miércoles, 25 de febrero de 2015

lectio 2 Domingo de Cuaresma, B

2 Domingo de Cuaresma, B.
Lectura Orante de la Palabra de Dios del Evangelio de San Marcos 9, 2-10.          La Transfiguración.
 
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Maestro, ¡Qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra Moisés y otra para Elías". En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo amado, escúchenlo". En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de "resucitar de entre los muertos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Lectura.
La transfiguración de 
Jesús da lugar a un diálogo continuado, que se presenta en tres actos, con diversos protagonistas cada uno, y una toma de posición como motivo central. En la primera escena los discípulos asisten a la conversación de Jesús con Elías y Moisés y se atreven a pedir que la experiencia que estan viviendo no se termine. La formación de la nube y la voz que domina la segunda escena: de contemplar a Jesús divino pasan los discípulos a escuchar al mismo Dios, que se presenta como Padre que ama a su hijo; después de oír la voz de Dios la visión desaparece; en tercera escena, Jesús y sus discípulos son devueltos, y con cierta brusquedad, a la normalidad. No podrán, les advierte Jesús, contar lo visto; ni sabrán, añade el cronista, pues vuelven confusos por cuanto les acaba de decir Jesús.
Jesús sube a un monte con tres de sus discípulos y les deja ver, momentáneamente, su verdadera identidad. La experiencia es tan agradable que Pedro se olvida de sí y de los compañeros para mirar sólo por Jesús y sus acompañantes: está dispuesto a vivir a la intemperie con tal de prolongar lo que vive. La voz de Dios interrumpe su proyecto y sus sueños: reconociéndolo como Hijo querido, y Dios quiere que se le obedezca, lo que debe suscitar la contemplación de Jesús. Hasta que Jesús no resucite de entre los muertos, los discípulos no contarán nada de lo sucedido, y hasta entonces lograrán entender el sentido de lo ocurrido.

Meditación
El evangelio de hoy nos recuerda el momento, único, pero central en la vida de Jesús, cuando reveló su identidad verdadera a sus más íntimos. Podríamos hoy quizá hasta envidiar a esos discípulos que vieron a Jesús tan cautivador, tan resplandeciente, profeta entre profetas, hijo amado de Dios. A un Jesús así nos sería fácil seguirle; de un Jesús
así, ¿fácilmente se quedaría uno seducido?; con un Jesús así todo se nos convertiría en hermoso y, como a Pedro, nos parecería natural quedarnos con él, aunque fuera a la intemperie. Pero, entonces, ¿cómo es que no vivimos tan entusiasmados por Jesús? ¿Por qué no se nos transfigurará tam­bién a nosotros?
Jesús tomó consigo los discípulos que le habían seguido desde el principio, aquellos que habían puesto su confianza en él, y los llevó a un lugar apartado, sobre una montaña. En esta acción de Jesús tenemos expresado el requisito previo para ver a Jesús transfigurado: no fue a los extraños a quien Jesús se manifestó encantador, sino a quienes lo veían todos los días caminar y dormir, comer y predicar, rezar y descansar;
para reconocer su verdadera identidad. Bien al contrario, serán siempre los discípulos fieles aquellos que podrán soñar con la sorpresa de verse descubriendo quién es realmente Jesús. No es que él no sea lo suficientemente maravilloso, lo bastante divino, para poder sorprendernos un buen día; es que no encuentra discípulos fieles en su entorno, capaces de renunciar a todo y anteponerle a él a todos, para mostrarse como él es: un estupendo maestro y el hijo preferido de Dios.
El discípulo de Jesús, precisamente porque está habi­tuado a estar con él, debe estar abierto a dejarse sorprender continuamente. Porque quien no se maravilla de él, quien no le teme, quien no siente ganas de quedarse sólo con él, no es un discípulo digno de su confianza, no merece su intimidad. Y la consecuencia obvia de este encuentro será, sobre todo, escuchar sólo a Jesús: todo lo que hayamos podido conocer y experimentar, será menos importante. Quien ha descubierto a Jesús, descubre la obligación de atenderle, de seguirle, de obedecerle. Jesús ha de ser el único punto de referencia del discípulo que lo ha visto tal como es: quien se ha entusiasmado con él una sola vez, permanece siempre con él entusiasmado; no podemos reducir nuestra vida cristiana a la escucha de su palabra una vez por semana: Dios mismo, directamente, ha impuesto a los discípulos la escucha de su Hijo amado siempre. Quien quiere permanecer con Jesús está obligado a permanecer escuchándole. Escuchando lo que nos diga, lo descubriremos cercano y estupendo; y nos vendrán las ganas de quedarnos con él, aunque no tengamos donde cobijarnos. Quien le escucha, sabe que con él se está bien y que no se siente necesi­dad de nada más.
Pero no nos ilusionemos demasiado: esta experiencia de ver a Jesús tal como es, siempre es breve. 'De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús. Y bajaron con él de la montaña' Las experiencias bonitas con Jesús son reales, pero escasas; profundas, pero breves; se dan ciertamente, pero siempre duran poco. Es en la relación cotidiana con Jesús, con el Jesús de siempre, entre las dudas y resistencias de cada día, como los discípulos aprenden a escuchar su voz. La fe se vive en la duda; la
fidelidad se prueba cuando es posible y tentadora la traición: los discípulos que vieron a Jesús extraordinario, volvieron enseguida a verle tan ordinario como era todos los días; pero sabían que podían contar con que cualquier día podía volvérseles otra vez tan
divino como en realidad era. Ellos lo sabían y vivieron escuchándole.
 
