jueves, 26 de mayo de 2011

6° domingo Pascua, A (29 mayo 2011)

Texto a reflexionar y rezar:  
Juan 14, 15-21

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes.
El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
Para consolar a sus discípulos entristecidos por su próxima partida de entre ellos, Jesús hace esta promesa que realizará con su muerte y con su Resurrección: el Espíritu habitará en medio de sus discípulos para siempre; el mismo Jesús regresará y, todavía más, Él y el Padre vivirán en quien ama a Jesús y vive sus mandamientos.
El evangelio inicia precisando en qué consiste el verdadero amor de los discípulos a Jesús. Es un amor que es respuesta al amor que desde siempre Jesús ha tenido hacia ellos; y el amor que pide Jesús, deberá ser un amor concreto que tiene su fundamento en la acogida de la Palabra de Jesús y sobre la práctica de su voluntad.
Enseguida Jesús promete que va a interceder ante el Padre para que mande al Paráclito (tomado del lenguaje jurídico, que significa cercano, que defiende), al Espíritu Santo.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
El evangelio nos recuerda las promesas que Jesús hizo a sus discípulos antes de separarse definitivamente de ellos; trataba de prepararles a una situación nueva, antes de que debieran afrontar nuevos retos y asumir tareas nuevas, sin el constante apoyo de su presencia y de su consejo. Jesús consoló a los discípulos que dejaba, compro-metiéndose a mandarles su Espíritu: nos les dejaría, pues, desamparados; no quedándose como hasta ahora lo habían tenido, corporalmente, estaría a su disposición de forma nueva pero permanente, espiritualmente.
Jesús deja una tarea, la de amarle obedeciéndole, la de quererle sintiéndole a disposición, la de seguirle sin poseerle. “Si me amas, guardarás mis mandamientos”. Hacerle presente y eficaz mientras vuelva es ir haciendo su voluntad aunque se encuentre ausente.
Jesús no nos deja solos, nos ha prometido un Defensor único, su mismo Espíritu., Aquél que le animó a él durante toda su vida, mientras convivía con sus discípulos, y que llena su vida actual con Dios, ahora que vive para interceder por nosotros.
Hasta que no pongamos a Cristo y su querer en el centro de nuestras vidas, no se nos concederá su Espíritu y seguiremos sintiéndonos desamparados. Si no queremos perder ya más a Dios, pongámoslo en el centro de nuestras vidas: cuando su querer sea nuestra norma nos sentiremos normalmente queridos por Dios; cuando cumplamos con la voluntad de Jesús, nos sentiremos amados.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor, ayúdanos a tener el Espíritu en nuestro corazón y a mantener ocupadas nuestras manos en la obediencia y nuestro corazón en el amor fraterno.
Enséñanos a amarte obedeciéndote, a ir dejándonos llevar por la acción del Espíritu Santo, a hacer eficaz tu ausencia.; a sentir que llevando adelante tu querer y tu voluntad, eso nos hace no sentirnos ni solos, ni abandonados a nuestra suerte.
Gracias, Señor Jesús, porque no nos dejas sólo, nos has prometido al Defensor, al Espíritu, así como te animó durante toda tu vida, así te pedimos que nos animemos en todo momento de nuestra vida, que nos confiemos plenamente en El y que todas nuestras decisiones estén movidas por Él. Te pedimos que se haga presente en nuestra vida obrando milagros, rehaciendo el camino que hemos hecho mal, enderezando las sendas que no vayan hacia Ti, Padre, y transformando nuestra vida para ponerla plenamente al servicio tuyo y de tu Santa Voluntad.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida y toma algún buen propósito para que lo ofrezcas a Jesús resucitado durante esta sexta semana del tiempo de Pascua.

La Paz con ustedes.

jueves, 19 de mayo de 2011

5° domingo Pascua, A (22 mayo 2011)

Texto a reflexionar y rezar:
Juan 14, 1-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me vaya y les haya preparado un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy”.
Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.
Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre”.

