miércoles, 30 de junio de 2010

14º domingo ordinario, C (4 julio 2010)

Texto
Lucas 10, 1-12, 17-20


En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen , por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: 'Que la paz reine en esta casa'. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: 'Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios'.
Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: 'Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado en los pies nos lo sacudimos en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca'. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad".
Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.
Él les contestó: “Ví a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les someten. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.

Lectura (Lectio): lee atentamente y cuantas veces sea necesario el texto evangélico y descubre su estructura, sus personajes, sus actitudes, sus relaciones. Busca lo que dice la Palabra de Dios en sí misma.
En este relato presenta a Jesús que envía a “otros 72 discípulos”, por delante a donde pensaba ir, diciéndoles que hay mucho trabajo y pocos trabajadores, y dándoles diversas instrucciones, porque Jesús no es ingenuo y le dice a qué ambiente van. Regresan los 72 discípulos llenos de alegría. Algunas frases importantes: “la mies es mucha”, “la paz a esta casa”, “cuando no los reciban”, “sus nombres están escritos en el cielo”. Los testigos de Jesús son enviados “dos en dos”. Ya no es solo la Galilea sino todo el Mundo porque72 son simbólicamente todos los pueblos de la tierra y los 72 discípulos deben llegar a todos ellos. Los 72 están relacionados con los 12 (12x12÷2=72); la catequesis misionera será hecha no sólo por los doce sino por todos los creyentes, este es el sentido de la prolongación de 12 a 72: No es ya una Iglesia que manda misioneros, sino que es una Iglesia toda misionera para todos los pueblos.


Meditación (Meditatio): descubre lo que la Palabra de Dios te dice ahora a ti en tu vida ordinaria, en tus circunstancias.
Un tema de meditación es el de la misión de la Iglesia después de la Pascua: la Evangelización: Para esto, la necesidad de más evangelizadores ya que “la mies es mucha”; el modo de cómo realizarla, sintiendo premura por llevar el Evangelio, sin nada que estorbe; llevando el Evangelio, como saludo de paz puesto que se vive solamente en el Señor; haciendo el bien y permaneciendo entre las gentes, dejando a los que no los reciban. Lo único que interesa es la Evangelización y no si se les acepta o si hacen milagros o si los demonios se les someten; alégrense más bien, porque sus nombres ya están escritos en el cielo porque son evangelizadores.

Oración (Oratio): desde lo que dice la Palabra en sí misma y desde lo que te dice para la vida respóndele, háblale, dialoga con Él.
Señor, que sigues invitando a ser Iglesia, a formar y formarme como Iglesia; que eliges y envías a tus discípulos a todas las partes del mundo, que invitas a pedir al Padre que envíe más trabajadores a sus campos, siempre dispuestos y en camino, sin nada que les impida caminar, deseando la paz a donde lleguen, compartiendo, permaneciendo y haciendo siempre le bien, llevando el anuncio del Reino de Dios, sin preocuparse de no ser aceptados, ni si los demonios se les someten; permaneciendo alegres porque lo que les debe alegrar es que sus “nombres están escritos en el cielo”. Señor que tu Iglesia muestre al mundo esa alegría porque es enviada a llevar tu Evangelio.
Es motivo de gozo que el anuncio del Evangelio alcance a todas partes del mundo y que envías a tu Iglesia para esa Misión. Me ilumina saber que a los discípulos les das instrucciones, los preparas y les dices lo que es importante. Que mi compromiso por ser más discípulo y ser más Iglesia lo viva con alegría y esperanza. Que todos los creyentes nos sintamos Iglesia, que somos enviados a todas partes, con más arrojo y libertad porque nos viene del Evangelio, en un mundo en el que dicen que la gente vale por el dinero que tiene o por la ropa que lleva, ya que el discípulos es enviado a anunciar el Reino liberador y a hacerlo sin miedos, ni intereses personales o afán de lucro. Soy invitado a pedir al Señor para que envíe más trabajadores a su mies para que puedan invocar y reconocer a Dios como Padre: vayan, anuncien, enseñen, eduquen.

Ahora haz Contemplación: haz silencio, adora, alaba y bendice, déjate consolar e iluminar y toma una decisión que implique tu vida familiar, laboral, escolar, social...

