miércoles, 25 de enero de 2012

4° domingo ordinario, B (29 enero 2012)

Evangelio que vamos a meditar y desde el cual vamos a orar: 
San Marcos 1, 21-28
 
En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.
 
Lectura: Estamos comenzando la lectura del evangelio según San Marcos y vale la pena recordar la persona de Juan el Bautista que fue arrestado, el bautismo de Jesús y su paso por las tentaciones en el desierto y, finalmente, el llamado que hace a los cuatro primeros discípulos, comenzando con ellos su predicación y el llamado a seguirle abriéndose a la conversión. El evangelio de hoy, continuación de los pasajes que hemos mencionado, nos deja ver a Jesús ya seguido por sus primero discípulos, y estando como comunidad en Cafarnaúm, la población más grande a orillas del lago de Galilea. Marcos también nos muestra a Jesús como judío que cumple con sus derechos y deberes religiosos presentándose el día sábado en la sinagoga, o casa de oración, y allí ofrece como maestro su propio comentario de las escrituras. Es central en el texto la intención de distinguir la autoridad propia y real con que enseña Jesús de aquella con que enseñan los maestros y profesionales de la ley que hacen referencia a otros maestros. Su autoridad le viene de Dios y queda confirmada por la eficacia de su palabra pues calla y aniquila al espíritu malo sanando a un enfermo. Sólo ese espíritu lo reconoce “el Santo de Dios”, mientras que la gente que lo ve y lo sigue se pregunta por Jesús, por lo que dice y lo que hace. Con esto comienza a extenderse su fama de hombre con autoridad para expulsar al mal y sanar a enfermos por toda Galilea.
           
Meditación: El domingo pasado Jesús decía que “el tiempo estaba cumplido y el Reino había llegado”,  en su persona y con su persona. Con el hecho de hoy lo confirma y la presencia de Dios, su amor y su salvación, entran a nuestro mundo para expulsar al mal. Jesús, venciendo a los espíritus malos introduce e instaura el Reino de Dios entre sus hermanos. El no sólo es el profeta anunciado por Moisés en la primera lectura de hoy, sino instaurador del Reino con sus palabras y sus obras. Él hablará en nombre de Dios y su palabra obrará lo que pronuncia. De este modo Jesús es presentado por San Marcos en su evangelio primero como un nuevo Moisés que enseña y habla en nombre de Dios, y aún más que eso, como Hijo de Dios porque su palabra tiene cumplimiento aniquilando al malo. Cuando Jesús habla callan los espíritus inmundos, ninguna palabra puede sobreponerse a la suya ni tiene la eficacia liberadora sobre los hombres como la suya. El hombre poseído estaba en la sinagoga y parecía oír sin llegar a escuchar, sabía quién era Jesús sin reconocerlo presente en su vida. Con frecuencia nosotros, estando en nuestros templos públicos y capillas privadas (nuestro interior) ni escuchamos ni reconocemos realmente a Jesús, porque podemos estar invadidos por malos espíritus lejos y apartados de él. En el fondo de nuestros corazones, en esa capilla particular que todos tenemos y somos, habitan presentimientos, dolores, heridas, amarguras, decepciones y desilusiones que no nos atrevemos a manifestar delante de Jesús, porque son nuestras cosas más profundas. Demasiado ruido provocado por nosotros mismos no nos deja escuchar la voz liberadora de Jesús, y muchas imágenes provocadas por miedo a la verdad de fondo no nos dejan reconocer realmente a Jesús. Nos hemos taponado los oídos y la voluntad de tal manera que no pueda penetrar la voz de Dios. Preferimos escondernos detrás nuestros gustos y comodidades, detrás de trabajos reales o supuestas responsabilidades, incluso detrás de piadosas actividades para que nadie note cómo nos va ni cómo estamos realmente allí dentro, en lo profundo de nuestra “sinagoga”, perdidos entre los demás que también cumplen con sus deberes religiosos. Pero Jesús descubre nuestro mal espíritu y, por amor a nosotros se impone a él, lo desenmascara, lo expulsa y nos deja libres. De ese modo podremos reconocer su autoridad sobre el mal, sobre nuestro mal, y pasar a reconocerle y testimoniarle como el Hijo de Dios y Salvador de nuestras vidas. No querer escuchar, no querer ver, no querer movernos hacia Jesús, y estando en medio de nuestra “sinagoga”, es un real atentado a nuestra libertad, a nuestra felicidad y a nuestra pertenencia a Dios. Jesús nos quiere también curarnos de nuestro individualismo y llevarnos a la comunidad, (Iglesia), para seguir y reconocerlo sólo a Él.
 
