martes, 29 de abril de 2008

Ascensión del Señor A (4 mayo 2008)


Texto a meditar y orar:
Mateo 28, 16-20

LECTURA
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.

Con la Ascensión del Señor se unen dos momentos de la historia de la salvación: termina la acción histórica de Cristo y comienza el camino terreno de la Iglesia.

LECTIO: Lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.

Están Jesús y los Once. Este relato tiene lugar en Galilea, porque para S. Mateo ha sido el sitio principal de la actividad de Jesús; y Él los había citado en aquel Monte. Al verlo se postraron, lo adoraron unos, y otros titubeaban. Después Jesús se les acerca y les dice unas palabras que revelan que El tiene el poder y que se los transmitirá, para que vayan a enseñar a todas las naciones y las bauticen en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. También que enseñen a cumplir todo cuanto les ha mandando, es decir, llevar a las gentes al seguimiento del Señor, porque encontrarlo es vivir como El y no sólo aprender una doctrina; además una Comunidad que se encuentra con el Resucitado vive, lleva adelante esa Misión. Finalmente, les añade palabras de esperanza y confianza: “y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Son significativas tres palabras, o verbos: ‘ir’, ‘enseñar’ y ‘bautizar’; quiere decir, dinamismo, testimonio, vida sacramental y al creyente le corresponde ‘cumplir’, porque es respuesta al Evangelio.


MEDITATIO: Saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.

Son varios los temas para meditar: primero, la presentación de Cristo, es decir, el señorío absoluto de Jesús sobre el cielo y la tierra “me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; segundo, la misión de los discípulos, es decir, Jesús les ordena “Vayan y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, y tercero, la promesa del Señor hasta el final de los tiempos que Mateo lo dice en sus últimas palabras, “Y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. El monte en la Galilea, es símbolo donde espera Jesús a los Once, aquí o en la vida para siempre, signo del encuentro con el Resucitado; sin embargo, nos dice el texto, que algunos dudaban; la fe de los discípulos no está exenta de la duda, un riesgo que acompañará también la fe de la comunidad cristiana en la historia. Además, nos muestra que tiene todo poder en el cielo y en la tierra. Y nos dice palabras de esperanza: “Yo estaré con ustedes todos los días”.y nos entrega la Misión y el Mandato: “Vayan y enseñen a todas las naciones y bautícenlas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

ORATIO: Desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.

Señor, antes de subir al Padre te mostraste a los once glorioso, resucitado, allá en el monte de la Galilea. Unos discípulos se postraron adorándote y otros titubeaban, dudaban. Señor, les diste la tarea de ir, hacer discípulos que enseñaran y guardaran tus Palabras. Ellos continuaron aquello que Tú comenzaste puesto que sabían de tus promesas, ya que estarías siempre presente en medio de ellos, es decir, de nosotros: “Yo estaré con ustedes”. Tu Ascensión a los Cielos no es un mero recuerdo, es la invitación a ser tus Testigos, comprometidos en la tierra y con la mirada en los Cielos, porque “a donde llegó El, nuestra cabeza, tenemos la esperanza cierta de llegar nosotros que somos su cuerpo”. Señor, que no dudemos sino que vayamos, anunciemos y creamos en la fuerza de tu Palabra que es Evangelio para la historia, para el mundo de todos los tiempos.

CONTEMPLATIO:
haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a vivir con esperanza tu vida y toma algún buen propósito para ser su testigo en la tierra y vivir con esperanza de llegar a donde El subió.
En esta semana, recodamos la Feliz Fiesta de las Madres. El Señor las Bendiga con su Gracia y su Amor.

