martes, 22 de diciembre de 2009

Natividad del Señor (25 diciembre 2009)


22 de Diciembre de 2009
Les envío un aludo y les deseo una Feliz Navidad cuando estamos esperdo la Venida de Dios nuestro Salvador. Reciban un saludo y me saludan a su Familia de mi parte y les dicen que les ofrezco la intención en la Eucaristía del dia 24 por la noche. Dios les bendiga.


FIESTA DE LA NAVIDAD
Jn 1, 1-18


LECTIO: La liturgia del día de hoy propone el “prólogo” de Juan, una exquisita temática cristológica que constituye una síntesis que la define como una preciosa perla del evangelio de San Juan.

El párrafo evangélico de esta noche de Navidad no se centra en narrar el origen terreno de Jesús sino que lo afirma como principio de todas las cosas; más que interesarse por la existencia histórica de Jesús se ocupa de la preexistencia de la Palabra.

El prólogo, es un himno como tantos otros encontrados en el Nuevo Testamento; himnos cantados en común. Es un canto de la comunidad creyente que celebra agradecida su fe. Es la profesión de fe de una comunidad litúrgica; se insinúa así la mejor actitud para entender el testimonio del evangelio: la acción de gracias común es el punto de partida para la comprensión recta del evangelio.

La experiencia de la Palabra de Dios en Israel, hizo de su fe una vivencia histórica: la Palabra desvela el sentido de los hechos y comunica el designio concreto de Dios. La novedad en el uso juánico del “logos” está en afirmar que la Palabra preexistente ha asumido carne para siempre. El Verbo se ha hecho hombre (va contra el docetismo que atribuía a Cristo una apariencia, no una realidad plenamente humana); Jesús ha hecho propia hasta la fragilidad y la caducidad del la “carne”. En esto reside el misterio de la Encarnación.

El prólogo afirma dos verdades fundamentales del Verbo-Jesús: la de ser-Dios y la de haberse “en-carnado” con la naturaleza humana.

El centro del relato del evangelio es su síntesis: era Dios y se hizo carne; estaba junto a Dios y habitó entre los hombres. Es, sin duda, una de las afirmaciones del Nuevo Testamento más profundas; que incluye:

a) Se anuncia un acontecimiento nuevo: con la Palabra aconteció algo parecido a lo que sucedió con la creación; apareció convertida en realidad débil y mortal, hecha carne. La Palabra de Dios se hizo palabras de Jesús de Nazaret. La solidaridad del logos con la condición humana es total: se hizo hombre.

b) La encarnación es leída ahora asumiendo la imagen de proximidad que Dios mantuvo con su pueblo en el pasado. Habitar entre hombres es la consecuencia de la encarnación, su efecto lógico. La afirmación es programática para todo el relato evangélico: éste mostrará que la morada de Dios, su definitiva presencia entre los hombres, se da en Jesús de Nazaret; en él, Dios se ha querido hacer solidario con la historia del hombre.

En la Palabra encarnada el Dios Aliado se ha convertido en Hombre Dios: el Dios para nosotros se convierte en Dios como nosotros. Y ésa es su gloria, su realidad manifiesta. Quien lo cree, la ve.



MEDITATIO: Este himno abre el cuarto evangelio; es una meditación poética sobre Jesús Hijo y Palabra de Dios. La encarnación no fue más que la fase histórica de la existencia de la Palabra; en esta etapa el creyente pudo ver la gloria de dios y recibir la plenitud de su gracia. Para expresar el misterio de la encarnación de Dios, no existe mejor lenguaje que el que nace de la admiración y del agradecimiento.

Desde aquella primera Navidad nada hay en el hombre de verdaderamente humano que no haya sido deseado por Dios, que no haya sido -y ello es más sorprendente aún- asumido por Dios; ninguna experiencia humana le es ajena; nuestro Dios conoce nuestra vida, entiende nuestro corazón, sabe de penas y alegrías, tuvo una familia, vivió la vida del hombre.

