jueves, 29 de octubre de 2009

Todos los Santos, B (1º noviembre 2009)

Este domingo presentamos un doble trabajo de oración, el domingo correspondiente del tiempo ordinario (que este año se omite) y la solmenidad de todos los santos, puedes hacer oración en dos días diferentes.

Todos los Santos
Texto a orar y meditar:
Mt 5, 1-12

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles y les dijo:
"Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos."
Palabra del Señor.

Lectio:
Jesús anuncia un mensaje nuevo que es una contraversión al discurso del poder humano: no son los ricos y poderosos los felices, sino los pobres y pequeños. La dicha anunciada por Jesús está en sintonía con las promesas del Antiguo Testamento, donde Dios se muestra como el garante y defensor de los pobres y oprimidos, entre estas promesas están la tierra, la visión de Dios, la misericordia y el consuelo. Pero están enmarcadas entre dos posesiones presentes: el Reino de Dios.
El que Jesús haga esta discurso desde lo alto del monte, no es casual, es una memoria de Moisés en el Sinaí, dando la ley al pueblo. Jesús aparece como nuevo lesgislador, y así lo ha visto la Iglesia desde sus comienzos: las bienaventuranzas son un programa de vida.
Se habla de las persecuciones y de la recompensa en los cielos, no como un adormecimiento de la necesidad de justicia actual, sino como su plena consumación a través de la historia: el Reino ya está aquí, pero culminará en la eternidad.

Meditación:
La Iglesia nos propone este texto para este solemne día en que recordamos a todos los santos en conjunto. Ellos constituyen a la Iglesia glorificada, son hombres y mujeres como nosotros que vivieron este proyecto de vida de las bienaventuranzas evangélicas.
Las bienaventuranzas son una promesa abierta a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, aún en medio de las contradicciones del mundo que parecen desdecirlas, ¿qué tanto mantengo mi esperanza en Dios?
El Reino de los cielos es la posesión del mismo Dios desde esta vida, como un germen que quedamente va creciendo. ¿Realmente estoy convencido de que mi vida ya está preñada de la santidad de Dios? ¿En qué acontecimientos de mi vida puedo ver la realización del Reino de los cielos en mi propia historia?
Las bienaventuranzas como proyecto de vida, nos plantean encarar las situaciones con un corazón renovado. ¿Cuáles de estas situaciones vivo actualmente?
La confianza en Dios, para dejarse hacer por Él, es una de las claves de muchos santos para dejarse conducir por el camino de la ley del Amor.

Oración:
Señor, que has enunciado en el monte una nueva forma de vida, basada en la confianza infinita en tu misericordia, ayúdame a acrecentar mi anhelo de ti, para que los llantos, hambres y persecuciones de esta vida, más que alejarme, me acerquen a ti. Quiero aventurarme a vivir lo inesperado, pero siempre de tu mano. No pretendo santidad propia, sino sólo aquella felicidad que brota de ti y que es capaz de transfigurar nuestra existencia, haciendo palpable tu Reino ya desde esta vida. Dichosos mis hermanos y hermanas del cielo, que ellos intercedan por mi y sean mi modelo para amarte cada día aunque sea un poquito más.

Contemplación:
Deja que estas palabras hagan eco en tu corazón. Las bienaventuranzas son de esos textos que aún sin nunguna explicación logran consolar el corazón y sostener el compromiso por transformar la propia realidad.
Repítelas a lo largo de la semana, que caldeen tu espíritu y puedas anunciarlas a quienes te rodean con una simple sonrisa.

Dios te llene de su paz.
שלום

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31 Domingo Ordinario “B”
Marcos 12, 28-34

