domingo, 10 de febrero de 2008

2o Domingo Cuaresma A (17 febrero 2008)


Texto a leer, meditar y orar:

Mateo 17, 1-9

Evangelio
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: -«Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: -«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: -«Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: -«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Palabra del Señor.

LECTIO. Si el Evangelio del domingo anterior con las tentaciones de Jesús nos revelaba su humanidad y su grande libertad ante la voluntad de Dios; el de este domingo nos revela su divinidad.
El pasaje de la transfiguración proclama solemnemente la vocación mesiánica de Jesús. Y la montaña evoca la montaña del Sinaí. Con Jesús en el Tabor se encuentran dos hombres que fueron protagonistas en el mote Sinaí: Moisés que fue recibido en audiencia por Dios y Elías, que afianzó su vocación de profeta en el “monte de Dios”. En el Sinaí tuvo lugar una “manifestación de Dios” y aquí en el Tabor se hace la “manifestación de Cristo”. Se repiten los mismos elementos: la nube, la gloria, la voz divina, el estupor.
Moisés representa el testimonio de la ley en favor de Cristo. Elías es el campeón en la lucha contra la idolatría y de la restauración moral necesaria para el adecuado cumplimiento de la ley. En el Tabor, deja Jesús por un instante la forma de servidor para translucir la forma de Dios.
La voz del Padre enseña tres verdades de capital importancia: que Jesús es el Hijo de Dios, que el Padre encuentra en Él sus complacencias y que es necesario escucharle.
El párrafo evangélico inicia diciendo “seis días después” de la profesión de fe mesiánica de Pedro y donde se señala el primer anuncio de la pasión de Jesús, sucede el evento de la transfiguración.
Después de esto los discípulos están convencidos de que el camino de Jesús conduce a la cruz, como lo da a entender la reacción de Pedro, pero lo que no logran captar es el hecho de la que la cruz y la pasión estén relacionadas con su la Gloria de Jesús. Por esto Jesús invita a los tres discípulos predilectos a seguirlo para asociarlos a un anticipo, fugaz, pero real de la gloria pascual.

MEDITATIO. La transfiguración es una súbita revelación de la gloria de la divinidad. No es un milagro, sino más bien, la momentánea interrupción de un milagro. El estado de la transfiguración hubiera sido el estado normal en Jesús, que es el esplendor de la gloria del Padre.
La transfiguración la revelación de Dios en Cristo a los hombres. Como Moisés en el Sinaí, Cristo en el Tabor, Dios es el protagonista, Cristo es el Enviado que lleva adelante la Voluntad del Padre y los discípulos y el Pueblo son los destinatarios de la acción salvadora de Cristo.
El que los discípulos estuvieran compartiendo la vida y la misión con Jesús y lo fueran siguiendo, les hizo posible captar en un momento de intimidad la “Gloria” de Dios en Cristo y escuchar la voz de Dios; oyeron a Dios porque estaban con Jesús y porque habiéndole visto transfigurado, no cabían en sí de gozo. Seguir a Jesús día a día es el mejor indicador de escuchar la voz de Dios.
Jesús es la revelación más palpable del Padre, Jesús es el Hijo muy amado del Padre. Escucharle y obedecerle es la actitud del seguidor de Jesús.

ORATIO. Gracias, Padre, por esta muestra de Amor que nos tienes. Nos has manifestado también tu Voluntad de que le escuchemos, porque Él nos revela tu presencia y nos manifiesta tu voluntad; hoy te pido que alimentes mi fe con tu Palabra y purifica ojos de mi espíritu que se encuentra, como los de los discípulos, aletargado, laxo, pensando y viendo, pero no observando y menos meditando las grandes manifestaciones de tu bondad y de tu amor, los signos palpables de tu presencia y menos la contemplación de tu gloria. Ayúdame Señor a reconocer el grande Misterio de Amor que nos presentas en tu Hijo Jesús al unir la entrega de la propia vida en servicio a los hombres cumpliendo tu Santa Voluntad. Ayúdame a comprender con el corazón y a contemplar el grande amor que nos tienes uniendo la cruz y muerte de Jesús con la Resurrección y la Gloria Tuya.


CONTEMPLATIO. Medita, reza y agradece y contempla el misterio de la presencia de Dios en tu vida que día con día te manifiesta su amor y experimenta el gozo que siente tu corazón al saber que siguiendo a Jesús y escuchando su Palabra vas discerniendo su Voluntad.


P. Cleo SDB

No hay comentarios: