martes, 18 de noviembre de 2008

Solemnidad Cristo Rey del Universo, A (23 de noviembre de 2008)


Evangelio:
Mateo 25, 31-46.

Con este Domingo, fiesta de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, concluye el año litúrgico; en el que hemos venido haciendo memoria de cuanto Dios ha hecho por nosotros y pudimos por ello sentirnos con El agradecidos. Tenemos buenos motivos para festejar el reinado de Cristo, que comenzó cuando venció la muerte, resucitando. Pero nuestra alegría sería inútil como nuestras esperanzas también, si no nos preguntáramos si, de verdad, queremos pertenecer a ese Reino.

Hoy nuestra celebración nos tiene que llevar a reconocer que Dios ha estado con nosotros durante este año, sin olvidar, como nos dice la Palabra de Dios que aún debemos responder ante El por tanta bondad ya recibida. Aceptar a Cristo como nuestra Rey nos obliga hoy a vivir ya sometidos a su voluntad; esperar su Reino como nuestra herencia nos impone el cumplimiento de lo que El quiere de nosotros.

LECTURA, Encontramos a Jesús y sus discípulos en el largo discurso, sobre el juicio final, que es exclusivo de san Mateo. Describe ese juicio de manera gráfica y popular; como rey y juez rodeado de gloria, acompañado de todos sus ángeles para dictar sentencia; y es el pastor que separa las ovejas de los cabritos. Es en ese momento del juicio, que se tiene una separación radical entre buenos y malos, entre los que entran y los apartados y puestos fuera, que se encontraban a la derecha o a la izquierda. Con la imagen del Rey Pastor, Mateo recuerda a su comunidad que el provenir de Dios va antecedido por su juicio del Señor. El escenario es grandioso: la sentencia será definitiva. Significativo es el paralelismo con que están construidas las dos escenas del juicio: tanto los buenos como los malos se condenan por lo que hicieron u omitieron. Además la advertencia es realmente grave, los dos grupos no se daban cuenta a quien estaban haciendo el bien, ni mucho menos, a quien se lo negaban.

Es necesario tener en cuenta el criterio de que se sirve el juez para pronunciar sentencia: es la preocupación efectiva de cada persona por los pobres y necesitados. El texto nos presenta e identifica a los necesitados con el mismo Señor Jesús. Y nos presenta ejemplos concretos en dónde se han encontrado a Jesús: en el hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, porque le dieron de comer, le dieron de beber, lo hospedaron, lo vistieron, lo visitaron o lo fueron a ver. “Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo”. Termina diciendo: “Entonces irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.

MEDITACION, Este relato, el del Juicio Final, nos ayuda a meditar en el Señor Jesús, quien aparece como Rey, juzgando. Y nos hace reflexionar en ese momento. Cómo y qué se hizo en el Reino, durante la propia existencia. Nos hace reflexionar en la Vida Eterna y en el Castigo Eterno. En el “vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” O en el: “apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles”, porque se preocuparon de hacer el bien a los más insignificantes o por lo que dejaron de hacer a los más insignificantes. Jesús mismo se lo advirtió a sus discípulos. Con la imagen del Pastor que dispone con libertad absoluta de su rebaño y nos advierte cómo piensa ser rey: llegará el día en que “separará unos de otros, como el pastor separa ovejas de carneros”. Quizá no nos estemos dando cuenta de lo mucho que arriesgamos: el rechazo de Dios puede ser nuestro porvenir. Nos conviene tomar en serio lo que nos estamos jugando. Jesús ha querido adelantarnos los criterios que van a guiar su juicio: y es sorprendente que no se nos vaya a preguntar si hemos amado mucho, o siempre, a Dios; si hemos seguido a Cristo o hemos vuelto a El siempre que lo dejamos; lo que sí nos preguntará, si nos hemos interesado por los más pequeños de sus hermanos; por aquellos que han necesitado de nuestra ayuda. No seremos juzgados por los buenos sentimientos que tenemos en el corazón ni por los buenos propósitos que hicimos; solamente lo que hayamos hecho a uno de esos hermanos más pequeños nos salvará; o seremos condenados por no haber hecho nada. No son obras extraordinarios las que decidirán si Dios es nuestro porvenir; porque dar agua al sediento, vestido al desnudo, visitar al enfermo lo mismo que al encarcelado. Y sin embargo, su sola práctica nos hará ciudadanos del Reino. Salvación o condena, Dios o su ausencia total, dependen de nuestra misericordia que supimos hacer.


ORACION, Señor nos has hablado con tu Palabra y nos dices que serán dichosos para siempre aquellos o aquellas que han hecho el bien, a los más insignificantes, aún sin saber que te lo hacían a Ti, porque se encontrarán con un Juez que los hará entrar a la Vida Eterna. También, es bueno saber, aunque suene dura tu Palabra, que lo que no hicimos a los más insignificantes, te lo hemos dejamos de hacer a Ti, Señor. ¿Cuándo, Señor, te vimos? Ser misericordioso, hoy, con quien nos necesite, hoy, será nuestra salvación el día del juicio. Lo que hagamos a uno de los más pequeños e insignificantes, Dios lo considera hecho a sí mismo. Te pedimos que nos concedas la gracia de ser siempre sensible al hermano o a la hermana que tiene necesidad. Señor, justo juez, si vinieras a juzgarme hoy, ¿qué cuentas te presentaría?


CONTEMPLACION, (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro y alabo, y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios en mi vida ordinaria personal, familiar, social, laboral, escolar…) La Fiesta de Cristo Rey nos invita a esto:

Cambiar el Mundo. Ustedes saben muy bien que el Día puede nacer, que debe nacer, que el mundo debe cambiar. Ustedes los jóvenes deben sentirse en la responsabilidad de cambiar el mundo, de darle la vuelta al mundo. Yo les pediría a ustedes, muchachos y muchachas, la capacidad, las ganas, la voluntad de soñar, de cambiar... No se conformen con las cosas como están. Ni en sus familias, ni en nuestros pueblos, ni en la sociedad, ni en la Iglesia. ¡Vamos a cambiar! (Pedro Casaldáliga, Obispo).

Compartir el Pan. ¿Tratas con honor al Cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando esté desnudo. No lo honres aquí, dentro de una iglesia para, después, despreciarlo fuera, cuando sufre frío y desnudez. Porque el que dijo “Esto es mi Cuerpo” es el mismo que dijo: “Tuve hambre y no me diste de comer”. ¿De qué te servirá adornar el Altar de Cristo?

Sacia, primero, al hambriento y ven, después, a adornar el Altar. ¿Eres capaz de fabricar un cáliz de oro y no eres capaz de dar un vaso de agua fresca? El Templo de tu Hermano necesitado es mucho más precioso que este templo. El Cuerpo de Cristo es para ti un altar. Es más sagrado que el altar de piedra sobre el que celebras el santo Sacrificio. El altar lo tienes en todas partes: en las calles, en las plazas (San Juan Crisóstomo).

Saludos y bendiciones. ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe! fue lo que gritaron los mártires mexicanos, y muchos más en diferentes tiempos y lugares de nuestro mundo.

Nacho, SDB

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