Oración.
Señor Jesús. ¡Cómo nos gustaría que te nos manifestaras tal cual eres, divino, cautivador! Cómo nos ilusionaría poder asistir, aunque fuera por un instante, a ese espectáculo que Pedro Juan y Santiago presenciaron. Bastaría que te viéramos como Dios te ve, que te quisiéramos como Él te quiere, que te aceptáramos como Él te pensó, para saberte divino, tal cual eres, hijo preferido del Padre. Si nos dedicáramos a escucharte y a obedecerte, Tú te dedicarías, lo sé, a cautivarnos: si fuéramos tus siervos, tú serías nuestro encanto. Danos la obediencia que nos pides; para ello, te pedimos tu transfiguración, para hacernos tus discípulos. Desde ahora en adelante, ya no temeremos la normalidad, la incomprensión, aún la misma cruz, si podemos guardar en nuestro corazón el instante de tu divinidad cautivadora. Viviremos con nuestro secreto en el corazón, conservaremos ese nuestro encuentro, hasta que, por fin un día, nos veamos cara a cara. Enséñanos, Señor Jesús, a comprender el secreto de tu camino que es necesario, el camino de la cruz; enséñanos a optar por Ti, por tu persona, aunque implique ese camino, porque es el por el que Tú has aceptado. Enséñanos a amarlo.
La revelación de Dios Padre, ha sido el mejor regalo para nosotros. El saber que Tú,
Buen Jesús, eres el hijo predilecto y el más querido, nos hace descubrir en Dios un Padre Bueno y lleno de Amor que nos ha manifestado que nos quiere, dándonos lo mejor que tiene, a su propio Hijo y pidiéndonos que le obedezcamos. Gracias, Padre Bueno, porque así te ha parecido bien, revelarnos en Cristo Jesús el amor que le tienes y en Él revelarnos que nos quieres y que quieres que seamos obedientes.
 
Contemplación.
Alaba, agradece, bendice y adora a Dios que te ama; escucha nuestras atenciones, sin importar sus exigen­cias: terminaremos también nosotros un día por experimentar qué maravilloso es Jesús para todo aquél que le sigue y le obedece.
 

