domingo, 29 de marzo de 2009

Domingo de Ramos, B (6 abril 2009)


Texto a meditar y orar:
Mc 14,1-15,47

El Domingo de Ramos se lee siempre la lectura completa de la Pasión del Señor, según uno de los evangelios. Y los relatos de la Pasión, como el de hoy, nacen de la necesidad sentida por la generación de los testigos de la Resurrección de explicarse el sentido de la muerte trágica de Jesús: quienes aseguraban haberle visto vivo, por fuerza tenían que decir que había muerto y narrar las circunstancias de su muerte. Para que su relato resultara convincente, debía transparentar un significado que no se agotase en la crónica de lo sucedido. Marcos lo logra insistiendo en una narración de los hechos que deje bien claro que lo que sucede es el cumplimiento de lo que ya habían dicho las Escritura: Dios lo había así determinado y ya estaba incluso preanunciado.

Lectura y Meditación. La cruz, un escándalo pero también el motivo de la salvación
No debería sorprendernos demasiado esta nuestra incapacidad de situar en la cruz de Cristo nuestra salvación: la muerte de Jesús en cruz fue y sigue siendo hoy, un escándalo. Como los primeros discípulos de Jesús, los creyentes seguimos resistiéndo¬nos a aceptar que su muerte violenta e injusta sea el camino escogido por Dios para venir en nuestra ayuda; no logramos entender que un destino tan ignominioso fuera inevitable ni comprendemos que el amor que Dios nos tiene tuviera que manifestarse en hechos tan desgraciados. La muerte de Jesús, innecesaria y gratuita como toda muerte, se nos hace más ilógica por lo brutal de sus circunstancias y la injusticia que la provocó. Cuesta trabajo admitir que tras la cruz de Cristo estuvo Dios.
Lo malo de todo esto no es que no logremos entender la razón de semejante muerte; sino que hoy es peor que no podamos solidarizarnos con quien la soportó. Sigue siendo una realidad incomprensible entre nosotros lo que sucedió en vida de Jesús: los pocos seguidores que le acompañaron durante los últimos días en Jerusalén, no tardaron en abandonarle a medida que él se acercaba al Calvario. Entonces como hoy, el lugar de la muerte de Cristo es el lugar de la traición de cuantos le seguían: el entusiasmo que Jesús suscitó entre sus seguidores murió en ellos antes de que él muriera en un patíbulo; no valía demasiado la pena continuar siguiendo a quien iba a acabar tan malamente. Entendemos muy bien a aquellos discípulos que no pudieron aguantar el espectáculo de la cruz: ¡tanto nos parecemos a ellos, que nos resultan hasta simpáticos!
Es posible, incluso, que nosotros hoy encontremos mayor dificultad aún, ya que en nuestros días la muerte es una realidad que olvidar, siempre que no nos ataña, y la injusticia un desorden del que desentenderse, siempre que no nos toque a nosotros. Compartimos con los primeros cristianos esa radical repugnancia a comprender que en la muerte de Cristo obtuvimos vida sin fin y salvación definitiva.

La cruz de Cristo prueba del amor que Dios nos tiene
Somos, pues, los creyentes hoy, como los discípulos ayer, los peores enemigos, los más recalcitrantes, de la salvación que Dios ha pensado y realizado en la cruz de Cristo. Huye de nosotros la potencia de Dios, si se nos escapa de las manos, y del corazón, la cruz de Cristo; renunciando a ella, logramos ciertamente hacer más comprensible nuestro Dios, sin caer en la cuenta que un Dios a la medida de nuestro entendimiento no puede ser auténtico; un Dios que cupiera en nuestro corazón y que se acomodara a nuestros deseos, no sería mayor que nuestro corazón ni mejor que nuestros anhelos.
Contra la cruz se estrellan todos los intentos que el hombre emprende para domesticar a Dios; si despreciamos la cruz de Cristo, si la olvidamos o silenciamos, ¿cómo podríamos captar las razones de Dios, las razones de un amor que se ha dejado ver sólo en la cruz de Cristo?; nadie puede jamás sentirse realmente amado por Dios, si no acepta su forma de amarnos.
Y sin embargo, ello es tan antiguo como lo es el seguimiento de Jesús. Desde que llamó a unos hombres a que compartieran con él destino y forma de vida, proyectos y existencia diaria, se encontró con personas que le siguieron hasta la cruz, pero sólo hasta ella; allí le dejaron solo todos; quien más le prometieron fidelidad, con más ahínco le negó; uno de los que había distinguido con mayor intimidad fue quien le entregó. La convivencia prolongada día y noche no fue suficiente; el conocimiento adquirido en largas caminatas predicando el reino fue insuficiente; el entusiasmo y la fe no alcanzaron: ante la cruz sólo un desconocido, que, para mayor vergüenza de los discípulos, fue el responsable de la crucifixión se hizo creyente, así lo dice el evangelio de hoy.