LECTURA. El Evangelio de éste domingo presenta como interlocutores a Jesús y a los jefes sociales y religiosos del judaísmo histórico. El intento del evangelista es doble: afirmar la autoridad absoluta de Jesús y de su enseñanza, y también presentar y motivar la división definitiva del judaísmo.
Es un escriba que se acerca a Jesús animado por una intención recta. La pregunta que le hace a Jesús se entiende en el contexto de las escuelas rabínicas y de las tradiciones de los judíos de ese tiempo. Los grandes rabinos estaban empeñados en encontrar un principio unificador que sintetizara los 613 preceptos positivos y negativos del Pentateuco, pero en esto, todos mantenían opiniones divergentes. Y la respuesta que le da Jesús resulta una combinación de dos textos del Antiguo Testamento.
El primero es el inicio del Shema, con la profesión de fe y el inicio del amor hacia Dios. Este precepto, afirma, Jesús, es el primero, pero rápidamente agrega, citando un segundo mandamiento: es el del amor hacia el prójimo.
La novedad de la enseñanza de Jesús está aquí, precisamente, en haber unido los dos mandamientos, integrándolos el uno en el otro y en haberlos declarado juntos y señalado como “el más grande”. La afirmación definitiva de Jesús se interpreta en el sentido que se trata del mandamiento que está por encima de todos: no es por lo tanto aquel que abraza y sintetiza a los otros, sino del que todos los otros reciben su sentido y aquél respecto del cual no se da uno más grande.
Jesús sin embargo no lo pone sobre el mismo plano: el amor al prójimo es sólo el “segundo” mandamiento. Si es verdad que no es necesario separar u oponer, es también verdad que no se puede reducir el amor hacia a Dios al amor al prójimo.
Jesús enseña que el amor auténtico hacia los hermanos no puede ser practicado en toda su radicalidad sino es que partiendo de la fe en Dios, teniendo a Dios como fundamento y referencia de la propia existencia. Lo que deriva es que no puede existir amor verdadero hacia el prójimo sin escucha de Dios y sin fe en su palabra, como no puede existir fe auténtica sin la práctica del amor fraterno.
El escriba retoma lo dicho por Jesús y expresa un juicio sobre los holocaustos y los sacrificios. El lugar de éste diálogo dan a la afirmación del escriba y de Jesús una particular dureza e incisividad. Están sobre la plaza del templo, después de la expulsión de los vendedores y antes del anunció de la destrucción del templo. Jesús, es claro que no ha entendido abolir el culto como tal, sino su degeneración en el formalismo y, sobretodo, la contraposición que podrá insinuarse entre servicio-culto a Dios y amor por el hombre, entre “misericordia y sacrificio”
Jesús con su respuesta al escriba no sólo condivide la toma de distancia de un culto que en nombre de Dios tolera y favorece formas de convivencia con leyes o estructuras que olvidan el primado del amor, sino sobretodo, acepta cuanto se ha dicho en la fe de Israel: la unicidad absoluta de Dios, deja intuir que todo esto no basta para poder hacer parte del reino; se necesita todavía algo más esencial. Lo esencial e inseparable será lo que ya une la persona de Jesús y su actividad con el reino de Dios.

MEDITACIÓN. Ante la polémica sobre el primer mandamiento y la infinidad de preceptos; Jesús no simplifica la ley: la radicaliza centrando su sentido en el amor total a Dios y en el amor al prójimo como a uno mismo; profundiza las exigencias, haciendo a todas expresión de ese doble amor. El mejor culto a Dios pasa por el cultivo de la fraternidad: entenderlo así, nos acerca al Reino.
La ley de Dios, según Jesús, quedó así resumida en el amor debido a Dios, lo que es lógico para todo creyente, y en un amor al prójimo que iguale el que nos tenemos cada uno, lo cual es excesivo para cualquiera. Esto quiere decir que la obediencia que le debemos a Dios no se salda tanto haciendo lo que se nos manda o evitando lo que se nos prohibe; cuanto amando cuando lo hagamos o lo debamos rehuir; no se trata, simplemente de no hacer el mal ni de omitir el bien, sino de amar lo que hacemos o evitar no hacerlo por amor.
Concentrando toda la ley de Dios en el precepto del amor a Dios, Jesús no nos ha facilitado la obediencia. Nos sigue poniendo en aprietos el tener que amar a Dios sólo y con todas nuestras fuerzas. Y es que la exigencia de amor es la única que el hombre jamás dejará cumplida y, por tanto, nunca se librará de ella; el amor es así, y lo es mucho más el amor que le debemos a Dios; es un amor que siempre se mantiene en deuda; el amor que a Dios debemos nos mantiene siempre endeudados con Él. Por eso, ése es el primer mandamiento suyo. Imponiéndonos su amor, nos ha impuesto un deber; por más, por mejor, que amemos a Dios, siempre estaremos con Él en deuda de amor. Por lo tanto, nuestro esfuerzo por obedecer su mandato será nuestro mejor modo de mostrarle nuestro cariño.
Dios quiere que se le ame en exclusiva, no soporta otros amores que no sean Él en el corazón de los suyos; y, precisamente por ello, manda que amemos a los demás con el mismo amor que nosotros nos tenemos. El único amor, pues, que Dios soporta en sus fieles es el amor a su prójimo. El Dios que quiere ser nuestro, amado en exclusiva, no se siente celoso si amamos a nuestros hermanos. Sólo quien ama a Dios sobre todas las cosas y con todo su corazón podrá poner al prójimo en el centro de sus preocupaciones. Y al mismo tiempo, el amor al prójimo será así, la medida de nuestro amor a Dios

ORACIÓN. Gracias, Señor; porque nos quieres teniéndote por encima de todos nuestros pensamientos y acciones y como el más importante amor de nuestra vida.
Por tu gracia, he llegado a entender que lo más importante de mi vida y el deber primordial es el amor a Tí por encima de cualquier otro amor. Este es lo más importante que tengo que cumplir; pero es la realización más grande que como persona puedo vivir. Amar a Dios sólo y con todas mis fuerzas.
Porque he sido obra salida de las manos de Dios por amor; me siento querido y amado por Él; y esta experiencia de amor que siempre se tiene, es un amor que siempre mantendré en deuda con Él. Hoy descubro que Dios me ha impuesto un deber: amar, ésta es la deuda del amor. Ser obediente con Él será la mejor muestra de mi cariño y de mi amor.
Gracias, Padre, porque quieres que amándote, mi amor a Tí sea exclusivo, porque el verdadero amor exige exclusividad e intimidad.
Y Tú me pides que ame a mi prójimo con el mismo amor que me tengo; y éste es el único amor que esperas de mí y te pido que me ayudes a entenderlo y a vivirlo, pues es la única forma de serte obediente y caminar de acuerdo con tus criterios y ser verdaderamente tu discípulo.
Y es que amándote a Ti con todo el corazón, podré poner al prójimo como centro de mis preocupaciones y de mis quehaceres. La misión a la que me destinas, habla de ello: un Dios, un Padre Bueno que me ha elegido porque me ha amado y mostrándome su amor me ha destinado para salir a hacer el bien a los demás, para mí, a los jóvenes; mi misión es quererles y expresarles el grande amor que Dios les tiene y lo importante que son en la vida del Padre.

CONTEMPLACIÓN. Vive un momento durante la semana en el que te aisles de los ruidos. Toma la Palabra de Dios en las manos y platica con Dios. Experimenta el Amor de Dios y describe los momentos, cosas, personas y experiencias que te hacen sentirte amado o amada. Después describe cuánto lo amas a Él. Con cariño. P. Cleo sdb

lunes, 19 de octubre de 2009

30º domingo ordinario, B (25 octubre 2009)


Texto
Marcos 10, 46-52
(lee serena y tranquilamente el texto una o varias veces hasta desentrañar parte de su estructura, personajes y organización).

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.

Jesús se detuvo entonces y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Ánimo! Levántate, porque él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó A Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.

Lectura (Lectura de lo que dice el texto en si mismo para entenderlo mejor):
Nos presenta el último milagro en el Evangelio de Marcos de un hecho real y que tiene un valor simbólico. Presenta a Jesús saliendo de Jericó, junto con sus discípulos y mucha gente. Presenta también a un ciego, nos dice el nombre, Bartimeo, que estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna, que grita: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!; y gritaba más fuerte. Jesús tiene ese encuentro, ese diálogo, con el ciego, diciéndole: “¿Qué quieres que haga por ti?” Maestro, qué pueda ver, le dice el ciego. Jesús le hace reflexionar al decirle: “Vete, tu fe te ha salvado”. Al recobrar la vista comienza a seguir a Jesús por el camino.

