miércoles, 23 de julio de 2008

Domingo 17º ordinario, A (27 julio 2008)


Texto a meditar, orar y vivir:

Mateo 13, 44 - 52.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.

El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.

También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. ¿Han entendido todo esto?”

Ellos contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.

Nos encontramos a orillas del lago de Genesaret. Donde Jesús enseñó tantas veces y donde llamó a sus primeros discípulos; allí ellos descubrieron el valor del Reino. Este párrafo es la conclusión del bello capítulo 13 centrado sobre las parábolas. Y se distinguen fácilmente las tres parábolas. La del “tesoro escondido”, la del “vendedor de perlas” y la de la “Red que echan en el mar”. En las dos primeras parábolas se muestra claramente el comportamiento de los protagonistas y en la última que nos habla de una selección, es decir un carácter escatológico, donde tendrá lugar una separación, semejante a la del trigo y la cizaña que escuchamos el domingo pasado. Las parábolas nos invitan a un discernimiento y elección en favor de un bien que vale mucho más que cualquier otro. Es decir, se ilustra la actitud que es necesario asumir de frente a un tesoro o una perla que se han encontrado y que es la misma actitud que hay que tener frente a la realidad del Reino. Delante del “don de Dios” para las personas, realizado en Cristo, es necesario hacer una evaluación y una elección. Pero, es bueno reflexionar que habrá una selección hecha por los ángeles como los hicieron los pescadores al sacar la red a la playa.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.

Jesús confirma a sus oyentes que el Reino de Dios no está al alcance de todos, pero que ya todos pueden encontrarlo, pues está, como el tesoro o la piedra preciosa, esperando ser develado. Y da un criterio para discernir su invención; quien lo encuentra puede desprenderse de todo cuanto tiene, con tal de obtenerlo; si Dios no nos merece cualquier renuncia, la renuncia a cualquier bien, es que no lo hemos descubierto.

El descubridor de tesoros y el traficante de perlas, se encontraron repentinamente con algo que no esperaban; no perdieron tiempo y tuvieron que perder sus bienes; supieron que solo vendiendo todo lo que tenían podían obtenerlo; para hacerse propietarios del bien recién descubierto. Y porque sabían que era lo que habían descubierto, reaccionaron con rapidez; y el desprendimiento de sus posesiones fue total.

Así es el Reino de Dios: una vez encontrado, se encuentra la fuerza para poner todo en venta con tal de adquirirlo; una vez descubierto, se descubre que los bienes que se tienen no valen tanto, ni siquiera todos juntos, como vale él. Delante del “don de Dios” para las personas, realizado en Cristo, es necesario hacer una evaluación y una elección. La evaluación acerca de la absoluta prioridad del bien que es encontrado (la expresión indica que el bien es fruto de la gratuita libertad de Dios), seguida de la capacidad de subordinarle todo lo demás.

La pregunta que dirige Jesús a sus discípulos sigue siendo actual: el gozo de quien pierde todo es posible sólo a quien conoce la alegría de ganar a Dios y su Reino. Las parábolas son para el creyente de cualquier tiempo, una invitación a tener un discernimiento y una responsabilidad sobre una propuesta que bien vale la entrega de toda la vida. Las parábolas explican su naturaleza escondida y la irresistible atracción que despierta en quien lo descubre: y es El Reino de los cielos.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.

Dios y Padre Bueno:

Te pedimos que nos asista tu Espíritu Santo para vivir en continua búsqueda de ese Reino de los Cielos que se encuentra oculto; que nos pongamos en esa actitud de tensión llena de esperanza para buscarte como el sentido de nuestra vida.

Gracias por este gran regalo que nos invitas a buscar; danos la fuerza para saber valorar y encontrándolo, saber desprendernos de todo cuanto tenemos y entregar todo a cambio; porque sólo así descubriremos que es lo más valioso que tenemos en esta vida y lo que le da sentido a todo lo que hacemos en esta vida.

Hoy, pues, ante este Reino que está oculto y que se nos ha sido descubierto, nos sentimos motivados a actuar con rapidez y vender todo lo que tenemos para así apenas alcanzarlo.

Señor, te pedimos la fuerza para poner todo en venta y adquirir este tesoro; te pedimos la claridad de inteligencia y la sabiduría para descubrir que todo cuanto poseemos, no vale tanto como vale él; te pedimos que muevas nuestro corazón para deshacernos de todo lo que nos impide encontrarnos con este tesoro. Y al final cuando haya esa selección, esa separación, cuéntanos entre aquellos, que dejaron, que vendieron todo, para poseer el Reino.

Señor, ayúdanos a entenderlo.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida, a descubrirlo como la Luz que ilumina tu vida y a vivirla con profundidad y sentido.

El Papa BXVI en la Jornada Mundial de la Juventud decía: “No tengan miedo de decir su “sí” a Jesús, de encontrar su alegría en hacer su voluntad, entregándose completamente para llegar a la santidad y haciendo uso de sus talentos al servicio de los demás” (Misa de clausura)

Saludos y salud y mi oración. Nacho, SDB.

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