Oración.
Gracias Padre Bueno, porque en la muerte de Jesús en la cruz nos revelas el infinito amor que nos tienes. Esta prueba de amor, es la prueba definitiva para nuestra vida como discípulos seguidores de tu Hijo; si queremos serte fieles, estamos comprometidos a responder ante el camino de la cruz. Que nos sintamos tan amados por Tí, que ese amor supere el escándalo de esta cruz; que este amor nos haga guardar la fidelidad a tí, sin tanto esfuerzo; que no nos cueste soportar tu muerte, siempre que comprendamos que es la máxima expresión de tu amor.
Señor Jesús, ten misericordia de nuestra dureza de corazón para entender los caminos de tu salvación, sostennos para no escandalizarnos jamás y renegar de tu voluntad. Te pedimos que nos ayudes a saber dirigirnos a tu Padre y entender la forma de hacer oración en el momento de nuestra salvación; en los momentos que son decisivos para descubrir cuál es la voluntad del Padre en nuestras vidas.
Que el amor que hemos descubierto en la Voluntad del Padre y en tu entrega amorosa, nos impulse a no abandonarte y dejarte solo, a no negarte por haberte conocido y dejarte sólo y huir
Hoy descubro la grandeza de tu amor y tu infinita misericordia, tanto que empiezo a entender que el sufrimiento, el dolor y la muerte son manifestaciones de que Tú me amas y que sales victorioso y eres el rey de la Nueva Vida que vence el mal con la resurrección

Contemplación: Te sugiero que durante esta semana Santa vayas leyendo, pausadamente todo el relato de la pasión que se narra en el evangelio de Marcos. Es bello y te ayudará a rezar y a meditar.
Tras haber escuchado, una año más, la crónica de la Pasión de Jesús sería más apropiado dejarse llevar por el corazón y silenciar toda palabra que nos aleje del drama de la cruz e impida contemplar a Cristo y éste crucificado; con frecuencia se entiende mejor aquello de lo que menos se habla y más se contempla con respeto. Además, sobre la muerte y el dolor no solemos hablar con gusto: "el hombre moderno, no obstante sus conquistas, roza en su experiencia personal y colectiva el abismo del abandono, lo absurdo de tantos sufrimientos físicos, morales y espirituales"; y no logra dar un sentido a tanto dolor ni se atreve ya a considerar que "todos estos sufrimientos han sido asumidos por Cristo en su grito de dolor y en su confiada entrega al Padre". Ni siquiera nosotros mismos, cristianos que vamos a celebrar la Pasión de Jesús como nuestra salvación, estamos convencidos de que, en ella y por ella, "la noche se convierte en día, el sufrimiento en gozo, la muerte en vida" (Juan Pablo II, Mensaje a España [Madrid 1982] 140).

Te deseo una feliz y fecunda conclusión del camino cuaresmal, que debe llevarnos a una más grande identificación con Cristo a través de la participación a su misterio Pascual durante esta semana Santa.

P. Cleo sdb.

martes, 24 de marzo de 2009

5° domingo Cuaresma, B (29 marzo 2009)


Texto a meditar y orar:

Juan 12, 20-33

Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”.
Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y él les respondió:
“Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a si mismo, se pierde; el que se aborrece a si mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre. Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: ‘Padre, líbrame de esta hora’? No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre”.
Se oyó entonces una voz que decía: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”.
De entre los que estaban ahí presentes y oyeron aquella voz, unos decían que había sido un trueno; otros, que le había hablado un ángel.
Pero Jesús les dijo: “Esa voz no ha venido por mí, sino por ustedes. Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”.
Dijo esto, indicando de qué manera habría de morir.

Lectura ( lo qué nos dice el texto )
El presente texto se ubica después de la resucitación de Lázaro y de la conspiración judía para matar a Jesús, y antes del inicio de su pasión comenzada con la última cena. Jesús está en Jerusalén en la fiesta de la Pascua judía y es normal que haya gente de todas partes del mundo conocido, incluidos los griegos que se acercan a Felipe porque quieren ver a Jesús. Al requerimiento, Jesús responde de un modo, en apariencia, extraño: primero dice que ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre va a ser glorificado, aludiendo con esto a su propia muerte, no tanto como un fracaso y un fin, sino como un hecho de victoria. Para ayudar a entender el valor salvador de su muerte, habla del grano de trigo que tiene que morir para dar fruto abundante, de ese modo Él ha de morir para dar la vida a todos, por eso invita a sus discípulos a hacer lo mismo en favor de los demás. En segundo lugar Jesús muestra sus más hondos sentimientos ante la muerte que se avecina: por una parte angustia terrible y, por otra, la más grande confianza en su Padre, y que hace oír su voz, como un trueno o un ángel, para corroborar la glorificación de su Hijo al ser levantado en la cruz, pues desde allí atraerá a todos hacia sí para formar el único Pueblo de Dios.

Meditación ( lo que te dice Dios desde el texto )
En este Quinto domingo de cuaresma la muerte y resurrección de Jesús reclaman directamente nuestra atención y nuestra postura personal. La actitud de los griegos, gente extranjera, que busca a Jesús, gente intelectual basada en el conocimiento, ya nos da una pauta como para cuestionarnos qué tanto hemos buscado a Jesús en esta cuaresma, qué tanto nos hemos convertido a Él. Por otra parte en el evangelio Jesús, que no duda en dar su vida por la salvación de los demás y asume la voluntad del Padre libremente, es directo al momento de invitar a todo discípulo a hacer lo mismo que Él, porque “el que se ama a sí mismo, se pierde; pero el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”. Por tanto la felicidad, fecundidad y sentido de nuestra vida no se podrá medir, según Jesús, por el cuidado intensivo de uno mismo que excluye la donación para prolongar la vida más años, ni por el simple conocimiento intelectual, sino por la calidad y cantidad de entrega diaria y a todos, porque ese modo de morir a diario es como enterrar el propio grano de trigo para producir mucho fruto. ¿Nos decimos cristianos, creyentes en Jesús? Él nos dice: “el que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté también esté mi servidor. El que me sirva será honrado por mi Padre”. De ese modo la muerte en cruz, que pudiera parecer un fracaso y el fin de todo, es el triunfo del amor y de la vida sobre el mal, sobre el egoísmo, el odio y la muerte de este mundo. La vida y muerte de Jesús, su modo de ver la realidad, va contra toda postura egoísta que invita a reservar la vida en lugar de entregarla, a cerrar el corazón, de manera egoísta, en lugar de abrirlo a muchos, a buscar sólo mis intereses en lugar de buscar el bien de todos, siendo ese el mejor modo de perderla. Jesús en su oración, al Padre, no pide ser librado de la muerte, más bien allí confirma su disponibilidad y libertad para cumplir la voluntad del Padre, pues para eso ha venido. Y el Padre nos lo hace saber mediante su voz y nos lo entrega para que comprendamos que siguiendo a su Hijo es la manera de glorificarlo. Mucho podríamos aprender de la oración de Jesús, de tal manera que al buscarlo, al seguirlo y al servirlo, busquemos no nuestros gustos y deseos, sino la voluntad del Padre, pues a eso hemos venido y allí encontraremos lo que tanto anhelamos y desesperadamente buscamos, el sentido de nuestra vida y nuestra felicidad, ofreciéndosela a los otros. El Señor nos ha dado la vida para entregarla a los demás.

Oración ( lo que tú le dices a Dios desde tu vida iluminada por el texto )
Padre bueno, muchas veces hemos tenido miedos, de todos los miedos, tú lo sabes. Hemos tenido miedo de buscar, de servir y de seguir total y realmente a tu Hijo Jesús y nos hemos quedado en la apariencia y en lo que no compromete del todo. Hemos tenido miedo de buscar, de escuchar y de cumplir tu voluntad y nos hemos quedado sólo en lo nuestro y que es pobre, débil y corta de miras. Tenemos miedo de entregarnos completamente a ti y a los demás y nos quedamos en la desconfianza y en una autosuficiencia. Nos consuela, que así como glorificaste a tu amado Hijo nos glorificarás por haberlo seguido. Igual que tu Hijo Jesús, sabemos que también tendremos nuestra hora, y no te pedimos que nos libres de ella, porque para eso nos has llamado, sino que nos acompañes y nos ayudes a crecer en disponibilidad y donación a ti y a quienes nos has confiado. Haz que seamos como ese grano de trigo que se entierra junto con la cruz de tu Hijo para que de allí brote la vida.

Contemplación (haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios y ve lo que es necesario cambiar y agregar a tu vida en esta cuaresma, que ya va muy adelantada y con ello alcanzar la Pascua)


Saludos, acompañado de mi oración: Nacho, SDB.

miércoles, 18 de marzo de 2009

4° domingo Cuaresma, B (22 marzo 2009)


Juan 3, 14-21

Lectura.
Este texto evangélico corresponde al diálogo con Nicodemo. Nicodemo es una de las pocas personas pertenecientes a la institución religiosa que estableció una relación amistosa con Jesús. Dice el Evangelio que Nicodemo era un fariseo, es decir, perteneciente al grupo judío que buscaba la perfección personal en la estricta observancia de la ley de Moisés. También dice que era “jefe judío”, o sea que pertenecía al Sanedrín. Y el Sanedrín era el Consejo Supremo Judío que impartía la justicia en Israel. Nicodemo es por lo tanto, estudioso, observante, maestro de la Ley y hombre constituido en autoridad. Y entre ellos dos se desarrolla este diálogo. A este hombre dominado por la Ley, Jesús le habla de otra realidad, de otro mundo, de otra perspectiva, de nacer de nuevo, del amor de Dios. Y los símbolos que comentan serán la luz, las tinieblas, la serpiente de bronce, el juicio, la vida.
El evento símbolo de la serpiente de bronce hace referencia a la historia de Israel en el desierto y que es narrada por el libro de los Números, también ella historia de pecado-muerte y salvación. La serpiente de bronce, señalada en el A.T. y querida por Dios, trataba de ser un signo de su presencia, y el mirarla, describía un itinerario de conversión y de fe.
Así se entiende mejor la llamada de atención de en el Evangelio de Juan: Jesucristo el Salvador, es la Palabra de Dios que viene del cielo, hecha carne-hombre, débil y mortal; pero “era necesario que el Hijo del Hombre fuera levantado” sobre la tierra, “para que cualquiera que crea en él, obtenga la vida eterna”. Después de la Resurrección, Juan dice que la muerte de Jesús más allá de ser una elevación-levantamiento sobre la cruz, es una “elevación-exaltación” en la gloria. La fe que salva y da la vida eterna, es descrita por Juan bajo la cruz como una mirada de conversión y de fe. “dirijamos la mirada hacia aquél que han traspasado” (Jn 19, 37).
El Padre ha “sacrificado” verdaderamente a su Hijo por todos nosotros; el; el hijo sacrificado es el don inconmensurable ofrecido por Dios para la salvación de todos los hombres. El mundo pasa a ser así, el ámbito de la universal salvación de Dios que alcanza a todos a cada uno en Cristo Jesús. El amor de Dios, revelado y actuado en Jesucristo, tiene solamente propósitos de salvación.

