02 diciembre 2018
1er Lectura: Jr 33, 14-16
2a Lectura: 1 Tes 3, 12-4, 2
Salmo: Salmo 24, 4bc-5ab.8-9.10.14
A ti, Señor, levanto mi alma
Evangelio: Lc 21, 25-28.34-36
25Habrá signos en el sol, en la luna y en las estrellas y sobre la tierra angustia de los pueblos , en perplejidad del rugido del mar y de las olas, 26desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de lo que viene sobre el mundo, pues las potencias de los cielos serán sacudidas. 27Y entonces verán al hijo del hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria. 28Cuando comiencen a suceder estas cosas, álcense y levanten sus cabezas porque se acerca su liberación. [...]
34 Atiendan a ustedes mismos para que no se haga pesante su corazón en borrachera y bebedera y por las ansiedades de la vida, y venga sobre ustedes de improviso aquel día 35como una red, pues vendrá sobre todos los que residen sobre la faz de toda la tierra. 36Velen, pues, en todo tiempo, pidiendo para que sean fortalecidos para escapar de todas estas cosas que están por suceder y estar de pie delante del hijo del hombre.
¡Gloria a ti, Señor, Jesús!
LECTIO Busca leyendo…
De frente otra versión apocalíptica de la venida del Hijo del hombre, el evangelio de Lc a diferencia de Mc, acentúa más lo improviso del día que el desconocimiento de la hora precisa. Una diferencia sutil, pero que remarca la responsabilidad de estar vigilantes. También a diferencia de Mc, Lc no propone los signos después de una gran tribulación, sino que los mismos signos causan ansiedad en los pueblos, y añade los signos del mar y de las olas. Aparece una doble postura ante los signos que aparecen: los hombres de las naciones desmayan, mientras se pide a los destinatarios del mensaje que se alcen. Para poder mantenerse en pie, se pedirá estar atentos, mantener ligero el corazón – sin cargas de "desorden" como el alcohol, pero también de las cosas "ordinarias" de la vida – y a través de pedir, de orar. No obstante lo que se anuncia es la liberación, el creyente debe de responder con esa actitud de mantenerse firme.
Se puede intuir una sutil diferencia entre los destinatarios del mensaje y el resto de los hombres de todos los pueblos, de todos los residentes de toda la tierra, pero si leemos atentamente, también los destinatarios del mensaje, los creyentes, están insertos en la misma angustia de todos sus coetáneos. La diferencia entre unos y otros se obtiene por la propia vigilancia, remarcada con ese reflexivo: pongan atención a ustedes mismos,
La finalidad es estar de pie ante el Hijo del hombre. La postura de pie, delante de alguien que viene con tan gran poder, es la postura de dignidad delante de aquel que es por mucho superior a él. Mantenerse en pie, escapar de las ansiedades y tribulaciones, es una lucha continua, pero que se hace de cara a Él.
La versión que escucharemos en la liturgia, no contiene los vv. 29-33 que corresponden al ejemplo de la higuera, en la cual se anuncia la cercanía del verano al contemplar sus brotes.
MEDITATIO … y encontrarás meditando...
Cuidar (preparar) de nosotros mismos.
Las contrariedades que continuamente vemos como signos aterradores en nuestro tiempo nos revelan la necesidad que tenemos de mantenernos en pie, con nuestra fe, en medio de un mundo que desfallece ante los horrores de la corrupción, la violencia, el terrorismo, las políticas no sólo injustas sino inhumanas de mercado, etc. El desfallecer, el perder toda esperanza, hacen que no veamos al Señor delante de nosotros, como juez, pero también como ayuda para nuestro camino.
Es interesante ver que se habla de un corazón ligero, no pesado. Un corazón pesado se asemeja a un corazón de roca, insensible; es un corazón que se le dificulta vivir y sentir, porque se "emborracha" o se "agobia con lo ordinario". El alcohol no es la única cosa que hace pesado el corazón, tantas evasiones de la vida con que tratamos de acallar nuestra ansiedad: compras, drogas, viajes, fiestas. Todo ello podría estar en función nuestra, pero cuando estas cosas se adueñan del corazón, no permiten ver los signos delante de nosotros, mucho menos al Señor que está delante como salvador. El otro, el agobio de las cosas ordinarias, una vida monótona, desencantada, más preocupada de sobrevivir que de dar sentido a la vida; también ésta nos aleja del apreciar los signos y la salvación que parecen tan lejanas. Cuando vivimos así, nos caerá el fin sin darnos cuenta, impreparados, y vacíos.
No estamos ajenos al drama de los demás seres humanos. Vemos tanta desgracia, mas comúnmente la sentimos lejana, hasta que no la vivimos en carne propia podemos comprender su gravedad. Estar preparados es cuidar de nosotros mismos, estar atentos a los movimientos de nuestros propios corazones, abrirlos a la esperanza y a la lucha por mantenernos en pie – ayudando a otros a hacerlo – para poder huir de la ansiedad y de todas estas cosas. Pero para ello, es necesario alzar la cabeza, ver delante de quién estamos. La salvación, el Hijo del hombre, nos espera delante, para guiar nuestros pasos. Poner atención es revisar y evaluar continuamente nuestro proyecto de Vida, para redirigirlo cada vez al Señor.
ORATIO … llama orando...
Ante un mundo fragmentado y sin esperanzas,
Señor, mantén mi corazón entero y vigilante en el temor de tu nombre;
ante un mundo embriagado en el éxito individual,
mantén mi corazón ligero para amar, para servir, para perdonar;
ante un mundo temeroso de sus propios horrores y autodestrucción,
mantén mi corazón capaz de mantenerse en pie para mostrar la belleza tu Rostro.
Que no desfallezca en mostrar a mis hermanos la gran dignidad del ser humano,
porque Tú, siendo Dios, quisiste ser Hijo del hombre.
Amén.
CONTEMPLATIO … y se te abrirá por la contemplación!
¿Qué sentimientos y pensamientos rondan mi cabeza ante los signos de nuestro tiempo? ¿Cómo manejo la ansiedad que nos traen: evado, asumo con agobio, les veo con esperanza? ¿Cómo hago concreta y operante mi esperanza?
¿Qué cosas hacen pesado mi corazón y no me dejan ponerme en pie delante del Señor que está delante de mí?
¿Dedico tiempo a la oración y me preparo para juzgar desde mi fe las situaciones? ¿Qué podrá cambiar el mundo si algo cambia en mí?