P. Nacho, sdb.

miércoles, 23 de abril de 2008

6° Domingo Pascua A (27 abril 2008)


Texto a meditar y orar:

Juan 14, 15-21


LECTIO
El relato del evangelio de este domingo está envuelto en una atmósfera de despedida. Jesús se va, pero anuncia y promete una nueva forma de estar presente entre sus discípulos y en la comunidad. El amor que se le tiene al ausente se va a verificar en la obediencia a su voluntad y no en la nostalgia tras su desaparición; Jesús no se queda con ellos, pero queda su voluntad; y desde ahora la comunidad sin la presencia física de Jesús será el lugar del cumplimiento de sus mandatos. Cuando hay discípulos dispuestos a obedecer sus mandatos y a llevar adelante su voluntad, eso provoca la intercesión de Jesús ante el Padre y el envío del Espíritu; y la misión de este protector es idéntica a la que tuvo Jesús; en realidad, lo representa en su ausencia, mientras dure su lejanía, hasta el fin del tiempo.
La ausencia de Jesús no pretendía dejar huérfanos a sus discípulos, sino más bien dar paso a una presencia nueva de Jesús entre los suyos y por lo mismo a la promesa del envío del Espíritu Santo. El reconocimiento de esta compañía permanente, solamente les será concedido a quienes tengan en común esa vida que Jesús posee tras su resurrección; sólo el creyente, que vive y se alimenta de la vida del resucitado, se convierte en su mejor vidente.
La venida de Jesús a los suyos mediante el Espíritu; es nueva vida que no se ha visto interrumpida por la desaparición física, les llevará a reconocer en Jesús su unidad vital con el Padre y la participación en ese nuevo modo de vivir ofrecido a quien le sea fiel. La vida cristiana experimenta a diario que la comunidad cristiana quiere a su Señor porque hace su querer y se siente querida por Dios; si el regreso de Jesús a los suyos les obliga a la obediencia, también les introduce en el conocimiento y en la intimidad con Dios.

MEDITATIO
El evangelio nos recuerda las promesas que Jesús hizo a sus discípulos antes de separarse definitivamente de ellos; trataba de prepararles a una situación nueva, antes de que debieran afrontar nuevos retos y asumir tareas nuevas, sin el constante apoyo de su presencia y de su consejo. Jesús consoló a los discípulos que dejaba, comprometiéndose a mandarles su Espíritu: nos les dejaría, pues, desamparados; no quedándose como hasta ahora lo habían tenido, corporalmente, estaría a su disposición de forma nueva pero permanente, espiritualmente.
Las promesas de Jesús, nos atañen; y escucharlas de nuevo, será para nosotros evangelio, noticia buena, oferta de salvación, si las aceptamos como una herencia que hay que asumir. Un discípulo desolado, tendría razón para quejarse del abandono en el que lo ha dejado Jesús siempre y más razón tendría cuando no se apropiara el legado de Jesús como la “tarea de su vida”.
Jesús deja una tarea, la de amarle obedeciéndole, la de quererle sintiéndole a disposición, la de seguirle sin poseerle. “Si me amas guardareis mis mandamientos”. Hacerle presente y eficaz mientras vuelva es ir haciendo su voluntad aunque se encuentre ausente.
La prueba de que queremos a Jesús que nos hace falta, es que no faltamos a su querer; si la voluntad de Jesús es la norma de nuestra vida no nos sentiremos abandonados a nuestra suerte; si no lo tenemos a él, tenemos al menos su querer entre nosotros; si no lo podemos amar a él en persona, podremos amar su voluntad.
Jesús no nos deja solos, nos ha prometido un Defensor único, su mismo Espíritu, aquél que le animó a él durante toda su vida, mientras convivía con sus discípulos.
Hasta que no pongamos a Cristo y su querer en el centro de nuestras vidas, no se nos concederá su Espíritu

ORATIO
Señor, envía tu Espíritu a mi vida para mantener ocupadas mis manos en la obediencia y mi corazón en el amor fraterno.
Enséñame a amarte obedeciéndote; a ir dejándome llevar por la acción del Espíritu Santo, a hacer eficaz tu ausencia; a sentir que llevando adelante tu querer y tu voluntad, eso me hace no sentirme solo ni abandonado a mi suerte.
Gracias, Señor Jesús, porque no me dejas sólo, me has prometido al Defensor, al Espíritu, así como te animó durante toda tu vida, así te pido que me anime en todo momento de mi vida.

CONTEMPLATIO
Te invito a poner tu confianza en Dios que no te deja sólo. Pedir al Señor que aumente tu fe como aumentó la de la Santísima Virgen María en los momentos difíciles. - Confiar plenamente en el amor misericordioso de Dios que te ama, que te busca, que se preocupa por Tí y que no te va a dejar sólo.

