lunes, 26 de abril de 2010

5º domingo pascua, C (2 mayo 2010)


Texto a meditar y orar:
Jn 13, 31-33a.34-35
Justificar a ambos lados
Lectura. La nota más característica de estos discursos es el contexto en el que nos vienen insertos: en la noche que separa la cena de despedida y el comienzo de la pasión, Jesús dirige un largo y reiterativo discurso.
La estructura literaria de estos discursos presenta dificultades; cualquiera puede observar la falta de lógica narrativa, las repeticiones, etc.
El discurso de Juan sigue el modelo literario de los discursos de adiós, un género bien definido de literatura bíblica y de los escritos judíos.
Pero es por la profundidad alcanzada en su teología, por lo que estos discursos pueden considerarse como la obra maestra de la interpretación de San Juan del misterio de Jesús.
Este párrafo del evangelio forma parte del primer bloque de discursos que forman un ciclo de diálogos dominados por la idea de la partida de Jesús y la llegada de su Paráclito; es la forma con la que interpreta el mismo Jesús su muerte y su resurrección venideras
Tras la salida del traidor, la revelación de Jesús va a ser total y la intimidad con los suyos insuperable. Jesús inicia su despedida declarando llegada la hora de su glorificación del Hijo del Hombre. Jesús sabe que es la hora de su gloria, porque acaba de iniciar, con la separación de Judas del grupo y su incitación a llevar a efecto sus intenciones, el camino de su pasión y muerte. Por ella, Dios será glorificado y en ella le glorificará muy pronto.
La “gloria” en el lenguaje bíblico es la irradiación misma de la presencia de Dios, el esplendor terrible y a un tiempo fascinante del ser de Dios. Para Juan la gloria divina está presente en la carne, del Verbo que se ha vuelto Hombre; revela y salva a través de los milagros y de los signos de Jesús, que estalla en el escándalo de la cruz.
Es en la Encarnación del Verbo y en su pasión-muerte que el amor de Dios Padre y el amor del Hijo obediente aparecen en toda su profundidad y sentido.
Pero la glorificación de Jesús comporta para la comunidad cristiana su ausencia. El creyente va a tener que buscarle sin éxito; pero, su separación de él no será definitiva. No va a ser la desesperanza o la nostalgia lo que predomine entre ellos, tendrán una nueva tarea: el amor mutuo.
Las precisaciones del amor mutuo que hace Juan: el amor caracterizará la comunidad cristiana; ha de extenderse sólo a los que compartan la fe común; este amor fraterno entre iguales, está motivado en el amor con el que Jesús los ha distinguido.
De esta forma el mandato es gracia: los discípulos han sido objeto del amor de Dios antes de ser sujetos del amor al hermano; el amor fraterno como quehacer cristiano nace, y es de obligado cumplimiento, por saberse uno conocido, amado por Dios en Cristo.
Como el Padre amó al Hijo y este obedeció haciendo su obra, Cristo, que amó a los suyos hasta el final, puede exigirles obediencia. De esta forma en la ausencia de Jesús, la comunidad tiene la tarea de recordar al mundo su triunfo y de presentarse ante él como la epifanía o manifestación del amor de Dios.

Meditación. La palabra de Dios habla de la confianza de Jesús a sus discípulos, a los más íntimos y al confiarles el mandamiento del amor. Pero exigir amor mutuo, sólo lo puede hacer quien habiendo amado hasta el extremo, lo ha posibilitado. Dios será glorificado cuando Jesús se entregue. Los discípulos pueden entregarse unos a otros porque Jesús se entregó por amor.
Conocer la obligación de amar al hermano es saberse íntimo de Jesús y saberse amado por Él. Sólo el amado por Jesús sabe que debe amar a sus hermanos: el mandato del amor mutuo es el secreto que Jesús reserva para los que ama. Más que simples discípulos, el evangelio invita a sentirse amigos amados de Jesús.
Tiene exigencia sobre nosotros porque tuvo predilección; si exige que nos amemos es porque ya nos ha amado. Nos manda que nos queramos porque nos quiere. La prueba de que nos ama es porque nos ha obligado a amarnos.
Sintiéndose el discípulo comprometido a amarse, como Dios le ha amado, experimentará mejor el amor que Dios le tiene. Porque este amor de Dios es gratuito pero tiene sus consecuencias: sólo se siente y se sabe amado por Dios quien sabe que debe amar al prójimo.
El amor entre los hombres es la mejor demostración de que Dios existe y se preocupa por ellos. Si los discípulos de Cristo no nos esforzamos por amarnos.

