jueves, 9 de septiembre de 2010

24º domingo ordinario, C (12 septiembre 2010)

Texto a meditar y orar:
Lucas 15, 1-32
La increíble misericordia de un Padre con su hijo que vuelve a casa
En este domingo la misericordia se hace parábola.

Lectura (Lectio): Busca leyendo (¿Qué te dice el texto en sí mismo) lee atentamente varias veces el texto evangélico y descubre todos los detalles, personajes, actitudes y relaciones.
Jesús en el evangelio de hoy nos presenta tres parábolas muy importantes que son llamadas las parábolas de la misericordia, del perdón, porque nos revelan cuál es la actitud de amor de Dios con nosotros. Hoy vemos que Jesús rompe barreras religiosas y se reúne con pecadores, con gente de no muy buena reputación, busca a los perdidos y eso lo hace ser blanco de la crítica de la gente que se considera “buena”. En las parábolas hay que reflexionar sobre varios puntos importantes como: - la actitud del pastor cuando se le pierde una oveja o de la mujer cuando se le pierde una moneda; o bien la del Padre cuando se le va el Hijo menor; - después, la alegría que experimentan cuando encuentran lo que habían perdido los tres; - todavía más significativo es el deseo de hacer fiesta porque encontraron lo que más querían y habían perdido. Es en la parábola del hijo pródigo donde se revela con más fuerza la actitud de Dios en el padre que acoge al hijo perdido y le expresa que le quiere y que le da gusto que regrese a casa, tanto que decide hacer una fiesta porque lo ha recuperado.

Meditación: (Meditatio) “…y encontrarás meditando”. (Qué te dice a Ti el texto). Reflexiona y profundiza la Palabra.
El evangelio señala que el comportamiento de Jesús es una copia del comportamiento de Dios. Jesús convive con quienes Él quiere, los pecadores, los extraviados, los perdidos; y frecuenta a los que Dios quisiera acercarse, a los que han tomado caminos torcidos, equivocados; y por lo mismo esperará hasta que los encuentre, hasta que regresen, y se alegrará de haberlos encontrado y estar conviviendo con ellos. Eso le hace alegrarse y hacer fiesta. La alegría de Dios es recuperar al pecador; volver a tenerlo conviviendo con Él. Jesús nos dice que la conversión del pecador es la ilusión más grande que puede tener Dios, y se alegra y hace fiesta. Cuando el hijo pródigo volvió a casa se encontró con el amor de su padre y con el empeño de su padre de celebrar u banquete.
No hay pecado lo suficientemente grave ni falta demasiado vergonzosa que nos pueda impedir volver a Dios para devolverle la alegría, si regresando a Dios, cualquiera que haya sido la causa de nuestro abandono, le regresamos a Dios el júbilo.

Oración: (Oratio) “Llama orando” (¿Qué le digo yo a Dios).
Gracias, Padre Bueno, porque en tu hijo Jesús nos has comunicado que nos quieres como tu hijo que somos, y quieres que estemos reunidos contigo compartiendo la fiesta de la vida. Porque nos perdonas cuando decidimos alejarnos de Ti y de tu casa y hacer de nuestra vida lo que se nos antoje; porque todos los días nos esperas a que regresemos a tu hogar y porque cuando regresamos no nos condenas, más bien nos perdonas y te alegras, nos abrazas y hasta quieres hacer fiesta por habernos encontrado y recuperado.
Gracias, porque nos has revelado que nos amas y ese es el regalo más grande que tenemos y que nos hace sentirnos muy felices; saber que nos sentimos queridos por Ti y que podemos corresponderte haciéndote feliz cuando regresamos de nuestras andanzas.

Contemplación (Contemplatio): “…y se te abrirá por la contemplación”
Dedícale un tiempo en silencio y adora, alaba a Dios, déjate consolar e iluminar por Él; experimenta lo mismo que sintió el hijo pródigo cuando se descubrió “amado y querido” por su Padre y avergonzado de su falta pero feliz de estar nuevamente en la casa paterna.
Y toma un propósito, en relación con éste Evangelio, para tu vida en esta semana.

Recemos por nuestra Patria en estas fiestas del Bicentenario de la Independencia.
Nacho SDB

La Paz con ustedes.

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