Texto a meditar y orar:
Lc 6,17.20-26
Lectura. El evangelio de hoy presenta las “bienaventuranzas”, con una introducción que describe el descenso de Jesús del monte y al final pone cuatro “ayes” contra los ricos, antitéticos a las cuatro bienaventuranzas.
En el discurso de las bienaventuranzas Jesús desciende a la “llanura” y rodeado de mucha gente, ofrece numerosas enseñanzas y cura muchas enfermedades. En tal circunstancia, el profeta de Nazaret se dirige a sus discípulos e inicia el segundo grande discurso del evangelio de Lucas. Se trata de un sermón dirigido a sus seguidores, se debe considerar por lo mismo con un carácter eclesial.
Lucas pone en el primer puesto la “bienaventuranza” de los “pobres”. Para Lucas, ellos se caracterizan por la condición social de indigencia, porque se encuentran efectivamente en un estado de miseria y de sufrimiento físico. Estos pobres concretos son el objeto de la alegre noticia proclamada por el Mesías. Ellos son los llamados a la cena mesiánica y toman el lugar de los invitados oficiales. Los pobres proclamados “bienaventurados” en el evangelio de Lucas son las personas indigentes en sentido socio-económico.
En la última bienaventuranza, Lucas presenta un mensaje propuesto por Jesús bastante desconcertante, porque el odio y las persecuciones a causa del Hijo del hombre son presentadas como motivo y fuente de alegría. La hostilidad debe ser para el cristiano motivo no de tristeza, sino de alegría, porque su recompensa en los cielos es abundante. Con tal experiencia los seguidores del Señor se muestran hijos de los profetas, los cuales sufrieron persecuciones, ultrajes y también el martirio.
El Maestro proclama bienaventurados a los pobres, porque ellos entrarán en el reino celeste. Y “Reino” para Lucas significa la señoría salvífica y real de Dios que tiene su sede en el cielo, donde el Señor ejercita en modo eminente su realeza de amor. Y sin embargo, con la venida del Mesías, el reino ha hecho irrupción sobre la tierra, donde ha suscitado los efectos salvíficos de la soberaneidad de Dios.
Los pobres, por lo tanto, deben considerarse felices, porque ya en este mundo empiezan a tener experiencia de la intervención de realeza del Señor, el cual se preocupa de sus hijos, los más miserables.
Lucas agrega, cuatro “ayes” en forma muy original. En ellos Lucas expresa su propio pensamiento respecto a los ricos; son severas amenazas a las personas que viviendo en estado de injusticia moral y de pecado deben temer los castigos divinos.
Meditación. Las bienaventuranzas son la expresión de Dios en la existencia de los hombres. Lo que en ellas se proclama es un misterio de gracia y de bondad que sobrepasa todo el equilibrio de la tierra. Los pobres, los hambrientos, los que lloran tienen ya la vida y son felices. Son felices no en sí mismos - por ser pobres o miserables - sino porque descubren que Dios les enriquece en Jesucristo. El pobre no es rico simplemente en su pobreza material; es rico porque en medio de toda su miseria Dios le está ofreciendo el reino.
Pobre no se identifica con la penuria material, sino con la indigencia del hombre que se descubre necesitado y se abre hacia la gracia (el bien, la justicia, la vida). Pobre es el que se abre a Dios y llama el que no puede sostener su vida en leyes, seguridades o riquezas de la tierra, aquel que llora, padece necesidad, está indefenso.
Bienaventurados son los pobres, los hambrientos, los perseguidos: Pero no lo son por cuanto han llegado a ser una situación humana desgraciada, sino por cuanto se les promete, porque se les anuncia que Dios está de su parte.
La dicha que Jesús prometió a sus discípulos se basa en Dios, simplemente: porque Él quiere estar cerca de los que nada tienen, de los pobres, o si algo tienen son preocupaciones y amenazas. El problema de encontrar la felicidad no está en tener lo que se desea, o se necesita, para vivir bien, sino en ser lo que Dios espera de cada uno de sus seguidores, o, mejor dicho, en dejarle que sea tan bueno con nosotros como quiere serlo.