Ante tamaño misterio de amor no cabe más que la sorpresa y el agradecimiento; lo único comprensible para el hombre es el reconocerse comprendido, amado por Dios. Ésta es la suerte, saber que Dios se nos ha hecho semejante.

El confesar con alegría que nuestro Dios fue hecho hombre como nosotros nos compromete. Dios se nos humanizó naciendo de María un día de Navidad; desde aquel día el hombre llega a Dios sólo si no da la espalda a los hombres; desde el día en que nos nació Dios, todo hombre es camino de ida hacia Dios. Puesto que Dios se nos acercó en un hombre, Jesús de Nazaret, todo hombre nos acerca a Dios.

Hacerse con Dios supone, hoy como ayer, recibir a Jesús; únicamente a cuantos lo recibieron, se les dio la facultad y el rango de hijos de Dios. Es nuestra oportunidad. Y puesto que Dios, desde que se hizo hombre, habla nuestro mismo lenguaje, el lenguaje de las manos y el del corazón humano, no nos obliga más que hacernos, como Jesús de Nazaret, verdaderos hombres. Sólo nos exige ser mejores hombres; cuanto más humanos nos hagamos, tanto más nos acercaremos al Dios hombre.


ORATIO: Gracias, Padre, Bueno, porque tu Palabra a través de las mediaciones humanas se ha ido manifestando y has revelado tu voluntad de acercar al hombre a Tí. Pero gracias infinitas porque en la Encarnación de tu Hijo nos has revelado el máximo deseo y la plena voluntad tuya: la nueva creatura redimida en la nueva Creación inaugurada por tu Hijo Jesús y en su Encarnación. Ante este Misterio tan grande de amor, Padre, no me queda más que darte gracias, celebrarlo agradecido y pedirte que tu Espíritu me ayude a corresponder a tan grande Amor. No puedo entender cómo fue posible y porqué lo has hecho; qué es lo que te ha llamado la atención del hombre como para que decidieras que tu Hijo se hiciera uno como nosotros. Tendré que hacer experiencia de ese Amor que me has manifestado y que tendré y vivir tan feliz de sentirme querido y por lo mismo agradecido contigo.

Para mí como creyente, ya no tendré que vivir normando mi vida con leyes; ahora es una persona, es Cristo tu Hijo quien tendrá que ser mi criterio, la ley, el modelo y la promesa de mi vida. Creer en Él me hará vivir en el amor. Sentirme amado por Él me hará saberme llamado a vivir en la fidelidad a Él mismo y a vivir de amor, más que del cumplimiento de leyes y normas. Saberme querido por Dios me hace sentirme llamado a una misión: ser testigo de la presencia de Dios en medio del mundo y de un Dios que encarnándose se manifiesta amándonos y que nos invita a vivir unidos por el amor.

Por lo tanto, tu Palabra, Señor, me revela que tu Voluntad es descubrir tu amor y descubrirlo presente en los que me rodean; es en ellos y a ellos a quien estoy llamado a vivir mi misión. Si Tú has querido hacerte como uno de nosotros, ser hombre con todas las consecuencias, menos el pecado, quiere decir que amando mi naturaleza humana tendré que manifestar que soy tu discípulo en la medida que sea signo de ese amor entre los que me rodean. Gracias, Señor, porque tu presencia y tu amor, pasa por el sacramento del hermano.

CONTEMPLATIO: Agradezco a Dios su Amor; y saber que Dios me ama tanto que viene con su Hijo para redimirme del poder del pecado y darme su salvación me hace vivir confortado. Creer en Jesús y confiarme totalmente a su misericordia y a su poder amoroso.

* Pedir perdón de mi pecado de auto-salvación.
* Confiar en que Jesús es la salvación.
* Experimentar el amor de Dios en mi vida.


P. Salvador Cleofás Murguía V. sdb.
Inspector de MEG

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