Oración. Hoy tu Palabra nos revela cuánto has sido grande con nosotros al manifestarte en la Gloria de Jesús. Al revelarnos que tu Gloria y la Gloria de tu Hijo es la manifestación de tu designio de amor realizado en la vida, pasión y muerte de tu Hijo Jesús y en su Resurrección. Por mencionarnos en su Palabra y en sus “signos” cuál es tu voluntad y pedirnos obediencia y fe a tu Hijo. Gracias, Padre, Bueno, porque así te ha parecido a bien revelarnos tu infinito amor para con el hombre y porque esto es un “don” de tu infinita gracia.
Hoy te quiero pedir que nos enseñes por medio de tu Santo Espíritu a agradecértelo y a sentirnos plenamente amados en tu Hijo Jesús; pues porque nos has querido y nos has dado a tu Hijo, nos has pedido que cumplamos con el mandamiento del amor los unos a los otros. Y es que descubrimos que en el amor que nos tengamos entre nosotros te estamos haciendo presente en nuestro mundo y estamos trabajando en la construcción de tu Reino, un reino de amor. Porque nos amas, Señor, eres capaz y te sientes con toda la autoridad de pedirnos que lo mismo hagamos con los hermanos; porque la única razón de luchar porque el reino del amor se haga presente en nuestro mundo y en los que nos rodean es porque Tú nos has amado hasta el extremo. Si Tú has hecho eso, ¿porqué detengo con mi cerrazón la espiral de amor que has iniciado en nuestro mundo desde el día en que nos llamaste y nos creaste?
Hoy te pido, Señor que asistido por tu Espíritu Santo me hagas llevar adelante el mandamiento del amor, hacerte presente en mi mundo, vivir el amor en comunidad, resultado de tu amor en nuestros corazones. Que me sienta amado por Ti y que me sepa llamado por “vocación” a manifestar el amor a los hermanos.

Contemplación. Experimento gran alegría, gozo y satisfacción el saberme amado por Dios y llamado a manifestar este amor a los que me rodean. Me siento agradecido con Dios por todo esto.

Dios les bendiga. P. Cleo sdb

lunes, 12 de abril de 2010

3er. domingo Pascua, C (18 abril 2010)


Texto a orar y meditar:
Jn 21, 1-19
Justificar a ambos lados
Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberias, y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Gemelo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo : Me voy a pescar. Ellos le dijeron : Nosotros también vamos contigo. Fueron y entraron en la barca, y aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo : Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado? Le respondieron: No. Y Él les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca. Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba, dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Oyendo, pues, Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se la había quitado para poder trabajar), y se echó al mar. Pero los otros discípulos vinieron en la barca, porque no estaban lejos de tierra, sino a unos cien metros, arrastrando la red llena de peces.
Entonces, cuando bajaron a tierra, vieron brasas ya puestas y un pescado colocado sobre ellas, y pan. Jesús les dijo : Traed algunos de los peces que habéis pescado ahora. Simón Pedro subió a la barca, y sacó la red a tierra, llena de peces grandes, ciento cincuenta y tres; y aunque había tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo : Venid y desayunad. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo que era el Señor. Jesús vino , tomó el pan y se lo dio ; y lo mismo hizo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.
Entonces, cuando habían acabado de desayunar, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Pedro le dijo : Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo : Apacienta mis corderos. Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo : Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo : Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo : Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras. Esto dijo, dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo : Sígueme. Palabra del Señor.


