jueves, 3 de julio de 2008

Domingo 14º ordinario, A (6 julio 2008)



Texto a meditar y orar:
Mateo 11, 25-30
“Yo te bendigo, Padre, Señor del Cielo…”

LECTURA LECTIO (Lectura): Lee y relee el texto y repasa todos sus elementos

Este párrafo describe el misterio de la filiación de Jesús. La revelación de la paternidad divina, de que Dios es Padre, sobre todo de Jesús y a través de él, de los creyentes, constituye el centro de gravedad más acusado de la predicación de Jesús. En la paternidad divina se halla resumido cuanto puede decirse de la relación de Dios con los hombres. En la filiación divina se halla resumido cuanto puede decirse de la relación del hombre con Dios.
Se notan tres partes en el evangelio de hoy: a) acción de gracias al Padre por la revelación recibida; b) contenido de dicha revelación; c) y la invitación y llamada.

a) Acción de gracias: tiene como punto de referencia el rechazo que los escribas y fariseos habían hecho de la palabra de Jesús; sin embargo el Misterio del Reino no es accesible a esta clase de sabiduría humana y de sabios. La acción de gracias significa en este caso concreto la aceptación del plan o designio de Dios. Y este plan no puede ser aceptado más que por aquellos que se presentan ante Dios conscientes de su vaciedad y pequeñez, con la pobreza sustantiva del ser humano, con la actitud de humilde y desesperada búsqueda de algo o Alguien que sea capaz de llenar la propia vida.

b) La segunda, es decir, el contenido de la revelación, habla de Jesús como el único que revela quién y cómo es el Padre, su Padre y lo hace utilizando expresiones y categorías de “conocimiento” y “revelación”. “Conocer” indica una relación íntima y total. A este Misterio de Amor tienen entrada por una gracia inexplicable del Padre “los pequeños”, a través de la revelación del Amor del Hijo Jesús se presenta a sí mismo como el revelador del Padre, la plenitud de la revelación

c) Y la tercera, la invitación-llamada. La imagen “yugo”, perteneciendo a la relación esclavo-señor, pasó a aplicarse a la relación discípulo-maestro. Cada maestro imponía un yugo a sus discípulos; pero el yugo de Cristo es más suave que el que imponen otros maestros. El texto hace referencia en primer lugar al yugo de la ley de Moisés. Su yugo es suave y su carga ligera: Jesús inculca al hombre el espíritu de la Ley, liberándolo de la esclavitud de la misma; manda que pidamos al Padre y nos da la garantía de ser escuchados por él; promete al espíritu que viene en ayuda de nuestra flaqueza. Finalmente, él mismo se presenta como manso y humilde de corazón. Su yugo nada tiene que ver con la opresión, precisamente porque él viene al hombre con humildad por el camino de la suprema humillación para hacerse uno de nosotros.

MEDITATIO (Meditación): busca lo que Dios te dice a ti, en tu vida y circunstancias, desde el texto.

En el texto que proclamamos hoy, encontramos tanto las palabras y los sentimientos con los que Jesús, en oración, se dirigía al Padre; como también una invitación a compartir descanso y enseñanza, dirigida a todos los que se sienten cansados y agobiados.
La oración de Jesús está motivada por la gente sencilla que aceptando a Dios le abría sus vidas a su querer; y ello llenó el corazón de Jesús de alegría y su boca de plegarias. Sólo los humildes le dieron crédito a sus palabras, supieron valorarlo y se sintieron con fuerzas para seguirle.
Los pobres, los humildes y sencillos, ellos, son la razón de la oración de Jesús, y en ella Jesús desvela su secreto más íntimo: el Dios de la gente sencilla, el Dios que tiene a bien hacer sabio al ingenuo y entendido al que ignoraba, es el Padre de Jesús. Al saberse aceptado en su persona y en sus enseñanzas, Jesús les hizo saber su oración y en ella les descubrió su misterio personal; alabó a su Padre y bendijo su querer. No debería él dudar de que cuenta, y mucho, para nosotros; tendría que darse cuenta que bien merece nuestras penas y nuestra vida..., Bastaría sólo eso para que, de nuevo, fuésemos nosotros la causa de su alegría y de su oración.
Ser causa de la oración de Jesús, en la que se nos declara hijo agradecido de Dios, es el máximo bien al que podemos aspirar. Permaneciendo sencillos y pobres, pongamos en él nuestra esperanza.
Después de orar, Jesús invita a los que le han aceptado que se sientan a gusto con él, que reparen sus fuerzas y que alivien sus penas, mientras le siguen de cerca. Desea hacer de cuantos, por su sencillez lo acogieron sin reparos, discípulos sin agobios; quiere que aprendan de él a descansar de sus fatigas: y ya que conocen quien es Él, son dignos de poder intimar con Él y ése será su mejor descanso de las fatigas. Hay una carga y un alivio para los suyos; Jesús no libera de la obediencia ni de la cruz a sus discípulos, tan sólo les promete que no sucumbirán ante sus exigencias y que no les pesará ser obedientes ni cargar con la propia cruz.

ORATIO (Oración): respóndele a Dios desde tu vida. Háblale haciendo oración.

Hoy, juntamente con Jesús, tu Hijo, te bendecimnos, Padre del cielo y de la tierra, porque has ocultado los Misterios de tu Reino a los sabios e inteligentes y has querido revelarlo a los sencillos. Te damos gracias, Padre, te alabamos porque así nos has manifestado tu Voluntad en Cristo y porque en El nos has llamado y en El te nos has revelado y nos has manifestado tu querer.
Gracias por señalarnos como los predilectos, los sencillos, los pequeños; porque lo que nos hace tal delante de tu “mirada” es tu Voluntad que se nos ha revelado en Cristo Jesús; porque es grande tu deseo de que te conozcamos, de que entremos en intimidad personal y en un conocimiento de tus deseos para nuestra propia vida; porque nos quieres dóciles a tus manifestaciones de amor y nunca cerrados ante tus intervenciones; porque nos quieres humildes, obedientes, atentos a tus señales. Te alabo Padre y bendigo tu querer.

CONTEMPLATIO (Contemplación): haz silencio delante de Dios y de ese modo adóralo y contémplalo.

Siéntete contemplado por Dios; feliz porque ha puesto en Ti su mirada, como lo hizo con María; obsrvado por Dios en tu pobre humildad. Y descúbrete invitado a “intimar” con Jesús su Hijo.

Te deseo un buen inicio del Año Paulino
(29 junio 2008-29 junio 2009)


P. Cleo, sdb.

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