Meditación
Dialogando con Nicodemo, Jesús descubre el sentido de su muerte y la naturaleza de la vida para aportarla; la necesidad de su fin queda aludido bajo la imagen de la serpiente, cuya exaltación salvó de la muerte al pueblo en el desierto. Pero la muerte no es el objetivo de Jesús, sino el medio por el cual Dios manifiesta el amor que tiene por los hombres. Y la salvación mostrará su eficacia cuando encuentre la aceptación de quien ha de ser salvado.
Nicodemo, andando a escondidas, encontró razones para ir a Jesús; para conocerle menos de oídas y verle más de cerca, para preguntarle por sus razones, por sus sentimientos, por sus proyectos, por su vida y por su muerte; así le daríamos la ocasión a Jesús para que nos tuviera confianza e intimara también con nosotros. Dialogando, Jesús nos diría que su muerte es necesaria para que nosotros tengamos vida asegurada “el Hijo tiene que ser elevado (en la cruz), para que todo el que cree en él tenga vida eterna”.
El dirigir la mirada hacia Cristo crucificado y levantado en la cruz, según Juan, significa creer en él como realizador y dador de la salvación de Dios a los hombres. Cristo mismo interpreta el levantamiento de la serpiente como un símbolo de la propia pasión y muerte. Creer, no es otra cosa que el acto de mirar a Cristo Crucificado, reconociendo en Él al Hijo de Dios. Creer significa estar ciertos que la cruz de Cristo es gloria, es victoria sobre el pecado. Cristo muerto y resucitado, es el don definitivo del Padre. Se trata del primado del amor de Dios, sobre el cual se funda la esperanza cristiana.
La luz es la persona misma de Cristo. Los creyentes son aquellos que acogen la luz que reconocen en Jesús el Hijo unigénito del Padre. La Verdad es la revelación de Jesús y es Jesús mismo. Cristo invita a “ser verdad” es decir acoger en la vida su revelación y su misma persona.

Oración.
Señor Jesús:
La lección de Nicodemo es bastante clara; él buscó razones y aunque fuera de noche y a escondidas, quería conocer el Jesús del que tanto hablaban y cerciorarse personalmente. Y es que descubrió que el encuentro personal lo haría creyente en Jesús, pues Tú le revelaste tus motivos, tus sentimientos y los proyectos de vida; es decir le revelaste a tu Padre Dios y su voluntad.
La Palabra de Dios hoy, habla a mi conciencia de creyente porque es la conciencia de alguien que ha sido amado por Dios y quiere volverlo amante. Ésta conciencia de sentirme amado en Cristo Jesús por Dios, es lo que me revelas en el encuentro diario y personal, íntimo contigo.
Descubriendo tu persona, dialogando contigo, interesándome por Tí, voy intimando. Tu Palabra me revela que la voluntad del Padre es que Tú eres todo para nosotros, un hombre que está pensando en dar la vida por nosotros, un Dios que nos ama hasta la renuncia de su propio Hijo. ¡Qué Dios tan maravilloso! Ésta es la revelación más grande que Dios nos ha hecho en la historia.
Descubrirte a Tí como la expresión del Amor de Dios y descubrir que en tu vida y en la muerte te has manifestado como salvador, me hace orientar mi mirada hacia Tí y poner mis ojos y mi corazón fijos en Tí.
Descubriéndote a Tí, y mirándote Crucificado, se me llena la vista de razón y el corazón de esperanza seguro de que el mal que hago y que padecemos ha sido vencido y estoy llamado a vivir de esa alegría, de la nueva vida.
Y es que olvidándome de Cristo Crucificado me impide sentirme amado por Dios, porque así lo dice tu Palabra: “tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él...” Te imaginas: ¿Cómo no sentirme agradecido con Él? Dios así merece toda mi atención, mucho de mi tiempo y todo de mi vida.
Creer en Tí, Señor Jesús, y en Tí Crucificado, es aceptar hoy, el amor que Dios.