Meditación ( Reflexión personal y profundización sobre la palabra, lo que a mi me dice ahora en mi familia, vida y circunstancias):
Sobresale en este relato lo que se dice literalmente y el mensaje que contiene; es importante, especialmente, el diálogo. Y uno de los temas de meditación es el presentarnos una historia de la fe: descubriendo aquí que es a través de un encuentro personal, el paso del ver, al querer ver a Aquel que lo manifiesta; es un encuentro de salvación a través de la visión, haciéndolo así un creyente: “vete tu fe te ha salvado”. Ese encuentro con Jesús es el encuentro que da la vista; de tal manera que es a través de la fe que se alcanza a descubrir la verdad de Jesucristo: “Jesús, Hijo de David”. Otro tema de meditación es el del pasar de la visión al seguimiento. Ve a Jesús y conoce desde ahora el Camino, porque anteriormente estaba al borde del camino; es al partir de ver a Jesús que ve el camino y lo sigue: sigue a Jesús, el Camino. El hombre que gritaba a Jesús: “Hijo de David, ten piedad de mí”, creía que Jesús era el Mesías, al menos esto se deduce al llamarlo Hijo de David. Este hombre así lo reconoció. Es la necesidad de salvación experimentada por personas, aquí en este caso, con referencia a carencias físicas o morales. Y el Señor aprovechó esas ocasiones para hacerles llegar a ellas la salvación eterna; eso es Buena Nueva.

Oración (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo): Señor, cuántos caminan en la vida ciegos, porque no saben, no conocen el camino. ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!, exclamó el ciego Bartimeo, que estaba al borde del camino, pero no lo veía. “¿Qué quieres que haga por tí?” le dijo Jesús. ¡Qué vea, Señor! Y en ese diálogo, en ese encuentro personal, que es un encuentro en la fe, se transforma en salvación y en visión. Al ver a Jesús ve el camino, ve la salvación y lo sigue. ¡Señor que todos te vean, qué descubran en Ti el camino que conduce a la vida. Señor que todos te descubran; puesto que eres la Palabra que te hace ver como el Camino!.

Contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, alabo, adoro y tomo decisiones de actuar de acuerdo a la Palabra de Dios en mi vida ordinaria, personal, familiar, laboral, social, escolar…)
La temática de este Domingo nos ayuda a continuar la reflexión sobre la Misión; la salvación dirigida a todos buenos y puros como también malos e impuros. El Señor purifica y sana a todos: hoy nos presenta un ciego que pide a Jesús la sanación y que se abre a la salvación; ve el Camino.



Saludos y bendiciones. Feliz Domingo, Nacho, SDB.


La Paz con ustedes.

jueves, 15 de octubre de 2009

Domingo Mundial de las Misiones, B (17 octubre 2009)


Texto a meditar y orar:

Mc 16, 15-20


Lectio:

En el texto encontramos un discurso de Jesús y la acción de la ascención a los cielos. El discurso de Jesús que consiste en el mandato misionero tiene un contexto muy sugestivo (que vale la pena recordar aunque este versículo no será proclamado en la Asamblea dominical), a diferencia de la tradición de Lucas que se da en el monte (lugar que simbolizaba en la antigüedad el encuentro con Dios), es pronunciado en torno a la mesa. Jesús primero recriminar la falta de fe de sus discípulos que no han creído los testimonios de la resurrección. (v. 14)

El mandato misionero lanza a los discípulos a anunciar la Buena Nueva (Evangelio) a toda criatura, no sólo a las naciones o a los hombres, sino que todo viviente está esperando la salvación. Y este mandato lleva en sí una promesa de salvación: "quien crea y se bautice, se salvará", el bautismo no se limita sólo a una acción ritual, sino que implica una transformación de vida marcada por la fe.

Hay señales que acompañan a los que creen, no sólo a quienes son enviados que debieran ser los primeros en creer: expulsar demonios (que es el primer milagro que narra el evangelio de Marcos, y marca la llegada de Reino de Dios para desplazar el dominio de Satanás); el hablar nuevas lenguas (signo de la espiritualidad de Pentecostés que marcó a la Iglesia en sus comienzos); la inmunidad (que recuerda la protección de Dios sobre quien confía en él, ver salmo 91), y la sanación de los enfermos (que es el signo con que responde Jesús a los discípulos de Juan Bautista cuando le preguntan sobre su mesianidad, Mt 11, 2-6).

