jueves, 28 de julio de 2011

18° domingo ordinario, A (31 julio 2011)

Texto a meditar, orar y vivir: 
Mateo 14, 13-21

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como ya se hacía tarde, se acercaron los discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer”. Pero Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”. Ellos le contestaron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. Él les dijo: “Tráiganmelos”.
Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

Lectura (Lectio): (lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central).
Este relato es narrado en los evangelios seis veces y por lo mismo su repetición es un reflejo de la importancia que tenía la multiplicación de los panes para los primeros creyentes. El relato es un recuerdo fresco en la mente de los que lo vieron y vivieron, cuando recordaban que Dios alimentó antiguamente a su pueblo por el desierto con el maná; pero Jesús superará a Moisés y al hecho del desierto cuando es Él quien alimenta a los creyentes. Enseguida, los discípulos también son invitados a dar de comer al gentío y aunque la tarea parece imposible para ellos al principio, Jesús les enseña que la solución está en el compartir. Y, posteriormente, hay que notar que el relato posee un tono litúrgico, que recuerda otro parecido como es la institución de la Eucaristía: “al atardecer, tomó los panes, pronunció la bendición, los partió y se los dio a los discípulos…” Jesús ofrece así el banquete del Reino. Encontramos estos personajes: Juan el Bautista que lo habían matado, Jesús, la gente que lo seguía, la muchedumbre, los enfermos, los discípulos, los hombres (cinco mil), las mujeres y los niños. Y los verbos: seguir, ver, compadecerse, despedir, irse y comprar, dar, traer, mandar, tomar, mirar, pronunciar la bendición, partir, dar, distribuir, comer, sobrar, llenarse. Lugares: en una barca, en un lugar apartado, en lo despoblado y empezando a oscurecer, el sentarse sobre el pasto. Jesús que se compadece e interviene, curando enfermos, y saciando el hambre de las gentes. Nos hace notar los sentimientos y las actitudes de Jesús.

Meditación (Meditatio): (saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad).
Uno de los signos más portentosos que realiza de Jesús es la multiplicación de los panes. Jesús, alejándose hacia un lugar apartado y solitario, es buscado por la gente para saciarse de su Palabra, sin importarles, ni siquiera saciar su hambre de pan; y lo primero que Jesús vio fue una muchedumbre que le buscaba en su lugar de retiro porque sentía necesidad de sus palabras. El creyente del evangelio es el que se da cuenta que le falta Jesús y es quien va en su búsqueda sin permitir que se aleje; éste es el mejor modo de asegurarse que él saciará un día su hambre. Dice el evangelio bellamente que cuando Jesús vio a la multitud, sintió compasión de la gente y esto nos afecta pues sólo quien se acerca a Jesús habiéndolo echado en falta, lo encontrará compasivo y misericordioso, comprensivo con nuestras carencias y dispuesto a ayudarnos a superarlas. Porque Jesús alimentó a una muchedumbre de la que antes se había compadecido y a la que había sanado; antes del pan les prestó atención y cuidado; se cuidó de ellos antes de darles alimento. Y por último, la dureza del corazón de los discípulos fruto de la insensibilidad y la incapacidad para sentir compasión de los demás es otro de los aspectos que vio Jesús; es Jesús que le dice al hombre, en cuanto varón, que debe ser sensible ante las necesidades de los demás; además, no permitirá que se desliguen de su responsabilidad frente al que menos tiene o quien padece más hambre que nosotros; no se puede pensar en satisfacer la propia necesidad, sin hacerse cargo de las necesidades de los demás. Y es que el maestro no ve bien que sus discípulos piensen en desentenderse de los hambrientos, sólo porque no tienen lo necesario para darles de comer.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor, tu Palabra, que nos muestra el Amor del Padre para cada uno de nosotros, alimente nuestras vidas. Señor, mueve nuestros corazones hacia Ti, que te busquemos, que te descubramos en tu retiro y en tu silencio y que ahí, como discípulos, te escuchemos y saciemos nuestra hambre de Ti; que tu Palabra le dé sentido a nuestro caminar por la vida, para que nos confiemos a Ti y a tu amor; que tu Palabra sea lámpara que ilumina nuestras vidas para poder ver las necesidades de los demás. Señor, que veamos por los demás y caminemos a la luz de tu Palabra y de tu Evangelio. Sólo alimentándonos de ti saciaremos nuestra hambre y la de los demás.