P. Cleo sdb

miércoles, 16 de abril de 2008

5º Domingo Pascua A (20 abril 2008)


Texto a reflexionar y rezar:

Juan 14, 1-12


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque voy a prepararles un lugar. Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy”. Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre”.


Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.


El Evangelio habla del momento en que Jesús se despide de sus discípulos durante la última cena y los invita a creer en Él; el ambiente está cargado de una dolorosa sorpresa por la traición de Judas y la triple negación de Pedro, pero al mismo tiempo esta inundado de un fuerte afecto por la cercana despedida de Jesús. Por eso, Jesús consuela a sus discípulos y los invita a tener una fe más grande y profunda no sólo en Dios sino también en él, que es el Hijo predilecto de Dios. Su partida tendrá que pasar a través de la muerte pero tendrá como meta la casa del Padre. Y es justamente sobre ella que ahora Jesús se detiene a comentar. Su partida no es definitiva sino que va a preparar un lugar para los suyos.
Y así explicándoles, Jesús afirma su unidad con el Padre, hasta tal punto de decirles que verlo a Él es ver a Dios y la única forma de encontrase con Dios es creyendo y siguiéndolo a Él. De igual forma, quien crea en Jesús, participará también de su poder divino y hará, como Jesús, grandes milagros.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.


Jesús se presenta como el Camino, la Verdad y la Vida; si no se pasa por Él nadie llega a Dios. Jesús Resucitado es el rostro humano de Dios, desde donde Dios nos mira y en el que podemos admirar a Dios
La fe en Dios ha de vivirse de ahora en adelante como fe en Jesús; su nueva vida le ha vinculado a Dios; Él ha de estar con su Padre.
Qué bueno que Tomás le preguntó a Jesús: “¿Cómo podemos saber el camino?”. El discípulo encuentra el camino de recuperación de su soledad si toma la vida de Jesús como camino de su vida, como verdad para sus dudas, como vida para sus muertes. Jesús es el camino, el método y la meta final de realización del hombre y de la mujer, que han sido pensados por Dios para compartir en Comunión. Y esta es la manifestación más grande del Padre a la toda persona; que en Jesús, el Padre se nos muestra amándonos y salvándonos. “Sólo Él nos muestra al Padre”.
Aceptar a Jesús como el camino, la verdad y la vida, significa poner a Cristo Jesús en el centro de nuestra vida, hacerle la razón de nuestras decisiones y el juez de nuestros sentimientos.
¿No resulta impresionante y significativo que Jesús tenga que rogar a sus discípulos que le crean?

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.


Señor Jesús, que eres el Camino, la Verdad y la Vida, alimenta nuestra pobre fe en el momento en que sentimos que nos tienes que dejar para prepararnos un lugar junto a tu Padre. Si nos dices que hay muchas mansiones y que tenemos cabida ahí, te queremos agradecer por invitarnos a compartir la intimidad contigo y con tu Padre.
Hoy el camino que tenemos que realizar es creer en Ti; Descubrirte a Ti, Señor Jesús, actuando en nuestro mundo es empezar a descubrir y a “conocer” quien es Dios para nosotros y cuál es su voluntad en nosotros y sobre nuestras vidas.
El que Tú, Señor Jesús, te alejes de nuestro mundo, nos hace experimentar a los que nos consideramos tus discípulos una cierta soledad de la vida; pero nos hace también entender que es la actitud que debe vivir el seguidor tuyo, alimentando su vida de una grande fe y confianza en Ti al saberte y descubrirte como Camino, Verdad y Vida.
Ésta es nuestra tarea, aprender a conocerte, y confiar en Ti.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita al Camino cierto, a la verdadera Verdad y a la eterna Vida; y toma algún buen propósito para que lo ofrezcas a Jesús resucitado durante esta semana quinta del tiempo de Pascua.


Nacho, SDB.

jueves, 10 de abril de 2008

4° Domingo Pascua A (13 abril 2008)


Texto a meditar y orar:

Lucas 10, 1-10

LECTURA
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»

Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon.
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.»