Feliz Domingo, Nacho, SDB.
La Paz con ustedes.

viernes, 25 de junio de 2010

13º domingo ordinario, C (27 junio 2010)

Texto a orar y meditar:
Lc 9, 51-62

Texto:
Y sucedió que cuando se cumplían los días de su ascensión, Él, con determinación, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de Él; y ellos fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Pero no le recibieron, porque sabían que había determinado ir a Jerusalén. Al ver esto, sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma? Pero Él, volviéndose, los reprendió, y dijo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el Hijo del Hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas.

Y se fueron a otra aldea. Y mientras ellos iban por el camino, uno le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas. Y Jesús le dijo: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. A otro dijo: Sígueme. Pero él dijo: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. Mas Él le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, ve y anuncia por todas partes el reino de Dios. También otro dijo: Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa. Pero Jesús le dijo: Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios.

Comentario:
En el Evangelio de este domingo se agrupan varias escenas de Jesús con sus discípulos, mientras van dirigiéndose camino de Jerusalén. Un camino que conducía a una meta difícil pero insalvable porque era el final de la vida humana del Señor. Como estribillo en este final de trayecto, aparece lo que en realidad ha sido la constante de toda la existencia de Jesús: ser anunciador e inaugurador del Reino de Dios.

La vida de todo discípulo de Jesús siempre será un camino, un subir a Jerusalén, en cuya andanza lo determinante y lo decisivo será el seguimiento de Alguien, la pertenencia a Él, la adhesión a su Persona, la escucha de su Palabra, la vivencia de su misma Vida. La vida cristiana, no es, por tanto, una organización, una estrategia, una programación moralista, ni un marketing religioso. La vida cristiana ha sido y es una pertenencia a Jesucristo, vivida como peregrinos y caminantes, mientras vamos subiendo a la Jerusalén eterna. Por esta razón era improcedente por parte de los discípulos, mandar al fuego a los que no acogieron a Jesús, cuando ellos a su vez también le rechazaban al  estar aplazando su seguimiento cuando les invitó a seguirle.

Nosotros, discípulos al fin, acaso podamos caer igualmente en una vivencia cristiana intolerante de los otros, cuando tantas veces tenemos demasiadas excusas para vivir un seguimiento de Jesús que se haga pertenencia real de nuestro corazón al Suyo. Ojalá que no permanezcamos indiferentes ante tantos rechazos del Señor (los que a Él mismo le hacen y los que puedan hacer a los que ha vinculado a su destino: los pobres, los marginales, los enfermos, los ancianos, cualquier persona nacida o no nacida), pero la mejor manera de mostrar nuestro dolor por esos rechazos no es la venganza en cualquiera de sus formas -como les sucedió a los acompañantes de Jesús en este evangelio-, sino nuestra acogida cordial y grande del Señor y de cuantos Él ama. Sería hipócrita escandalizarnos e indignarnos por tantos desmanes como pueden suceder en nuestro mundo, si a nuestra medida y en nuestra proporción nos sucede a nosotros también.

La actitud justa de quien ve en otros la fuga y el desprecio hacia el Señor, no es pedir fuego sobre ellos, sino seguirle a donde Él diga "sígueme", pertenecerle cada vez más desde nuestro lugar en la Iglesia y en el mundo.

de Mons. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo.

jueves, 17 de junio de 2010

12º domingo ordinario, C (20 junio 2010)

Texto Lucas 9, 18-24.

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.
Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. El les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.
Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día.
Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a si mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para si mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará”.

(Lee este Evangelio serena y tranquilamente una o varias veces hasta desentrañar parte de su estructura, personajes y organización).

Lectura (lectura de lo que dice el texto en sí mismo para entenderlo mejor): Este relato nos presenta a Jesús primero con sus discípulos, en un lugar solitario para orar, donde les hace una pregunta “¿Quién dice la gente que soy yo?” Después de responderle, nuevamente les pregunta, personalmente, a sus discípulos: “¿Quién dicen que soy yo?” Con una respuesta, que le compromete, le responde Pedro: “El Mesías de Dios”; Jesús les dice que no lo digan a nadie y les ordena severamente. Después, en este mismo relato, nos presenta a Jesús que se dirige a las multitud diciéndoles: “Si alguno quiere acompañarme que no se busque a sí mismo, que tome su cruz cada día y me siga”, porque perder la vida por causa de Jesús es encontrarla.