Contemplación (Contemplatio): siéntete contemplado por el Señor. Te invito a buscar a Dios en un momento de tu día de trabajo y descubrirle tu Persona y en la intimidad del encuentro con Él siéntete contemplado por Él, comprendido por Él y amado por Él. Y después deposita tu confianza en Él y agradécele.

La Paz con ustedes.

jueves, 21 de julio de 2011

17° domingo ordinario, A (24 julio 2011)

Texto a meditar, orar y vivir: 
Mateo 13, 44 - 52.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.
También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. ¿Han entendido todo esto?”
Ellos contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
Nos encontramos a orillas del lago de Genesaret. Donde Jesús enseñó tantas veces y donde llamó a sus primeros discípulos; allí ellos descubrieron el valor del Reino. Este párrafo es la conclusión del bello capítulo 13 centrado sobre las parábolas. Y se distinguen fácilmente las tres parábolas. La del “tesoro escondido”, la del “vendedor de perlas” y la de la “Red que echan en el mar”. En las dos primeras parábolas se muestra claramente el comportamiento de los protagonistas y en la última que nos habla de una selección, es decir un carácter escatológico, donde tendrá lugar una separación, semejante a la del trigo y la cizaña que escuchamos el domingo pasado. Las parábolas nos invitan a un discernimiento y elección en favor de un bien que vale mucho más que cualquier otro. Es decir, se ilustra la actitud que es necesario asumir de frente a un tesoro o una perla que se han encontrado y que es la misma actitud que hay que tener frente a la realidad del Reino. Delante del “don de Dios” para las personas, realizado en Cristo, es necesario hacer una evaluación y una elección. Pero, es bueno reflexionar que habrá una selección hecha por los ángeles como los hicieron los pescadores al sacar la red a la playa.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
Jesús confirma a sus oyentes que el Reino de Dios no está al alcance de todos, pero que todos pueden encontrarlo, pues está, como el tesoro o la piedra preciosa, esperando ser descubierto. Y da un criterio para discernir; quien lo encuentra puede desprenderse de todo cuanto tiene, con tal de obtenerlo; si Dios no nos merece cualquier renuncia, la renuncia a cualquier bien, es que no lo hemos descubierto.
El descubridor de tesoros y el traficante de perlas, se encontraron repentinamente con algo que no esperaban; no perdieron tiempo y tuvieron que perder sus bienes; supieron que solo vendiendo todo lo que tenían podían obtenerlo; para hacerse propietarios del bien recién descubierto. Y porque sabían que era lo que habían descubierto, reaccionaron con rapidez; y el desprendimiento de sus posesiones fue total.
Así es el Reino de Dios: una vez encontrado, se encuentra la fuerza para poner todo en venta con tal de adquirirlo; una vez descubierto, se descubre que los bienes que se tienen no valen tanto, ni siquiera todos juntos, como vale éste. Delante del “don de Dios” para las personas, realizado en Cristo, es necesario hacer una evaluación y una elección. La evaluación acerca de la absoluta prioridad del bien que es encontrado (la expresión indica que el bien es fruto de la gratuita libertad de Dios), seguida de la capacidad de subordinarle todo lo demás.
La pregunta que dirige Jesús a sus discípulos sigue siendo actual: el gozo de quien pierde todo es posible sólo a quien conoce la alegría de ganar a Dios y su Reino. Las parábolas son para el creyente de cualquier tiempo, una invitación a tener un discernimiento y una responsabilidad sobre una propuesta que bien vale la entrega de toda la vida. Las parábolas explican su naturaleza escondida y la irresistible atracción que despierta en quien lo descubre: y es El Reino de los cielos.


Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Dios y Padre Bueno: Te pedimos que nos asista tu Espíritu Santo para vivir en continua búsqueda de ese Reino de los Cielos que se encuentra oculto; que nos pongamos en esa actitud de tensión llena de esperanza para buscar el sentido de nuestra vida.
Gracias por este gran regalo que nos invitas a buscar; danos la fuerza para saber valorar y encontrándolo, saber desprendernos de todo cuanto tenemos y entregar todo a cambio; porque sólo así descubriremos quien es lo más valioso que tenemos en esta vida y lo que le da sentido a todo lo que hacemos en esta vida.
Hoy, pues, ante este Reino que está oculto y que se nos ha sido descubierto, nos sentimos motivados a actuar con rapidez y vender todo lo que tenemos para así apenas alcanzarlo.
Señor, te pedimos la fuerza para poner todo en venta y adquirir este tesoro que es Cristo Jesús; te pedimos la claridad de inteligencia y la sabiduría para descubrir que todo cuanto poseemos, no vale tanto como vale Él; te pedimos que muevas nuestro corazón para deshacernos de todo lo que nos impide encontrarnos con este tesoro: Cristo. Y al final cuando haya esa selección, esa separación, cuéntanos entre aquellos, que dejaron, que vendieron todo, para poseer a Cristo y con Él, el Reino.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida, a descubrirlo como la Luz que ilumina tu vida y a vivirla con profundidad y sentido.
El Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Juventud cuyo tema: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”, que próximamente se celebrará en Madrid, España, los días 16 a 21 de Agosto y en el que el Papá llegará el día 18, ha dicho: “Juventud: es un tiempo que el Señor les da para poder descubrir el significado de la existencia”. Recemos por esta Jornada.


La Paz con ustedes.

miércoles, 13 de julio de 2011

16° domingo ordinario, A (17 julio 2011)