Contemplación.
Te invito a orar alzando la mirada hacia una cruz. Contemplar al que de ella pende. Fija tus ojos en el Crucificado y te invito a entrar en la intimidad con Él. Descubrir en Jesús y en la fe en él y en la intimidad con él, el amor del Padre cuando nos envía a regala a su Hijo para nuestra salvación.


Mi saludo y mi oración: P. Cleo sdb.

viernes, 13 de marzo de 2009

3er domingo Cuaresma, B (15 marzo 2009)


Texto a meditar y orar:

Juan 2, 13-22

La Pascua de los judíos estaba cerca, y Jesús subió a Jerusalén, y encontró en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los que cambiaban dinero allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó a todos fuera del templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas de los cambistas y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre una casa de comercio. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu casa me devora. Entonces los judíos respondieron y le dijeron: Ya que haces estas cosas, ¿qué señal nos muestras? Jesús respondió y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Entonces los judíos dijeron: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días? Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto; y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había hablado.

Lectura
El Evangelio de Juan nos presenta esta peregrinación de Jesús y sus discípulos al principio de su misión. Para la fiesta de Pascua se daban cita muchos israelitas en Jerusalén, y para la ofrenda de los sacrificios en el Templo, era más cómodo comprar ahí los animales, en torno a lo cual se desarrolló un complejo mercado sobre supuestos religiosos, siendo un signo claro la existencia de cambistas que no sólo servían para igualar las diferentes divisas, sino para evitar que circulara dinero impuro en las transacciones, con una pingüe comisión.
Jesús se encela por la situación, recordando el sentido original del Templo: Casa de Oración. Pero no sólo declara la santidad del lugar, sino también se proclama como Hijo de Dios: Casa de mi Padre. Lo que desata la controversia con los judíos, dado que ellos preguntan por la autoridad con que realiza estas acciones.
Jesús, como respuesta, se presenta como el nuevo Templo, reconstruido en 3 días. Así, los testimonios sobre la autoridad de Jesús son la Escritura cumplida (Salmo 69, 10) y la promesa de la Resurrección.

Meditación
La purificación del Templo no es ritual o legalista, sino un reconocimiento de su sentido verdadero: Casa de Oración. ¿Qué busco yo en la iglesia?, ¿una mera tradición, un lugar de encuentro, un mercado o un diálogo con Dios?
¿De qué cosas se ha llenado mi relación con Dios que me conviene purificar en esta Cuaresma?
Jesús se presenta a sí mismo como el Templo de la Nueva Alianza, el templo de su cuerpo. Yo soy parte de este cuerpo, ¿soy consciente de la presencia de Dios en mi vida, y respeto mi cuerpo como Templo del Espíritu (salud, descanso, integridad)?
¿Descubro a Jesús como el verdadero lugar de encuentro con Dios? ¿Es él el fundamento de mi fe, o trato de escudarme en amuletos, rezos - que no brotan del corazón -, o tradiciones?

Oración

Padre, dame el celo de tu Hijo Jesús para defender todo lo que es tuyo, dame la claridad de pensamiento para discernir lo que es importante a tus ojos y lo necesario para mi felicidad. Dame la fuerza de tu Espíritu para clamar desde lo hondo de mi corazón que eres mi Padre y reconocer en mí y en mis hermanos, el templo vivo de tu Presencia. Señor, quiero renacer en tu Hijo en la próxima Pascua, que él reconstruya en mí cuanto yo sólo con mis fuerzas y egoísmo no he logrado. Amén.


Contemplación

Disfruta el momento de la comunión de este domingo, reconciéndote templo vivo de Dios. Aprovecha para repensar en cuántas cosas se gastan tus fuerzas, tus pensamientos y sentimientos y purifica tu mente, tu cuerpo y tu espíritu para que tu vida sea oración continua a Dios Padre.

jueves, 5 de marzo de 2009

2° domingo Cuaresma, B (8 marzo 2009)


Marcos 9, 2-10

Lectura.

