jueves, 24 de febrero de 2011

8° domingo ordinario, A (27 febrero 2011)

Texto de  
Mateo 6, 24-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden servir a Dios y al dinero. Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento? ¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en todo el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?
No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas.

LECTIO (Lectura): Lee y relee el texto y repasa todos sus elementos
El lenguaje de este pasaje evangélico es una exhortación, es algo más que simple instrucción: el tono predominante es directo e impositivo. Quien habla trata de convencer; argumenta para convertir a su audiencia a la confianza. Este pasaje del evangelio que pertenece al sermón de la montaña, muestra, por una parte, que la preocupación fundamental del creyente ha de ser la búsqueda fundamental del reino de Dios y su justicia; y por otra parte, Jesús invita a tener una confianza total y plena en Dios. Es probable que Jesús dirigiera estas palabras al grupo de discípulos que lo habían dejado todo para seguirle. Con él habría instruido a los discípulos que, como él, por entregarse a la predicación del Rei­no habían renunciado a sus bienes y a su hogar. La intención original no sería tanto criticar la ansiedad en la vida sino motivar al compromiso por el Reino. Jesús nos dice que solamente un servicio exclusivo a Dios puede liberar al creyente de la inquietud que produce no contar con lo necesario para vivir. Quien tiene a Dios como su Señor, puede pasar sin tener lo que necesita. Porque afanarse por poseer y conservar lo que se tiene es vivir como si Dios no existiera. Es decir, deposita en todo caso su fe en el dinero y no su fe en Dios.

MEDITATIO (Meditación): busca lo que Dios te dice a ti, en tu vida y circunstancias, desde el texto.
Con manifiesta autoridad Jesús prohíbe vivir ansiando con desmesura sobrevivir. No se niega que haya que vivir con solicitud, trabajando por conseguir lo que conviene para vivir con dignidad; se trata de no angustiarse, si no se consigue, y de no vivir angustiados por mantenerlo. Jesús pide a los suyos una forma de vida menos angustiada por lo que se tiene que consumir para mantenerse con vida y más preocupada por la vida que de él se ha recibido. El creyente ve fundamentada su vida no en si logra tener cuanto necesita, sino en si Dios mantiene su palabra y sus cuidados.
Y estando así las cosas, Jesús utiliza una expresión que debe darnos que pensar, porque retrata bien la calidad de nuestra fe: quien tiembla por su vida y desconfía de su Dios es un pequeño creyente. No es que le falte fe, cuando le escasean los bienes para vivir; es que le sobran miedos, teniendo a Dios como Padre de por vida. La fe es pequeña no porque esté ausente en la vida del creyente, sino porque es insuficiente para afrontar los retos de la vida. Pequeños somos los creyentes cuando, sin dejar de apoyarnos en Dios, vivimos alimentando miedos y desalientos, desesperanza e incertidumbre; si confiamos en Dios, pero desconfiamos de salir un día del aprieto es pequeña nuestra fe. Repetimos el modelo de los antiguos israelitas que, en pleno desierto, pretendieron recoger más alimento del que podían consumir en un día, porque andaban sobrados de peligros y escasos de fe en el Dios que caminaba con ellos.
Lo que debe echar en falta el discípulo necesitado de tantas cosas es a Dios, su reino y la justicia. Estas son las preocupaciones dignas de un hijo de Dios. En lugar de preocuparse enfermizamente por uno mismo, el discípulo se ocupa en vivir de lo que espera, de lo que Dios le va a dar cuando venga como soberano; y adelanta el reino sometiéndose a su voluntad, viviendo, falte lo que le falte, sin faltarle a Dios, sin negarle obediencia. Y mientras llega Dios, el discípulo se defiende con lo que le ha tocado vivir, le basta por hoy; su preocupación ha de morir con el día. El mañana es de Dios, su Padre.


