miércoles, 12 de marzo de 2014

lectio 2 DCuaresm A

2 Domingo de Cuaresma, A.
 
Lectura Orante de la Palabra del Evangelio de San Mateo 17, 1-9
 
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de este, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías conversando, con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Sí quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: "Levántense y  no teman". Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban de la monte, Jesús les ordenó: "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos".
Palabra del Señor.
Gloria ti, Señor Jesús.
LECTIO. Si el Evangelio del domingo anterior con las tentaciones de Jesús nos revelaba su humanidad y su grande libertad ante la voluntad de Dios; el de este domingo nos revela su divinidad.
El pasaje de la transfiguración proclama solemnemente la vocación mesiánica de Jesús. Y la montaña evoca la montaña del Sinaí. Con Jesús en el Tabor se encuentran dos hombres que fueron protagonistas en el monte Sinaí: Moisés que fue recibido en audiencia por Dios y Elías, que afianzó su vocación de profeta en el "monte de Dios". En el Sinaí tuvo lugar una "manifestación de Dios" y aquí en el Tabor se hace la "manifestación de Cristo". Se repiten los mismos elementos: la nube, la gloria, la voz divina, el estupor.
Moisés representa el testimonio de la ley en favor de Cristo. Elías es el campeón en la lucha contra la idolatría y de la restauración moral necesaria para el adecuado cumplimiento de la ley. En el Tabor, deja Jesús por un instante la forma de servidor  para translucir la forma de Dios.
La voz del Padre enseña tres verdades de capital importancia: que Jesús es el Hijo de Dios, que el Padre encuentra en Él sus complacencias y que es necesario escucharle.
El párrafo evangélico inicia  diciendo "seis días después" de la profesión de fe mesiánica de Pedro y donde se señala el primer anuncio de la pasión de Jesús, sucede el evento de la transfiguración.
Después de esto los discípulos están convencidos de que el camino de Jesús conduce a la cruz, como lo da a entender la reacción de Pedro, pero lo que no logran captar es el hecho de la que la cruz y la pasión estén relacionadas con la Gloria de Jesús. Por esto Jesús invita a los tres discípulos predilectos a seguirlo para asociarlos a un anticipo, fugaz, pero real de la gloria pascual.
 
MEDITATIO. La transfiguración es una súbita revelación de la gloria de la divinidad. No es un milagro, sino más bien, la momentánea interrupción de un milagro. El estado de la transfiguración hubiera sido el estado normal en Jesús, que es el esplendor de la gloria del Padre.
La transfiguración, la revelación de Dios en Cristo a los hombres. Como Moisés en el Sinaí, Cristo en el Tabor, Dios es el protagonista, Cristo es el Enviado que lleva adelante la Voluntad del Padre y los discípulos y el Pueblo son los destinatarios de la acción salvadora de Cristo.
El que los discípulos estuvieran compartiendo la vida y la misión con Jesús y lo fueran siguiendo, les hizo posible captar en un momento de intimidad la "Gloria" de Dios en Cristo y escuchar la voz de Dios; oyeron a Dios porque estaban con Jesús y porque habiéndole visto transfigurado, no cabían en sí de gozo. Seguir a Jesús día a día es el mejor indicador de escuchar la voz de Dios.
Jesús es la revelación más palpable del Padre, Jesús es el Hijo muy amado del Padre. Escucharle y obedecerle es la actitud del seguidor de Jesús.
 
ORATIO. Padre Bueno que en Jesús tu Hijo, nos has manifestado el gran amor que le tienes a las gentes, y especialmente al pecador. Porque te has revelado como Padre lleno de amor, y en Jesús que ha sido obediente, nos has manifestado tu presencia.
Gracias, Padre, porque quieres que lo escuchemos, porque en su persona y en su Palabra nos haces ver tu presencia y nos manifiesta tu voluntad; hoy te pedimos que alimentes nuestra fe en tu Palabra y que purifiques los ojos de nuestro corazón para poder contemplar los signos de tu gloria. Concédenos seguirte Jesús y vivir cerca de Ti.
 
CONTEMPLATIO. Medita, reza y agradece y contempla el misterio de la presencia de Dios en tu vida que día con día te manifiesta su amor y experimenta el gozo que siente tu corazón al saber que siguiendo a Jesús y escuchando su Palabra vas discerniendo su Voluntad.          
 
 
 
La Paz con ustedes.

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