La Ascención del Señor a los cielos no marca un lugar físico sino espiritual, es más importante el sentarse a la derecha de Dios, que significa su igualdad con el Padre, como un mismo Dios; esta confesión de fe es la que hizo Esteban, el primer mártir cristiano (ver Salmo 110 y Hech 7, 55-56). La gloria de Jesús, el Hijo de Dios va a la par que su misión en el mundo continúa, no está sentado en el Cielo de modo impasible, sino que desde su gloria acompaña a sus discípulos en la predicación del Reino por todo el mundo.


Meditatio:

Jersús se apareció en torno a una mesa, como nosotros nos reunimos en torno al altar en la Eucaristía, y les reprochó el no creer en su resurrección, ¿qué tanto creo yo en la resurrección de mi Señor?, ¿lo encuentro vivo en mi celebración dominical?

Jesús, pese a que les reprochó su falta de fe, siguió confiando en sus discípulos y los envió a predicar, ¡yo también soy enviado de parte de Cristo, mi Señor! ¿Cómo expreso en mi vida cotidiana el compromiso misionero?

Los destinatarios de la misión de predicar el Evangelio es toda criatura, es una misión que alcanza todas las realidades humanas y de la naturaleza, ¿qué lugares, personas, actividades veo que es más urgente que sea anunciado el Evangelio, como una ley de libertad auténticamente humana y de amor divino? ¿Ecología, Ciencias, Artes, Política, Familia? (y muchas más).

Entre las señales que acompañan a los que creen está el don de lenguas, ¿soy capaz de hablar nuevos lenguajes (las nuevas formas de hablar de los jóvenes, por ejemplo) para transmitir un mensaje de esperanza?

La gloria de Cristo se manifiesta en que sus discípulos continuan su misión de anunciar y vivir los valores del Reino, ¿cómo doy gloria a mi Dios y Señor?


Oración:

Señor, me conmueve hasta lo más hondo el saber que confías en mí a pesar que no tenga una fe sólida. Sabes que tambaleo pero tú, aún así, me das tu salvación para darla a los demás. Envíame, Señor, estoy dispuesto, porque a pesar que en mi vida hay luces y sombras, sé que sólo en tí hay salvación. Ayúdame a vivir mi bautismo con fe, a acoger mi existencia como un don para los demás. Dame la fuerza de tu Espíritu para poder leer los signos nuevos en que vive tu pueblo para poder comunicarles un poco de esperanza. Quisiera que todo supiera algo de ti, porque yo me siento demasiado dichoso a pesar de que es poco lo que te conozco y poco lo que te amo... y quiero amarte y creerte más. Amén.


Contemplatio:

La Iglesia dedica el tercer domingo del mes de octubre para recordar el mandato misionero. Preferentemente se habla de las misiones ad gentes (a los pueblos aún no evangelizados), pero en nuestros propios pueblos cristianos aún hay mucha gente que por tradición cultural se bautiza sin realmente creer. Piensa y reflexiona la situación tuya y de los tuyos a este respecto. ¿Cómo ser misionero justo ahí donde te encuentras?, y ¿por qué no? ¿Cómo ser misionero más allá de cualquier frontera? Oremos, apoyemos y vivamos la labor misionera de nuestra Iglesia.


miércoles, 7 de octubre de 2009

28º domingo ordinario, B (11 octubre 2009)


Texto de

Marcos 10, 17-30

(Léelo serena y tranquilamente una o varias veces hasta desentrañar parte de su estructura, personajes y organización)

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”.

Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: “Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”.

Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: “Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”.

Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mi y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”.



Lectura (Lectura de lo que dice el texto en sí mismo para entenderlo mejor):

