jueves, 9 de junio de 2011

Domingo de Pentecostés, A (12 junio 2011)

“Reciban el Espíritu Santo”
Texto de Juan, 20, 19-23

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.
De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envió yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Lectura. El evangelio de hoy presenta la misión (del Espíritu a los discípulos y de los discípulos al mundo) para el perdón universal.
La iniciativa del Señor Resucitado de encontrarse con los apóstoles y discípulos, supera los obstáculos: la casa atrancada y unos discípulos encerrados en su temor, no son impedimentos. Es significativo que de unos hombres aterrados no habrían salido valientes predicadores de no haberse dado un encuentro real con el Señor Jesús; y luego, el texto presenta una alusión muy sutil del cuerpo resucitado del Señor Jesús. El darse a ver, con sus señales de la pasión confirma el interés del evangelista en probar la identificación de Jesús, que los discípulos lograron sólo gracias a la intervención del mismo Señor.
La presencia inesperada de Jesús en medio de ellos les devuelve la alegría. Y les concede, como regalo la paz. Su repetido saludo no es un mero deseo, sino don concedido y viático para una misión. El enviado de Dios, devuelto a la vida y vuelto al Padre, encarga a los suyos de su propia misión y los hace sus enviados.
También la lectura del evangelio nos recuerda en primer lugar la creación del primer hombre, cuando Dios inspira su aliento al barro y en segundo lugar, hace imaginar que se está cumpliendo la esperanza escatológica de la recreación de los huesos desencarnados que proclama el Profeta Ezequiel en su libro.
A la presencia del Espíritu, el Evangelio asegura junto con la presencia del Señor entre los suyos, el perdón universal e incondicionado de los pecados; es decir que para el Evangelio de Juan es la comunidad cristiana el único lugar en el mundo donde ya no tiene futuro el pecado del hombre, porque su misión, su tarea exclusiva es el perdón universal y hasta incondicional de los pecados. En manos de hombres queda ahora la misión del Hijo: abrir a los hombres al amor y capacitarlos para la entrega; más que autoridad y poder es éste un servicio y una responsabilidad que convierte a los discípulos en hombres nuevos.

Meditación. El nuevo Hombre, que es Jesús Resucitado, da la misión y la posibilidad a sus discípulos de ser nuevos hombres y hacer nueva a la humanidad, dándoles su Espíritu.
Quien cree en la Resurrección del Señor Jesús, tiene el perdón como quehacer y el Espíritu de Jesús como viático.
La presencia del Señor Resucitado saca al discípulo de sus temores, de sus miedos, de la inseguridad y le trae como primer regalo la alegría de tener presente a su Señor y le viene otorgado el don de la Paz.
Para el discípulo y para la comunidad de creyentes, es el Espíritu del Resucitado el que hace al hombre nuevo a los ojos de Dios; es el Espíritu que llenándoles de nueva vida hace surgir de la debilidad al hombre. Y es la misión del perdón lo que lo comprometerá en la nueva evangelización.
La comunidad cristiana, nació el día en que los discípulos de Jesús, superaron sus miedos, vieron al Resucitado y recuperaron la alegría de vivir y además, vieron el mundo como la gran misión. Era un sólo día, y sin Jesús a su alcance, pero llenos de su Espíritu, los discípulos hicieron más que durante los años de convivencia con Jesús por los caminos de Palestina.
Ser discípulo de Jesús, ser creyente es sentirse enviado por el Señor al mundo y aprender a vivir del Espíritu que nos ha sido dado como regalo. Sentir la presencia del Espíritu en nuestras vidas es recuperar la tarea para la cual nacimos al mundo como Iglesia: la tarea del perdón.

Oración. Señor Jesús, que has querido encontrarnos en el lugar de nuestras falsas seguridades; donde nuestros miedos y temores nos han encerrado y contemplar la decepción que nos causa el no poder testimoniarte como la Nueva Vida. Te agradecemos porque en tu presencia constante como Resucitado nos has dado, a la Iglesia, al Espíritu que nos hace gentes nuevas, nos da tu aliento y fuerza que nos envía a anunciar una nueva humanidad, realizando el perdón de los pecados para proclamar tu Amor.

Contemplación. Me siento llamado a vivir en el Espíritu del Señor. Dejarme guiar por motivaciones de la Nueva Vida del Señor Resucitado. Estoy invitado a quitar de mi vida, miedos, recelos, suspicacias, desconfianzas y vivir serenamente la espera del Señor. Serán signos en mi vida de la presencia del Espíritu Santo, si vivo de la Alegría del Resucitado y si aprendo a ofrecer el perdón a los demás.

Feliz Fiesta de Pentecostés
La Paz con ustedes.

No hay comentarios: