Invocaciones al Espíritu Santo


INVOCACIONES
AL ESPÍRITU SANTO

1. Espíritu Santo, visítame con tu Presencia densa y ligera, sacúdeme con tu azote semejante a una caricia, atráeme, con el imán de tu Amor, hacia la puerta estrecha por donde se entra al Reino inmenso e inefable del Amor de nuestro Padre Dios.

Haz espacio en mí, para que resuene, como un eco, en el paisaje de mi cuerpo y de mi alma, la Palabra de Jesús, la única Palabra con poder de salvar.

Visítame, Señor y Dador de Vida, para que pueda ser yo cauce de tu Vida en abundancia.

2. Ven, Señor, y llévame a un lugar interior en el que mi mente pueda reposar en ti, pararse en ti, descansar de su inquietud continua, y dejarse encontrar en tu silencio.

Llévame más allá, más adentro, del oleaje agitado de mis preocupaciones y proyectos. Llévame a ese jardín secreto en el que Tú me esperas siempre para hacerme nuevo, aunque yo falte a la cita, una y otra vez, perdido en el bullicio de mi corazón extrovertido.

Condúceme a ti, Señor, te lo suplico, hoy que mi alma te busca con hambre y sed de tu Palabra de Vida.

Que ella sea lámpara para mis pies de caminante, todos los días.

3. Dios de nuestros padres, santo y misericordioso, que con tu palabra hiciste todas las cosas, y, ayudado por el Espíritu de la Sabiduría, nos formaste a tus hijos e hijas, y modelaste todo cuanto existe, dame tu Sabiduría, que te asistió cuando hacías el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos.
Mándala desde tu seno, para que me asista en mis anhelos y búsquedas, en mis interrogantes y en mis respuestas, porque soy demasiado pequeño para discernir la verdadera riqueza de la vida y el camino de la felicidad.
Sin embargo, ella lo conoce todo, y me guiará prudentemente en mis pasos, y me mostrará, en tu palabra, la senda de tu voluntad.

4. Jesús, Maestro Bueno, enséñame a mirar la vida como Tú, a aprender que la vida es un regalo del Padre para los demás.
Enséñame a valorar el tiempo como una posibilidad para mejorar y crecer en Ti, en tu conocimiento, en tu seguimiento, en tu Amor.
Jesús, Maestro Bueno, enséñame a sentir como Tú, ayúdame a comprender que el poder y la supremacía sobre los otros son vacío y vanidad, apariencias huecas incapaces de satisfacer mi profundo anhelo de felicidad y de sentido.
Hazme ver la dicha que brota de realizar los pequeños servicios cotidianos, enséñame a ser un servidor de mis hermanos y a poner a disposición de todos los dones que Tú me has dado. Amén.

5. Ven, Espíritu Santo, ilumina mi mente, abre mi corazón, toma mis manos, para que comprenda el mensaje de la Palabra, para que sienta la profundidad del amor divino, para que camine abriendo mis manos a los que necesitan curación y misericordia.

Ven, Espíritu Santo, aumenta mi fe en el Dios que ama a todos, santos y pecadores; dame el amor que abraza a todos los hombres y mujeres del mundo entero; afianza mi esperanza en medio de mis debilidades, limitaciones e incapacidades.
Ven, Espíritu Santo, yo solo sé que no puedo hacer nada; acompáñame, guíame, llévame, para que pueda llegar al abrazo del Padre, para que pueda seguir las Palabras y enseñanzas del Hijo, para que pueda caminar con los demás, con amor, fe y misericordia, con la fuerza, la luz y la ternura que vienen solo de Dios.

6. Espíritu de vida, de la vida sin fronteras, ven y condúceme hasta los pastos abundantes donde tu Palabra quiera conducirme, hasta las fuentes que has preparado para mí; para que yo me sacie de tu presencia y goce con la sobreabundancia de tus dones.

Sorpréndeme, Espíritu de vida y, una vez más, que tu Palabra me guíe donde jamás hubiera soñado.

Tú que eres Don derrámate sobre mí y desbórdame con tu hermosa y rica presencia. Derrámate y consuélanos con tu amable llegada.

7. Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, visítanos hoy con tu sabiduría e inteligencia espiritual, ilumina los ojos de nuestro corazón para que podamos comprender el sentido de las Escrituras, el mensaje que Jesús Maestro Verdad nos quiere comunicar en este día.

Haz que la Palabra que escuchamos resuene en nuestro corazón y pase del corazón a la vida. Que no seamos sólo “oyentes” de la buena Noticia, sino que, con tu gracia, la llevemos a la práctica.
¡Ven, Espíritu Santo! Abre nuestra mente, voluntad, corazón y haznos acogida de la Palabra de la Verdad y de la Vida.

8. Espíritu del Señor, Espíritu que sorprende cuando llega y hace brotar la Vida, haz fértil mi campo.

Lejos de ti la fuerza y el poder que usan los hombres, más tú presencia es más fuerte y potente que cualquier riqueza de este mundo.

Por eso, a ti te invoco, ven y fecunda este campo que te espera, que se abre a ti gozoso para acoger la Palabra divina, la única que puede darme respuesta, la única que puede saciar mi sed, la única que puede hacer fértil este terreno.

Ven y concédeme tu plenitud; ven, que mis sentidos te acojan; ven, que mi espíritu se goce contigo; ven, que mi hambre se satisfaga en tus dones.

9. Ven, Espíritu Santo, y convierte mis oídos, mi corazón, y toda mi persona en tierra buena capaz de acoger la Palabra, como una semilla, y hacerla germinar.
Ven, Espíritu de la Vida, desciende y derrámate sobre mí, como una llovizna suave se derrama, penetra, refresca y fecunda un campo destinado a dar fruto.
Ven, y ayuda el leve pero continuo crecimiento de mi ser, hacia la criatura nueva, hecha a imagen de Jesucristo, mi Maestro y mi Señor.
Amén.

10. Espíritu de Vida, te invoco sinceramente: ven en ayuda de mi debilidad.

Ven, Espíritu de Dios, y habita en mi flaqueza para que tu fuerza sea patente en mi existencia.

Ven, presencia renovadora y pueda yo, en mi fragilidad, acoger la Palabra de la Vida.

Ven a mí, injusto y pecador, y por tu poder creador se encarne en mí la Buena Noticia.

Ven a mí, Espíritu de la Verdad, toma posesión de mi corazón y de mi mente, acomódate en mi hogar, conduce mi vida cotidiana según los designios de Dios Padre-Madre.

Ven a mí, ven a tu Iglesia y hazla gustar de tu gozo embriagador, en la acogida diaria y confiada de la única Palabra que salva.
11. Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

12. Ven a mí, Espíritu Santo,
Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.

Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad.

Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud.

Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin. Amén.

13. Espíritu Santo, eres el alma de mi alma, te adoro humildemente. Ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame. Y en cuanto corresponde al plan eterno Padre Dios revélame tus deseos.

Dame a conocer lo que el Amor eterno desea en mí. Dame a conocer lo que debo realizar. Dame a conocer lo que debo sufrir.

Dame a conocer lo que con silenciosa modestia y en oración, debo aceptar, cargar y soportar. Sí, Espíritu Santo, dame a conocer tu voluntad y la voluntad del Padre.

Pues toda mi vida no quiero ser otra cosa que un continuado perpetuo Sí a los deseos y al querer del eterno Padre Dios.

14. Santo Espíritu de Dios, en un instante, en Pentecostés, transformaste a los discípulos miedosos que se escondían en el cenáculo, en almas fuertes y ardientes.
Tú los hiciste salir de aquel encierro, lanzándolos a una grandiosa empresa apostólica.
Transforma ahora nuestros corazones, débiles y temerosos, en corazones intrépidos desbordantes de alegría.

Comunícanos un ardor indomable, una caridad dinámica que se entregue sin reservas a extender el reino de Dios.
Con tu soplo ardiente mueve nuestra voluntad para hacer el bien en la oración, con el ejemplo y en la acción.
Haz que difundamos con gozo alrededor nuestro las riquezas espirituales que tú has acumulado en nuestra alma a través de nuestra vida.

Renueva, por nuestro medio, el misterio de Pentecostés, con la expansión victoriosa de un amor irresistible y una fe a toda prueba. Amén.