jueves, 26 de mayo de 2011

6° domingo Pascua, A (29 mayo 2011)

Texto a reflexionar y rezar:  
Juan 14, 15-21

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes.
El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
Para consolar a sus discípulos entristecidos por su próxima partida de entre ellos, Jesús hace esta promesa que realizará con su muerte y con su Resurrección: el Espíritu habitará en medio de sus discípulos para siempre; el mismo Jesús regresará y, todavía más, Él y el Padre vivirán en quien ama a Jesús y vive sus mandamientos.
El evangelio inicia precisando en qué consiste el verdadero amor de los discípulos a Jesús. Es un amor que es respuesta al amor que desde siempre Jesús ha tenido hacia ellos; y el amor que pide Jesús, deberá ser un amor concreto que tiene su fundamento en la acogida de la Palabra de Jesús y sobre la práctica de su voluntad.
Enseguida Jesús promete que va a interceder ante el Padre para que mande al Paráclito (tomado del lenguaje jurídico, que significa cercano, que defiende), al Espíritu Santo.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
El evangelio nos recuerda las promesas que Jesús hizo a sus discípulos antes de separarse definitivamente de ellos; trataba de prepararles a una situación nueva, antes de que debieran afrontar nuevos retos y asumir tareas nuevas, sin el constante apoyo de su presencia y de su consejo. Jesús consoló a los discípulos que dejaba, compro-metiéndose a mandarles su Espíritu: nos les dejaría, pues, desamparados; no quedándose como hasta ahora lo habían tenido, corporalmente, estaría a su disposición de forma nueva pero permanente, espiritualmente.
Jesús deja una tarea, la de amarle obedeciéndole, la de quererle sintiéndole a disposición, la de seguirle sin poseerle. “Si me amas, guardarás mis mandamientos”. Hacerle presente y eficaz mientras vuelva es ir haciendo su voluntad aunque se encuentre ausente.
Jesús no nos deja solos, nos ha prometido un Defensor único, su mismo Espíritu., Aquél que le animó a él durante toda su vida, mientras convivía con sus discípulos, y que llena su vida actual con Dios, ahora que vive para interceder por nosotros.
Hasta que no pongamos a Cristo y su querer en el centro de nuestras vidas, no se nos concederá su Espíritu y seguiremos sintiéndonos desamparados. Si no queremos perder ya más a Dios, pongámoslo en el centro de nuestras vidas: cuando su querer sea nuestra norma nos sentiremos normalmente queridos por Dios; cuando cumplamos con la voluntad de Jesús, nos sentiremos amados.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor, ayúdanos a tener el Espíritu en nuestro corazón y a mantener ocupadas nuestras manos en la obediencia y nuestro corazón en el amor fraterno.
Enséñanos a amarte obedeciéndote, a ir dejándonos llevar por la acción del Espíritu Santo, a hacer eficaz tu ausencia.; a sentir que llevando adelante tu querer y tu voluntad, eso nos hace no sentirnos ni solos, ni abandonados a nuestra suerte.
Gracias, Señor Jesús, porque no nos dejas sólo, nos has prometido al Defensor, al Espíritu, así como te animó durante toda tu vida, así te pedimos que nos animemos en todo momento de nuestra vida, que nos confiemos plenamente en El y que todas nuestras decisiones estén movidas por Él. Te pedimos que se haga presente en nuestra vida obrando milagros, rehaciendo el camino que hemos hecho mal, enderezando las sendas que no vayan hacia Ti, Padre, y transformando nuestra vida para ponerla plenamente al servicio tuyo y de tu Santa Voluntad.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida y toma algún buen propósito para que lo ofrezcas a Jesús resucitado durante esta sexta semana del tiempo de Pascua.

La Paz con ustedes.

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