 
 
La Paz con ustedes.

miércoles, 18 de febrero de 2015

lectio 1 Domingo de Cuaresma B

 
1 Domingo de Cuaresma, B.
Lectura Orante de la Palabra de Dios del Evangelio de San Marcos 1, 12-15
 
En aquel tiempo, el Espíritu impulso a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
 
LECTURA (lo que dice el texto): Jesús después de haber sido bautizado, es impulsado por el Espíritu al desierto. Los cuarenta días que Jesús pasa en el desierto son un tiempo prolongado de profunda experiencia religiosa; y son alusión a diferentes hechos de la Escritura, por ejemplo, los cuarenta años por el desierto (Ex 16, 35; Núm 14, 33; Hech 7, 36) o los cuarenta días de Moisés en el Sinaí (Ex 24, 18; 34, 28; Deut 9,9), o los cuarenta días de camino por Elías hasta el Horeb (1 Re 19,8). Y aparece "Satanás" (que significa 'el acusador': Job 1,6; 1Crón 21,1) se convierte en un ser personal, enemigo de Dios y de las personas. La Lucha de Jesús contra el mal en sus diversas formas será una constante en todo el Evangelio. Y después de la preparación empieza la actividad de Jesús en la Galilea. Las primeras palabras que Jesús pronuncia son un resumen de su predicación: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio".
 
MEDITACIÓN (lo que me dice Dios por el texto): En este breve relato nos hace meditar que Jesús vence la tentación en el desierto, de manera real y simbólica. Y al vencer a Satanás comienza la paz del Mesías y sana la enemistad de la Creación. Es Cristo que exclama: "El tiempo se ha cumplido", o sea, es el momento propicio, favorable, es el momento de buscar, y ya, ahora. "El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio": se ha de remarcar que no se trata de convertirse para que así llegue el Reino de Dios, sino, porque el Reino de Dios ha llegado es necesario la conversión. Se nos pide la conversión; es decir, el creer en la Buena Nueva que nos trae Jesús. Conversión es cambiar, sobretodo en nuestro interior, nuestra manera de pensar, de tal manera que haga cambiar todo lo exterior, también. Cambiar para llegar a lo que quiere el Señor Jesús. Aceptar y vivir el Evangelio. Vivir como Jesús. Porque es el anuncio de la Salvación, que es el Reino predicado por Jesús. Es el único que satisface a las gentes, sus esperanzas. Jesús siempre en salida haciendo vivir el Reino. Y está destinado a los pobres, puesto que son los únicos que serán capaces de verlo en la fe. Es viviendo el Evangelio que venceremos toda tentación.
 
ORACIÓN (lo que le digo y respondo desde el texto y desde mi vida): Con un texto de San Agustín: "Nuestra vida, en efecto, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones. Acabamos de escuchar en el Evangelio como el Señor Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto. El Cristo total era tentado por el diablo, ya que en él eras tú tentado. Cristo, en efecto, tenía de ti la condición humana para sí mismo, de sí mismo la salvación para ti; tenía de ti la muerte para sí mismo, de sí mismo la vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí mismo, de sí mismo honores para ti; consiguientemente, tenía de ti la tentación para sí mismo, de sí  mismo la victoria para ti. Si en él fuimos tentados, en él venceremos al diablo".
 
CONTEMPLACIÓN (te toca a ti): guarda un momento de silencio y adora, admira, gusta y goza a Dios presente en su Palabra y en tu vida cotidiana.
Nosotros emprendemos también hoy un camino de reflexión y oración con todos los cristianos del mundo para dirigirnos espiritualmente hacia el Calvario, meditando en los misterios centrales de la fe. De este modo, nos prepararemos para experimentar, después del misterio de la Cruz, la alegría de la Pascua de Resurrección.
Para el período de Cuaresma, el Papa Francisco nos ofrece un camino: "Fortalezcan sus corazones. Tres pasajes acerca de esta renovación: 1. Si un miembro sufre, todos sufren con él (1Co 12,26). La Iglesia. 2. ¿Dónde está tu hermano? (Gn 4,9). Las parroquias y las comunidades. 3. Fortalezcan sus corazones (St 5,8) La persona creyente. La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. En él no hay lugar para la indiferencia.
 
