jueves, 3 de febrero de 2011

5° domingo ordinario, A (6 febrero 2011)

Texto a meditar, orar y vivir:
Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
Siguiendo en el contexto del Sermón de la Montaña, donde se veía la felicidad de los pobres, hoy, vemos cómo la comunidad debe ser sal y luz. Tiene este sermón otras partes, es decir: el camino de la perfección, la práctica de la verdadera justicia, es fundamental saber escoger, las actitudes del justo y construir la vida. El texto, de este Domingo, nos presenta a Jesús diciéndoles a sus discípulos que ellos sean la sal de la tierra y la luz del mundo. Son dos elementos muy usados por las gentes, pero aquí Jesús los utiliza a manera de modelos, símbolos, de algo más. Y explica un poco: que si la sal pierde su sabor, no sirve y se debe tirar, y si son luz no es para ocultarla sino para que se ponga en alto y alumbre a todos. Termina diciendo que si los discípulos cumplen su función harán que los demás perciban la presencia divina en el mundo: “den gloria a su Padre que está en los cielos”.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
La comunidad de los seguidores de Jesús tiene una misión y, al mismo tiempo, descubre que esta misión da sentido al sufrimiento y a la persecución: ellos están llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo. Como comunidad, su tarea es realizar la misión de todo el pueblo de Israel: el destino del Siervo, llamado a ser Luz de la Naciones. Si la Comunidad, los seguidores de Jesús dejan de cumplir su misión en relación al mundo pierden su identidad y la razón de su existencia. Los discípulos serán de ahora en adelante modelos para los que los vean, como lo fue Jesús. En un mundo egoísta, en el que cada uno mira por lo suyo, la misión del creyente es salir de sí mismo y ayudar a los demás: es la manera de ser sal y luz, como lo hizo Jesús mismo. La Iglesia, la comunidad cristiana, es sal y luz del mundo.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor, tú sabías qué cosa era necesario para tus discípulos, que estaban en medio del mundo, entre la gente, y cómo debían estar con ellos; debiendo ser sal y luz. Eso lo viviste primeramente tú, Señor; comenzaste a dar sabor, sentido a la propia vida y a todo; no fuiste sal insípida, sino con sabor, ya que todos decían: “que bien lo hace todo”; eres Luz, puesto para iluminar el mundo, fuiste colocado sobre el monte, para quitar la oscuridad del mundo y de las gentes. Tu Muerte y Resurrección son testigos de ello.
Señor, viviendo como tú lo hiciste; siguiéndote, caminando tu camino, tus discípulos son esa sal y luz para todos, de manera que todos los que viendo a los seguidores de Jesús, haciendo buenas obras, digan y “den gloria a Dios que está en los cielos”.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida, a descubrirlo como la Luz que ilumina tu vida y a vivirla con profundidad y sentido.

Les deseo que Dios les acompañe y bendiga.
La Paz con ustedes.

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