La felicidad la consigue quien la espera ahí donde Dios está por venir, quien hace de Dios su mejor porvenir. El espíritu de pobreza no consiste en hacerse miserable, sino en disponer de todo lo que se tiene como don que se ha recibido; consiste en vivir “el gozo del hoy”, sin sentirse amenazado por el mañana incierto. El pobre no es feliz porque carezca de recursos para sobrevivir, sino porque necesariamente para vivir ha de recurrir a su Dios. El pobre de espíritu es quien más goza de lo que tiene, sin importarle mucho qué o cuánto tiene, porque sabe que todo es don de Dios, lo que ha recibido y lo que se le ha prometido: la renuncia y el desprendimiento no es lo que logran hacer dichoso al pobre, sino su capacidad para descubrir en cualquier situación la mano de Dios, sus atenciones y un anticipo del reino que viene.
Oración. Gracias, Señor y Padre, Bueno, porque después de haber bajado del monte, de hacer oración y de haber elegido a tus discípulos has querido revelarles el grande amor del Padre hacia los hombres. En la vida de los hombres se empieza a hacer realidad la llegada del Reino de los Cielos, cuando Dios se hace presente y opta por los más pobres, por los que pasan hambre, por los que lloran y por los que sufren persecución. Un Dios así, que ha optado por los menos favorecidos y por los más burlados de nuestra sociedad, es un Dios que tiene crédito, pues se preocupa del más necesitado y del más relegado.
La riqueza del pobre y su plena felicidad, Señor es haberte descubierto a Ti; en medio de su miseria y de sus dificultades tiene la esperanza de contar con un Dios que se cuida y se preocupa de él.
Gracias por encontrarte siempre de nuestra parte, de la parte de los pobres y de los que sólo y únicamente hemos puesto nuestra confianza en Ti. Tú eres nuestra única dicha, la única felicidad y el completo consuelo que esperamos a todos los momentos de dificultad que encontramos durante el recorrido por nuestra vida. Tú eres la esperanza que inunda nuestros corazones para vivir en alegría e ilusionados con el proyecto de discernimiento de tu santa voluntad, pues Tú nos has invitado a vivir la vida y sabemos que estás con nosotros. Tú eres nuestro porvenir y no hay otro. Ayúdanos a descubrir tu mano providente y tus atenciones y cuidados.
Contemplación. Experimenta el gozo y la confianza de saber y sentir que Dios ha optado por Ti; que eres pobre; y que obra en favor tuyo, a pesar de las apariencias de lo contrario.
Lectura. El evangelio de hoy presenta las “bienaventuranzas”, con una introducción que describe el descenso de Jesús del monte y al final pone cuatro “ayes” contra los ricos, antitéticos a las cuatro bienaventuranzas.
En el discurso de las bienaventuranzas Jesús desciende a la “llanura” y rodeado de mucha gente, ofrece numerosas enseñanzas y cura muchas enfermedades. En tal circunstancia, el profeta de Nazaret se dirige a sus discípulos e inicia el segundo grande discurso del evangelio de Lucas. Se trata de un sermón dirigido a sus seguidores, se debe considerar por lo mismo con un carácter eclesial.
Lucas pone en el primer puesto la “bienaventuranza” de los “pobres”. Para Lucas, ellos se caracterizan por la condición social de indigencia, porque se encuentran efectivamente en un estado de miseria y de sufrimiento físico. Estos pobres concretos son el objeto de la alegre noticia proclamada por el Mesías. Ellos son los llamados a la cena mesiánica y toman el lugar de los invitados oficiales. Los pobres proclamados “bienaventurados” en el evangelio de Lucas son las personas indigentes en sentido socio-económico.
En la última bienaventuranza, Lucas presenta un mensaje propuesto por Jesús bastante desconcertante, porque el odio y las persecuciones a causa del Hijo del hombre son presentadas como motivo y fuente de alegría. La hostilidad debe ser para el cristiano motivo no de tristeza, sino de alegría, porque su recompensa en los cielos es abundante. Con tal experiencia los seguidores del Señor se muestran hijos de los profetas, los cuales sufrieron persecuciones, ultrajes y también el martirio.
El Maestro proclama bienaventurados a los pobres, porque ellos entrarán en el reino celeste. Y “Reino” para Lucas significa la señoría salvífica y real de Dios que tiene su sede en el cielo, donde el Señor ejercita en modo eminente su realeza de amor. Y sin embargo, con la venida del Mesías, el reino ha hecho irrupción sobre la tierra, donde ha suscitado los efectos salvíficos de la soberaneidad de Dios.
Los pobres, por lo tanto, deben considerarse felices, porque ya en este mundo empiezan a tener experiencia de la intervención de realeza del Señor, el cual se preocupa de sus hijos, los más miserables.
Lucas agrega, cuatro “ayes” en forma muy original. En ellos Lucas expresa su propio pensamiento respecto a los ricos; son severas amenazas a las personas que viviendo en estado de injusticia moral y de pecado deben temer los castigos divinos.
Meditación. Las bienaventuranzas son la expresión de Dios en la existencia de los hombres. Lo que en ellas se proclama es un misterio de gracia y de bondad que sobrepasa todo el equilibrio de la tierra. Los pobres, los hambrientos, los que lloran tienen ya la vida y son felices. Son felices no en sí mismos - por ser pobres o miserables - sino porque descubren que Dios les enriquece en Jesucristo. El pobre no es rico simplemente en su pobreza material; es rico porque en medio de toda su miseria Dios le está ofreciendo el reino.
Pobre no se identifica con la penuria material, sino con la indigencia del hombre que se descubre necesitado y se abre hacia la gracia (el bien, la justicia, la vida). Pobre es el que se abre a Dios y llama el que no puede sostener su vida en leyes, seguridades o riquezas de la tierra, aquel que llora, padece necesidad, está indefenso.
Bienaventurados son los pobres, los hambrientos, los perseguidos: Pero no lo son por cuanto han llegado a ser una situación humana desgraciada, sino por cuanto se les promete, porque se les anuncia que Dios está de su parte.
La dicha que Jesús prometió a sus discípulos se basa en Dios, simplemente: porque Él quiere estar cerca de los que nada tienen, de los pobres, o si algo tienen son preocupaciones y amenazas. El problema de encontrar la felicidad no está en tener lo que se desea, o se necesita, para vivir bien, sino en ser lo que Dios espera de cada uno de sus seguidores, o, mejor dicho, en dejarle que sea tan bueno con nosotros como quiere serlo.
La felicidad la consigue quien la espera ahí donde Dios está por venir, quien hace de Dios su mejor porvenir. El espíritu de pobreza no consiste en hacerse miserable, sino en disponer de todo lo que se tiene como don que se ha recibido; consiste en vivir “el gozo del hoy”, sin sentirse amenazado por el mañana incierto. El pobre no es feliz porque carezca de recursos para sobrevivir, sino porque necesariamente para vivir ha de recurrir a su Dios. El pobre de espíritu es quien más goza de lo que tiene, sin importarle mucho qué o cuánto tiene, porque sabe que todo es don de Dios, lo que ha recibido y lo que se le ha prometido: la renuncia y el desprendimiento no es lo que logran hacer dichoso al pobre, sino su capacidad para descubrir en cualquier situación la mano de Dios, sus atenciones y un anticipo del reino que viene.
Oración. Gracias, Señor y Padre, Bueno, porque después de haber bajado del monte, de hacer oración y de haber elegido a tus discípulos has querido revelarles el grande amor del Padre hacia los hombres. En la vida de los hombres se empieza a hacer realidad la llegada del Reino de los Cielos, cuando Dios se hace presente y opta por los más pobres, por los que pasan hambre, por los que lloran y por los que sufren persecución. Un Dios así, que ha optado por los menos favorecidos y por los más burlados de nuestra sociedad, es un Dios que tiene crédito, pues se preocupa del más necesitado y del más relegado.
La riqueza del pobre y su plena felicidad, Señor es haberte descubierto a Ti; en medio de su miseria y de sus dificultades tiene la esperanza de contar con un Dios que se cuida y se preocupa de él.
Gracias por encontrarte siempre de nuestra parte, de la parte de los pobres y de los que sólo y únicamente hemos puesto nuestra confianza en Ti. Tú eres nuestra única dicha, la única felicidad y el completo consuelo que esperamos a todos los momentos de dificultad que encontramos durante el recorrido por nuestra vida. Tú eres la esperanza que inunda nuestros corazones para vivir en alegría e ilusionados con el proyecto de discernimiento de tu santa voluntad, pues Tú nos has invitado a vivir la vida y sabemos que estás con nosotros. Tú eres nuestro porvenir y no hay otro. Ayúdanos a descubrir tu mano providente y tus atenciones y cuidados.
Contemplación. Experimenta el gozo y la confianza de saber y sentir que Dios ha optado por Ti; que eres pobre; y que obra en favor tuyo, a pesar de las apariencias de lo contrario.
P. Cleo
1 comentario:
me parece super chevere las facilidadaes del material para realizar una buena lectio, gracias por sus reflexiones yo soy posnovicio salesiano en el ecuador
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