miércoles, 17 de agosto de 2011

21° domingo ordinario, A (21 agosto 2011)

Texto a meditar y orar:  
Mateo 16, 13-20. 

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”. Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías. 

Lectura (Lectio): fíjate bien en lo que dice el texto, lee atentamente, saca sus personajes, su ubicación, su relación y el mensaje central. 
En este relato se encuentran Jesús y sus discípulos. Ocupa parte importante en este diálogo Simón Pedro. Se sitúan en la región de Cesarea de Filipo. Nos presenta las opiniones de la gente acerca de Jesús. Y Simón Pedro, haciéndose voz de los apóstoles, lo proclama como ‘Mesías’ e ‘Hijo de Dios’. Entonces Jesús le recuerda el sentido de su nombre: Pedro, es decir, ‘Piedra’; por lo tanto, será de ahora en adelante, fundamento sobre el que se edificará la comunidad; le confía su Iglesia, le confía su Autoridad. También, le confía a Pedro las ‘Llaves’, la responsabilidad; para ‘atar y desatar’, es decir, para admitir o no en la comunidad. Jesús llama a Pedro de ‘Bienaventurado’, ‘Feliz’, porque se ha mostrado dócil a la inspiración divina y se ha dejado guiar por El. Serán ‘Bienaventurados’ todos aquellos y aquellas que sean capaces de dejarse guiar por Pedro, el vicario de Cristo, en la tierra. De forma que ni los poderes del infierno podrán contra la Iglesia. 

Meditación (Meditatio): fíjate en lo que te dice el texto y aplícalo a la vida ordinaria. 
Escuchamos como los discípulos habían convivido con Jesús algún tiempo. Les provoca para que se definan. Antes de preguntarles por su opinión personal, quiere saber de sus discípulos lo que la gente está diciendo sobre El. Así les preparaba esta cuestión decisiva: “¿Quién soy Yo para ustedes?” Deben proclamar públicamente lo que en secreto tantas veces han pensado. Jesús no se contenta que le hayan seguido y compartido su trabajo e intimidad. Es que el seguimiento de Jesús no es nunca asunto privado: sino profesión pública, decir en alto lo que siente el corazón; es la manera en que el discípulo superará toda prueba. Confesar a Jesús como lo hizo Pedro; al aceptarlo como Cristo e Hijo de Dios, no sólo proclamó lo que sentía por Jesús, sino lo que Dios quería. Creer en Cristo Jesús supone, hacer nuestro el punto de vista de Dios, ver a Jesús como Dios mismo lo ve, sentir por El lo que Dios por El siente, contemplarlo y amarlo como Dios lo quiere. La doble imagen de la roca y de las llaves define la tarea de Pedro como guía autorizado en el ámbito de la Iglesia, por el poder de la Palabra de Cristo. Pedro primero en la fe y en la confesión de fe, elegido y encargado por el Señor como guía, transformado y llamado con un nombre nuevo, primero en la autoridad que hace de los apóstoles cabezas de la Iglesia, llega a ser así punto de referencia seguro al interno del Colegio Apostólico y en la Iglesia desde sus orígenes y en todos los tiempos. 

Oración (Oratio): fíjate ahora en lo que tú le dices a Dios desde la vida iluminada por el texto, después de escuchar a Dios, háblale. 
 “Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” nos preguntas, Señor. Que sean nuestras las palabras de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Nos invitas a aceptarte a Ti y aceptar tu Iglesia. A reconocerte a Ti y a reconocer a Pedro; a amarte a Ti y a amar a Pedro. A obedecerte a Ti y a obedecer a Pedro. A dejarnos guiar por Ti y dejarnos guiar por Pedro. Sólo así te perteneceremos y perteneceremos a la Iglesia. Amaremos a la Iglesia, obedeceremos a la Iglesia, y edificaremos tu Iglesia. Con la confianza de que nada podrá contra Ella, como lo has dicho, Señor. 

Contemplación (Contemplatio): haz silencio, adora, alaba y bendice a Dios por haberte hablado, déjate llenar de su paz y lleva su palabra a tu vida con un buen propósito. 
Sea nuestra esta grande alegría de reconocer y ser como Jesús y de ser Iglesia, obedeciendo a Pedro, es decir, al Papa. Bendiciones y oraciones para ti y todos tus seres queridos 

La Paz con ustedes.

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