jueves, 20 de enero de 2011

3er. domingo ordinario, A (23 enero 2011)

Texto a meditar, orar y vivir: 
Mateo 4, 12-23.

Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiro a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y su padre, lo siguieron.
Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
El párrafo evangélico de hoy presenta al centro la proclamación del Evangelio del Reino y se compone de cuatro partes: Primera: Jesús inicia su ministerio en Galilea que era una región floreciente desde el punto de vista económico, pero es considerada desde el punto de vista religioso una tierra pobre, tierra de tinieblas y de muerte que esperaba la revelación de Dios. Segunda: Se anuncia el Reino y se pide la conversión; éste es el contenido importante de la predicación de Jesús. Éste anuncio manifiesta que Dios está por intervenir eficazmente en la historia del mundo; el Reino de Dios se está acercando porque propone una nueva esperanza y obliga a cambiar los propios comportamientos. Tercera: Son llamados los primeros discípulos y experimentan en las palabras de Jesús una fuerza de atracción más grande de aquella que les proporcionaba la rutina de la vida a la cual se habían habituado; esta conversión de los discípulos habla ya de que el Reino de Dios comienza a realizarse. Cuarta: Presenta la actividad de Jesús, las enseñanzas y las curaciones como signos de la voluntad de Dios y de la llegada del Reino.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
Jesús será reconocido como Galileo por haber optado por aparecer en medio de los Galileos y ahí fijar su residencia; ésta decisión suya lo acompañará toda la vida. Dios empieza a realizar su promesa cuando su voluntad es ser compatriota de los que han sido humillados, de cuantos no son tomados en cuenta; los que no se sienten suficientemente considerados, aceptados o amados. El ministerio de Jesús empieza con ellos la predicación del Reino.
“Convertíos porque el Reino de Dios está cerca”; éstas primeras palabras de Jesús exigen un cambio radical de conducta; Jesús no podía ser, para los primeros discípulos luz y vida, esperanza y salvación, si ellos no comprendían su vida a la luz de Jesús. La conversión consistirá en poner la propia vida bajo la mirada de Dios y verla ¡y quererla¡ a la luz de sus exigencias. Si Dios no es el centro en la vida del creyente; es decir, lo que alimenta los planes y las esperanzas, el apoyo en las debilidades y en las carencias, entonces no hay conversión a lo que Dios quiere hacer de cada quien

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Padre, Bueno, que la venida de tu Hijo Jesús ha sido la manifestación más clara de la llegada de tu Reino a los hombres; hoy nos sentimos agradecidos porque nos has demostrado que nos quieres y te preocupas de nuestra salvación. Tú eres la luz que ilumina las tinieblas de los que se encuentran más apartados y más desamparados porque te has declarado amante de los más pobres y abandonados que se mantienen fieles y atentos a tu voluntad. Gracias, Padre, porque Jesús ha querido vivir entre nosotros los pequeños los que no tenemos nada que ofrecer y que nos sentimos desesperados, porque nos oprime el yugo de nuestros propios pecados; gracias, Padre, porque en Jesús se nos ha vuelto a abrir la esperanza del cielo.
Hoy, Padre, con ésta tu Palabra, y asistidos con la luz del Espíritu Santo queremos hacer nuestra conversión hacia Ti; poner nuestra propia vida bajo tu mirada y verla y quererla siempre a la luz de tus exigencias. Transforma Tú, nuestros corazones y enséñanos a seguir a Jesús porque teniéndolo a Él, habremos encontrado el sentido de nuestras vidas, como dice Charles de Foucauld: “Desde que descubrí que Dios existe, entendí que el único sentido de mi vida era vivir para Él”.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida, a descubrirlo como la Luz que ilumina tu vida y a vivirla con profundidad y sentido.
Celebrando y orando en esta Semana por la Iglesia para que se llegue a la Unidad de los Cristianos. Y también preparándonos para la fiesta de San Juan Bosco, el Padre y Maestro de los Jóvenes. Les deseo que Dios les acompañe.

La Paz con ustedes.

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