Oración: Te invito a hacer oración diciendo: “Señor Jesús, venimos a ti con todo lo que no nos gusta mirar dentro de nosotros, con todas las cosas feas e insoportables, con tantos malos espíritus que queremos esconder delante de ti, de nosotros mismos y de los demás, aunque vivamos con ellos y recemos con ellos, pero sin llegar a reconocerte a ti como Dios y salvador. Te presentamos nuestras supuestas opiniones y malos espíritus y te pedimos que les ordenes con la fuerza de tu amor y de tu palabra que se callen y salgan de nosotros. Limpia nuestra mente y corazón para pensarte y acogerte, limpia nuestros oídos y ojos para escucharte y para verte, da fuerza a nuestra débil y cobarde voluntad para animarnos a ser tus testigos. De los espíritus malos que me seducen y nos atan, líbranos Señor. Líbranos de la seducción de una vida individual. Que busquemos formar la comunidad de amor, fraternidad y servicio, que tu has querido y has dado la vida. Líbranos de ese mal espíritu, y concédenos ese espíritu de Comunión”.
           
Estás invitado durante los próximos días a exponerte delante de Jesús en oración y a presentarle los malos espíritus que has dejado entrar a tu vida y hasta los has cultivado y promovido. Ejercítate, tú, y junto con los demás, en la oración que nace de lo profundo donde reconocemos nuestra incapacidad de sacarlos por nosotros mismos; y dejemos que la Palabra amorosa de Jesús retumbe en el fondo de nuestra vida, para formar Iglesia, Comunidad.
 
Un abrazo y oraciones. El día 31 de Enero celebramos a nuestro Padre Fundador San Juan Bosco, caminando hacia el Bicentenario de su Nacimiento 2015.
 
 
La Paz con ustedes.

jueves, 19 de enero de 2012

3º domingo ordinario, B (22 enero 2012)

Texto del Evangelio de
Marcos 1, 14-20

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.

Lectura: Personajes: nos habla de Juan el Bautista, que había sido arrestado, y sobretodo nos presenta a Jesús, en la Galilea. Jesús dice que ha llegado la hora de predicar el Evangelio de Dios y que el Reino de Dios está cerca; después del anuncio Jesús pide conversión. Marcos, después, explica el episodio de la llamada a los cuatro discípulos, que caminando Jesús por la orilla del lago de Galilea vio a Simón y a su hermano Andrés y les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”, y dejando las redes, inmediatamente lo siguieron. También vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo. Los llamó y ellos, dejando en la barca a su padre y a los trabajadores, se fueron con Jesús. El Reino de Dios  como mensaje central del anuncio de Jesús. Marcos nos lo presenta trece veces en la boca de Jesús (1, 15; 4, 11; 4, 26; 4, 30; 9, 1; 9, 47; 10, 44; 10, 15; 10, 23; 10, 24; 10, 25; 12, 34; 14, 25). Y el llamado de Jesús, es decir, la vocación de los primeros discípulos de Jesús y la respuesta de estos primeros cuatro discípulos. Que dejando todo lo siguieron.

Meditación: Nos encontramos en la primera parte del Evangelio, centrada en la actividad de Jesús en Galilea, después del arresto de Juan el Bautista. Es un resumen de la predicación de Jesús, que recoge este texto las mismas palabras dichas por Jesús: “Se ha cumplido el tempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”. En la llamada de los cuatro primeros seguidores, nos dice que es una iniciativa de Jesús. Porque era costumbre del judaísmo, que el discípulo escogía su maestro; en cambio es Jesús quien elige a los que serán sus discípulos y seguidores. Y los cuatro pescadores llamados por Jesús lo dejan todo para irse con El. No da ningún argumento o diálogo. Jesús les pide que lo sigan. Y ellos reaccionan con toda rapidez y lo dejan todos para seguirlo. Marcos nos ayuda a reflexionar en poner atención en Jesús y muestra la fuerza y atractivo de Jesús. 

Oración: “Se ha cumplido el tempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”. Señor, escuchar y conocer estas tus mismas palabras, es llegar a Ti, puesto que eres el Reino. Tú nos has invitado a seguirte. Tú le das, entonces, sentido a toda persona y a todas las cosas y hasta a todo el Universo. Ayúdanos a descubrirte y a tener la capacidad de dejar todo por seguirte, como lo hicieron tus primeros discípulos y como lo han hecho tantos y tantas, a través de la historia. Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor. Venga a nosotros tu Reino, Señor.

Cada Domingo del tiempo Ordinario nos hace vivir la Pascua semanal a toda la comunidad cristiana. Es por eso que celebramos con fiesta.
 
La Paz con ustedes.

viernes, 13 de enero de 2012

2° domingo ordinario, B (15 enero 2012)


EL TIEMPO ORDINARIO.
Además de los tiempos litúrgicos fuertes (el Adviento, la Navidad, la Cuaresma y la Pascua) cada año hay 33 o 34 semanas que se llaman Tiempo Ordinario.
Se distingue fácilmente por el color verde de los ornamentos durante la Misa.
Las lecturas de la celebración dominical durante este tiempo nos llevan a tener un mayor conocimiento de la persona de Cristo, de sus actitudes ante distintas circunstancias, para que vayamos orientando cristianamente nuestras decisiones y nuestra vida toda.
Este año iremos leyendo, domingo a domingo, el evangelio de san Marcos, y así la Palabra de Dios nos guiará en nuestro crecimiento y maduración como cristianos, nos ayudará a que el gozo de la Navidad y de la Pascua se vaya convirtiendo en nuestro modo ordinario de vida durante todo el año.
Es tiempo muy favorable para que la Iglesia y las familias lleguen a valorar la reunión eucarística dominical como la celebración más importante de los cristianos.
El Tiempo Ordinario se interrumpe con la Cuaresma y continúa después de Pentecostés, para terminar un día antes de que comience el Adviento.

