jueves, 21 de febrero de 2008

3er. Domingo Cuaresma A (24 febrero 2008)


Texto para reflexionar y orar:

Juan 4, 5-42


Introducción: El día de hoy nos encontramos con un hermoso texto que merece más tiempo y atención. Es uno de los diálogos más largos y profundos del evangelio donde Jesús se revela progresivamente a una mujer en la narración; y a cada uno de nosotros como lectores. Es bueno saber que hay otros dos diálogos largos en el evangelio de Juan: con Nicodemo y con el ciego de nacimiento. En esta ocasión, el texto, cada uno lo buscará en la Biblia y sea un medio esta sencilla reflexión la oportunidad de llegar a profundizarlo personalmente.


Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.En el relato, que hoy nos ocupa, Jesús nos va llevando progresivamente a descubrirlo, en diálogo cada vez más profundo, como lo hizo con la samaritana y, posteriormente con la gente de la ciudad. De hecho se dan de modo notorio dos niveles de lenguaje: el de Jesús y, por otra parte, el de la samaritana y el de los discípulos. Jesús está cansado y sediento después de hacer, junto con sus discípulos, una larga caminata de regreso a su tierra. Hacia las doce del día hace un alto en el camino, toma la iniciativa y provoca un diálogo sereno y profundo con una mujer samaritana rompiendo barreras de separación religiosa (judíos y samaritanos) y cultural (el valor del hombre ante el valor de la mujer). Todo se desarrolla entre un hombre y una mujer con distintos tipos de sed en un momento en que el sol calcina, junto al brocal de un pozo con larga historia al que se acercan a beber hombres y animales. La mujer siempre recurría a este sitio sin poder apagar su sed y, al llegar aquel extraño, le da una agua que la apaga de modo definitivo y hasta le da la capacidad de convertirse en fuente. La sed de ambos es el arranque del diálogo que lleva a la autorrevelación de Jesús y al reconocimiento de la samaritana al punto de convertirse en su testigo. El que comienza pidiendo agua termina dándola y la que se negaba a ofrecerla termina pidiéndola. En ese diálogo Jesús pasa primero, de ser visto de un simple hombre judío, a ser tomado como un profeta y, después, llega a ser tomado y reconocido como el Mesías, el Cristo. La mujer pasa de una actitud seca y cortante, a una de apertura y de admiración y, finalmente, a una que posibilita la fe al invitar a sus paisanos a ver al hombre que puede ser el Cristo. Su testimonio e invitación hace salir a la gente de la ciudad para encaminarse al nuevo pozo de agua viva, a la fuente de vida eterna. Una vez que se acercan a Jesús y de invitarlo a quedarse con ellos se convencen, por sí mismos, de que “él es verdaderamente el Salvador del mundo”.


Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.Esta vez el evangelista nos invita a dejar que Jesús se acerque al brocal, a la orilla de nuestra vida, para comenzar un diálogo personal y profundo con nosotros. Estamos invitados a dejar que nos cuestione y nos pregunte sobre nuestras vidas, tantas veces aceleradas y vacías, sedientas de todo e insatisfechas, en el fondo, con nada. Estamos invitados a dejar que pregunte sobre tantos amores que nos han dejado sedientos e insatisfechos: ideas, sentimientos, caprichos, frustraciones, rencores, mentiras, orgullos, vanidades, apariencias, individualismos, egoísmos; sobretodo sobre los falsos ídolos (maridos) que posiblemente hemos aceptado en nuestra vida y no hemos sabido reconocer al verdadero Dios; Aquel que sacia toda sed, (porque todos estos son nuestros maridos anteriores y el actual tampoco lo es)... Estamos invitados a encontrarnos con Él como el que sabe todo de nosotros, y nuestro Mesías, el que nos salva, y poder decirle con humildad y sin vergüenza: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla”; porque aquí en realidad no encuentro nada. Somos invitados a correr junto a nuestros seres queridos y conocidos para decirles: me he encontrado a quien conoce toda mi historia y mi vida, y me ha hecho que me encontrara una fuente de agua que apaga definitivamente la sed de la vida. He decidido cambiar la fuente de mi agua, porque me ha encontrado el Mesías, el Salvador. El ha venido a mí. Finalmente, estamos invitados a ser permanentes “adoradores del Padre en Espíritu y en verdad”.Así pues, si comenzamos aceptando nuestra sed, como la samaritana, haremos un camino guiados por Jesús en el que terminaremos proponiendo a los demás el agua nueva que hemos encontrado en su persona. Sólo reconociendo nuestra sed de Dios, de Jesús, de su Espíritu, podremos abandonar falsos ídolos (maridos), las fuentes y las aguas que nunca saciaron ni saciarán de verdad nuestra sed.


Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.Señor, que lleguemos a tus fuentes y manantiales, cambia nuestra agua, cambia nuestra vida, sacia nuestra sed. Señor, que tengamos sed de ti: somos como tierra reseca, agostada, sin agua. Señor como busca el venado los arroyos de agua viva, así nuestra alma te busque a ti, Dios mío.Señor, nuestra alma tiene sed de ti, queremos ver tu rostro, déjanos ver tu rostro, ¿Cuándo llegaremos y veremos por fin tu rostro?Señor, danos de esa agua que lleva a la Vida y conviértenos en fuente de agua que brote hasta la vida eterna.


Contemplación (Contemplatio): hagamos silencio y en lo más hondo de nuestro corazón: adoremos, alabemos y bendigamos a Dios que nos habla y nos invita a cambiar nuestra vida. Que en esta cuaresma nos volvamos más a Dios, nos acerquemos más a El; hagamos el propósito de acercarnos más a El, y que mejor con la confesión, y poder llegar así a la Pascua.


Nacho, SDB.

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