Comienza el Evangelio diciendo que Jesús salía al “camino”. El texto nos habla del encuentro de un hombre con Jesús; después Jesús se dirige a los discípulos; y finalmente, Jesús responde a una pregunta de Pedro. Es decir, este relato nos muestra: 1) un encuentro con una persona rica y las exigencias de un seguimiento radical de Jesús; 2) Jesús que comenta sobre el peligro de las riquezas y de la salvación como un don exclusivo de Dios; 3) la recompensa prometida para aquellos que siguen a Jesús. El hombre le hace una pregunta. ¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?, señalando a Jesús como maestro bueno. Jesús le responde que Bueno es sólo Dios y añade que es en el cumplimiento de los mandamientos y siguiendo a Jesús que “tendrá un tesoro en el cielo”. Aquel hombre que cumplía desde joven, y al que Jesús miró con amor, se fue apesadumbrado porque tenía muchos bienes. Jesús aprovecha para enseñar a los discípulos y a todos aquellos que quieran seguirle, “que difícil va ser a los ricos entrar en el reino de los cielos”. Al ver asombrados a los discípulos les dice: “es imposible para las personas, pero no para Dios. Para Dios todo es posible”. Por último, a Pedro que estaba preocupado puesto que había preguntado: “¿y nosotros que te seguimos?”. Jesús le dice: “aquel que haya dejado todo, por mi y por el evangelio, recibirá el ciento por uno, junto con persecuciones”. Así entendemos cuál es el verdadero “camino” de la vida.



Meditación (Reflexión personal y profundización sobre la palabra, lo que a mí me dice ahora en mi familia, vida y circunstancias):

Nos invita a meditar sobre el seguimiento de Cristo. Y también nos presenta que la riqueza es el mayor obstáculo para seguir a Cristo de manera radical; como también, son impedimentos los afectos a los valores del mundo. Jesús mira con amor a quien lo sigue, pero le pide que lo siga con dedicación total a El y al Evangelio. Aquí es donde se encuentra la auténtica sabiduría de la vida: en el seguimiento del Señor Jesús. Jesús proclama así una novedad; porque en la tradición judía, la riqueza no era impedimento para entrar en el seno de Abraham. Jesús proclama que delante de Dios y el Reino, todo debe resultar insignificante. Ese es Evangelio, Buena Nueva; porque quien no juzga todo lo que tiene como insignificante hace a Dios insignificante.

No es intención de Jesús hacer pobres a cuantos le siguen, sino más bien que no posean otro bien fuera de El. No olvidemos que Jesús fue encontrado camino a Jerusalén y de la Cruz; pero aquella persona buena que quería ser mejor y era rica; no pudo seguir a Jesús por querer seguir siendo rica. El recuerdo de esta persona rica, que no pudo ser discípulo, es una advertencia permanente. No estaba dispuesto a sacrificar los bienes, aunque en ello se jugaba la vida para siempre. Deja a Jesús, por no dejar cuanto tiene. Conserva sus bienes, pero pierde su alegría y al Maestro Bueno. Solamente Cristo y el Evangelio merecen nuestras renuncias. Los bienes, ya sean objetos buenos o personas buenas, no son renunciables por cualquier motivo. Las únicas razones por las que renunciamos a los bienes de este mundo o a las personas: es Cristo y el Evangelio. Lo que esta persona o joven no comprendió, lo han comprendido muchos cristianos, del pasado y de hoy, que, sintiendo el mismo llamado de Cristo, se despojan de todo, no poseen nada. Así están libres para seguir a Jesús y para dedicarse a los hermanos en la Iglesia.





Oración (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su evangelio. Le respondo):

Señor, con qué cariño adviertes a tus discípulos sobre el peligro de las riquezas: “Hijitos, qué difícil les va ser a los ricos entrar en el reino de los cielos”, también porque impiden el seguimiento de Cristo, y hacen que no se encuentre la verdadera sabiduría para saber entender la vida, tanto aquí en el mundo, como la vida eterna. Así, también, a Pedro, que estaba preocupado “porque habían dejado todo para seguirte”; le aseguraste: “Aquel que haya dejado todo, por mí y por el evangelio, recibirá, en esta vida, el ciento por uno, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”. Concédenos esa sabiduría para distinguir bien el camino hacia la vida eterna, puesto que está solamente en el seguimiento de Jesús y en el Evangelio, que lo hace a uno capaz de dejar todo, aún experimentando persecuciones.



Contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro y alabo, y tomo decisiones de acuerdo a la Palabra de Dios en mi vida cristiana, sobre todo como Iglesia).

Estamos en el mes de las misiones, para vivir la vocación de la Iglesia: ser misionera. Y para rezar por todos los que están anunciando el Evangelio y construyendo el Reino en los países de misión; para que les conceda salud y entusiasmo.


Saludos y bendiciones. Feliz Día del Señor. Nacho, SDB.