viernes, 23 de septiembre de 2011

26° domingo ordinario, A (25 septiembre 2011)

Texto a meditar, orar y vivir: 
Mateo 21, 28-32. 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” Ellos le respondieron: “El segundo”. Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”. 

Lectura (Lectio): (lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central).  
Para entender la Parábola hay que tener en cuenta la ocasión y el motivo que la provocó: Jesús había entrado en Jerusalén triunfalmente y se había presentado en el Templo donde había expulsado a los comerciantes, y se habían preguntado el origen de tal autoridad. Jesús acalla a los principales y las autoridades al preguntarles sobre el Bautista y su misión. El relato de esta parábola es sobrio, reducido a lo esencial y está construido sobre la oposición que existe entre los dos hijos de un Padre. Un padre dueño de una viña invita a sus dos hijos a trabajar en su propiedad. El primer hijo le demuestra un religioso respeto hacia su padre llamándolo “señor”, y por esto digno de ser escuchado y aunque con mucha cortesía dice que sí, al final termina no yendo a la viña. El otro hijo, por el contrario respondiendo secamente y en forma negativa, cambia de pensamiento y va finalmente a trabajar en la viña. El arrepentimiento de éste hijo es lo importante. Pero la parábola se construye también sobre la oposición que existe en tiempos de Jesús sobre las dos categorías de hombres en las cuales está dividida la sociedad según el pensamiento religioso judío: por una parte están los elegidos, miembros del pueblo de Dios que responden positivamente a la llamada del Reino, pero solamente de palabras; y por otra parte los indiferentes y pecadores, que no observan la ley de Moisés y lo que prescriben los rabinos. Los miembros de ambos grupos son hijos de Dios: Pero si los primeros se sienten convencidos de estar en el único y verdadero camino porque son observantes de los mandamientos de Dios; se diferencian de los segundos que son transgresores de la voluntad de Dios tan sólo como lo señala el párrafo evangélico, por no tener necesidad de conversión al descubrir la voluntad de Dios en la enseñanza de Jesús. 

Meditación (Meditatio): (saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad). 
En el evangelio de hoy, Jesús ha querido reflejar el drama de Dios con nosotros, sus hijos: también Él tiene hijos que se conforman con decirse dispuestos a obedecerle, e hijos que, tras haberse muchas veces negado, acaban por hacer lo que de ellos quiere. Y es aquí donde tiene sentido la preferencia de Dios por los malos aparentemente y la prioridad de que gozarán en su Reino sobre los aparentemente buenos. Este es el centro del Evangelio de hoy: los que todos reconocen como pecadores entrarán en el Reino de Dios antes que los que todos estimaban como ‘santos’, ‘buenos’. Y es que delante de Dios no nos hacen mejores hijos las obras que le hayamos prometido, solo de palabra, por buenas que sean sino las que ya hemos realizado, aunque no sean las mejores. Dios dejará pasar todas nuestras anteriores negaciones, siempre que, al final, terminemos por hacer lo que desea de nosotros. Ninguno es demasiado bueno para Dios por lo que dice; será bueno de verdad, tan sólo quien haga su voluntad. 

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.  
Señor, quieres que cumplamos tu Palabra. La única que conduce a la Vida. Pero decimos y no hacemos. Haz que cambiemos, que nos convirtamos, para hacer lo que tú nos invitas. Que nunca nos consideremos de los ‘buenos’… pero que no hacen tu voluntad. Señor, ayúdanos a trabajar en tu Viña, para que seamos hijos obedientes a tu Palabra. 

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a trabajar en su reino, a descubrir su querer. Dios te siga invitando a trabajar por su Reino, en su Viña, te bendiga y te guarde de todo mal, porque te mira siempre con amor. 

Feliz semana junto con los tuyos. La Paz con ustedes.

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