ORATIO(Oración): respóndele a Dios desde tu vida. Háblale haciendo oración.
Gracias Señor Jesús por revelarnos a un Dios que se preocupa de nosotros y que al pensar en Él nos invita a eximirnos de la angustia; saberse en sus manos es la garantía más cierta para vivir con holgura y desahogo nuestra vida de todos los días; tener a Dios como Padre nos obliga a sentirnos atendidos, pues es oficio de padre cuidarse del hijo. Nos sabemos en sus manos y cada uno de nosotros que creemos y confiamos en él, nos sentimos ante Dios más importantes que cualquier ser de la naturaleza, porque somos sus hijos consentidos. En éste grande deseo de Dios está anclada nuestra vida y su porvenir. Hoy nuestra oración es pedirte Señor que aumentes nuestra fe, nuestra confianza en el Padre para vivir la vida con alegría, para afrontar los retos y no asustarnos o sentir miedo antes los problemas de la vida; para llenar de alegría y esperanza el corazón de los demás.

CONTEMPLATIO (Contemplación): haz silencio delante de Dios y de ese modo adóralo y contémplalo. Saborea este Evangelio lleno de detalles. Goza de la cercanía y ternura de Dios en tu vida, confía en Él, ten fe en Él, espera en Él siente su amor en tu vida, déjate llevar. Pon tu vida, tus cosas, tus trabajos y tus problemas en manos de Dios.

La Paz con ustedes.

jueves, 17 de febrero de 2011

7° domingo ordinario, A (20 febrero 2011)

Texto del Evangelio según 
san Mateo: 5, 38-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.

Lectura:
Frente a la interpretación farisea de la ley que había caído en la trampa del mínimo indispensable y del simple cumplimiento externo, Jesús propone una vivencia de la ley desde dentro, y cuyo fundamento es la relación personal con el Padre. Mateo pone en boca de Jesús cinco ejemplos que son una invitación a aplicar este principio a otros casos y situaciones. Las palabras finales: Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto son la clave para entender lo que Jesús propone: vivir desde la actitud de quien tiene fija su mirada en Dios y no pone límites ni barreras al amor. El amor del discípulo de Jesús debe imitar el comportamiento misericordioso de Dios. Por eso debe alcanzar incluso a los enemigos, a los que te rodean, los que te golpean y los que te roban. Amar al enemigo para ser misericordioso como el Padre. Y en el Evangelio Jesús nos muestra cómo hacer una sociedad nueva, donde las relaciones entre las personas estén testimoniadas por el amor: el amor a los enemigos: “Amen a sus enemigos”. Jesús rompe las cadenas de un amor interesado, y propone el amor sin límites, sin ningún interés, aun corriendo el riesgo de ser odiados por causa del amor. Jesús nos provoca para amar interesándonos sólo con el bien de aquel que nos odia: “hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian”. Hasta explica qué hacer: “Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda”. Jesús nos propone la importancia del amor delante una sociedad donde la violencia y la ganancia miden el valor de la vida humana. Si creemos que el Reino de Dios pertenece a los pobres, a los hambrientos, a los odiados, expulsados, insultados y maldecidos, y somos como ellos, Dios también nos mirará como semejantes a ellos, y nos hará participar de su Reino.

