martes, 1 de abril de 2008

3er Domingo de Pascua A (6 abril 2008)




Texto a meditar y orar:

Lucas 24,13-35

LECTURA

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. El les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”.Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


LECTIO
Sólo San Lucas nos habla de este encuentro de Jesús resucitado con los llamados “Discípulos de Emaús”. El hecho se da el mismo día de la resurrección por la tarde. El evangelista nos deja ver a dos discípulos decepcionados y desilusionados por la muerte trágica de Jesús. Ellos, como otros muchos, esperaban más de su maestro. Ellos como los demás, se dejan llevar por la desesperanza y la tristeza y huyen, toman el camino fácil. El evangelista los presenta como conocedores de la Sagrada Escritura pero sin fe y sin capacidad para interpretarlas, además de cerrados por no creer en la palabra de las mujeres que habían anunciado la ausencia del cuerpo en el sepulcro. Jesús, haciéndose compañero de camino, les reprocha su tristeza, desesperanza y cerrazón. Luego les ilumina sabia y pacientemente y hace la justa interpretación de todo lo ocurrido desde la voluntad de Dios presente en las Escrituras. Sin embargo, y aunque su corazón “ardía” mientras le escuchaban, eso no fue suficiente para que le reconocieran y le creyeran, cosa que sucede plenamente hasta que bendice y les parte el pan. El evangelio concluye cuando nos hace ver su regreso a la comunidad con los apóstoles, quienes confirman que el que murió en la cruz está vivo.

MEDITATIO

En los diferentes relatos (once) que se habla de la Resurrección del Señor, se nos presentan estos momentos: la iniciativa del Señor de hacerse presente, la dificultad de los discípulos en reconocerlo, los signos o señales de que esta vivo, y termina dando una misión a los discípulos. Y en este pasaje así lo podemos apreciar. Varios son los mensajes que pone a nuestra consideración este evangelio. Muchas veces también nosotros huimos desilusionados, tristes y sin esperanza de nuestras familias y comunidades eclesiales porque la pasión y muerte en cruz de Jesús nos decepciona. Por eso mismo pocas ganas y poca experiencia tenemos de su resurrección. Igual que los discípulos de Emaús también nosotros pensamos conocer las escrituras pero somos incapaces de interpretar la realidad desde ellas de un modo atinado y no siempre concluimos en la certeza de la presencia de Jesús resucitado en el camino de nuestra vida. También nos cuesta dar crédito al testimonio de otros si lo que nos dicen no va de acuerdo a lo que nos gusta o nos interesa. Y más importante es que el pleno reconocimiento y certeza de la presencia de Jesús resucitado se da cuando él nos explica las Escrituras y nos parte el pan en compañía de otros. Cuando nos ha acompañado Jesús resucitado en nuestro camino y su palabra ha llenado de amor nuestros corazones somos capaces de volver al nacimiento de nuestra fe, al lugar del compromiso que habíamos abandonado, con una vida renovada y una alegre noticia confirmada por los demás con quienes le conocimos: nos da la misión de anunciar a las gentes: ¡Jesús resucitó, está vivo!

ORATIO

Gracias, Señor Jesús Resucitado, porque te hiciste compañero de camino de los que iban tristes de la vida y hasta decepcionados de ti; gracias, porque en las huidas, dolores, decepciones y tristezas has caminado a nuestro lado y te has hecho luz, consuelo, alegría y sentido de la vida. Gracias, Señor Jesús, porque te has quedado en la fracción del pan; y a nosotros cada domingo nos regalas tu Palabra y nos das a comer el pan de tu Cuerpo con la comunidad de hermanos que tú mismo has llamado, reunido. Gracias, Señor Jesús, porque has resucitado y estás vivo y haciendo caso a nuestra sincera petición te has quedado a pasar la tarde con nosotros para que no se haga noche en nuestra vida. Fortalécenos para que llevemos a los demás la noticia más importante de toda la historia: ¡Jesús ha resucitado, esta vivo!


CONTEMPLATIO:
Vive estos días de la Pascua en esa alegría que va creciendo, y también haz silencio, y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que se ha quedado y te invita a anunciarlo. Que el camino y ejemplo de los discípulos de Emaús, que se dejaron acompañar por Jesús resucitado, te anime a volverte alegre y lleno de esperanza para cumplir la misión que él te ha dado. ¡Aleluya!.


Nacho, SDB

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