Lectio:
El Evangelio de Juan se cierra con este hermoso epílogo que se desarrolla en el mar de Galilea, de acuerdo a la tradición de Mateo y de Marcos, que mencionan que Jesús, una vez resucitado, se les adelanta camino al lugar donde todo comenzó (Mt 28, 7 ;Mc 16, 7).
Los discípulos están reunidos, ya no son unos desconocidos, la experiencia que han vivido con Jesús, a pesar de sus diferentes orígenes, los ha convertido en una comunidad. Una comunidad total, son siete. Entre ellos se mencionan a Pedro, quien preside la comunidad; Tomás, quien en repetidas ocasiones habla del querer seguir a Jesús y que fue presentado como "incrédulo" apenas unos versículo antes (Jn 11, 16. 14, 5); los dos hijos del Zebedeo - Santiago y Juan (que es la única vez que son nombrados así en este evangelio) -; Natanael (Bartolomé), quien es presentado como un judío auténtico por Jesús (Jn 1, 47); y otros dos (que por este número, representan un testimonio válido). Es una selección de personajes que hablan de una diversidad de realidades.
Se narra una pesca milagrosa, muy similar a la narrada en el Evangelio de Lucas, en la cual Pedro reconoce a Jesús como el Mesías de Dios debido al poder demostrado (Lc 5, 8). En esta ocasión, no es el poder quien revela quién es Jesús, sino el amor, el discípulo amado es quien grita: "Es el Señor". La reacción de Pedro, a diferencia del pasaje de Lucas, no es el miedo y la lejanía, sino el deseo de acercarse, tan así que se lanza al mar para llegar primero.
Jesús les invita a desayunar, lo que es un eco de la comprobación de su vida (Lc 24, 41), aunque también puede recordar el festín anunciado y la multiplicación de los panes y los pescados. Son 153 peces, un número cifrado triangular con base en el 10 -multiplicidad- y 7 -totalidad- (1+2+3...+17=153). Las redes sin embargo no se rompieron. La pesca, en la tradición evangélica, va relacionada con la salvación de los hombres (Lc 5, 10).
Los discípulos no se animan a preguntarle quién es, su corazón lo sabe. Jesús resucitado se manifiesta a la fe de los creyentes, como le sucedió a Magdalena (Jn 20, 15) y a los discípulos de Emaús (Lc 24, 15-16).
Jesús llama a Pedro y le pregunta tres veces sobre su amor, haciendo recuerdo de las tres veces en que Pedro le negó. El tres es una reiteración, una manera de hacer un superlativo (por ej. santo, santo, santo=santísimo). La negación reiterada de Pedro es sanada por la reiterada confianza de Jesús en él. Pedro se entristece y apela a la mirada compasiva de su maestro: "tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero". Jesús le advierte sobre su próximo martirio, en que dará testimonio hasta su muerte de lo que en el momento de la pasión de su Señor negó.
Es pues un texto muy rico en simbolismos que nos habla del encuentro de la comunidad cristiana con el Resucitado. Es la tercera vez, es la reiteración, la manifestación definitiva de su Señor. No se habla de ningún fin de separación (o desaparición) de Jesús.


Meditatio:
La vuelta a Galilea es una llamada a volver a los orígenes, a la cotidianidad de nuestra vida, pero no volvemos iguales, quien se ha encontrado con Jesús, el Hijo de Dios, necesita crear comunidad. Pedró va a pescar, y sus hermanos en la fe le acompañan, aún a pesar de que unos no eran pescadores. ¿Cómo vivo mis relaciones con mis hermanos de fe? ¿Soy consciente de que ser Iglesia es ser comunidad, o sigo viviendo mi fe aisladamente? ¿Atiendo a los llamados del Papa y de los pastores de la Iglesia con cariño o sólo veo jerarcas de una institución humana? ¿Recuerdo, en los momentos de dificultad, los orígenes de mi fe en Cristo?
La pesca de 153 pescados nos hablan de la voluntad salvífica de Dios: que todos los hombres (y mujeres) se salven (Jn 6, 39-40; 1Tm 2, 3-4). ¿Deseo la salvación de todos, o sólo pienso en mi salvación? En esta voluntad salvífica de Dios reside la auténtica justificación de la labor misionera de la Iglesia. Yo soy llamado a contribuir a la salvación de mis hermanos.
A Jesús lo reconoció el amor y no el miedo ni el poder. Quienes no reconocen la presencia del Dios vivo en medio de su pueblo son quienes tienen una caricatura de un dios castigador o milagroso, nuestro Dios toca el corazón y desea nuestra felicidad. Él mismo nos sirve la mesa aunque nos invita a colaborar con él. ¿Cuál es la imagen que tengo de Dios?, ¿le puedo reconocer en mi vida? Pregunta dura pero muy liberadora, animémonos a saltar como Pedro para acercarnos a Él.
Jesús corrige la negación de Pedro, en tiempos de persecución la apostasía (negar la fe) no era un caso raro debido a las amenazas de muerte. Pero Jesús no reprende ni castiga, sólo apela a nuestro amor. Deposita lo más valioso, su rebaño que le dio su Padre (Jn 10, 29.17, 6-13). Jesús no nos juzga por nuestros errores, sino por lo que hay en nuestro corazón. ¿Cómo cultivo mi amor por Dios?, ¿o sólo me excuso tratando de negar el mal cometido? El martirio de Pedro es una nueva oportunidad de ser fiel, Dios me invita a serle fiel hoy, ¿seré capaz de responder?
La comunidad cristiana está invitada a vivir su fe en Cristo Resucitado por medio de la comunión fraterna, de la misión evangelizadora, del perdón de los pecados... sólo así, en el amor (amando y dejándonos amar) se reconoce la presencia de Cristo vivo en nuestras vidas.


