sábado, 6 de diciembre de 2008

2° Domingo Adviento, B (7 diciembre 2008)


Texto a meditar y orar:
Mc 1, 1-8

Evangelio
Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.
Según está escrito en el profeta Isaías: "Mira, envío mi mensajero por delante de ti, el cual preparará tu camino. Voz del que grita en el desierto: ¡Preparen el camino al Señor; nivelen sus senderos!"
Apareció Juan el Bautista en el desierto, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él y, después de reconocer sus pecados, Juan los bautizaba en el río Jordán.
Juan iba vestido con pelo de camellos, llevaba una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Esto era lo que proclamaba: "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias. Yo los bautizo con agua, pero él los bautizará en el Espíritu Santo.

Lectio:
Este pasaje marca el inicio de la Buena Nueva según Marcos, que es el Evangelio más antiguo. Aquí se presenta la imagen del precursor del Mesías que es Juan el Bautista. Se le representa en el desierto que es el lugar de la primitiva alianza, lugar del encuentro con el Dios que sacó de Egipto al pueblo de Israel (Oseas 2, 16).Se le caracteriza como al profeta Elías (2 Reyes 1, 8), que según una creencia difundida entre muchos judíos milenaristas, habría de regresar antes de la llegada del Mesías. Come langostas y miel silvestre, no pan o alimento elaborado por los hombres, mostrando así su total dependencia a Dios.

Juan anuncia un bautismo de conversión, un baño en agua, pero reconoce que hay un bautismo mayor que es el del Espíritu Santo, que sólo es capaz de darlo el Mesías. La preparación del camino, según la profecía de Isaías (40, 3) anuncia la inminencia de la salvación de Dios que llega para restaurar a Jerusalén.

Meditatio:
El tiempo de adviento nos recuerda la llegada del Hijo de Dios, tanto al fin de los tiempos (escatológica), como el recuerdo de su nacimiento de María en Belén (histórica).

Su llegada no tiene que ser tiempo de terror como muchas veces nos lo hacen ver algunas corrientes apocalípticas, su llegada es el momento de la Salvación y la Misericordia. Por ello, el preparar el camino no es un requisito para su advenimiento, sea cual sea nuestra disposición el Señor llegará. El preparar el camino no es un beneficio para Dios, cuya grandeza puede sortear cualquier monte o valle; ante él no somos dignos ni siquiera de inclinarnos para desatar la correa de su sandalia. El preparar el camino es un disponernos a acoger la Gracia del Espíritu Santo. El bautismo de conversión hecho por Juan es una invitación a recordar los beneficios que de Dios hemos recibido para poder acoger el gran don que Jesús viene a traernos: el ser Hijos de Dios (Gálatas 4, 6).

La urgencia de la conversión tiene su base en el tiempo que estamos perdiendo de no recibir al Señor que ya está entre nosotros, como escucharemos después en el prólogo del Evangelio de Juan: "Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron" (1, 11).

Este mensaje está en continuidad con el del domingo anterior que nos habla de estar vigilantes a la llegada del Señor, y con el próximo que nos mostrará la figura de Juan el Bautista que reconoce la salvación que supera en mucho nuestra pequeñez.

Oratio:
Señor, se acerca la hora, tu hora, el tiempo de tu presencia en mi vida. Dame la luz necesaria para saber reconocer los signos de tu paso por mi vida, para poder abajarme y reconocer que estoy necesitado de ti, de tu Gracia, de tu paz.

Así podré allanar las montañas de mi orgullo y altivez para abrirme a la sencillez de quien espera la salvación como un regalo; así podré rellenar los valles de mis desánimos, inflamado por la esperanza en el momento de mi plena liberación por el don de tu Espíritu con que me has bautizado para participar de la Buena Nueva de ser hijo de Dios. Amén.

Contemplatio:
En la espera de la celebración de la Navidad, trata de reconocer que la presencia de Dios en tu vida no se reduce a una fecha, sino que poco a poco se va cumpliendo en la medida en que dispones tu vida para su llegada, y con esa esperanza, cambiar el sentimiento de temor por el de gratitud para lograr una conversión más auténtica.

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