Meditación (Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que me dice a mí ahora en mi familia, vida y circunstancias): En este relato presento dos temas para nuestra meditación: un primer tema ¿Quién es Jesús para las gentes, y para mí? Esto pide una respuesta personal, comprometida, puesto que solo una respuesta viva, no de memoria, ni intelectual; una respuesta donde lo reconozca como el único salvador, puesto que por El, merece confiarse, entregar toda la vida; es pues, una respuesta que implica que se le conoce y que se hace experiencia de vida. Un otro tema, es el del seguimiento de Jesús, es el de entregarle toda la vida, el de no buscarse a sí mismo sino sólo a Él, el de no preocuparse sólo de esta vida que acaba sino el de procurarlo sólo a Él; el de seguirlo en todo momento y en aquello en lo que cuesta; el de ser capaz de “tomar la cruz de cada día”; solamente por Él. Todo por causa de Jesús y por la causa de Jesús; porque si no se es capaz de hacerlo de esta manera, la gente se pierde aquí y pierde la Vida para siempre.

Oración (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo): “¿Quién dicen que soy yo?” Y Pedro responde: “El Mesías de Dios”. Señor, esta es una pregunta que haces, y seguirás haciendo, a todo aquel que te descubre; la respuesta de Pedro me indica el camino para conocerte: “El Mesías de Dios”, es decir, eres la Palabra de Dios, encarnada, que serías entregado a la muerte y resucitarías, para salvarnos; eres el único que le da sentido a la vida, por el cual vale la pena reconocerte, tenerte, seguirte y vivir contigo; y vale la pena dejar todo lo demás en segundo lugar. Señor, ayúdanos a no justificar nuestras respuestas porque no queremos comprometernos contigo. Señor, que todos te descubran y te sigan.

Que al contemplar esta Palabra de Dios en este Domingo, lo hagamos en silencio, nos llenemos de gozo, nos dejemos iluminar, adoremos y alabemos, y tomemos decisiones para actuar de acuerdo a ella en nuestra vida personal, familiar, social, laboral, escolar y sobre todo como Iglesia.

El Señor les Bendiga. Nacho, SDB.

Feliz día del padre!

miércoles, 9 de junio de 2010

11º domingo ordinario, C (13 junio 2010)

Texto de Lucas 7, 36-8, 3.

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y, colocándose detrás, junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo:
- Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que le está tocando y lo que es: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo:
- Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
- Dímelo, maestro.
Jesús le dijo:
- Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contestó:
- Supongo que aquél a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
- Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
- ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella en cambio me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor: pero al que poco se le perdona poco ama.
Y a ella le dijo:
- Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
- ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
- Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Más tarde iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo predicando la buena noticia del Reino de Dios; le acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.


Lectura: Este es un relato que sucede en la casa de Simón el fariseo en una comida. Los personajes son: una mujer de mala vida, de la que no se dice el nombre, el fariseo llamado Simón, y Jesús; y por el contexto, también, los invitados entre los cuales estaban los discípulos. Narra la unción de Cristo hecha por una pecadora. Y después presenta una parábola, más acorde a los lectores griegos a los que el evangelio de Lucas va dirigido. La narración de Lucas es diferente de la del apóstol Juan, y aporta elementos originales: presenta un anfitrión, Simón, la unción hecha en los pies que la mujer enjuga con sus cabellos, signos de que reconocía a Jesús diferente de los demás; y que Jesús hace reflexionar a su anfitrión y puesto que no los había hecho hacia su invitado, Jesús. Después cuenta una parábola y su significado. El Evangelio termina contándonos cómo Jesús anunciaba el Reino de Dios y quienes le acompañaban: los doce y algunas mujeres.


Meditación: La lección esencial de la narración, en opinión de Lucas, se centra en el perdón de los pecados efectuado por Cristo: “Tus pecados te han quedado perdonados”. La mujer pecadora había entrevisto que Jesús era mucho más que un hombre bueno o un hombre exigente. Pudo ver, a través de su persona al Hijo de Dios, a la misericordia de Dios que le salía al encuentro. Jesús desea reconciliar a la mujer con Dios y también a Simón el fariseo con los demás seres humanos. Porque el escándalo a que hace alusión el fariseo, Simón, se apoya en la prohibición, por ejemplo, el de aceptar los dones de una prostituta para fines sagrados: si Cristo era un hombre de Dios, tenía que rechazar el regalo que le ofrecía esta mujer. La reconciliación con Dios es la base de la reconciliación humana, y esta no puede realizarse verdaderamente sino en Cristo quien da la Paz que el mundo no puede dar. El amor es el alma de la justicia. El mensaje de hoy muestra dos tipos de relación con Jesús. La primera de ellas, representada por la mujer, desde una actitud de conciencia de pecado y necesidad de ser perdonada que hace muchas manifestaciones de amor para con Jesús. La otra, representada por Simón el fariseo, en una actitud desde la satisfacción de si mismo que reprueba y juzga según las apariencias.
El relato nos ayuda entender y a vivir la necesidad que tiene Jesús de llevar ese perdón y misericordia a todas las ciudades y poblados para anunciar el Reino de Dios.