Oración:
Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Sabes que muchas veces te he sido infiel, pero también conoces mi deseo de amarte. Hazme amarte. Sabes que en momentos me cuesta descubrirte en lo ordinario, pero también me has dado hermanos en la fe para vivir y trabajar juntos. Hazme amarlos. Sabes que me cuesta abrir mi corazón a los amplios horizontes de los hombres y mujeres que ansías salvar, pero tambien confías en mis pocas fuerzas para echar las redes una y otra vez confiado en tu Palabra. Hazme arder en tu amor; y una vez que esté abrasado en tu Espíritu de Amor, podré gritar al mundo tu presencia y te descubriré cercano en cada paso de mi vida.


Contemplatio:
Descúbrete amado(a) por tu Señor. Una mirada dulce y severa al mismo tiempo, una mirada que invita a la conversión, a una vida nueva, aún en medio de la cotidianidad de tu mar de Galilea. Allí le verás.
Que tengas una abundante pesca para que puedas compartirte con quienes te rodean.

Seguimos de fiesta. ¡Felices Pascuas de Resurrección!

Francisco José

jueves, 8 de abril de 2010

2º domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia, C (11 abril 2010)


Texto a orar y meditar:
Jn 20, 19-31

Entonces, al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde los discípulos se encontraban por miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo : Paz a vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los discípulos se regocijaron al ver al Señor. Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo : Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, éstos les son perdonados; a quienes retengáis los pecados, éstos les son retenidos.
Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Entonces los otros discípulos le decían: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la mano en su costado, no creeré. Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez dentro, y Tomás con ellos. Y estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron.
Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre. Palabra del Señor.

Lectio:
En este pasaje se narran dos encuentros de Jesús resucitado con sus discípulos. En el primero, nos encontramos en el mismo día de la Resurrección, al atardecer; el comienzo de un nuevo día. Los discípulos se encuentran llenos de temor. En el segundo, a la semana siguiente, Tomás - uno de los Doce - se encuentra lleno de incredulidad.
En ambos ecuentros Jesús corrige una actitud de los suyos. Siempre comienza con el saludo de Paz, el "shalom" no es sólo un deseo de tranquilidad, sino que expresa la fuerza de la presencia de Dios en la vida de los hombres, por ejemplo, Jerusalem, significa la ciudad de la Paz, es la ciudad de Dios. Si Jesús resucitado anuncia la paz, está ofreciendo su presencia en medio de sus discípulos. Es esta paz la que corrige las actitudes de los suyos. En el primer encuentro, cambia el miedo por alegría; en el segundo, incredulidad por fe.
Es interesante el apodo de Tomás, "el Mellizo". ¿De quién es gemelo?, tal vez de todos y cada uno de nosotros, que nos debatimos entre la fe y la incredulidad.
En el primer encuentro se da además una misión: el perdón de los pecados, gracias a la fuerza del Espíritu que les es comunicado - y que llegará a su plenitud el día de Pentecostés - y ya en el segundo se habla de los frutos de esta acción liberadora: "dichosos los que creen". La misión de perdonar los pecados está muy presente en el evangelio de Lucas, desde el principio se anuncia a Jesús como quien viene con este fin, en las parábolas se anuncia bellamente la misericordia de Dios, en la cruz pide perdón para sus verdugos. El perdón de los pecados no es sólo algo en que creer, sino algo porqué creer.