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
El Evangelio habla del momento en que Jesús se despide de sus discípulos durante la última cena y los invita a creer en Él; el ambiente está cargado de una dolorosa sorpresa por la traición de Judas y la triple negación de Pedro, pero al mismo tiempo está inundado de un fuerte afecto por la cercana despedida de Jesús. Por eso, Jesús consuela a sus discípulos y los invita a tener una fe más grande y profunda no sólo en Dios sino también en él, que es el Hijo predilecto de Dios. Su partida tendrá que pasar a través de la muerte pero tendrá como meta la casa del Padre. Y es justamente sobre ella que ahora Jesús se detiene a comentar. Su partida no es definitiva sino que va a preparar un lugar para los suyos.
Y así explicándoles, Jesús afirma su unidad con el Padre, hasta tal punto de decirles que verlo a Él es ver a Dios y la única forma de encontrase con Dios es creyendo y siguiéndolo a Él. De igual forma, quien crea en Jesús, participará también de su poder divino y hará, como Jesús, grandes milagros.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
Jesús se presenta como el Camino, la Verdad y la Vida; si no se pasa por Él nadie llega a Dios. Jesús Resucitado es el rostro humano de Dios, desde donde Dios nos mira y en el que podemos admirar a Dios
La fe en Dios ha de vivirse de ahora en adelante como fe en Jesús; su nueva vida le ha vinculado a Dios; Él ha de estar con su Padre.
Qué bueno que Tomás le preguntó a Jesús: “¿Cómo podemos saber el camino?”. El discípulo encuentra el camino de recuperación de su soledad si toma la vida de Jesús como camino de su vida, como verdad para sus dudas, como vida para sus muertes. Jesús es el camino, el método y la meta final de realización del hombre y de la mujer, que han sido pensados por Dios para compartir en Comunión. Y esta es la manifestación más grande del Padre a la toda persona; que en Jesús, el Padre se nos muestra amándonos y salvándonos. “Sólo Él nos muestra al Padre”.
Aceptar a Jesús como el camino, la verdad y la vida, significa poner a Cristo Jesús en el centro de nuestra vida, hacerle la razón de nuestras decisiones y el juez de nuestros sentimientos.
¿No resulta impresionante y significativo que Jesús tenga que rogar a sus discípulos que le crean?

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor Jesús, que eres el Camino, la Verdad y la Vida, alimenta nuestra pobre fe en el momento en que sentimos que nos tienes que dejar para prepararnos un lugar junto a tu Padre. Si nos dices que hay muchas mansiones y que tenemos cabida ahí, te queremos agradecer por invitarnos a compartir la intimidad contigo y con tu Padre.
Hoy el camino que tenemos que realizar es creer en Ti; Descubrirte a Ti, Señor Jesús, actuando en nuestro mundo es empezar a descubrir y a “conocer” quien es Dios para nosotros y cuál es su voluntad en nosotros y sobre nuestras vidas.
El que Tú, Señor Jesús, te alejes de nuestro mundo, nos hace experimentar a los que nos consideramos tus discípulos una cierta soledad de la vida; pero nos hace también entender que es la actitud que debe vivir el seguidor tuyo, alimentando su vida de una grande fe y confianza en Ti al saberte y descubrirte como Camino, Verdad y Vida.
Ésta es nuestra tarea, aprender a conocerte, y confiar en Ti.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita al Camino cierto, a la verdadera Verdad y a la eterna Vida; y toma algún buen propósito para que lo ofrezcas a Jesús resucitado durante esta semana quinta del tiempo de Pascua.

La Paz con ustedes.

miércoles, 11 de mayo de 2011

4° domingo Pascua, A (15 mayo 2011)

Este domingo es la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, te recomendamos leer el mensaje del Santo Padre Benedicto XVI

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Texto a meditar y orar:
Lucas 10, 1-10

LECTURA
En aquel tiempo, Jesús dijo: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él las llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado.
Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

LECTIO
El párrafo evangélico forma parte de una sección más amplia, que desde el capítulo 7 hasta el 10 se proclama a Jesús como el agua viva, la luz del mundo y por otro lado se revela su identidad en el templo y cura al ciego de nacimiento. Se trata por lo tanto de presentar a Jesús, su persona y su obra.
Presentando a Jesús hablando en parábolas y con un lenguaje lleno de figuras, el evangelio tiene como trasfondo de este relato del Pastor, el capítulo 24 de Ezequiel donde Yavé es el Pastor de Israel y también el salmo 23 que canta a Yavé como “el pastor”.
Jesús es presentado claramente como “el buen pastor”, “las ovejas son suyas”; “las llama a cada una por su nombre”; “las ovejas lo siguen”; “le conocen”; “escuchan su voz”. Todas estas expresiones sintetizan el misterio de la persona y de la obra de Jesús.
Después aparece la imagen de la puerta, que substituye la imagen del pastor; Jesús mismo se convierte de “pastor” en “puerta”. Esta imagen hace referencia al Salmo 118; y por lo mismo para el evangelista, Jesús es la puerta, de la cual se sirven las ovejas para entrar y así encontrar la salvación.

