domingo, 20 de noviembre de 2011

33° domingo ordinario, A (13 noviembre 2011)

Texto a meditar y orar del 
Evangelio de San Mateo 25, 14-30 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue. El que recibió cinco talentos fue enseguida fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido los cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ’Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. Finalmente se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’. El señor le respondió: Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. 

Lectura (Lectio: qué dice el texto): lee atentamente el texto evangélico las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después. 
La parábola de este domingo puede dividirse en tres grandes partes: primero el encargo y entrega de dinero, (talentos), a los empleados, después la petición de cuentas a los dos primeros empleados y, finalmente, el diálogo entre el dueño del dinero y el tercer empleado catalogado por el mismo patrón “como malo y perezoso” por no haber hecho rendir el dinero que se le había confiado aunque hubiera tenido tiempo de sobra para hacerlo, por eso se le castiga “echándole fuera, a la oscuridad”. Sigue siendo punto central y referente la comparación con el Reino de Dios, de lo contrario no se entiende bien el mensaje. Hay que hacer notar, también, que a cada empleado se le da según su capacidad y que los tres tienen el tiempo suficiente para hacer producir lo que se les había confiado. Así, mientras dos reciben alabanzas, el tercero es descalificado de modo detallado y definitivo por no haber actuado del modo correcto. 

Meditación (Meditatio: lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios dice a tu vida, a la de tu familia, de la Iglesia y de la sociedad. 
El domingo pasado comenzamos a leer el capítulo 25 de San Mateo con el cual terminaremos el año litúrgico como si fuera el final de nuestra vida. En la parábola del domingo pasado fuimos invitados a mantenernos en una espera vigilante, superando la desilusión, cansancio y frustración por la prolongación de la llegada. Hoy esa espera vigilante se enriquece pues se nos dice que ha de ser, también, productiva. Con esas actitudes se prepara uno a la venida definitiva de nuestro Señor y salvador, o sea, a su “Parusía”. Con la parábola se nos advierte que el tiempo presente, el mismo que Dios nos regala y que llamamos vida, es una oportunidad extraordinaria para hacer presente el Reino de Dios rindiendo al máximo en sus núcleos de amor, de verdad, de justicia y de paz. Por el contrario, una vida desganada, descuidada y perezosa por la construcción del Reino de Dios en la propia realidad nos lleva a la descalificación definitiva y quedaremos fuera, en la oscuridad. El mejor modo de agradecer los dones recibidos de Dios será siempre engrandeciéndolos y no guardándolos; encerrarnos en falsas seguridades por miedo a perderlos nos sacará del juego y de la lucha riesgosa por conquistar el premio más preciado: Dios y su Reino. 

Oración (Oratio: lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios. 
Te invito a hacer oración desde una reflexión de Madre Teresa de Calcuta donde nos presenta el modo en que ella hizo fructificar los dones que Dios le dio para hacer presente a Dios y su Reino: “Si las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas aun así, ámalas de cualquier manera. Si haces el bien, te acusarán de tener oscuros motivos egoístas: aun así, haz el bien de cualquier manera. Si tienes éxitos y te ganas falsos amigos y enemigos verdaderos: aun así, lucha de cualquier manera. El bien que hagas hoy, será olvidado mañana: aun así, haz el bien de cualquier manera. La sinceridad y la franqueza te hacen vulnerable: aun así, sé sincero y franco de cualquier manera. Lo que has tardado años en construir puede ser destruido en una noche: aun así, construye de cualquier manera. Alguien que necesita tu ayuda puede retrasarte si le ayudas: aun así, ayúdale de cualquier manera. Da al mundo lo mejor que tienes y a pesar de ello te golpearán: aun así, da al mundo lo mejor que tienes de cualquier manera. Dios conoce nuestras debilidades: aun así, nos ama de cualquier manera. El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz”. 

Contemplación (Contemplatio): haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios y ve lo que es necesario cambiar en tu vida para bien tuyo, de los demás y gloria de Él; y por haberte hablado, déjate llenar de su paz y lleva su Palabra a tu vida con un buen propósito. ¿Qué miedos me impiden multiplicar los talentos que he recibido? Examinemos cómo aprovechamos el tiempo, la puntualidad y el orden; si dedicamos la atención debida a los deberes familiares; si procuramos extender el Reino de Cristo en las almas y en la sociedad con los talentos recibidos. 

Dios te bendiga.
La Paz con ustedes.

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