La transfiguración de Jesús da lugar a un diálogo continuado, que se presenta en tres actos, con diversos protagonistas cada uno, y una toma de posición como motivo central.

En la primera escena los discípulos asisten a la conversación de Jesús con Elías y Moisés y se atreven a pedir que la experiencia que están viviendo no se termine.

La inesperada irrupción de la nube y la voz que rompe la placidez de la visión domina la segunda escena: de contemplar a Jesús divino pasan los discípulos a escuchar al mismo Dios, que se presenta como Padre amante de su hijo.

Tras oír la voz de Dios la visión desaparece; en tercera escena, Jesús y sus discípulos son devueltos, y con cierta brusquedad, a la normalidad. No podrán, les advierte Jesús, contar lo visto; ni sabrán, añade el cronista, pues vuelven confusos por cuanto les acaba de decir un Jesús, de repente poco divino y muy mandón.

Reconocido como Cristo pero no aceptada aún su cruz, Jesús sube a un monte con tres de sus discípulos y les deja ver, momentáneamente, su verdadera identidad. La experiencia es tan placentera que Pedro se olvida de sí y de los compañeros para mirar sólo por Jesús y sus compañeros: está dispuesto a vivir a la intemperie con tal de prolongar lo que vive. La voz de Dios interrumpe su proyecto y sus sueños: reconociéndolo como Hijo querido, quiere Dios que se le obedezca; no son los sentimientos, por buenos que sean, sino la obediencia a Dios lo que debe suscitar la contemplación de Jesús. Seguirle es imperativo divino; y los tres discípulos volverán a la realidad y al llano, con un nuevo saber y sin un entendimiento mejor. Hasta que Jesús no resucite de entre los muertos no lograrán hacerse con el sentido de lo ocurrido: ni la convivencia continua ni la visión ocasional hicieron de los seguidores de Jesús mejores discípulos; sólo la experiencia de su resurrección. Más que dedicarse a envidiar a Pedro, por lo que pudo ver y oír, podríamos emplearnos en quedarnos encantados con Jesús.



Meditación

El evangelio de hoy nos recuerda el momento, insólito pero central en la vida de Jesús, cuando reveló su identidad verdadera a sus más íntimos. Podríamos hoy quizá hasta envidiar a esos discípulos que vieron a Jesús tan cautivador, tan resplandeciente, profeta entre profetas, hijo amado de Dios; a un Jesús así nos sería fácil seguirle; de un Jesús así, ¿cómo iba a ser difícil quedar seducido?; con un Jesús así todo se nos convertiría en hermoso y, como a Pedro, nos parecería natural quedarnos con él, aunque fuera a la intemperie. Pero, entonces, ¿cómo es que no vivimos tan entusiasmados por Jesús?. ¿Por qué no se nos transfigurará tam­bién a nosotros?

Jesús tomó consigo los discípulos que le habían seguido desde el principio, aquellos que habían puesto su confianza en el, y los llevó a un lugar apartado, sobre una montaña. En esta acción de Jesús tenemos expresado el requisito previo para ver a Jesús transfigurado: no fue a los extraños a quien Jesús se manifestó encantador, sino a quienes lo veían todos los días caminar y dormir, comer y predicar, rezar y descansar; la familiaridad con Jesús no fue un obstáculo para reconocer su verdadera identidad. Bien al contrario, serán siempre los discípulos fieles aquellos que podrán soñar con la sorpresa de verse descubriendo quién es realmente Jesús. No es que él no sea lo suficientemente maravilloso, lo bastante divino, para poder soprendernos un buen día; es que no encuentra discípulos fieles en su entorno, capaces de renunciar a todo y anteponerle a él a todos, para mostrarse como él es: un estupendo maestro y el hijo preferido de Dios.

