lunes, 22 de septiembre de 2008

Domingo 26° ordinario, A (28 septiembre 2008)


Texto a meditar, orar y vivir:
Mateo 21, 28-32.

Lectura (Lectio): (lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central).

El relato de esta parábola es sobrio, reducido a lo esencial y está construido sobre la oposición que existe entre los dos hijos de un Padre. Un padre dueño de una viña invita a sus dos hijos a trabajar en su propiedad. El primer hijo le demuestra un religioso respeto hacia su padre llamándolo “señor”, y por esto digno de ser escuchado y aunque con mucha cortesía dice que sí, al final termina no yendo a la viña. El otro hijo, por el contrario respondiendo secamente y en forma negativa, cambia de pensamiento y va finalmente a trabajar en la viña. El arrepentimiento de éste hijo es lo importante. Pero la parábola se construye también sobre la oposición que existe en tiempos de Jesús sobre las dos categorías de hombres en las cuales está dividida la sociedad según el pensamiento religioso judío: por una parte están los elegidos, miembros del pueblo de Dios que responden positivamente a la llamada del reino, pero solamente de palabras; y por otra parte los indiferentes y pecadores, que no observan la ley de Moisés y lo que prescriben los rabinos. Los miembros de ambos grupos son hijos de Dios: Pero si los primeros se sienten convencidos de estar en el único y verdadero camino porque son observantes de los mandamientos de Dios; se diferencian de los segundos que son transgresores de la voluntad de Dios tan sólo como lo señala el párrafo evangélico, por no tener necesidad de conversión al descubrir la voluntad de Dios en la enseñanza de Jesús.

Meditación (Meditatio): (saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad).

En el evangelio de hoy, Jesús ha querido reflejar el drama de Dios con nosotros, sus hijos: también Él tiene hijos que se conforman con decirse dispuestos a obedecerle, e hijos que, tras haberse muchas veces negado, acaban por hacer lo que de ellos quiere. Y es aquí donde tiene sentido la preferencia de Dios por los malos aparentemente y la prioridad de que gozarán en su reino sobre los aparentemente buenos. Este es el centro del Evangelio de hoy: los que todos reconocen como pecadores entrarán en el reino de Dios antes que los que todos estimaban como santos. Y es que delante de Dios no nos hacen mejores hijos las obras que le hayamos prometido, por buenas que sean sino las que ya hemos realizado, aunque no sean las mejores. Dios dejará pasar todas nuestras anteriores negaciones, siempre que, al final, terminemos por hacer lo que desea de nosotros. Ninguno es demasiado bueno para Dios por lo que dice; será bueno de verdad, tan sólo quien haga su voluntad. Con la afirmación de Jesús a los malos, no es que los quiera elogiar por ser malos; más bien advierte a los que se creen ya buenos; Dios exige conversión de todos sus hijos: malos y buenos; y sólo le satisface aquel que, bueno o malo, hace lo que le pide. Ser los predilectos de Dios es hacer su voluntad.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.

Gracias, Padre, porque tu Palabra me dice que me quieres dispuesto a colaborar contigo en el trabajo de la viña, del reino; tienes necesidad de que tus hijos estén dispuestos a obedecerte. Eres un Dios que insistes en tus hijos para hacer lo que de ellos quieres, aunque muchas veces nos neguemos a hacer lo que nos pides. Eres un Dios y Padre que te fijas en la actitud del corazón y no en la buena voluntad ni en los mejores deseos de cada uno de nosotros. Es la obediencia a tu palabra lo que nos pides. Señor ayuda mi pobre corazón para que se convierta a tu voluntad, porque se siente indigno ante Ti; porque tal vez me he negado a tu Palabra y con ello a hacer tu voluntad; o porque tal vez en el peor de los casos he querido quedar bien contigo tan sólo con mi buena voluntad, pero sin comprometerme y responder a tu invitación.

Contemplación (Contemplatio): Te invito a hacer silencio y en lo profundo de tu corazón a que adores, alabes y bendigas a Dios que te habla y te invita a trabajar y comprometer tu vida construyendo la vida de los demás; te invita a descubrir lo que Él quiere de Tí.

Mi oración ante el Señor por Ti.
P. Cleo sdb.

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