MEDITATIO
Bajo la doble imagen de la puerta del aprisco y el pastor del rebaño, Jesús alude a la relación personal que mantiene con la comunidad de discípulos. La familiaridad con las ovejas le permite acceder a ellas con facilidad, guiarlas con seguridad y defenderlas con eficacia.
Como la puerta da acceso al rebaño y a la vida, Jesús permite entrar en la comunidad y concede la vida en abundancia. Optar por Jesús conduce a la vida en común de cuantos mantienen una vida de obediencia y de seguimiento: no hay otra puerta que conduzca a la vida, sino la que introduce al creyente en la comunidad cristiana.
El verdadero pastor entra de día, por la puerta, su voz es familiar, va delante de su rebaño; el pastor extraño asalta a su redil, desconoce a las ovejas; el éxito de uno y el fracaso del otro radica en que el rebaño conozca la voz de su guía. La familiaridad con el Pastor es el criterio de la obediencia.
Presentándose como pastor, Jesús quiere indicarnos su compromiso de convivencia y la convivencia prolongada desemboca en la intimidad; del compartir penalidades y esfuerzos juntos, nace la confianza y después la obediencia. Caminar tras quien se nos ha hecho compañero de camino, confiar en quien ha consagrado su vida a cuidarse de nosotros, obedecer a quien conoce nuestras mismas dificultades, porque las ha hecho suyas, no debería resultarnos pesado.

ORATIO
Señor Jesús, con tu entrega y servicio te presentas como el Buen Pastor y como la puerta del aprisco.
Hoy queremos, Señor, caminar detrás de quien se ha hecho compañero de nuestro camino, confiarnos en Ti que has consagrado tu vida a cuidarnos; y agradecerte porque nos conoces a fondo y conoces nuestras dificultades, las has hecho tuyas y nos llevas en un proceso y con paciencia por caminos de seguridad y de salvación. Seguirte a Ti, Señor, porque tú nos has precedido en el camino, buscando alimento y preparándonos el descanso.

Hoy, Señor, nos llamas y nos invitas a convivir contigo y en Tí confiar nuestra vida. Es preciso que escuchemos solamente tu voz; es ella, tu voz la que marca el ritmo, la cadencia y nos invita a la obediencia, porque es la voz de nuestro Señor y de quien nos conoce, nos ama y a quien amamos. Gracias, Señor por dar la vida por las gentes, por mí, por invitarnos a compartir tu estilo de vida, por invitarnos a intimar contigo.
Tú, Señor Jesús, eres nuestro pastor, nada nos faltará; tu bondad y tu misericordia nos acompañarán todos los días de nuestra vida.

CONTEMPLATIO:
Te invito a meditar la Palabra del Señor y dejarte guiar por su voz, por la voz del Señor que te observa, te habla y te conoce y se preocupa por Ti y te contempla con cariño y es tu Pastor. Te invito a estar atento a sus señales.

La Paz con ustedes.

viernes, 6 de mayo de 2011

3er. domingo Pascua, A (8 mayo 2011)