LECTIO
El párrafo evangélico forma parte de una sección más amplia, que desde el capítulo 7 hasta el 10 se proclama a Jesús como el agua viva, la luz del mundo y por otro lado se revela su identidad en el templo y cura al ciego de nacimiento. Se trata por lo tanto de presentar a Jesús, su persona y su obra.
Presentando a Jesús hablando en parábolas y con un lenguaje lleno de figuras, el evangelio tiene como trasfondo de este relato del Pastor, el capítulo 24 de Ezequiel donde Yavé es el Pastor de Israel y también el salmo 23 que canta a Yavé como “el pastor”.
Jesús es presentado claramente como “el buen pastor”, “las ovejas son suyas”; “las llama a cada una por su nombre”; “las ovejas lo siguen”; “le conocen”; “escuchan su voz”. Todas estas expresiones sintetizan el misterio de la persona y de la obra de Jesús.
Después aparece la imagen de la puerta, que substituye la imagen del pastor; Jesús mismo se convierte de “pastor” en “puerta”. Esta imagen hace referencia al Salmo 118; y por lo mismo para el evangelista, Jesús es la puerta, de la cual se sirven las ovejas para entrar y así encontrar la salvación.

MEDITATIO
Bajo la doble imagen de la puerta del aprisco y el pastor del rebaño, Jesús alude a la relación personal que mantiene con la comunidad de discípulos. La familiaridad con las ovejas le permite acceder a ellas con facilidad, guiarlas con seguridad y defenderlas con eficacia.
Como la puerta da acceso al rebaño y a la vida, Jesús permite entrar en la comunidad y concede la vida en abundancia. Optar por Jesús conduce a la vida en común de cuantos mantienen una vida de obediencia y de seguimiento: no hay otra puerta que conduzca a la vida, sino la que introduce al creyente en la comunidad cristiana.
El verdadero pastor entra de día, por la puerta, su voz es familiar, va delante de su rebaño; el pastor extraño asalta a su redil, desconoce a las ovejas; el éxito de uno y el fracaso del otro radica en que el rebaño conozca la voz de su guía. La familiaridad con el Pastor es el criterio de la obediencia.
Presentándose como pastor, Jesús quiere indicarnos su compromiso de convivencia y la convivencia prolongada desemboca en la intimidad; del compartir penalidades y esfuerzos juntos, nace la confianza y después la obediencia. Caminar tras quien se nos ha hecho compañero de camino, confiar en quien ha consagrado su vida a cuidarse de nosotros, obedecer a quien conoce nuestras mismas dificultades, porque las ha hecho suyas, no debería resultarnos pesado.

ORATIO
Señor Jesús, con tu entrega y servicio te presentas como el Buen Pastor y como la puerta del aprisco.
Hoy quiero, Señor, caminar detrás de quien se ha hecho compañero de mi camino, confiarme en Tí que has consagrado tu vida a cuidarme; y agradecerte porque me conoces a fondo y conoces mis dificultades, las has hecho tuyas y me llevas en un proceso y con paciencia por caminos de seguridad y de salvación. Seguirte a Tí, Señor, porque tú me has precedido en el camino, buscando alimento y preparándome el descanso.
Hoy, Señor, me llamas y me invitas a convivir contigo y en Tí confiar mi vida. Es preciso que escuche solamente tu voz; es ella, tu voz la que marca el ritmo, la cadencia y me invita a la obediencia, porque es la voz de mi Señor y de quien me conoce, me ama y a quien amo. Gracias, Señor por dar la vida por el hombre, por mí, por invitarme a compartir tu estilo de vida, por invitarme a intimar contigo.
Tú, Señor Jesús, eres mi pastor, nada me faltará; tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida.

CONTEMPLATIO:
Te invito a meditar la Palabra del Señor y dejarte guiar por su voz, por la voz del Señor que te observa, te habla y te conoce y se preocupa por Ti y te contempla con cariño y es tu Pastor. Te invito a estar atento a sus señales.


