos personajes: Jesús, sus discípulos, Marta, María, Lázaro y los judíos que creen. El Lugar: Jesús se encuentra en el Jordán, y después va hacia Judea; a Betania que está a 2 km. de Jerusalén. La estructura del texto: nos presenta a Jesús que está con sus discípulos; donde le avisan del muerte de Lázaro; pero, permanece más dos días, y después va hacia Lázaro, en Betania, aún con riesgo de la vida. Delante de Marta la invita a creer en El y delante de María y de los que la acompañaban, se conmueve y llora; finalmente, ya en el del sepulcro ora al Padre. Entonces, llama al muerto: “Lázaro sal de allí”. Termina el relato diciendo que muchos de los judíos creyeron el Él, al contemplar la resurrección de Lázaro. El Evangelio de San Juan nos presenta uno de los últimos signos que Jesús realiza, y el más grande. La resurrección de Lázaro es también el que desencadena la persecución de Jesús y anuncia su propia resurrección. El evangelista ha sabido crear un relato realista y, al mismo tiempo, simbólico. Es uno de los siete signos que nos habla el evangelio de San Juan. Que son manifestaciones de Jesús como Mesías, que se realizan plenamente en la hora de Jesús, en la hora del Padre. Irónicamente, los signos que narra Juan para despertar la fe, son también las causas del rechazo y la condenación de Jesús.
Jesús se presenta a sí mismo en el evangelio de Juan con el mismo nombre de YHWH: “YO SOY” (Ex 3,14). Como Yavé, Jesús es el Dios con nosotros: “Yo soy la resurrección y la vida” (11,25).

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
Nos invita a meditar, en este relato, que todos los personajes son gente que seguían a Jesús y decididos por estar con Él. Jesús a cada uno lo invita a creer en Él y todos terminan creyendo en Él: los discípulos, Marta, María y todos los judíos. Otro tema de meditación: cuando los invita a creer que Él es la “Resurrección y la Vida”; y nos hace notar que todo aquel que es amigo de Jesús, no puede quedar en la muerte, sino que les da la Vida. Otro tema también, nos presenta a Jesús rico de sentimientos: decidido en ir con Lázaro aunque esto sea en peligro de su vida; valoriza la amistad, llora por el amigo y tiene una actitud filial hacia su Padre Dios. El relato de la resurrección de Lázaro nos vuelve a recordar uno de los rasgos más sorprendentes de Dios: en Jesús, Dios se nos ha hecho cercano, tan sensible a nuestro dolor como para sufrirlo con nosotros, tan próximo a nuestra necesidad que aproxima la salvación a quien se acerca.
Tenemos un Dios capaz de tener amigos. Es lo primero que nos indica el evangelio: las hermanas de Lázaro mandaron buscar a Jesús con el recado de que su amigo estaba enfermo; sintió afecto por personas concretas y se dejó querer por ellas; no fue insensible al dolor de sus amigos; mantuvo amistades profundas y se puso a disposición de cuantos deseaban su compañía.
La amistad con Jesús no fue ningún privilegio; contar a Jesús entre sus amigos no dispensó enfermedad ni muerte. Con todo, no dudaron del amigo y supieron acudir a Jesús.
Antes de mostrarse como Dios, capaz de devolver a la vida al amigo, se dejó ver como hombre, incapaz de contener las lágrimas ante el cadáver del amigo.
Un Dios tan divino y tan humano, que llora ante una tumba, ¿no merecerá mayor atención y cuidados de nuestra parte?. Merece nuestra vida de amistad y nuestra hospitalidad por siempre. ¿Cómo es posible, entonces, que sigamos arriesgando su amistad, por otras; y peor aún, sólo por cosas?

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
“Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Señor, nos invitas a creer en Ti, nos invitas a reconocerte como Señor de la Vida. Así lo dijiste y afirmaste con tu vida y con prodigios y señales. Tu Palabra, nos hace ver y, me invita a creer, como creyeron tus discípulos: Marta, María y muchos de los que había ido con ellos. El mismo Lázaro te experimentó como Señor. Tus amigos, a los que querías tanto, te experimentaron como Señor de la Vida. Concédenos proclamar como Marta: “Sí, creo, creo firmemente que Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios”.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida.
Sigue acompañando a Jesús en su camino para entregar su vida por nosotros. Vive el triduo del Señor Crucificado, Sepultado y Resucitado; la Pascua Cristiana, el Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Resurrección. Debemos dar gracias al Señor por mostrársenos de esta manera. Con mayor confianza seamos miembros de la Iglesia, siguiendo a Jesús, en este tiempo en el que nos preparamos, por medio de la Cuaresma, a renovar nuestra vida cristiana en la Pascua.
Celebremos la Pascua dónde nos encontremos. Y demos testimonio de la fe que nos anima.

La Paz con ustedes.