Texto a reflexionar y orar:
Lucas 24, 13-35.
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado
Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. El les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo
vieron”.
Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”
Se levantaron inmediatamente y regresaron a
Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan,
Lectura (Lectio):
Sólo San Lucas nos habla de este encuentro de Jesús resucitado con los llamados “Discípulos de Emaús”. El hecho se da el mismo día de la resurrección por la tarde. El evangelista nos deja ver a dos discípulos decepcionados y desilusionados por la muerte trágica de Jesús. Ellos, como otros muchos, esperaban más de su maestro. Ellos como los demás, se dejan llevar por la desesperanza y la tristeza y huyen, toman el camino fácil. El evangelista los presenta como conocedores de la Sagrada Escritura pero sin fe y sin capacidad para interpretarlas, además de cerrados por no creer en la palabra de las mujeres que habían anunciado la ausencia del cuerpo en el
sepulcro. Jesús, haciéndose compañero de camino, les reprocha su tristeza, desesperanza y cerrazón. Luego les ilumina sabia y pacientemente y hace la justa interpretación de todo lo ocurrido desde la voluntad de Dios presente en las Escrituras. Sin embargo, y aunque su corazón “ardía” mientras le escuchaban, eso no fue suficiente para que le reconocieran y le creyeran, cosa que sucede plenamente hasta que bendice y les parte el pan. El evangelio concluye cuando nos hace ver su regreso a la comunidad con los apóstoles, quienes confirman que el que murió en la cruz está vivo.
Meditación (Meditatio):
En los diferentes relatos (once) que se habla de la Resurrección del Señor, y se presenta así: la iniciativa del Señor de hacerse presente, la dificultad de los discípulos en reconocerlo, los signos o señales de que está vivo, y termina dando una misión a los discípulos. Y en este pasaje así lo podemos apreciar. Varios son los mensajes que pone a nuestra
consideración este evangelio. Sucede en ese Primer día de la Semana, estos amigos no se cierran en sus problemas, sino que participan y comparten al acercarse Aquel forastero y le abren sus corazones. Muchas veces también nosotros huimos desilusionados, tristes y sin esperanza de nuestras familias y comunidades eclesiales porque la pasión y muerte en cruz de Jesús ha decepcionado. Por eso mismo pocas ganas y poca experiencia tenemos de su resurrección. Igual que los discípulos de Emaús también nosotros pensamos conocer las escrituras pero somos incapaces de interpretar la realidad desde ellas de un modo atinado y no siempre concluimos en la certeza de la presencia de Jesús resucitado en el camino de nuestra vida. También nos cuesta dar crédito al testimonio de otros si lo que nos dicen no va de acuerdo a lo que nos gusta o nos interesa. Sin embargo, cuando Aquel forastero llega y comienza a explicar las Escrituras, va haciendo arder el
corazón en esperanza y fe. Y más importante es que el pleno reconocimiento y certeza de la presencia de Jesús resucitado se da cuando él nos explica las Escrituras y parte nosotros el pan en compañía de otros. Y se hace compañero de Camino. Al reconocerle en la “fracción del pan” permite saber que es Él. ¡El Señor! Sí, en la Eucaristía, es donde se fortalece y alimenta nuestra comunión con Él y en Él con toda la Iglesia. La oración perseverante, la escucha atenta de su Palabra, la apertura humilde del corazón, la insistencia para que se quede con nosotros, nos conducen finalmente a recibir el don de esa profunda mirada de fe que nos permite reconocerlo presente “en la fracción del pan”. Cuando nos ha acompañado Jesús resucitado en nuestro camino y su palabra ha llenado de amor nuestros corazones somos capaces de volver al nacimiento de nuestra fe, al lugar del compromiso que habíamos abandonado, con una vida renovada y una
alegre noticia confirmada por los demás con quienes le conocimos: nos da la misión de anunciar a las gentes: ¡Jesús resucitó, está vivo!
Oración (Oratio):
Gracias, Señor Jesús Resucitado, porque te hiciste compañero de camino de los que iban tristes de la vida y hasta decepcionados de ti; gracias, porque en las huidas, dolores, decepciones y tristezas has caminado a nuestro lado y te has hecho luz, consuelo, alegría y sentido de la vida. Gracias, Señor Jesús, porque te has quedado en la fracción del pan; y a nosotros cada domingo nos regalas tu Palabra y nos das a comer el pan de tu Cuerpo con la comunidad de hermanos que tú mismo has llamado, reunido. Gracias, Señor Jesús, porque has resucitado y estás vivo y haciendo caso a nuestra sincera petición te has quedado a pasar la tarde con nosotros para que no se haga noche en nuestra vida. Fortalécenos para que llevemos a los demás la noticia más importante de toda la historia: ¡Jesús ha resucitado, está
vivo!
Contemplación (Contemplatio):
Vive estos días de la Pascua en esa alegría que va creciendo, y también haz silencio, y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que se ha quedado y te invita a anunciarlo.
Que el camino y ejemplo de los discípulos de Emaús, que se dejaron acompañar por Jesús resucitado, te anime a volverte alegre y lleno de esperanza para cumplir la misión que él te ha dado. ¡Aleluya!.
La Paz con ustedes.

lunes, 2 de mayo de 2011

2° domingo Pascua, A (1 mayo 2011)