P. Cleo, sdb.

martes, 1 de abril de 2008

3er Domingo de Pascua A (6 abril 2008)




Texto a meditar y orar:

Lucas 24,13-35

LECTURA

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. El les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”.Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


LECTIO
Sólo San Lucas nos habla de este encuentro de Jesús resucitado con los llamados “Discípulos de Emaús”. El hecho se da el mismo día de la resurrección por la tarde. El evangelista nos deja ver a dos discípulos decepcionados y desilusionados por la muerte trágica de Jesús. Ellos, como otros muchos, esperaban más de su maestro. Ellos como los demás, se dejan llevar por la desesperanza y la tristeza y huyen, toman el camino fácil. El evangelista los presenta como conocedores de la Sagrada Escritura pero sin fe y sin capacidad para interpretarlas, además de cerrados por no creer en la palabra de las mujeres que habían anunciado la ausencia del cuerpo en el sepulcro. Jesús, haciéndose compañero de camino, les reprocha su tristeza, desesperanza y cerrazón. Luego les ilumina sabia y pacientemente y hace la justa interpretación de todo lo ocurrido desde la voluntad de Dios presente en las Escrituras. Sin embargo, y aunque su corazón “ardía” mientras le escuchaban, eso no fue suficiente para que le reconocieran y le creyeran, cosa que sucede plenamente hasta que bendice y les parte el pan. El evangelio concluye cuando nos hace ver su regreso a la comunidad con los apóstoles, quienes confirman que el que murió en la cruz está vivo.

MEDITATIO

En los diferentes relatos (once) que se habla de la Resurrección del Señor, se nos presentan estos momentos: la iniciativa del Señor de hacerse presente, la dificultad de los discípulos en reconocerlo, los signos o señales de que esta vivo, y termina dando una misión a los discípulos. Y en este pasaje así lo podemos apreciar. Varios son los mensajes que pone a nuestra consideración este evangelio. Muchas veces también nosotros huimos desilusionados, tristes y sin esperanza de nuestras familias y comunidades eclesiales porque la pasión y muerte en cruz de Jesús nos decepciona. Por eso mismo pocas ganas y poca experiencia tenemos de su resurrección. Igual que los discípulos de Emaús también nosotros pensamos conocer las escrituras pero somos incapaces de interpretar la realidad desde ellas de un modo atinado y no siempre concluimos en la certeza de la presencia de Jesús resucitado en el camino de nuestra vida. También nos cuesta dar crédito al testimonio de otros si lo que nos dicen no va de acuerdo a lo que nos gusta o nos interesa. Y más importante es que el pleno reconocimiento y certeza de la presencia de Jesús resucitado se da cuando él nos explica las Escrituras y nos parte el pan en compañía de otros. Cuando nos ha acompañado Jesús resucitado en nuestro camino y su palabra ha llenado de amor nuestros corazones somos capaces de volver al nacimiento de nuestra fe, al lugar del compromiso que habíamos abandonado, con una vida renovada y una alegre noticia confirmada por los demás con quienes le conocimos: nos da la misión de anunciar a las gentes: ¡Jesús resucitó, está vivo!

ORATIO

Gracias, Señor Jesús Resucitado, porque te hiciste compañero de camino de los que iban tristes de la vida y hasta decepcionados de ti; gracias, porque en las huidas, dolores, decepciones y tristezas has caminado a nuestro lado y te has hecho luz, consuelo, alegría y sentido de la vida. Gracias, Señor Jesús, porque te has quedado en la fracción del pan; y a nosotros cada domingo nos regalas tu Palabra y nos das a comer el pan de tu Cuerpo con la comunidad de hermanos que tú mismo has llamado, reunido. Gracias, Señor Jesús, porque has resucitado y estás vivo y haciendo caso a nuestra sincera petición te has quedado a pasar la tarde con nosotros para que no se haga noche en nuestra vida. Fortalécenos para que llevemos a los demás la noticia más importante de toda la historia: ¡Jesús ha resucitado, esta vivo!


CONTEMPLATIO:
Vive estos días de la Pascua en esa alegría que va creciendo, y también haz silencio, y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que se ha quedado y te invita a anunciarlo. Que el camino y ejemplo de los discípulos de Emaús, que se dejaron acompañar por Jesús resucitado, te anime a volverte alegre y lleno de esperanza para cumplir la misión que él te ha dado. ¡Aleluya!.


Nacho, SDB