miércoles, 26 de marzo de 2014

lectio 4 DCuaresm A

4 Domingo de Cuaresma, A.
 
Lectura Orante de la Palabra de Dios del Evangelio de San Juan 9, 1-41
(Busca el texto en tu Biblia)
 
Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
En el domingo pasado Jesús se revelaba a la samaritana bajo el símbolo del agua que da la vida; hoy, en el pasaje del ciego, se revela como luz del mundo.
El motivo central sigue siendo la discusión que trae consigo la fe en Cristo, que está bien dramatizado en el relato: a medida que los creyentes en Jesús van abriéndose a la luz, los incrédulos quedan encerrados en su ceguera. El relato que es magistral, sigue un diálogo que en realidad es un auténtico proceso y en el juicio que las autoridades hacen al nuevo vidente, la sentencia no la dan los jueces sino el acusado en ausencia de Jesús.
Aunque ocasional, el encuentro es consecuencia de la iniciativa de Jesús. La pregunta de los discípulos que buscan un responsable de la ceguera de aquel hombre, refleja la creencia popular de que todo pecado tiene un castigo; sin embargo el relato expresa la intención del autor, quien entiende que la auténtica ceguera, y el pecado, no está en no poder ver, sino en negarse a aceptar la luz verdadera, Cristo Jesús.
Y así Jesús tomando la iniciativa, actúa simbólicamente, hace posible una nueva forma de ser hombre; es la palabra pronunciada por Jesús la que realiza el prodigio, pero el milagro se cumple cuando es obedecida.
Para que logre llegar a la fe, rasgo éste típico de San Juan, es necesario del reencuentro con Jesús y una nueva manifestación suya. El ciego, encontrándose nuevamente con Jesús, cree y lo adora. Desconocido de familiares y conocidos, marginado por las autoridades de su pueblo, considerado como pecador,  sólo le queda a Jesús como Luz de su vida.
 
Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
La curación del ciego de nacimiento, más que el recuerdo de la actuación milagroso de Jesús, es sobre todo, la descripción de un camino de fe, el que recorrió aquel hombre sin luces: el ciego tuvo la buena ventura de encontrarse con Jesús y a partir de ese momento, estrenando vista, fue un nuevo hombre y un creyente nuevo.
La fortuna del ciego no estuvo tanto en encontrarse con Jesús, a quien no podía ver, sino en obedecerle sin reparos; su "obediencia ciega", le curó, le bastó encontrarse con él una vez tan sólo y así terminó haciendo lo que le dijo.
El ciego de nacimiento, su curación y el testimoniarlo ante los demás, es el drama del camino hacia la fe y, al mismo tiempo, el camino hacia la incredulidad de quienes se topan con Jesús: el ciego creerá y verá, los videntes verán y no creerán; al hombre sin visión desde su nacimiento le bastará la palabra de Jesús; a los demás les sobrarán "saberes" y les quedará el pecado de su incredulidad.
El relato se abre y se cierra con el pecado como motivo: los que no creen, aunque vean, son los pecadores; el rechazo de Jesús es el pecado que persiste. La necesidad de ver puso al ciego en manos de un desconocido; su obediencia le condujo a la visión de las cosas y, tras haber dado testimonio de lo ocurrido, a la fe en Jesús; Jesús curó al ciego sin que éste se lo pidiera, sólo se le manifestó como su Señor después de que hubiera dado testimonio de su curación y afrontando la expulsión de la comunidad: antes de creer, tuvo que confesar el milagro y no renegar de quien le había sanado. Su acto de fe llegó tras la curación y el testimonio: mereció ver en Jesús a su Salvador, porque supo antes obedecerle ciegamente, y ciegamente tuvo que defenderle; no había arriesgado nada antes de ver, pero arriesgó su vida por quien le había curado antes de creer en él.
El ciego de nacimiento pudo ver porque obedeció y pudo creer porque rindió testimonio de su curación: y estando así las cosas, nosotros lo expresamos muy seguido que "una fe sin pruebas no es digna de fe".
 
Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor Jesús, hoy en tu Palabra te revelas como la Luz del mundo; como Aquel que ha sido enviado por el Padre para iluminar nuestros corazones con la luz de la vida y alejar así nuestras vidas del pecado
Hoy tu Palabra nos invita a creer en Ti, Señor Jesús, a reconocerte como el profeta enviado del Padre, como la Luz que viene a liberarnos del mundo de las tinieblas y del pecado; que nos viene a poner alertas de la ceguera de la incredulidad y la falta de fe en Ti y en el Plan amoroso de tu Padre.
Nuestra necesidad de ver nos pone en tus manos, como al ciego del Evangelio; pero también como a él, será la obediencia a Ti lo que nos conduzca a la visión de las cosas y de la realidad y a dar testimonio ante los demás de esa luz que ha iluminado nuestros corazones.
Agradeciendo el que vengas a nuestro encuentro durante todos los días de nuestra vida, tenemos que reconocer que nuestra más grande fortuna será el ser obedientes a lo que nos pides; en tu palabra vamos descubriendo la voluntad del Padre.
Señor Jesús, confesar el milagro que has obrado en cada uno es confesarte a Ti como Señor de la Vida y de la luz, vencedor del pecado.
 
Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida y toma algún buen propósito para lo ofrezcas a Dios durante la semana en este tiempo de cuaresma.
Te sugiero:      
- Vivir alegremente la vida que Dios me da, porque es "luz de su Luz" y estoy invitado a reflejarla a los demás.
- Escuchar la Palabra de Dios – Obedecer a sus indicaciones – Adorar a Cristo, y ser así una comunidad, una Iglesia que es discípulo-misionero del Señor Jesús.
Vamos llegando a la Pascua y celebrar el Triduo Pascual del Señor Crucificado, Sepultado, Resucitado.
                                                                                                   
 
 
La Paz con ustedes.

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