Texto a meditar y orar:
Mateo 13, 24-43

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario, hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
El evangelio nos presenta la parábola del trigo y la cizaña, formando parte del discurso parabólico del capítulo 13 de Mateo. Esta parábola nos habla del Reino de Dios y de su sencillez. Esta fue explicada por Jesús mismo. Y al mismo tiempo nos deja entrever como caminaban las comunidades cristianas. La parábola de la cizaña que hoy meditamos, está centrada sobre la paciencia de Dios. Y marca significativamente un contraste entre la mentalidad del patrón del campo y aquella de los servidores: impacientes e imprudentes los segundos; paciente, prudente y sabio el primero. Jesús introduce una distinción entre el tiempo presente, para pensarlo en tiempo de espera, de misericordia, de acogida de los pecadores, de conversión como una invitación a todos, con el tiempo final, que sólo será el tiempo del rendir cuentas.
Por otra parte, la comunidad mesiánica instaurada por Jesús es actualmente una realidad en la cual habitan juntos el germen del bien y al mismo tiempo las fuerzas del mal, una realidad plenamente injertada en la historia y por lo mismo incompleta, en camino hacia la instauración completa y final que tendrá lugar sólo en el misterioso futuro de Dios.
En labios de Jesús, por tanto, la parábola es una invitación dirigida a los fieles a dejar a un lado cualquier impaciencia entre hacer el bien o el mal y a los “sordos”, y a replantear sus posiciones. Es anuncio de esperanza, basado no sobre la convicción de que las fuerzas del mal no lograrán sofocar las semillas de la alegría y de la santidad, sino sobre todo, basada en el presente, sobre la misericordia de Dios.
Las dos pequeñas parábolas; la del grano de mostaza y la de la levadura, tratan también ellas, de corregir una distorsionada espera y sugieren una justa mentalidad respecto a la persona y a la obra de Jesús: el Reino de Dios no se instaura en la potencia, en la magnificencia y en la gloria. Por lo mismo, ninguna impaciencia es legítima, ninguna desilusión puede ser motivada por resultados reducidos.
Las dos parábolas giran en torno a un contraste “pequeño, grande”. Pequeño es el grano de mostaza, pequeña es la levadura; grande es el árbol, grande es la masa de pasta. En la persona de Jesús ha tomado cuerpo una lucha que manifiesta los caracteres de la pequeñez y la simplicidad de los inicios, sin la aparición de toda la potencia y la riqueza que lleva por el contrario su máxima maduración.
Todavía más, la parábola de la levadura, respecto a aquella del grano de mostaza, deja ver el dinamismo y el poder transformador de Jesús y de su gracia pascual; ciertamente a través del silencio y de la elección entusiasta y escondida.
En la parábola de la cizaña, la respuesta del patrón es un freno a la impaciencia de los siervos y, por lo tanto, un correctivo para las esperas mal fundadas al respecto del Mesías y a su obra. Con la parábola del trigo y la cizaña Jesús proclama que en el Reino de Dios no todo lo que crece, con su predicación, es trigo limpio; y el día ha de llegar en que se haga justicia; mientras tanto, a todo lo que haya crecido se le concede una oportunidad. Dios como el sembrador tiene paciencia con su campo.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
La parábola nos habla de la presencia del mal en nuestro mundo como un dato palpable; pero Jesús, con ella quiere dar respuesta a nuestra angustia ante su poder amenazante; y más que nada pretende convencernos de la bondad de Dios, de su paciencia y de su mesura con los malos.
Hay dos convicciones de fondo: el mal es real; hay que contar con él en un mundo creado por Dios y dentro del hombre y de la mujer hechos a imagen de Dios. Por otra parte, Jesús enseña que hay que contar, en especial, con un Dios al que le preocupa esta presencia del mal en su mundo y en el hombre; un Dios que, por respeto al bien que existe junto con el mal, da largas a su intervención.
El discípulo debe saber convivir con el mal sin pactar con él: tendrá que habituarse a responder a Dios junto a quien lo ignora e intentar hacer su voluntad entre quienes no la viven. La impaciencia frente al mal imperante no legitima al buen discípulo como tal, sólo sus buenas obras.
Es sorprendente la forma de reaccionar de Dios frente al mal; la paciencia de Dios no es debilidad, sino fortaleza, confianza en sí mismo y en el poder del bien. Mientras no llegue el día de la cosecha, el bueno puede dejar de serlo y el malo también: el cristiano tiene que saber que Dios ha tomado ya la decisión de vencer el mal existente en su corazón y en su entorno; pero ha de saber también que espera que los que aún viven del mal, o en medio de él, lo reconozcan y se salven.
Hoy con esta parábola nos damos cuenta de que el mundo siendo un campo abonado por el mal. Dios nos tiene paciencia; esto nos lleva a ser más comprensivos, menos exigentes con los demás.
La Palabra es una invitación a fiarnos de la bondad de Dios y a tener paciencia con los malvados. Tener un Dios paciente con el mal tiene sus consecuencias: hay que aceptarlas y aceptarle como Él es. Tiene, con todo, de bueno que quienes creemos en Él podemos aceptarnos a nosotros mismos, aunque no seamos buenos del todo, y aceptar nuestro mundo, tal como es.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Gracias, Padre, porque te preocupas de nosotros y nos quieres dentro del mundo y afrontando el mal en medio del mundo y los problemas que ocasiona; porque nos quieres en el mundo sin pactar alianzas con el mal, por el contrario luchando por ser levadura de un Reino nuevo que se manifiesta en la humildad, en la sencillez, en la pequeñez, pero en la firmeza de convicciones, en la profundidad de horizontes.
Hoy contemplamos agradecidos que tu forma de actuar y tu fortaleza es tenernos paciencia delante de nuestro proceso de crecimiento hacia el bien, caminando hacia el día de la cosecha; reconociendo que observas y contemplas la actitud de nuestro corazón. Esta debe ser mi actitud como discípulo tuyo, a la vez que me llamas a ser fermento de la “masa”, “misionero del Reino; me pides ser paciente con los que no los son y valorar su persona por sus intenciones y no por sus actos, porque esa es tu actitud.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón, adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida y toma algún buen propósito que sea oportuno en este momento.
Te invito a que te sientas contemplado por un Dios paciente, que ve tu corazón y que respetando tu proceso, te quiere mejor para que seas fermento en el mundo, discípulo y misionero, en el ambiente donde vives y así, veas siempre la vida con confianza, con paciencia y con esperanza.

La Paz con ustedes.

miércoles, 6 de julio de 2011

15° domingo Ordinario, A (10 julio 2011)

Dios sembrador sigue sembrando tu Palabra en nuestro mundo.

Texto a reflexionar y orar de 
San Mateo 13, 1-23

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario, hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
San Mateo en el capítulo 13 nos propone el ‘discurso parabólico’, donde se encuentran ocho parábolas, que son una fuerte llamada a la escucha del anuncio del Reino. En este relato encontramos cuatro partes: una introducción, la parábola del sembrador, el motivo del porqué habla en parábolas y la interpretación de la parábola del sembrador. Jesús a la orilla del mar, se dirige a la multitud en parábolas, en enigmas, en metáforas “quien tenga oídos, que oiga”; pues las parábolas son un género literario adecuado para revelar un misterio y lo avala la referencia de Isaías 6, 9-10. La parábola dicha por Jesús y explicada por el mismo Jesús, que nos presenta: el sembrador, semilla, terrenos diferentes, resultados conseguidos. El sembrador desaparece para dar lugar la atención a la semilla. La semilla es la protagonista del relato. Son tres terrenos improductivos y uno solo es fecundo. La insistencia del fracaso de los tres casos (intervención del diablo, falta de perseverancia, dominio de las preocupaciones y riquezas mundanas). La enseñanza de Jesús es precisa y muy real. La explicación de la parábola es una interpretación alegórica. Mateo nos ayuda a interpretarla en la Iglesia y hace reflexionar sobre la responsabilidad de aquellos que escuchan la Palabra de Dios.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
Con esta parábola, Jesús descubre una de las leyes secretas del Reino, el poder oculto, pero eficaz de la Palabra de Dios y al mismo tiempo enfrenta a sus oyentes con sus propias responsabilidades: no basta con escuchar, hay que dar frutos; acoger las enseñanzas no es suficiente, si luego no se vive de la Palabra de Dios. Tenemos que situar en el tiempo este relato; porque el evangelista quiere ayudar a la comunidad de aquellos tiempos primeros de la Iglesia, delante de las dificultades de todos los días puesto que eran cristianos perseguidos; eran comunidades invitadas no sólo a escuchar sino que era necesario dar fruto; una escucha de Dios que no concluya en obediencia es esfuerzo inútil. Pues bien, la siembra llega a todos, nos dice Jesús, pero no todos están igualmente preparados, los obstáculos que cada uno pone a la entrada de Dios en la propia vida, son tan diferentes como son las circunstancias concretas en que vivimos. La palabra de Dios necesita acogida y cuidados; pero será su potencia, y no la capacidad de quienes la oyen, lo que producirá frutos en la vida del creyente. Dios ha confiado en nosotros, sembrando su Palabra en nuestra vida. La esperanza y la fe que Dios nos ha tenido cuando nos ha considerado dignos de su Palabra, tendrá que conmovernos, de un Dios que sigue sembrando en nosotros; no debemos desanimarnos por el escaso fruto que le rendimos. Don recibido, semilla sembrada, Palabra de Dios escuchada es una responsabilidad que satisfacer.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Gracias, Padre Bueno, porque una vez más nos manifiestas tu gran deseo de mostrarnos en tu Hijo Jesús, los misterios del Reino. Hoy reconocemos por medio de tu Palabra, nos haces conocer la Palabra del Reino; nos invitas a cambiar nuestro corazón, porque en el corazón se siembran las intenciones, la buena voluntad; y porque la invitación que nos haces es darle acogida a tu Palabra. Porque la Palabra que es como una semilla que has depositado en nuestro corazón es la que produce el fruto del Reino de los Cielos. Hoy queremos darnos cuenta del grande regalo que es la semilla de tu Palabra en nuestras vidas. Y también la grande responsabilidad de escuchar tu Palabra. Ayúdanos a vivirla en nuestro mundo, en nuestra comunidad, en nuestra familia y en nuestra vida personal. Gracias, Señor; no dejes de sembrar tu Palabra en nuestro mundo.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón, adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida y toma algún buen propósito que sea oportuno en este momento.