Meditación: 
Los israelitas entendían la palabra “prójimo” como el paisano como aquellos de su misma razón y nación. Era algo así como no causar perjuicio a la propia sangre. De esta estrechez de miras surge el amor cristiano. Este no tiene espacios y no se circunscribe a lugares, ni a tiempos.
Predominaba en aquellos días, mientras hablaba Jesús de un mundo nuevo, la ley del Talión: 'ojo por ojo, diente por diente'. Era la ley de la venganza. Quien no la llevara a cabo era un cobarde. Momentos difíciles para decir: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Parecían palabras insultantes contra siglos y siglos de tradición. La ley del talión se dio para que las gentes no se destruyeran al buscar la justicia.
Cristo, en su Evangelio de hoy, avanzando más, nos propone: el no inferir daño alguno al que nos lo ha causado. El mal hay que inundarlo con la abundancia del bien; no de otro modo. “Cuando una madre vio que le habían violado a su hija, sintió pena y rabia. Pero pronto llamó al violador y le dijo: ¿Conoces a Cristo? Sí, claro. Me siento avergonzado de lo que he hecho. Me dejé llevar por la pasión. Mira, hijo, le dijo esta mujer: Te perdono. Vete en paz y no vuelvas a hacer más locuras. Y a su marido: Déjate de venganzas. Tenemos que ser creyente verdaderos, como nos dice Jesús”.
San Juan habla muy claro: “La victoria que vence al mundo es la fe”. Hay que dedicarse a anunciar la fe antes que llevar armas para derrotar al que me haga frente. La venganza la hace cualquier fanático. El amor y el perdón están solamente a manos de un creyente. Mantén a tu lado la atmósfera de la fe, la fuerza del perdonar y notarás que por tu vida herida por alguien que te ha hecho el mal, brota una brisa nueva, ajena a todo lo que sea la ley del talión, que con palabras fuertes criticó y ridiculizó el mismo Jesús. El “Yo les digo” de Jesús nos hace crear el Mundo Nuevo del Reino anunciado por Cristo Jesús.

Oración: 
Señor, ayúdanos a entender ser misericordiosos. Ese amor misericordioso que significa dar el corazón a los que no son felices, y a saber descubrir en ellos, los que están privados de la vida, por la pobreza, porque pasan hambre, injusticia, falta de paz, y a descubrir que Jesús les entregó el Reino, al entregarles todo, todo lo que tenía. Tu Palabra nos dice que seamos, “como el Padre celestial es misericordioso”. Que toda vez que celebramos la Eucaristía, memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, celebremos la misericordia de Dios que nos dio lo que más deseamos las gentes: el amor gratuito y el compartir todo, hasta la propia vida. Señor fortalécenos para hacer de nuestra sociedad, una sociedad nueva, basada en la fraternidad, el perdón, el amor compartido. Amén.
Dejémonos cautivar por Jesús al escuchar en ese Monte de la Felicidad la vida nueva que nos propone. Feliz Domingo.

La Paz con ustedes.

jueves, 10 de febrero de 2011

6º domingo ordinario, A (13 febrero 2011)

Texto de
Mateo 5, 17-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el reino de los cielos. Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
También han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.
También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio; pero yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, expone a su mujer al adulterio y el que se casa con una divorciada comete adulterio.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.
Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno”.

Lectura:
Jesús en el Sermón de la Montaña presenta y profundiza la Torá del Mesías. La Torá del Mesías es totalmente nueva, diferente, pero precisamente por eso “da cumplimiento” a la Torá de Moisés. Él especifica y desmenuza las enseñanzas de las Escrituras dándoles una nueva perspectiva y una nueva dimensión. No quita nada de la Tora dada a Moisés. De hecho que Él es enfático al decir: “…no vine a abolir la Ley, sino a llevarla a su plenitud…”. Esta es la novedad que el Señor nos trae, pues por un lado está confirmando todo lo anterior a Él, pero a su vez le está dando una nueva interpretación y con esto se está colocando sobre la misma Ley (que no podía ser modificada ni alterada) y aún sobre Moisés (el gran legislador, que se aparece junto a Él en la transfiguración), revelando de esta manera su identidad, haciéndonos ver que Él está sobre la Ley, porque es el autor de la misma.
En esta perspectiva de confirmar la novedad de sus enseñanzas, está recalcando la validez de la Ley en sí misma enfatizando dos cosas: Primero, que la Palabra se cumplirá, que tiene matiz divino, que es revelación: “…pasará el cielo y la tierra, pero mis palabras no pasarán…”; Segundo, que es Norma, que no se limita a una simple información, es preciso, imprescindible hacer vida, la palabra escrita: Tercero, que es estilo de vida, que debe identificar nuestra manera de ser y de actuar.
En estos versículos el Señor retoma tres mandamientos: el no matar, no cometer adulterio; no levantar falso testimonio; y retoma una tradición mosaíca sobre el divorcio. Los confirma todos, pero agrega un detalle, el: “…YO LES DIGO…”, dándole un nuevo matiz, un nuevo espíritu, yendo más allá de la norma y la obligación a la intención y la motivación que se tiene al realizar alguna acción. Con esto está modificando y le está dando lo propio y lo específico de la fe cristiana: el Amor.

