jueves, 13 de diciembre de 2012

lectio 3 DAdv C

Tercer domingo de adviento. Ciclo C
 
Del Evangelio según san Lucas 3, 10-18:
 
"En aquel tiempo, la gente le preguntaba a Juan el Bautista: "¿Qué debemos hacer?" El contestó: "Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo".
También acudían a él los publicanos para que los bautizara, y le preguntaban: "Maestro, ¿qué tenemos que hacer nosotros?" El les decía: "No cobren más de lo establecido". Unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?" El les dijo: "No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario".
Como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: "Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. El los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. El tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue".
Con éstas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva".
 
Lo que dice el texto: el pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona tanto al pueblo que la gente se acerca para preguntarle de modo sincero para entrar en el camino de la conversión a Dios: "¿Qué debemos hacer?" (v.10), eso deja ver que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan no es sólo rito con agua, sino que exige un comportamiento diverso, una vida cambiada. También la respuesta de Juan es sincera y personalizada: a quienes tienen dos signos elementales de la vida como son vestido y comida, les pide que aprendan a compartir (vv. 10-11); a quienes ejercen cargos públicos en el orden de la administración les pide que cobren lo justo (vv. 12-13); a quienes les toca ver por el orden y la justicia en la sociedad les pide que no roben ni levanten falsos y se conformen con su sueldo (v. 14). Estas y otras indicaciones tan profundas y transparentes que invitan a la conversión hacen que la gente se pregunte si Juan es el Mesías, pero él responde dejando en claro su misión de precursor: "viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. El los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego" (v. 16), y este es ya un anuncio claro del Mesías que separará lo que vale de lo que no vale, que purificará y transformará las vidas con su juicio.
 
Lo que dice hoy Dios a nuestra vida desde el texto: este domingo se denominó tradicionalmente domingo "gaudete", o de alegría. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento sea acorde a las exigencias del evangelio y del Reino. La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada o son más débiles. "¿Qué debemos hacer?" lo preguntamos quienes tenemos bienes, dinero, cultura, poder... porque la exigencia básica, según el evangelio, es compartir con quien no tiene. Por eso la conversión es un cambio de conducta y no sólo de ideas; es la transformación de una situación vieja en una situación nueva. Según el Bautista, la conversión exige separar el trigo de la paja; con nuestra conducta discernimos lo que nos acerca de aquello que nos aleja del Señor. Hoy Dios separará el trigo de la paja que hay en nuestra vida. ¿Qué debemos hacer? La respuesta de Juan Bautista es directa y nada teórica: hechos, acciones concretas de justicia, respeto, solidaridad y coherencia cristiana en la vida ordinaria de cada uno. Hay que dejar purificar el corazón por el fuego del Espíritu de Dios, liberarnos de las ataduras del egoísmo, de la mentira, del robo, del fraude y de la prepotencia y disponernos con alegría, con esperanza y entusiasmo a decir con hechos: ¡venga a nosotros tu Reino, Señor! ¡Ven pronto, Señor!
 
Lo que le decimos hoy a Dios desde nuestra vida iluminada desde el texto: Señor, ¿Qué tengo que hacer yo esposo o esposa, hijo o hija, hermano o hermana, patrón o empleado, sacerdote o laico, maestro o alumno, comerciante o comprador, para convertirme y acercarme a ti? ¿Qué es lo que de mi vida particular tiene que purificar y separar el fuego del Espíritu Santo para que te pueda esperar y recibir? ¿Qué es lo que tengo qué compartir? Ilumíname, Señor, para poderte responder, y dame fuerza y constancia, Señor, para ponerlo en práctica y vivirlo.
 
Hago silencio y en mi interior, gozo la presencia amorosa de Jesús y le pregunto: ¿Yo, en mi vida de todos los días, qué tengo que hacer?; movido por el Espíritu Santo le respondo con hechos y lo adoro desde l o más hondo de mi persona.
 
Que tengas un buen fin de semana. Prepárate, inspirado por el evangelio, a la Navidad, porque Navidad es Jesús.
 
 
La Paz con ustedes.

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