miércoles, 7 de octubre de 2009

28º domingo ordinario, B (11 octubre 2009)


Texto de

Marcos 10, 17-30

(Léelo serena y tranquilamente una o varias veces hasta desentrañar parte de su estructura, personajes y organización)

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”.

Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: “Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”.

Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: “Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”.

Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mi y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”.



Lectura (Lectura de lo que dice el texto en sí mismo para entenderlo mejor):

Comienza el Evangelio diciendo que Jesús salía al “camino”. El texto nos habla del encuentro de un hombre con Jesús; después Jesús se dirige a los discípulos; y finalmente, Jesús responde a una pregunta de Pedro. Es decir, este relato nos muestra: 1) un encuentro con una persona rica y las exigencias de un seguimiento radical de Jesús; 2) Jesús que comenta sobre el peligro de las riquezas y de la salvación como un don exclusivo de Dios; 3) la recompensa prometida para aquellos que siguen a Jesús. El hombre le hace una pregunta. ¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?, señalando a Jesús como maestro bueno. Jesús le responde que Bueno es sólo Dios y añade que es en el cumplimiento de los mandamientos y siguiendo a Jesús que “tendrá un tesoro en el cielo”. Aquel hombre que cumplía desde joven, y al que Jesús miró con amor, se fue apesadumbrado porque tenía muchos bienes. Jesús aprovecha para enseñar a los discípulos y a todos aquellos que quieran seguirle, “que difícil va ser a los ricos entrar en el reino de los cielos”. Al ver asombrados a los discípulos les dice: “es imposible para las personas, pero no para Dios. Para Dios todo es posible”. Por último, a Pedro que estaba preocupado puesto que había preguntado: “¿y nosotros que te seguimos?”. Jesús le dice: “aquel que haya dejado todo, por mi y por el evangelio, recibirá el ciento por uno, junto con persecuciones”. Así entendemos cuál es el verdadero “camino” de la vida.



Meditación (Reflexión personal y profundización sobre la palabra, lo que a mí me dice ahora en mi familia, vida y circunstancias):

Nos invita a meditar sobre el seguimiento de Cristo. Y también nos presenta que la riqueza es el mayor obstáculo para seguir a Cristo de manera radical; como también, son impedimentos los afectos a los valores del mundo. Jesús mira con amor a quien lo sigue, pero le pide que lo siga con dedicación total a El y al Evangelio. Aquí es donde se encuentra la auténtica sabiduría de la vida: en el seguimiento del Señor Jesús. Jesús proclama así una novedad; porque en la tradición judía, la riqueza no era impedimento para entrar en el seno de Abraham. Jesús proclama que delante de Dios y el Reino, todo debe resultar insignificante. Ese es Evangelio, Buena Nueva; porque quien no juzga todo lo que tiene como insignificante hace a Dios insignificante.

No es intención de Jesús hacer pobres a cuantos le siguen, sino más bien que no posean otro bien fuera de El. No olvidemos que Jesús fue encontrado camino a Jerusalén y de la Cruz; pero aquella persona buena que quería ser mejor y era rica; no pudo seguir a Jesús por querer seguir siendo rica. El recuerdo de esta persona rica, que no pudo ser discípulo, es una advertencia permanente. No estaba dispuesto a sacrificar los bienes, aunque en ello se jugaba la vida para siempre. Deja a Jesús, por no dejar cuanto tiene. Conserva sus bienes, pero pierde su alegría y al Maestro Bueno. Solamente Cristo y el Evangelio merecen nuestras renuncias. Los bienes, ya sean objetos buenos o personas buenas, no son renunciables por cualquier motivo. Las únicas razones por las que renunciamos a los bienes de este mundo o a las personas: es Cristo y el Evangelio. Lo que esta persona o joven no comprendió, lo han comprendido muchos cristianos, del pasado y de hoy, que, sintiendo el mismo llamado de Cristo, se despojan de todo, no poseen nada. Así están libres para seguir a Jesús y para dedicarse a los hermanos en la Iglesia.





Oración (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su evangelio. Le respondo):

Señor, con qué cariño adviertes a tus discípulos sobre el peligro de las riquezas: “Hijitos, qué difícil les va ser a los ricos entrar en el reino de los cielos”, también porque impiden el seguimiento de Cristo, y hacen que no se encuentre la verdadera sabiduría para saber entender la vida, tanto aquí en el mundo, como la vida eterna. Así, también, a Pedro, que estaba preocupado “porque habían dejado todo para seguirte”; le aseguraste: “Aquel que haya dejado todo, por mí y por el evangelio, recibirá, en esta vida, el ciento por uno, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”. Concédenos esa sabiduría para distinguir bien el camino hacia la vida eterna, puesto que está solamente en el seguimiento de Jesús y en el Evangelio, que lo hace a uno capaz de dejar todo, aún experimentando persecuciones.



Contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro y alabo, y tomo decisiones de acuerdo a la Palabra de Dios en mi vida cristiana, sobre todo como Iglesia).

Estamos en el mes de las misiones, para vivir la vocación de la Iglesia: ser misionera. Y para rezar por todos los que están anunciando el Evangelio y construyendo el Reino en los países de misión; para que les conceda salud y entusiasmo.


Saludos y bendiciones. Feliz Día del Señor. Nacho, SDB.

1 comentario:

JUAN JOSE dijo...

Nuevamente volvemos a ver la grandeza de la misericordia de Dios.
Jesús hace ver el peligro del apego para estar totalmente libres a la misión que Dios nos pide: difundir la Buena Nueva. ¿Por qué? Porque necesitamos dar ejemplo.
Y el apego más peligroso es el apego al dinero, porque nos ciega y nos ata. No nos deja ser libres.
¿Y quién no tiene apegos?
Y con todo, Dios hace lo imposible porque nos ama, porque conoce nuestras debilidades y porque quiere salvarnos.