Meditación:
Es curioso que si tú lees el Evangelio y las lecturas de hoy, caerás en la cuenta de que Jesús no da una ley nueva, sino una manera nueva de ver la ley antigua y cualquier otra ley. Su novedad consiste fundamentalmente en darle a todo lo antiguo la impronta del amor. Y ante Él no tiene sentido el divorcio, ni vengarse sino amar incluso hasta los propios enemigos.
Si quieres quedarte anclado en el viejo mundo, es decir, la ley a secas, tu vida se dormirá en los laureles. Si, por el contrario, avivas en ti el deseo de vivir lo nuevo, te encontrarás plenamente feliz y realizado.
Jesús dice: “No he venido a abolir ninguna ley” para construir algo totalmente nuevo. “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirla, sino a darle plenitud”. No se trata de sentir nostalgias con el pasado. Jesús es tan libre respecto a todas las cosas que esta libertad, absolutamente única, es uno de los signos de su divinidad.
Jesús no ha venido para añadir unas cuantas leyes más afinadas, sino para revelar el secreto de afinar cualquier ley. Es la cuestión de la letra y del espíritu. La letra es necesaria, pero sólo tiene valor por el espíritu con que se cumple. Y Jesús nos revela que no hay más que un espíritu: el amor. Se le puede llamar nueva ley, pero más vale verlo como la razón y la medida de toda ley.
Es algo nuevo que va más allá de lo prohibido o mandado, va hasta más lejos del amor. Evidentemente, no hay que matar; pero hay muchas maneras de hacer daño a los demás. Baja a tu corazón, hasta lo más profundo, persigue los más secretos y los más pequeños deseos de hacer daño, examina tu voluntad de amar, cúrala si está enferma, refuérzala si es débil. Cuando quieres amar de veras, entonces es cuando mejor te adhieres a la ley de Cristo. Entonces puedes inventar tu vida en medio de las leyes.
La sociedad, como el cristiano, tiene sus leyes. Debes respetarlas como Cristo. Pero no debes falsificarlas como los fariseos. La triste contradicción de nuestra sociedad es que uno puede aparecer justo ante la ley y ser injusto ante los demás, puede no matar y ser un criminal que deja morir de hambre, puede jurar verdad y ser un perfecto mentiroso, puede acudir al templo y oprimir al hermano... Para un creyente la ley verdadera, está hecha de amor... No hemos optado por unos preceptos, sino por una persona: CRISTO.
Tampoco hemos elegido la esclavitud que aniquila al hombre, sino la libertad que da vida.
¿Qué es ser cristiano?, te preguntará a veces la gente. No sé qué les dirás. Pero un cristiano es el que opta libre y responsablemente por Cristo, el que se compromete con la libertad de las demás personas, el sacar de la esclavitud a los oprimidos, el dar de comer al hambriento...
Puedes oír muchas misas cada día y los domingos. Pero esto, a lo mejor, no indica que te hayas decidido por Cristo. Serás un cristiano mediocre, aunque cumplas y seas esclavo de la religión.
Tan sólo soy creyente cuando amo de verdad. Somos creyentes, como Iglesia, cuando amamos de verdad como Cristo.