Oración: Señor, nos invitas a reconocer que nos recibes con cariño y lleno de misericordia, hasta dejándote tocar; aún sabiéndonos indignos de tu amor. Siempre, Señor, nos recibes y nos perdonas los pecados. Puesto que eres el Cristo, el Hijo de Dios, el único Salvador, que nos da la paz. Siempre vas tras el pecador, para que descubra el Reino de Dios.

Feliz Domingo. Nacho, SDB.

La Paz con ustedes.

sábado, 5 de junio de 2010

10º domingo ordinario, C (6 junio 2010)

"Joven, yo te lo mando: levántate"
Texto a meditar y orar:
Lucas 7, 11-17

Evangelio.
En aquel tiempo se dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “no llores”. Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo Jesús: “Joven, yo te lo mando: levántate”. Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo. “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”. La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas. Palabra del Señor.

Lectura (Lectio): Busca leyendo (¿Qué te dice el texto en sí mismo) lee atentamente varias veces el texto evangélico y descubre todos los detalles, personajes, actitudes y relaciones.
El Evangelio de Lucas presenta detalles muy precisos respecto al joven muerto: hijo único de una madre que era viuda; después dice que Jesús se lo entregó a su madre y al final menciona que la gente que es testigo del milagro suelta una fuerte exclamación de fe, “un gran profeta ha surgido entre nosotros”. Es conveniente estudiar gestos y movimientos de Jesús: Jesús va de paso… ve la escena…“El Señor la vio…” “se compadeció de ella”; se acerca y toca el ataúd; se lo entrega a su madre… Un relato lleno de gestos humanos que anteceden al milagro que se realizará mediante la resurrección del muchacho.


Meditación: (Meditatio) “…y encontrarás meditando”. (Qué te dice a Ti el texto). Reflexiona y profundiza la Palabra.
El cortejo fúnebre va de camino al cementerio: es el cortejo del dolor, de la total impotencia ante el poder de la muerte: Con él se cruza el cortejo de Jesús: es el cortejo de la vida y del poder sobre la muerte. Jesús se dirige a la madre movido de compasión para decirle ¡no llores! Porque tiene el poder para acercarse al hijo difunto y ordenarle ¡levántate! Lucas en su evangelio es quien describe con mayor claridad el aspecto misericordioso de la acción de Jesús; y este relato guarda una grande relación con la escena del Calvario cuando Jesús, en la cruz, entrega a Juan a María su madre como su hijo. La alegría de la madre fue posible, porque tuvo la suerte de encontrarse e el camino al cementerio con Jesús que le tuvo compasión apenas la vio y no fue insensible a su sufrimiento y dolor. Ella no escondió su pena y Jesús no pudo esconder su lástima y se dio el milagro del Señor.

Oración: (Oratio)Llama orando” (¿Qué le digo yo a Dios).
Señor Jesús creo que eres el Señor de la vida y de la muerte, creo en tu poder y en tu amor. Creo que has elegido tocar a los enfermos y a los leprosos de este mundo y hacerles presente mediante la compasión el amor de tu Padre; has mostrado simpatía hacia los más necesitados, hacia los que más sufren las injusticias; sufres con la muerte del hijo, el dolor, la tristeza y el abandono de la madre. De ahora en adelante, quiero ser el primero en hacerme consciente de todo lo que el mundo ama, desea y sufre. Quiero ser yo mismo el primero en aceptar el sacrificio, en ser más humano y más noble que todos los servidores de este mundo.

Contemplación (Contemplatio): “…y se te abrirá por la contemplación”
Deja que tu corazón se vaya quedando en silencio y contempla escena del evangelio y descubre los momentos en que haz palpado la mirada y la acción de Dios en tu vida y repite el pasaje “sed compasivos como mi Padre es compasivo”.

Nacho SDB

La Paz con ustedes.