miércoles, 22 de abril de 2009

3er. domingo de Pascua, B (26 abril 2009)


Texto a meditar y orar:
Lucas 24, 35-48

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Ellos desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.
Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.
Después les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “ Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”.

Lectura (El texto dice… )
El pasaje evangélico que hoy meditamos es parte del último capítulo del tercer evangelio y donde se exponen los hechos relativos a la Resurrección de Jesús. Jesús se aparece como Resucitado a la primera iglesia; se presenta y saluda con el augurio de la salvación ya realizada por él (“la paz sea con ustedes”); los discípulos se turban y se asustan por la sorpresa de encontrarse delante de un personaje más grande que ellos; Jesús y los discípulos que los fortifica dirigiéndoles su palabra; ellos dudan de su verdadera identidad y de la presencia física de Jesús, que se hace reconocer con los signos de la crucifixión y también al comer el pez asado. Y al estupor-miedo de los discípulos se convierte en estupor-alegría cuando conviven con Él y escuchan sus palabras.
Este relato así vivo y concreto, tiene la intención de superar la incredulidad de los discípulos; el Resucitado no es ningún fantasma, puede comer y ser palpado, ser visto y oido; hasta tuvo que hacer experiencia con el signo del compartir y el comer; el Resucitado tuvo que empeñarse a fondo para hacerles entender la realidad de su vida, gracias a su cuerpo glorioso.
Y también el evangelista hace ver que la Resurrección de Jesús tiene su raíz en la Escritura: lo que sucedió es parte de un proyecto, es decir, que cumple las promesas que Dios había hecho desde el Antiguo Testamento a los creyente de Israel, pero además, lo que le sucedió a Jesús, su muerte y Resurrección Gloriosa aporta la salvación a todo el que lo vea así y a todo el que crea en Él. Y termina enviándolos como testigos de esto.

Meditación ( Dios te dice desde el texto… )
Lucas busca superar la incredulidad de los discípulos resaltando la veracidad del suceso; el Resucitado no es ningún fantasma, puede comer y ser palpado, ser visto y oído; el evangelista vuelve a insistir en la incapacidad de los testigos para creer lo que están viendo y de entender cuanto oyen: de no haber sido por Jesús, lo hubieran seguido dando por un muerto. Jesús invitó a sus discípulos a que miraran y tocaran sus manos y sus pies, para que pudieran comprobar que era Él mismo, el que estuvo colgado muerto en la cruz: allí podían verse las marcas dejadas por los clavos. Luego les pidió algo para comer, y para demostrarles que no era un fantasma, comió delante de ellos. Ahora ya pueden estar seguros: Jesús, el que estuvo muerto, ahora ¡vive!. Ha resucitado. Y de la tristeza se convierte en alegría. Después el Señor les hizo comprender las Sagradas Escrituras. Les hizo ver que todo lo que había sucedido no era ningún fracaso, sino el cumplimento del plan de Dios. Después de esta explicación todo se hizo claro. Lo que para ellos era motivo de espanto era realmente una causa de alegría. Y como el plan de Dios no terminó con la Resurrección de Cristo, el Señor no deja que los discípulos se queden gozando ociosamente de su nueva presencia. El Señor los envía a llevar la noticia de que la Vida es más fuerte que la muerte, a todas las gentes; los manda a predicar a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Y que sean testigos de la Resurrección.

Oración (Tú le dices a Dios desde tu vida iluminada por el texto… )
Gracias, Padre Bueno, porque la Resurrección de Jesús ha sido predicada por estos testigos y ha sido para nosotros motivo de confianza en Tí y nos ha traído como resultado la salvación y la redención. Porque con la Nueva Vida que Él ha inaugurado nos ha permitido entrar a formar parte de tu familia y nos consideras como tus hijos predilectos, porque nos has creado para Tí y nos quieres como tu Hijo Jesús vivos en tu presencia. Ayúdanos a creer en Ti, en tu Resurrección y en la nueva Vida que nos has traído, a creer en tu Proyecto Divino de salvación y en el que quieres que entremos todos y en especial que tu Palabra fortalezca nuestros débiles entendimientos. Gracias, también, Padre, porque en el nombre de Jesús se ha predicado a todos la salvación. Porque me invitas y me envías a llevar adelante tu mandato amoroso del perdón de los pecados a todas las gentes, en especial a los de mi familia y a quienes se encuentran cercanos a mí. Señor, que seamos testigos de la Resurrección.

Contemplación (en silencio agradece, adora, alaba y bendice a Dios).
En este tiempo de Pascua sigamos viviendo “alegres” y llenos de esperanza porque el Señor se ha manifestado en nuestra historia y en nuestras vidas y estamos invitados a poner nuestra fe y confianza en Él.

Nacho, SDB.

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