martes, 3 de junio de 2008

Domingo 10° Ordinario, A (8 junio 2008)



Texto a meditar y orar:
Mateo 9, 9-13

LECTURA LECTIO (Lectura): Lee y relee el texto y repasa todos sus elementos
Aunque el Evangelio narra la vocación de Mateo, un publicano desvalorizado por el grupo de los Doce; pero es ciertamente la figura de Jesús, libre y soberano quien domina toda la escena. Mateo y el papel decisivo que jugaba en la sociedad de su tiempo le hacen gozar de una muy mala reputación ante los judíos: tales personas eran consideradas ladrones y saqueadores, poco observantes de la ley de Moisés y gente que había que evitar. El texto evangélico relata cómo a una comida de Jesús con sus discípulos se agregan publicanos y pecadores; “comer juntos” es sinónimo de profundo acuerdo y sintonía entre los participantes. Es por eso que ante los fariseos (y la pregunta que hacen lo denota), Jesús pasa por un transgresor de la ley, mientras en realidad lo era sólo de una ley de casta.
Jesús intercepta la pregunta de los fariseos a sus discípulos y responde rápidamente, en tres tiempos: citando un proverbio, invitando a la lectura de un texto profético y testimoniando su misión. Jesús, actuando así, hace la voluntad de Dios (usando la misericordia hacia todos, distinto de sus adversarios que solamente lo hacen con quien observa la ley de Moisés). Y el amor de Dios se presenta sin límites, la misión de Jesús hacia los pecadores no hace sino expresar que la salvación de Dios es un regalo en primer lugar y en segundo que es para todos, es universal. En este sentido Jesús se revela como el verdadero maestro, nuevo y diverso, con autoridad, que quiere llevar a todos a Dios, porque todos tienen necesidad, aunque en modo diverso de dar un paso adelante hacia la salvación.

MEDITATIO (Meditación): busca lo que Dios te dice a ti, en tu vida y circunstancias, desde el texto.
Jesús al llamar a Mateo, no le interesó mucho lo que estaba haciendo, cuando pasó a su lado; le importó que le siguiera inmediatamente, como hizo, nada más con ser llamado. A Jesús no le preocupó lo que pensaran los otros, sólo le preocupaba que respondiera afirmativamente quien había sido elegido. Lo que guió a Jesús en la vocación de Mateo no fue su fama, sino su persona y su respuesta. Nadie es demasiado malo para acompañar a Jesús, siempre que se ponga totalmente a su disposición. A Jesús no le importa ni lo que estaba haciendo Mateo antes de encontrarlo, ni si ya era lo suficientemente bueno como para merecerlo.
Jesús se hace invitar a casa de Mateo para entrar y convivir en la mesa con todos los de su condición. Ahí en la comida, Jesús y su comportamiento es el centro de atención de las miradas y de los comentarios de los practicantes y que se creían buenos.
La respuesta de Jesús: quien se crea bueno, no le merece; quien piense que nada en su vida tiene que cambiar, ha perdido la oportunidad de contar con su Señor. Estando entre pecadores, Jesús está con quien debe; a ellos se debe, pues para ellos ha venido. Jesús convive con pecadores porque busca su salvación; no es que pase por alto el mal en que viven, es, precisamente, porque lo conoce por lo que prefiere quedarse entre quienes más necesidad de él tienen.
Olvidamos con demasiada frecuencia que el mundo de Cristo no lo formaron las personas buenas; la gente repudiada por lo que hacía, los sospechosos de ser pecadores, fueron los que gozaron de sus preferencias.
Conviviendo con los peores, Jesús no excluía a los buenos; pero quien se creyera ser mejor, se autoexcluía de su compañía; los buenos se perdieron de Jesús porque se creían estar demasiado seguros de su bondad. Y lo peor es que tenían razones para pensar en que eran buenos, pues sus obras eran tan bien hechas que no necesitaron a quien podía hacerlas mejores y hacerles a ellos mejores.
Jesús viene a quien no está satisfecho de sí, a quien de verdad lo necesita. Si esto es así, Jesús vendrá a nosotros y estará entre los nuestros, siempre que deseemos ser mejores, porque todavía no somos lo bueno que él quisiera.

ORATIO (Oración): respóndele a Dios desde tu vida. Háblale haciendo oración.
Gracias Padre Bueno. Porque ha sido tu voluntad salvarnos, redimirnos y acercarte a nosotros los que nos sentimos alejados porque somos pecadores. Porque en Jesús te nos has hecho cercano y nos has manifestado tu Voluntad de llamarnos a la convivencia y al banquete de tu Hijo. Porque como a Mateo, sin ser merecedores de tu Gracia y sí muy pecadores, nos has llamado a convivir con tu Hijo. Porque a tu Hijo y a Tí no te ha interesado en qué cosas mantengamos ocupadas nuestras manos, simplemente quieres que como Mateo, escuchemos tu voz, atendamos a tu llamada y te sigamos sin poner resistencia ni cuestionarnos el porqué o el cómo.
Gracias Padre, porque en tu Hijo Jesús, te has mostrado misericordioso, atento a las necesidades de los más alejado y preocupado por ellos. Porque te has fijado en ellos y en su persona y no en sus comportamientos; y les has pedido una respuesta y exiges que te sigan y que estén dispuestos a seguirte.
Contigo he descubierto como Mateo que no hay que ser lo suficientemente bueno para merecerte; porque el ser tu seguidor y tu íntimo no depende tanto de los sacrificios que te pueda ofrecer y de las acciones que pueda realizar para ganarte; he descubierto que tu amor por mí es tan grande que corre por encima de mis actos y llega hasta mi persona y mi corazón.

CONTEMPLATIO: (Contemplación): haz silencio delante de Dios y de ese modo adóralo y contémplalo.
Me llena de consuelo y de alegría el saber que en mi pobreza y en mi pecado soy mirado y observado en mi persona por Ti, Señor. Y me experimento llamado a obedecerte, seguirte cuando siento tu mirada en mi vida y tu afecto en mi corazón.

P. Cleo, sdb.

No hay comentarios: