miércoles, 23 de abril de 2008

6° Domingo Pascua A (27 abril 2008)


Texto a meditar y orar:

Juan 14, 15-21


LECTIO
El relato del evangelio de este domingo está envuelto en una atmósfera de despedida. Jesús se va, pero anuncia y promete una nueva forma de estar presente entre sus discípulos y en la comunidad. El amor que se le tiene al ausente se va a verificar en la obediencia a su voluntad y no en la nostalgia tras su desaparición; Jesús no se queda con ellos, pero queda su voluntad; y desde ahora la comunidad sin la presencia física de Jesús será el lugar del cumplimiento de sus mandatos. Cuando hay discípulos dispuestos a obedecer sus mandatos y a llevar adelante su voluntad, eso provoca la intercesión de Jesús ante el Padre y el envío del Espíritu; y la misión de este protector es idéntica a la que tuvo Jesús; en realidad, lo representa en su ausencia, mientras dure su lejanía, hasta el fin del tiempo.
La ausencia de Jesús no pretendía dejar huérfanos a sus discípulos, sino más bien dar paso a una presencia nueva de Jesús entre los suyos y por lo mismo a la promesa del envío del Espíritu Santo. El reconocimiento de esta compañía permanente, solamente les será concedido a quienes tengan en común esa vida que Jesús posee tras su resurrección; sólo el creyente, que vive y se alimenta de la vida del resucitado, se convierte en su mejor vidente.
La venida de Jesús a los suyos mediante el Espíritu; es nueva vida que no se ha visto interrumpida por la desaparición física, les llevará a reconocer en Jesús su unidad vital con el Padre y la participación en ese nuevo modo de vivir ofrecido a quien le sea fiel. La vida cristiana experimenta a diario que la comunidad cristiana quiere a su Señor porque hace su querer y se siente querida por Dios; si el regreso de Jesús a los suyos les obliga a la obediencia, también les introduce en el conocimiento y en la intimidad con Dios.

MEDITATIO
El evangelio nos recuerda las promesas que Jesús hizo a sus discípulos antes de separarse definitivamente de ellos; trataba de prepararles a una situación nueva, antes de que debieran afrontar nuevos retos y asumir tareas nuevas, sin el constante apoyo de su presencia y de su consejo. Jesús consoló a los discípulos que dejaba, comprometiéndose a mandarles su Espíritu: nos les dejaría, pues, desamparados; no quedándose como hasta ahora lo habían tenido, corporalmente, estaría a su disposición de forma nueva pero permanente, espiritualmente.
Las promesas de Jesús, nos atañen; y escucharlas de nuevo, será para nosotros evangelio, noticia buena, oferta de salvación, si las aceptamos como una herencia que hay que asumir. Un discípulo desolado, tendría razón para quejarse del abandono en el que lo ha dejado Jesús siempre y más razón tendría cuando no se apropiara el legado de Jesús como la “tarea de su vida”.
Jesús deja una tarea, la de amarle obedeciéndole, la de quererle sintiéndole a disposición, la de seguirle sin poseerle. “Si me amas guardareis mis mandamientos”. Hacerle presente y eficaz mientras vuelva es ir haciendo su voluntad aunque se encuentre ausente.
La prueba de que queremos a Jesús que nos hace falta, es que no faltamos a su querer; si la voluntad de Jesús es la norma de nuestra vida no nos sentiremos abandonados a nuestra suerte; si no lo tenemos a él, tenemos al menos su querer entre nosotros; si no lo podemos amar a él en persona, podremos amar su voluntad.
Jesús no nos deja solos, nos ha prometido un Defensor único, su mismo Espíritu, aquél que le animó a él durante toda su vida, mientras convivía con sus discípulos.
Hasta que no pongamos a Cristo y su querer en el centro de nuestras vidas, no se nos concederá su Espíritu

ORATIO
Señor, envía tu Espíritu a mi vida para mantener ocupadas mis manos en la obediencia y mi corazón en el amor fraterno.
Enséñame a amarte obedeciéndote; a ir dejándome llevar por la acción del Espíritu Santo, a hacer eficaz tu ausencia; a sentir que llevando adelante tu querer y tu voluntad, eso me hace no sentirme solo ni abandonado a mi suerte.
Gracias, Señor Jesús, porque no me dejas sólo, me has prometido al Defensor, al Espíritu, así como te animó durante toda tu vida, así te pido que me anime en todo momento de mi vida.

CONTEMPLATIO
Te invito a poner tu confianza en Dios que no te deja sólo. Pedir al Señor que aumente tu fe como aumentó la de la Santísima Virgen María en los momentos difíciles. - Confiar plenamente en el amor misericordioso de Dios que te ama, que te busca, que se preocupa por Tí y que no te va a dejar sólo.

P. Cleo sdb

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