Mateo 22, 15-21
En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo.
Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: “Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie. Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?”
Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: “Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo”. Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” Le respondieron. “Del César”. Y Jesús concluyó: “Den, pues, al César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”.
Lectura (qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después.
El párrafo evangélico forma parte de un grupo de “controversias”, en las cuales los adversarios de Jesús tratan de ponerlo en dificultades para presentarlo como sospechoso ante las autoridades políticas y religiosas de su tiempo y hacerlo aparecer mal e impopular ante la gente más simple que tenía simpatía por el profeta de Nazareth.
Ésta controversia es de carácter típicamente político, por lo mismo explosiva y comprometedora. Jesús reconoce en seguida la malicia de sus interlocutores: al servirse de la moneda para satisfacer los tributos, están reconociendo, de hecho, una autoridad. Lo importante no es objetar un poder que no es duradero y que, en realidad, están manteniendo, sino mantenerse sujetos al poder soberano de Dios. Quien se sabe deudor de Dios, no le pesan mucho las demás deudas que mantenga; ser ciudadano del Reino no le libra de ser súbdito del César; pero Dios y su Reino van siempre en primer lugar.
Ante una situación así, se capta lo insidioso de la pregunta que se le plantea a Jesús “¿Es lícito o no pagar tributo al César?”. Se le presentaba a Jesús un dilema del cual parecía no poder zafarse.
Jesús sin embargo, no se deja encajonar. Aprovecha el juego “provocador” de sus adversarios para dar una lección de alto comportamiento religioso y político; en lugar de dividir, reconcilia al hombre con las razones más profundas de su vivir. Las dos cosas deben estar juntas para alcanzar sus fines propios a beneficio del hombre, que es ser indivisible.
Meditación (lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria.
En pocas palabras y con mucho sentido común, Jesús resuelve una cuestión espinosa. Los que preguntaban sobre el tributo bien sabían que estaban urdiéndole una trampa. De haber respondido afirmativamente, habría merecido el desprecio de sus oyentes, más patriotas y la condena de los piadosos; tanto unos como otros no querían reconocer más soberano que Dios. Si por el contrario su respuesta hubiera sido negativa, habría podido ser presentado ante las autoridades como un peligroso agitador social.
Lo importante no es objetar un poder que no es duradero, que ellos mismos están manteniendo con su obediencia; sino más bien, saberse sujetos a Dios, cuya soberanía ni se sustenta con cuanto le damos, ni desaparece porque se la neguemos; poco tiene que ver la obediencia a la autoridad con el servicio de Dios.
La libertad de Jesús con respecto a los problemas sociales no es fruto de su indiferencia, sino consecuencia de su pasión por Dios y su Reino.; a quien se sabe deudor de Dios no le pesan demasiado las otras deudas que mantenga, por graves que sean; ser ciudadano del Reino no libra a nadie de ser súbdito del César; pero Dios y su Reino van siempre en primer lugar.
Oración (lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios.
Padre Bueno, Gracias por el gran regalo de tu presencia, de tu compañía y de tu Amor que es tan grande que nos sentimos endeudados, pues sólo de Ti lo hemos recibido todo y lo que Tú nos das es lo máximo que podemos esperar en la persona de tu Hijo Jesús. Así, cualquier otra obligación que tengamos en la vida, nos invita a cumplir, pero no nos puede esclavizar a vivir endeudados para siempre. El único compromiso de deuda es contigo, pues de Ti lo hemos recibido todo.
Ésta es la libertad que nos enseña Jesús, es la libertad de los Hijos de Dios, que se saben deudores de Dios y no le pesan demasiado las otras deudas que mantenga en los compromisos de su vida.
Contemplación: haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele cambiar en algo para bien tuyo, de los demás y gloria de Él.
En esta semana experimenta como lo hizo Cristo Jesús, a sentirte llamado a dar su lugar a las cosas y liberarte de cualquier ídolo, adoración, o amor que impidan saberte deudor sólo de del Dios.
El Señor te bendiga.
La Paz con ustedes.
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