 
 
 
La Paz con ustedes.

miércoles, 11 de febrero de 2015

lectio 6 DOrd B

 
6 Domingo Ordinario, B.
 
Lectura Orante de la Palabra de Dios del Evangelio de San Marcos 1, 40-45
 
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: "Si tú  quieres, puedes curarme". Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: "¡Sí quiero: Sana!" Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: "No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés".
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
 
Lectura: Este relato del Evangelio de Marcos lo situamos en el inicio del ministerio de Jesús en la Galilea, el cual ya nos había presentado varias curaciones. Ahora, nos presenta a Jesús y a un leproso, sin nombre. Un leproso que se acerca a Jesús transgrediendo la prohibición de aproximarse a la gente; y le suplica de rodillas, diciéndole: "si tú quieres, puedes curarme". Jesús se compadece de él y extendiendo la mano lo toca y le dice: "Sí quiero: sana". A Jesús sin importarle el contacto físico con el leproso, nos muestra que no le preocupaba ser considerado impuro. Ya que a Jesús le importa es dar la vida. Al leproso inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. Lo despide con dos órdenes: no decir nada a nadie y la de presentarse al sacerdote para cumplir lo que dice el libro del Levítico (Lev 14,1-32) para ser declarado puro e integrarse a la vida social; sin embargo el curado proclama públicamente su curación; de tal manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad y acudían a Él de todas partes.
 
Meditación: Nos hace meditar que el encuentro de Jesús con el leproso es totalmente una novedad: "se compadeció de él", o sea, "sus entrañas se llenaron de ternura", delante de la angustiosa desesperanza de aquella persona. Jesús no está de acuerdo que se le tuviera marginado. Jesús "extendiendo la mano" muestra el gesto liberador, no solamente al lanzar la mano sino al tocarlo. Jesús sabía de las normas rígidas que se debía tener sobre un leproso (la mishnah presenta setenta y dos tipos de lepra o enfermedades de la piel, y hasta se les prohibía de acercarse al muro de Jerusalén); sin embargo, después de curarlo lo invita a que se presente al sacerdote, para que sea readmitido por el representante a la vida social y religiosa. Jesús asume el mal del otro y comparte su destino. Le dice: "Sí quiero: Sana". Jesús es el lugar para acercarse al Reino y lo será incluso para aquellos que se acercan a los excluidos, marginados, superando todas las distancias. Jesús curándolo lo introduce a un nuevo encuentro con Dios y con la comunidad. El leproso sana de la manera más radical, por su fe y en su fe. El enfermo lo comprendió. Nosotros somos invitados a poderlo comprender. Jesús es el Dios cercano que acorta distancias. Jesús con estas señales, con estas curaciones, manifiesta que tiene todo poder ante el mal que destruye a la persona: que es el pecado, simbolizado en la lepra. Por eso la curación del pecado es la más radical que aquella de la lepra. Es Jesús el único que sana del pecado que es la enfermedad más grave, que puede acontecer en el hombre, en la mujer, en el joven; es decir, en cualquier persona. 
 
Oración: "Si quieres, puedes curarme" es la súplica, es la oración de aquel que llega a reconocer el propio pecado, que es como la lepra. Señor, pidiéndote perdón proclamamos que Tú, Señor, eres grande, por las maravillas y por las grandes obras en la historia de las gentes y en nuestra historia personal, porque hemos experimentado tu  Amor, al reconocer nuestra situación de pecado personal y social. Tú, Señor, siempre estás dispuesto a acercarte, a tocarnos con tu mano, con tu amor, porque tienes entrañas de misericordia, a todo aquel que, con fe, es capaz de decirte: "Si quieres, puedes curarme". Eres el Dios con nosotros, siempre dispuesto a decirnos: "Quiero; queda limpio".
 
Que en este Domingo nos dejemos tocar por el Señor y nos bendiga con su Amor.
 
 
 
La Paz con ustedes.

miércoles, 4 de febrero de 2015

lectio 5 DOrd B

5 Domingo Ordinario, B.
Lectura Orante de la Palabra de Dios del Evangelio de San Marcos 1, 29-39.
 
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el Pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levanto, salió y se fue a um lugar solitário, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: "Todos te andan buscando". Él les dijo: "Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido". Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
 