Que pases una feliz semana porque has dejado que la Palabra de Dios, escuchada en la Eucaristía del Domingo, vaya dando el fruto querido por Dios sembrador.

La Paz con ustedes.

viernes, 1 de julio de 2011

14º domingo ordinario. A (3 julio 2011)

Texto a meditar y orar:
Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.

LECTIO (Lectura): Lee y relee el texto y repasa todos sus elementos
Este párrafo describe el misterio de la filiación de Jesús. La revelación de la paternidad divina, de que Dios es Padre, sobre todo de Jesús y a través de él, de los creyentes, constituye el centro de la predicación de Jesús. En la paternidad divina se halla resumido cuanto puede decirse de la relación de Dios con los hombres. En la filiación divina se halla resumido cuanto puede decirse de la relación del hombre con Dios.
Se notan tres partes en el evangelio de hoy: a) acción de gracias al Padre por la revelación recibida; b) contenido de dicha revelación; c) y la invitación y llamada.
a) Acción de gracias: tiene como punto de referencia el rechazo que los escribas y fariseos habían hecho de la palabra de Jesús; sin embargo el Misterio del Reino no es accesible a esta clase de sabiduría humana y de sabios. La acción de gracias significa en este caso concreto la aceptación del plan o designio de Dios. Y este plan no puede ser aceptado más que por aquellos que se presentan ante Dios conscientes de su vaciedad y pequeñez, con esa pobreza del ser humano, con la actitud de humilde y desesperada búsqueda de algo o Alguien que sea capaz de llenar la propia vida.
b) La segunda, es decir, el contenido de la revelación, habla de Jesús como el único que revela, quién y cómo es el Padre, su Padre y lo hace utilizando expresiones y categorías de “conocimiento” y “revelación”. “Conocer” indica una relación íntima y total. A este Misterio de Amor tienen entrada por una gracia inexplicable del Padre “los pequeños”, a través de la revelación del Amor del Hijo Jesús se presenta a sí mismo como el revelador del Padre, la plenitud de la revelación
c) Y la tercera, La invitación-llamada. La imagen “yugo”, perteneciendo a la relación esclavo-señor, pasó a aplicarse a la relación discípulo-maestro. Cada maestro imponía un yugo, unas tareas, a sus discípulos; pero el yugo de Cristo es más suave que el que imponen otros maestros. El texto hace referencia en primer lugar al yugo de la ley de Moisés. Su yugo es suave y su carga ligera: Jesús inculca al hombre el espíritu de la Ley, liberándolo de la esclavitud de la misma; manda que pidamos al Padre y nos da la garantía de ser escuchados por él; promete al Espíritu que viene en ayuda de nuestra flaqueza. Finalmente, él mismo se presenta como manso y humilde de corazón. Su yugo nada tiene que ver con la opresión, precisamente porque él viene al hombre con humildad por el camino de la suprema humillación para hacerse uno de nosotros.