Oración:
- Señor Jesús, Tú, que tienes palabras de vida eterna…
- Señor Jesús, Tú, que has venido a revelarnos al Padre…
- Señor Jesús, Tú, quieres que vivamos a tu manera…
Para vivir tu proyecto…
- danos un corazón sensible a tu presencia en nosotros…
- danos ganas de buscarte en tu Palabra…
- danos sensibilidad a tus manifestaciones…
- danos la capacidad de comprender tu mensaje…
- haz que actualicemos tus enseñanzas…
- ayúdanos a encontrarte en tu Palabra…
- danos un corazón abierto a tu voz…
- danos la inteligencia que viene de ti…
- danos docilidad a lo que nos pides…
- haz que miremos la vida con tus ojos…
- ayúdanos a mirar al otro como nos miras Tú…
- haz que hagamos vida lo que aprendemos de ti…
- ilumínanos con tu presencia…
- danos capacidad de cambio…
- danos la gracia de sincerarnos con nosotros mismos…
- danos la oportunidad de volver a comenzar…
- haz que cada vez vivamos con más alegría tu seguimiento…
- haz que seamos coherentes entre lo que creemos y vivimos…
- haz que vivamos solo por y para ti…
- danos tu amor.

Señor Jesús,
a ti que has venido a darnos un nuevo sentido a las Escrituras,
te pedimos que nos ayudes a vivir cada vez más
tu estilo de ser y de actuar,
para que al seguirte, vivamos como Tú,
hasta identificarnos plenamente contigo.
Que así sea.
Feliz Domingo.


La Paz con ustedes.

jueves, 3 de febrero de 2011

5° domingo ordinario, A (6 febrero 2011)

Texto a meditar, orar y vivir:
Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
Siguiendo en el contexto del Sermón de la Montaña, donde se veía la felicidad de los pobres, hoy, vemos cómo la comunidad debe ser sal y luz. Tiene este sermón otras partes, es decir: el camino de la perfección, la práctica de la verdadera justicia, es fundamental saber escoger, las actitudes del justo y construir la vida. El texto, de este Domingo, nos presenta a Jesús diciéndoles a sus discípulos que ellos sean la sal de la tierra y la luz del mundo. Son dos elementos muy usados por las gentes, pero aquí Jesús los utiliza a manera de modelos, símbolos, de algo más. Y explica un poco: que si la sal pierde su sabor, no sirve y se debe tirar, y si son luz no es para ocultarla sino para que se ponga en alto y alumbre a todos. Termina diciendo que si los discípulos cumplen su función harán que los demás perciban la presencia divina en el mundo: “den gloria a su Padre que está en los cielos”.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
La comunidad de los seguidores de Jesús tiene una misión y, al mismo tiempo, descubre que esta misión da sentido al sufrimiento y a la persecución: ellos están llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo. Como comunidad, su tarea es realizar la misión de todo el pueblo de Israel: el destino del Siervo, llamado a ser Luz de la Naciones. Si la Comunidad, los seguidores de Jesús dejan de cumplir su misión en relación al mundo pierden su identidad y la razón de su existencia. Los discípulos serán de ahora en adelante modelos para los que los vean, como lo fue Jesús. En un mundo egoísta, en el que cada uno mira por lo suyo, la misión del creyente es salir de sí mismo y ayudar a los demás: es la manera de ser sal y luz, como lo hizo Jesús mismo. La Iglesia, la comunidad cristiana, es sal y luz del mundo.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor, tú sabías qué cosa era necesario para tus discípulos, que estaban en medio del mundo, entre la gente, y cómo debían estar con ellos; debiendo ser sal y luz. Eso lo viviste primeramente tú, Señor; comenzaste a dar sabor, sentido a la propia vida y a todo; no fuiste sal insípida, sino con sabor, ya que todos decían: “que bien lo hace todo”; eres Luz, puesto para iluminar el mundo, fuiste colocado sobre el monte, para quitar la oscuridad del mundo y de las gentes. Tu Muerte y Resurrección son testigos de ello.
Señor, viviendo como tú lo hiciste; siguiéndote, caminando tu camino, tus discípulos son esa sal y luz para todos, de manera que todos los que viendo a los seguidores de Jesús, haciendo buenas obras, digan y “den gloria a Dios que está en los cielos”.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida, a descubrirlo como la Luz que ilumina tu vida y a vivirla con profundidad y sentido.

Les deseo que Dios les acompañe y bendiga.
La Paz con ustedes.