Meditatio:
En el mundo que vivimos el deseo de Paz es generalizado; pero Jesús no nos da la paz como la ofrece el mundo (Lc 12, 51; Jn 14, 27), sino como la da Dios. La Paz del Resucitado es capaz de transformar el miedo en alegría, la incredulidad en fe; la Paz del Resucitado es presencia de Dios en medio de los suyos. ¿Cuáles son mis miedos que no me dejan vivir y disfrutar la presencia de Dios?
El apóstol Tomás no podía creer, ¿cuáles son los obstáculos que encuentro en mi camino de fe? La fe es ante todo un don, no una conquista, pero la simple búsqueda de Dios, ya es el comienzo de la fe como decía el Hermano Roger de Taizé. La incredulidad es una tentación, el deseo de econtrarse con Dios es una justa búsqueda... ¿cuándo me asaltan dudas de fe, busco a Dios, o sólo pruebas para asegurar mis ideas?
Tomás pide como testimonio tocar las señales de la pasión, el precio de nuestra redención. Es la Pasión y muerte lo que convenía para nuestra salvación según las escrituras, el encuentro con el Resucitado no es sólo la vida nueva de Cristo, sino la validación de su vida de entrega hasta el extremo. ¿Busco a Dios en un trono de gloria o le acepto crucificado? Aceptar la cruz es mucho más difícil que aceptar la divinidad, porque en la cruz hablamos de un Dios apasionado, mucho más exigente en el amor.
La Paz se vive en el perdón. ¿Qué tanto soy capaz de perdonar? El rencor es una triste esclavitud que nos aprisiona y nos hace temerosos de los demás. El perdón de los pecados implica fe en el Hijo del hombre (Lc 5, 24), pero también fe en que hemos sido perdonados. ¿Cuándo me confieso, realmente confío en el perdón de Dios para que sea efectivo en mí? No se trata de descargar culpas, sino de sentirno amados muy por encima de ellas.

Oratio:
Corazón de Jesús, mar de infinita misericordia, transforma con tu dulce amor mi corazón temeroso e incrédulo, en un corazón ardiente de fe. Que la certeza de tu resurrección y de tu presencia entre nosotros, me llene de alegría para compartirla con ellos, mis hermanos. Señor, quiero creer, pero me asaltan tantas dudas; recibe como un sincero beso el deseo que tengo de conocerte; si bien un beso de quien te conocía te entregó a la muerte, el beso de quien desea encontrarse contigo nos comunique la Paz. Señor, quiero gozar de tu presencia, quiero llenarme de valor para asumir la cruz, quiero decirte de todo corazón: Señor mío y Dios mío. Y lo que mi pequeñez y cerrazón de corazón no puede alcanzar; lo palie tu fidelidad por nosotros. Contigo en nuestro pueblo, ha llegado el tiempo de la esperanza.

Contemplatio:
La Pascua es tiempo de Paz, de reconciliación plena, de pregustar la Misericordia de Dios, que brota del costado abierto de nuestro Señor. Lavados por su sangre, entremos con confianza a su presencia: QUE LA PAZ DEL SEÑOR RESUCITADO SEA CONTIGO Y CON TODOS LOS TUYOS.

Francisco José

sábado, 3 de abril de 2010

Pascua de Resurrección, C (3 abril 2010)


(Lectura usada en la Vigilia Pascual)
Texto a orar y meditar:
Lc 24, 1-12

Pero el primer día de la semana, al rayar el alba, las mujeres vinieron al sepulcro trayendo las especias aromáticas que habían preparado. Y encontraron que la piedra había sido removida del sepulcro, y cuando entraron, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Y aconteció que estando ellas perplejas por esto, de pronto se pusieron junto a ellas dos varones en vestiduras resplandecientes; y estando ellas aterrorizadas e inclinados sus rostros a tierra, ellos les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos cómo os habló cuando estaba aún en Galilea, diciendo que el Hijo del Hombre debía ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y al tercer día resucitar. Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los once y a todos los demás. Eran María Magdalena y Juana y María, la madre de Jacobo; también las demás mujeres con ellas referían estas cosas a los apóstoles. Y a ellos estas palabras les parecieron como disparates, y no las creyeron. Pero Pedro se levantó y corrió al sepulcro; e inclinándose para mirar adentro, vio sólo las envolturas de lino; y se fue a su casa, maravillado de lo que había acontecido.