El discípulo de Jesús, precisamente porque está habi­tuado a estar con él, debe estar abierto a dejarse sorprender continuamente: quien no se maravilla de él, quien no le teme, quien no siente ganas de quedarse sólo con él, no es un discípulo digno de su confianza, no merece su intimidad. Y la consecuencia obvia de este encuentro será el sentirnos decir que debemos, sobre todo, escuchar sólo a Jesús: todo lo que hayamos podido conocer y experimentar, será menos importante; quien ha descubierto a Jesús, descubre la obligación de atenderle, de seguirle, de obedecerle. Jesús ha de ser el único punto de referencia del discípulo que lo ha visto tal como es: quien se ha entusiasmado con él una sola vez, permanece siempre con él entusiasmado; no podemos reducir nuestra vida cristiana a la escucha de su palabra una vez por semana: Dios mismo, directamente, ha impuesto a los discípulos la escucha de su Hijo amado siempre. Quien quiere permanecer con Jesús está obligado a permanecer escuchándole. No hay otro modo de que se nos convierta en ese hombre encantador que vieron Pedro y los otros dos discípulos. Escuchando lo que nos diga, lo descubriremos cercano y estupendo; y nos vendrá la gana de quedarnos con él, aunque no tengamos donde cobijarnos: quien le escucha, sabe que con él se está bien y que no se siente necesi­dad de nada más.

Pero no nos ilusionemos demasiado: esta experiencia de ver a Jesús tal como es, siempre es breve. 'De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús. Y bajaron con él de la montaña' Las experiencias bonitas con Jesús son reales, pero escasas; profundas, pero breves; se dan ciertamente, pero siempre duran poco. Es en la relación cotidiana con Jesús, con el Jesús de siempre, entre las dudas y resistencias de cada día, como los discípulos aprenden a escuchar su voz. La fe se vive en la duda; la fidelidad se prueba cuando es posible y tentadora la traición: los discípulos que vieron a Jesús extraordinario, volvieron enseguida a verle tan ordinario como era todos los días; pero sabían que podían contar con que cualquier día podía volvérseles otra vez tan divino como en realidad era. Ellos lo sabían y vivieron escuchándole.


Oración.

Señor Jesús. ¡Qué no diera yo, porque te me manifestaras tal cual eres, divino, cautivador! Me ilusionaría poder asistir, aunque fuera por un instante, a ese espectáculo que Pedro Juan y Santiago presenciaron. Pero bastaría que te viera como Dios te ve, que te quisiera como Él te quiere, que te aceptara como Él te pensó, para saberte divino, tal cual eres, hijo preferido del Padre. Si me dedicara a escucharte y a obedecerte, Tú te dedicarías, lo sé, a cautivarme: si fuera tu siervo, tú serías mi encanto. Dame la obediencia que me pides; para ello, te pido tu transfiguración, para hacerme tu discípulo.

No temeré ya la normalidad, la incomprensión, si puedo guardar en mi corazón el instante de tu divinidad cautivadora. Viviré con mi secreto en el corazón, conservaré la instantánea de nuestro encuentro, hasta que, por fin un día, nos veamos cara a cara.

Enséñame, Señor Jesús, a comprender el secreto de tu camino que es ineludible, el camino de la cruz; enséñame a optar por Tí, por tu persona aunque implique cualquier camino, y si es el por el que Tú has optado, enséñame a amarlo.

La revelación de Dios Padre, ha sido el mejor regalo para mí. El saber que Tú, Buen Jesús, eres el hijo predilecto y el más querido, me hace descubrir en Dios un Padre Bueno y lleno de Amor que nos ha manifestado que nos quiere, dándonos lo mejor que tiene, a su propio Hijo y pidiéndonos que le obedezcamos. Gracias, Padre, Bueno, porque así te ha parecido bien revelarnos en Cristo Jesús el amor que le tienes y en Él revelarnos que nos quieres y que quieres que seamos obedientes.


Contemplación.

Alaba, agradece, bendice y adora a Dios que te ama; escucha su voz que te dice. “tú, también con mi Hijo Jesús, eres mi hijo amado”. Escuchemos a Jesús, llenémonosle de nuestras atenciones, atengámonos a sus exigen­cias: terminaremos también nosotros un día por experimentar qué maravilloso es Jesús para todo aquél que le sigue y le obedece.



Mi saludo y mi oración: P. Cleo sdb.