Lectura:
El párrafo evangélico de éste día es la así llamada "jornada de Cafarnaúm", que se ha ubicado en el tiempo de un día y en un espacio concreto como es Cafarnaúm, sobre la costa del lago de Tiberíades.
La primera escena, íntima y familiar, es la curación de la suegra de Pedro, con fiebre y postrada en el lecho. Jesús se acerca y tomándola de la mano la levanta; aparece por lo mismo en toda su solemnidad la fuerza de Cristo, su potencia sobre el mal. Marcos usa unos verbos muy importantes y que clarifican el sentido del milagro: por un lado el 'alzarla' de la mujer, está expresado con el mismo verbo con el que se expresa la 'resurrección', por otro, el verbo 'servir', está descrito con el término griego de la 'diakonía', el ministerio caritativo como lo hace Cristo.
La segunda escena se realiza a las puertas de la ciudad, al atardecer. Jesús realiza una serie de curaciones en masa (enfermedades y curaciones de demonios), una especie de intervención en contra del mal; y aflora aquí, también el célebre "secreto mesiánico" del que el evangelio de Marcos habla mucho; "No permitía que los demonios hablaran porque lo conocían".
La tercera escena. Jesús se encierra en el silencio de la contemplación, pero inmediatamente después es buscado por la multitud, ansiosa de ser liberada del mal.
El misterio de salvación de Cristo supera los confines de una tribu, los muros de una casa, las puertas de una ciudad, las fronteras de una región: "Le trajeron todos los enfermos y endemoniados"; "curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios"; "Todos te buscan... y anduvo por toda la Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando a los demonios".
 
Meditación:
En la actividad de una jornada el evangelista presenta a Jesús curando  y orando, entre la gente necesitada de él y necesitando él de Dios para volver de nuevo a la gente. Hay una dinámica de hacer el bien a todos, el sentido universal en el texto evangélico: La jornada de Jesús; un día sábado, se vuelve así emblemática de la nueva intervención creadora de Dios, en Jesús, que introduce a la persona en la aceptación de la palabra y lo cura de su mal vivir. Todavía más, se debe hacer notar una progresiva ampliación, entre la curación de la suegra de Pedro "en la casa", y la liberación de muchos enfermos y endemoniados en la puerta, donde se reúne "toda la ciudad", y, en fin, el "Todos te buscan", el ir más allá del Señor en "toda la Galilea".
Los milagros que realiza Jesús son el signo más eficaz de que el Reino ha llegado: un signo que dice que la salvación y la liberación de Cristo cura a "toda" persona. Él cura a muchos pero se preocupa también de aquellos que no acuden a Él. Su curación alcanza todas las dimensiones humanas; nos predica la palabra de la esperanza que cura. El relato de la curación de la suegra de Simón se vuelve programático del camino perfecto con el cual sucede la curación y la liberación que realiza Jesús. El pequeño párrafo está iluminado por la luz pascual. "Jesús se acerca a la mujer y la levanta tomándola de la mano". Y después, la mujer "se pone a servirle". Él pasa sanando y haciendo el bien, pero esto es un anticipo de la resurrección y habilita para aquél servicio de caridad, que hace del bien recibido, un bien para los demás.
 
Oración:
Señor, queremos invitarte como los discípulos a nuestra casa y hablarte de nuestros males y enfermedades; estamos dispuestos a comentarte todo lo de nuestra casa y de nuestra vida. Abrirte las puestas de nuestra casa y de nuestro corazón. Queremos dar ese primer paso para que el Señor Jesús nos cure.
Señor, queremos ser liberados del pecado por Tí; del mal que hemos hecho y que no nos deja vivir. Y abrir nuestro corazón, Señor Jesús, es porque Tú eres el Salvador.
Cuando vemos, Señor Jesús que te retiras a rezar, a la intimidad con tu Padre y a la búsqueda de su Voluntad en tu vida; debemos sentir que es necesario ir a buscarte, y estar convencido de que te necesitamos. También, porque te necesitan los demás, te necesitan los que nos has confiado. Señor Jesús, porque todos te andan buscando; es más, también, nosotros te andamos buscando.
 
Contemplación:
Me consuela el saber que el Señor está en medio de nosotros, como Salvador en la persona de Cristo Jesús. Que su Voluntad es salvarnos del mal y del pecado.
Tendríamos que actuar perdiendo el miedo de tener que hablar con Jesús, de nuestros males, de esos males que escondemos a los demás, pero alimentamos en nosotros; presentárselos a Jesús nos hará descubrirlo como nuestro Salvador.
 
 
 
 
 
La Paz con ustedes.