Texto para reflexionar y orar:
Juan 20, 19-31

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
El pasaje evangélico de este domingo relata una doble aparición de Jesús a sus discípulos en torno a un tema, el de la fe y que son el eco fiel de lo que ha sucedido en el corazón de los apóstoles después de la muerte de Jesús.
Las dos apariciones ocurren el primer día de la semana y el miedo de los discípulos sirve para recalcar la iniciativa del Resucitado; de unos hombres aterrados no habrían salido valientes predicadores de no haberse dado un encuentro real con el Señor Jesús. Por otra parte, el que Jesús se dejase ver, con las señales de la pasión, confirma el interés del evangelista en probar la identificación de Jesús que los discípulos lograron sólo gracias a la intervención del mismo Señor.
La presencia inesperada de Jesús en medio de los apóstoles les devuelve la alegría, y les concede, como regalo, la paz, ya que su saludo repetido no es un simple deseo sino un regalo concedido, y ayuda para la misión que tendrán que realizar.
La aparición del Resucitado les concede el Espíritu junto con el perdón universal e incondicionado de los pecados.
Tomás representa la incapacidad de los primeros discípulos para aceptar el hecho de la resurrección de Jesús, y aunque Jesús le conceda lo que pedía para creer, en su respuesta no hay concesión alguna: “Dichosos los que creen…” Puede parecer paradójico que sea el único de entre los Doce que duda, aquél que mejor expresa la fe cristiana; y así en la boca del mayor incrédulo se da la mejor confesión de fe cristiana. Tomás es el último creyente (Natanael, los samaritanos, los galileos, Pedro, el ciego, Marta) y, en cierto sentido el paradigma de todo creyente; al proclamar al Resucitado

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
Encerrados estaban los primeros discípulos en sus miedos y en sus casas, aunque Jesús ya había resucitado. Tuvo Jesús que presentárseles lleno de vida e imponerles una tarea: les envió al mundo con su Espíritu como viático y el perdón de los pecados como quehacer.
Jesús les inspiró su aliento y creo en ellos nuevas posibilidades, de hombres miedosos e incapaces, a ser unos testigos de la resurrección. Por aceptar la misión de perdonar al mundo al que antes tanto temían, obtuvieron en propiedad el Espíritu de Jesús Resucitado: !Resucitaron también ellos aquel día para perdonar ¡
Cristo vive, ¡ha resucitado! Y es que no se puede seguir viviendo como si estuviera aún muerto; no hay derecho a callárselo y vivir encerrado en los temores y es que silenciando la experiencia, el creyente condena al anonimato a Jesús.
Saber que Jesús está vivo para siempre, es la mayor alegría para quien lo creía ausente y muerto; y el mundo que nos rodea debe saber que ni nos da miedo ni es capaz de robarnos la alegría que encontramos al saber que vive nuestro Salvador. Quienes de ello estamos ciertos, no nos desalentamos por la hostilidad del ambiente, el discípulo cuenta con el Espíritu del Resucitado.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Ven, Señor, quédate con nosotros aunque encuentres cerradas las puertas de nuestro corazón por temor y por miedo. Tu saludo de paz es consuelo que derriba nuestros miedos y es un don que nos abre el camino para vivir llenos de esperanza en la vida. Fortalece nuestra frágil esperanza y enséñanos a percibir en tus heridas de amor los signos de tu gloriosa resurrección. Como Tomás un día, con frecuencia también nosotros somos incrédulos, necesitados de tocar y de ver para poder creer y poder confiar. Haz que iluminados con tu Espíritu, podamos ser incluidos entre los bienaventurados que, sin haber visto, han creído…
Deja, Señor Jesús, que entre tus manos crucificadas, ponga estas manos maltrechas de mi oficio de persona, joven o niño.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a mejorar tu vida y toma algún buen propósito para lo ofrezcas a Dios durante este tiempo de Pascua.
¡Pascua!
Es la hora de la fuerza de Dios, de lo nuevo, de la vida de la fe.
¡Pascua!
es anunciar con las palabras y con la vida
que Cristo vive y está entre nosotros.
¡Pascua!
es anunciar que Cristo está presente en la Eucaristía
y en la comunidad que se reúne en su nombre

Gracias Señor, Misericordioso y Amor, porque en esta Pascua das a la Iglesia y al mundo, el regalo de un nuevo beato, un nuevo modelo de vida, en Juan Pablo II.

La Paz con ustedes.