martes, 9 de junio de 2009

11° domingo ordinario, B (14 junio 2009)


Texto a meditar y orar:
Mc. 4, 26-34

Lectura. El párrafo evangélico de éste domingo está formado por la parábola de “la semilla” que germina y crece por sí sola; y después la del grano de mostaza.
Parece ser que las parábolas que Marcos presenta se colocan en un momento de dificultad del ministerio de Jesús. Inicialmente sus parábolas y sus milagros suscitaron entusiasmo; las gentes recurrían a él atraídos por la autoridad de su enseñanza que les golpeaba fuertemente y por la potencia de su actuar. Después fue decayendo poco a poco el entusiasmo y retirándose las masas, fue permaneciendo solamente el restringido grupo de discípulos. Diversas afirmaciones de la narración de Marcos, dejan intuir la situación crítica que se verifica en el ministerio galileo de Jesús.
Esta situación de crisis tuvo sus repercusiones negativas sobre el ánimo de los discípulos todavía inseguros respecto de su adhesión al Maestro. Jesús va a su encuentro y se apresura a iluminarles sus dudas y confortar su espíritu mediante las parábolas. Ambas parábolas explican la naturaleza del reino de Dios y la convicción personal de su predicador
La de la “semilla” que crece y por sí sola es portadora de un mensaje de confianza. A los discípulos, preocupados porque la palabra de Jesús es rechazada, él les dice que es necesario tener paciencia. A su tiempo, ella dará su fruto. La resistencia de los hombres y su acogida superficial pueden obstaculizar el camino de la Palabra, pero no podrán hacer vana su fecundidad. Los discípulos no deben por tanto ceder ante la tentación de la ansiedad y del miedo. La Palabra viene proclamada con confianza, fortaleza y perseverancia; ella sigue su curso y, respetando los tiempos de Dios que son diversos de aquellos de los hombres, conseguirá resultados imprevistos e inesperados.
Y la parábola del grano de mostaza, expresa también un mensaje de confianza y de esperanza. Los discípulos están preocupados por el inicio modesto del reino de Dios y en su interior se preguntan cuál será su desarrollo. Humanamente ellos van viendo avecinarse la sombra del fracaso. Jesús los consolida afirmando que el reino de Dios inicia con poco, pero después se desarrollará gradualmente alcanzando la plena realización. El pide a sus discípulos una absoluta confianza en su persona y un abandono incondicionado a su Palabra. Por lo tanto es necesario una grande capacidad de discernimiento para leer lo positivo que existe en las situaciones humanas encontradas en el camino de cada día.

Meditación. Jesús estaba seguro de que Dios implantaba, lenta pero eficazmente, su voluntad en el mundo: la fuerza vital de la simiente es mayor que su aparente destrucción.
Predicar el Reino de Dios fue la ocupación principal de Jesús durante su ministerio público. El Dios que Jesús predicaba es un Dios que sigue viviendo y trabajando en el mundo, de incógnito, pero con eficacia, como la semilla germina y va creciendo, sin que se sepa muy bien cómo; es un Dios que se sabe que está presente no porque se le vea a Él personalmente, sino porque pueden verse siempre en crecimiento sus obras; como el sembrador y como el cristiano, que está seguro de que Dios está construyendo su reino en éste mundo lenta pero inexorablemente, a pesar de las resistencias de sus enemigos y de los pecados de sus amigos.
La certeza de Jesús ha de crear en sus discípulos seguridad. La certeza de tener a Dios en la vida y en medio de sus vidas. Jesús anima a sus discípulos a poner su confianza en Dios por encima y más allá de las evidencias: sin verle a nuestro alrededor, podemos sentirle; podemos contar con su presencia, sin tenerle todavía al descubierto.
La parábola de Jesús desvela una ley de la naturaleza y de la fe: en lo más pequeño, en lo cotidiano, está Dios actuando. Quien cree en este Dios, latente pero activo, recupera esa paz que sólo Dios produce, tan interior que nadie puede robársela, tan evidente que se hace envidiar por quienes no comparten la misma seguridad.
Quien está seguro de la actuación de Dios en él y en el mundo, no se desinteresa de sí ni de su mundo, porque le llevaría a desinteresarse del Dios que está detrás, mejor, dentro de sí y del mundo.
Creer en el Dios de Jesús, ése Dios que vive y actúa dentro de nuestro mundo como la semilla dentro del campo, lleva a vivir esperanzados, sin que la fatiga diaria nos quite el sueño ni el ansia por gozar hoy de los frutos de nuestro esfuerzo nos fuerce a vivir tensos, preocupados, por el día de mañana.
Hoy ser, creyente en Jesús, debe caracterizarnos por nuestra confianza y ánimo frente a los problemas de nuestra sociedad; preocupados por mejorarla, sobre todo sabiendo que Dios la está trabajando, nos sentiremos así, sus compañeros de ilusiones y fatigas.

Oración. Gracias Padre Bueno porque tu Hijo Jesús tuvo como principal preocupación predicarnos el Reino tuyo; porque tu Voluntad quiso transmitírnosla por medio de parábolas y juntamente nos comunicaba cómo eras y cómo te comportabas con los hombres. Cada palabra que Jesús nos transmitió nos hablan de Tí, de tu cercanía a mi vida y a la vida de los hombres y que te dejas sentir en la rutina de la vida diaria.
Es que nos hablas, Señor Jesús, del reino de Dios narrando la vida misma de los hombres. Nos comunica que la acción de Dios es semejante a la de una semilla que en el silencio, no cesa de ser activo, aunque cese en mí la memoria de Él o tal vez la incapacidad de encontrarlo en la vida. Dios, dice Jesús, trabaja de incógnito pero con eficacia, no tiene prisa, tiene su propio método y su propia pedagogía; me da la impresión de que el evangelio dice que no tienes prisa, en forma lenta pero inexorable y todavía más a pesar de la oposición de los enemigos o bien de los errores o pecados de los amigos, también va adelante la iniciativa tuya.
Hoy, Señor, tu Palabra me invita a tener la confianza puesta en Tí, en Dios, en tu Palabra y reconocer agradecido que cuento con tu presencia, aún sin haberte todavía descubierto. Sentirte activo en el mundo, en mi corazón tal vez sin haberte contemplado todavía y sin haber vivido experiencias fuera de lo ordinario de la vida y de mi vida.
Me invitas a tener la paciencia suficiente, porque tengo mi fe puesta en Tí y saber reconocer en las pequeñas cosas los frutos de la actuación de Dios; saber contemplar agradecido la potencia salvadora de Dios en los pequeños acontecimientos de cada día y esperar con fe el tiempo oportuno de la intervención amorosa de Dios.
Creer en tu intervención amorosa, Oh Dios, me hace vivir lleno de esperanza, entendiendo que cada cosa y preocupación tiene su momento y se realiza a su tiempo, y esto no debe quitarme el sueño ni turbar mi fe en Tí.
Convence mi corazón con tu Palabra, para que la entrega de la propia vida, el dolor, el sufrimiento, aún los momentos en que mi vida roce la muerte y la tristeza no aniquilen mi paz interior y la alegría de vivir, porque en Tí tengo puesta mi confianza como el sembrador la pone en la semilla sabiendo que dará todos sus mejores resultados.

Contemplación. Me consuela que Tú, Señor estás trabajando en silencio y construyendo tu Reino y que yo formo parte de ése proyecto. Tengo plena confianza en el amor de Dios y en su intervención callada pero efectiva y amorosa. Reconozco y agradezco la fuerza creadora de Dios en el interior de la historia humana y de mi propia vida.

Un saludo. P. Cleo sdb

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