Lectura:
Se habla del primer día después del sábado, lo que corresponde al Domingo. Es el octavo día, el primer día de una nueva creación.
Quienes acuden al sepulcro son mujeres, quienes se han retrasado un día en los ritos funerarios debido al respeto de la fiesta de pascua; pero encuentran el sepulcro vacío y abierto. El sepulcro vacío es uno de los testimonios de la resurrección, sin embargo, lo más importante es el testimonio de las personas que han vivido el acontecimiento pascual. Lucas nos presenta un hermoso entramado de testigos: en primer lugar, las mujeres; en segundo lugar, dos varones vestidos de blanco en el sepulcro. Las mujeres son un grupo consistente, de tres se dicen los nombres y se menciona que hay otras. A pesar del número de las mujeres, se trata de un testimonio débil en la sociedad judía de aquel tiempo. Dios se vale de los débil para mostrar su poder. Los dos varones, con la indicación de su vestimenta blanca, son de origen divino. Dios testifica ante quienes no son tomados en cuenta el mensaje más importante: la resurrección del Hijo crucificado.
El anuncio es presentado primero como una pregunta, luego una afirmación y al final una exhortación a recordar lo dicho por el Maestro. Es una pequeña catequesis. La pregunta resalta el carácter extraordinario del suceso (nunca nos preguntamos por aquello que creemos conocer); la afirmación parte de un dato conocido (no está aquí) y luego anuncia la buena noticia (ha resucitado); por último la exhortación, pone de manifiesto la autoridad de todas las enseñanzas de Jesús, quien dio testimonio de su mensaje hasta la cruz, y que ahora es validado por la acción de vida del Padre.
Las mujeres anuncian el mensaje, pero no les creen; sin embargo Pedro va al sepulcro y queda maravillado. Aquí, a diferencia del evangelio de Juan, el sepulcro vacío y los lienzos no son motivo de fe (Jn 20, 8), sino sólo de admiración. La dureza de corazón para aceptar este mensaje es patente.

Meditación:
Jesús resucitó al primer día, inaugurando una nueva creación, ¿qué tanto puedo vivir la Pascua como una experiencia auténtica de una vida renovada? ¿El paso del tiempo es para mí una rutina o una oportunidad de cambio?
El testimonio de los débiles fue el usado por Dios para mostrar su más grande mensaje, ¿puedo descubrir la voz de Dios en los débiles?
Cuando el mensaje es dado a modo de pregunta, exige primero un cambio de conducta: ¿dónde busco a Dios? Posiblemente se nos olvidan sus enseñanzas y la manera de vivirlas.
Es comprensible que queramos pruebas de nuestra fe, Pedro quedó maravillado, también nosotros somos sorprendidos por muchas acciones de Dios en nuestra vida... ¿son realmente motivos de fe? ¿Qué es lo que embota nuestra mente y no le permite abrirse a la fe?

Oración:
Me alegro porque tú, mi Señor, has resucitado, no hoy, sino desde esa bendita mañana en que las mujeres acudieron al sepulcro. Y desde entonces, te hemos buscado, no siempre en el lugar adecuado. Tú eres Dios de vivos, y la muerte no puede tener poder sobre tí, y desde entonces, tampoco tiene poder sobre mí ni sobre mis hermanos. Que gran dicha el poder saborear con un pequeño hálito de fe las maravillas con que transformas el mundo en una nueva creación, dame la valentía de aceptar tu propuesta de vida nueva, y ser así, testigo de tu resurrección. Amén.

Contemplación:
¿Dónde te busco, Señor? Gocémonos que nuestro Dios no se esconde de nosotros, sino que sale al encuentro de nuestra débil fe. Contempla el icono de la Resurrección e imagínate en aquella mañana entrando al sepulcro vacío, y deja que la paz de Dios disipe tus miedos y contrariedades: él vive.