viernes, 17 de abril de 2009

2° domingo Pascua, B (19 abril 2009)


Texto a meditar y orar:
Jn 20, 19-31

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
Palabra de Dios

LECTURA
Este pasaje evangélico presenta dos apariciones de Jesús a sus discípulos; ambas parece que ocurren el primer día de la semana y en referencia al lugar se dice que es el cenáculo. Son dos episodios distintos para presentar separadamente dos temas importantes: el primero es la misión (del Espíritu a los discípulos y de los discípulos al mundo) para el perdón universal y en el segundo, se presenta la fe personal que ha de superar la incredulidad del discípulo.
En este texto hay que reflexionar varios detalles; por una parte el miedo de los discípulos es un signo que sirve para recalcar la iniciativa del Resucitado. De unos hombres aterrados no habrían salido valientes predicadores de no haberse dado un encuentro real con el Señor Jesús; por otra parte, el darse a ver, Cristo, con las señales de la pasión, es decir en sus manos y en su costado traspasadas, confirma el interés que tiene el evangelista en probar la identificación de Jesús con el Resucitado; esto sólo lo lograron los discípulos gracias a la intervención del mismo Señor.
Otro detalles es que la presencia inesperada de Jesús en medio de ellos (los discípulos), les devuelve la alegría; Cristo es el gozo que se les había prometido. Y les concede la paz, ya que su saludo repetido varias veces, no es mero deseo sino un don concedido y el viático para la misión.
Un detalle más y puy importante es que Jesús les concede a sus discípulos la gracias del Espíritu y ésta gracia va unida a la imposición de la misión. Juan une el don del Espíritu, que asegura la presencia del Señor entre los suyos, con el perdón universal y sin condiciones de los pecados.
La tarea exclusiva, y la misión universal es el perdón de los pecados. Esta misión de quitar el pecado del mundo propia del Cordero de Dios, está encomendada a toda la comunidad creyente.
Tomás representa la incapacidad de los primeros discípulos para aceptar el hecho de la resurrección de Jesús, su poca preparación y su sorpresa. Con el tema de la duda, Juan ha querido así mostrar que fue el mismo Resucitado quien condujo así a sus testigos a la fe en Él y, al mismo tiempo, que no hará falta de una intervención especial suya, para que crean los que vienen detrás. Tomás es el último creyente y, en cierto sentido el paradigma de todo creyente; al proclamar al Resucitado como Señor mío y Dios mío. Y así en boca del mayor incrédulo se da la mejor confesión de fe cristiana.

MEDITACIÓN
Encerrados estaban los primeros discípulos en sus miedos y en sus casas, aunque Jesús ya había resucitado. Tuvo Jesús que presentárseles lleno de vida e imponerles una tarea: les envió al mundo con su Espíritu como viático y el perdón de los pecados como quehacer. Si al ver de nuevo a su llorado Señor les llenó de alegría, fue la concesión de su Espíritu y el mandato de perdonar lo que les liberó de sus temores y cambió sus vidas: Jesús les inspiró su aliento y creo en ellos nuevas posibilidades, de hombres miedosos e incapaces, a ser unos testigos de la resurrección. Por aceptar la misión de perdonar al mundo al que antes tanto temían, obtuvieron en propiedad el Espíritu de Jesús Resucitado. !Resucitaron también ellos aquel día para perdonar¡ El saber perdonar es un signo fehaciente de ser testimonio de la Resurrección.
Como Tomás, somos duros, pragmáticos, rebeldes. Tomás es un perfecto representante del hombre de nuestro tiempo. De todos los tiempos. De cada uno de nosotros. ¡Cuántas pruebas exigimos para creer. Nosotros nos comportamos muchas veces como el bueno de Tomás. Tal vez su incredulidad y escepticismo eran fruto de la crisis tan profunda en la que había caído. ¡En sólo tres días habían ocurrido cosas tan trágicas, tan duras y contradictorias que le habían destrozado totalmente el alma! Su Maestro había sido arrestado, condenado a muerte, maltratado de una manera bestial, colgado de una cruz y asesinado. Y ahora le vienen con que ha resucitado… ¡ Había sido tan amarga su desilusión como para dar crédito a esas noticias que le contaban ahora sus amigos…
Como a Tomás, exigimos también nosotros demasiadas pruebas para creer. Nuestra incredulidad es también fruto de la mentalidad materialista, mecanicista. Pero la fe es, por definición, creer lo que no vemos y dar el libre asentimiento de nuestra mente, de nuestro corazón y de nuestra voluntad, a la palabra de Dios y a las promesas de Cristo, aun sin ver nada, confiados sólo en la autoridad de Dios, que nos revela su misterio de salvación. Pero sólo Cristo resucitado tiene palabras de vida eterna y el poder de darnos esa vida eterna que nos promete. ¡Porque es Dios verdadero y para Él no hay nada imposible!

ORACIÓN
Señor Jesús, tu Resurrección me invita a ser testigos ante los demás de ella, porque soy creyente en Ti y porque creo en tu amor. Que tu Espíritu, el Espíritu del Resucitado me ayude para descubrir la Vida tuya que se palpa en la Resurrección y que abre los ojos a la Paz y a la alegría y llena los corazones de esperanza en Tí y en el amor de Dios Tu Padre.
Soy consciente, como Tomás, que la debilidad invade mi persona; que es frágil mi fe en Tí; que busco aferrarme a algo que sean pruebas porque tengo dudas y te muestro mis miedos. Por eso mi grito hoy es que me llenes de ese gran regalo que es el Espíritu, que es quien alienta los corazones y fortalece la fe en la Resurrección de Jesús. Porque con su presencia y con su aliento emprenderemos el camino de todo creyente que goza y viviendo en serenidad y paz disfruta en Cristo Jesús la alegría de su vida, pues Él es la nueva Vida y es el regalo de paz para nuestros corazones. Porque con su presencia, la del Espíritu, el creyente testifica esa Nueva vida ante los demás y asume la misión de Jesús y vive para perdonar al mundo que aún no cree en su Señor Resucitado. Porque con su presencia, los miedos y las dudas pueden convertirse en actos de fe. Señor Jesús, Resucitado, dueño de la vida y de la historia, que nos has llamado a vivir en común la misma fe en Tí y nos quieres experimentándola y testimoniándola ahí. Porque la comunidad es el lugar del encuentro con Jesús Vivo.


CONTEMPLACIÓN
Contempla en silencio al Señor Resucitado, reza y medita con los ojos de la fe, y descúbrete inmensamente dichoso, sereno, sencillo y feliz por la vida y la presencia del Señor Resucitado en ella. Felices Pascuas de Resurrección!


P. Cleo sdb

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