MEDITATIO (Meditación): busca lo que Dios te dice a ti, en tu vida y circunstancias, desde el texto.
En el texto que proclamamos hoy, encontramos tanto las palabras y los sentimientos con los que Jesús, en oración, se dirigía al Padre; como también una invitación a compartir descanso y enseñanza, dirigida a todos los que se sienten cansados y agobiados.
La oración de Jesús está motivada por la gente sencilla que aceptando a Dios le abría sus vidas; y ello llenó el corazón de Jesús de alegría y su boca de plegarias. Sólo los humildes, los pobres, los pequeños, le dieron crédito a sus palabras, supieron valorarlo y se sintieron con fuerzas para seguirle.
Los pobres, los humildes y sencillos, ellos, son la razón de la oración de Jesús, y en ella Jesús desvela su secreto más íntimo: el Dios de la gente sencilla, el Dios que tiene a bien hacer sabio al ingenuo y entendido al que ignoraba, es el Padre de Jesús. Al saberse aceptado en su persona y en sus enseñanzas, Jesús les hizo saber su oración y en ella les descubrió su misterio personal; alabó a su Padre y bendijo su querer. No se debería de dudar que cuenta, y mucho, para nosotros; tendría que darse cuenta que bien merece nuestras penas y nuestra vida..., Bastaría sólo eso para que, de nuevo, fuésemos nosotros la causa de su alegría y de su oración.
Ser causa de la oración de Jesús, en la que se nos declara hijo agradecido de Dios, es el máximo bien al que podemos aspirar. Permaneciendo sencillos y pobres, pongamos en él nuestra esperanza.
Después de orar, Jesús invita a los que han aceptado que se sientan a gusto con él, que reparen sus fuerzas y que alivien sus penas, mientras le siguen de cerca. Desea hacer de cuantos, por su sencillez lo acogieron sin reparos, discípulos sin agobios; quiere que aprendan de él a descansar de sus fatigas: y quienes conocen quien es Él, son dignos de poder intimar con Él y ése será su mejor descanso de las fatigas. Hay una carga y un alivio para los suyos; Jesús no libera de la obediencia ni de la cruz a sus discípulos, tan sólo les promete que no sucumbirán ante sus exigencias y que no les pesará ni el ser obedientes ni cargar con la propia cruz.

ORATIO (Oración): respóndele a Dios desde tu vida. Háblale haciendo oración.
Hoy, juntamente con Jesús, tu Hijo, te bendecimos, Padre del cielo y de la tierra, porque has ocultado los Misterios de tu Reino a los sabios e inteligentes y has querido revelarlo a los sencillos. Te damos gracias, Padre, te alabamos porque así nos has manifestado tu Voluntad en Cristo y porque nos has llamado y te nos has revelado y nos has manifestado tu querer.
Gracias por señalarnos como los predilectos, los sencillos, los pequeños; porque lo que nos hace tal delante de tu “mirada” es tu Voluntad que se nos ha revelado en Cristo Jesús; porque es grande tu deseo de que te conozcamos, de que entremos en intimidad personal y en un conocimiento de tus deseos para nuestra propia vida; porque nos quieres dóciles a tus manifestaciones de amor y nunca cerrados ante tus intervenciones; porque nos quieres humildes, obedientes, atentos a tus señales. Te alabamos Padre y bendecimos tu querer.

CONTEMPLATIO: (Contemplación): haz silencio delante de Dios y de ese modo adóralo y contémplalo.Siéntete contemplado por Dios; feliz porque ha puesto en Ti su mirada, como lo hizo con María; observado por Dios en tu pobre humildad. Y descúbrete invitado a “intimar” con Jesús su Hijo.

La Paz con ustedes.