Texto del Evangelio de San Juan 1,35-42

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que los seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo: “Vengan a ver”.
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” (que quiere decir ‘el Ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es decir ‘roca’).
Lectura: Los textos de este Domingo Segundo Ordinario nos presentan el tema de la “vocación”, de la llamada. Sabemos que Jesús llamó a algunos  discípulos que le siguieron. Pero la llamada es para todos, no solamente algunos. Sin vocación, la vida no tiene sentido, si ésta la entendemos como don y como gracia. Porque también hay que saber recibir los dones y las gracias.
El evangelio de hoy nos presenta la forma en que Jesús acogió a sus primeros discípulos. No se hace por medio de una llamada concreta de Jesús, - como sucederá después con Felipe, sino de otra forma distinta. Probablemente en el evangelio de Juan hay una intencionalidad manifiesta: el paso de los discípulos del Bautista a Jesús. Es una escena que viene después de la presentación que Juan el Bautista ha hecho de Jesús a sus seguidores. Por eso, como respuesta inmediata, dos de esos discípulos (uno de ellos se identifica como Andrés, el hermano de Pedro), se interesan por la vida de Jesús. De ahí la pregunta: “Maestro ¿dónde habitas?”. ¿Dónde vivía Jesús? No se nos dice en el relato, porque su intención es poner de manifiesto que su modo de vida es lo que se describirá a lo largo del evangelio. Han visto ya algo que fascina a estos discípulos, para dejar al Bautista y seguir a Jesús, y comunicar la noticia al mismo Pedro
San Juan presenta el encuentro de Pedro, con Jesús. Aquí se adelanta su hermano Andrés en su decisión a seguir al Maestro. Pero lo que importa siempre es la disposición. El que Pedro reciba un nombre nuevo “Kefas” (piedra), forma parte también del misterio vocacional. Un nombre nuevo es un destino, un camino, una vida nueva, una misión. Todo esto está sugerido en esta escena vocacional. 
Meditación: Las gentes que siguieron a Jesús, estaban esperando algo mejor de la vida, y vivían ya comprometidos en hacerla mejor; por eso convivían junto a Juan el Bautista, el predicador de la conversión, y estaban dispuestos; sólo les faltaba conocer a Cristo. Quien desea convertirse en discípulo de Jesús ha de dar ese paso; ha de pasar de la simple curiosidad a la convivencia. Desde luego, el aceptar a Jesús, su vida, sus ideas y su experiencia de Dios, no puede dejarnos donde estábamos antes. Todo ha de cambiar. Estar con Jesús significa, lo vemos en este relato, en estar con los que más amamos. Hablar de nuestra propia experiencia de Jesús a los que más queremos y que más nos quieren; eso les llenará de entusiasmo y les testimoniaremos nuestra fe y a lo mejor facilitamos que ellos se encuentren con el Señor Jesús como lo hicieron Pedro y otros discípulos.  
Oración: Señor Jesús, ayúdanos a descubrirte como lo hizo Juan el Bautista, entre la multitud de la gente y a identificarte, porque nuestro corazón te espera y está ansioso de tu llegada, de conocerte. Esperarte a Ti, Señor, provoca en nosotros, y en mi persona, tu seguimiento; y es que si queremos buscar algo mejor y más comprometedor para nuestra vida, sólo nos falta conocerte a Ti y convivir contigo. El sentirnos amados por Ti, mirados en lo profundo de nuestro ser y llamados a vivir la misma experiencia, nos lleva a dar testimonio delante los que nos están más cercanos y más queremos. Gracias, Señor porque nos sentimos llamados por Ti, y porque quieres que proclamemos nuestra fe, desde el estado de vida en el que nos encontramos.
Contemplación: Haz silencio, y dejándote consolar con la voz del Señor que te llama por tu nombre, intenta convivir más con Él y con su Palabra. Y responde a esa llamada que te hace Cristo Jesús.
La Paz con ustedes.

Epifanía del Señor, B (8 enero 2012)

Evangelio que vamos a meditar y desde el cual vamos a orar: 
San Mateo 2, 1-12
 
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisarán el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
 
Lectura. “Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes”. Con esta sencilla y contundente frase San Mateo nos ubica geográfica, histórica y teológicamente de modo inmediato. Destacan como personajes del texto: Jesús, que acaba de nacer; el rey del territorio donde nace Jesús, Herodes; unos magos, o mejor dicho unos sabios de oriente, que buscan al “rey de los judíos para adorarle”, y María, la madre del niño. Por otra parte también una estrella tiene protagonismo en el texto dado que “guía” a los sabios de oriente hasta el lugar donde Jesús acaba de nacer y allí le ofrecen regalos, después de adorarlo.
Las actitudes y sentimientos mostrados por los personajes nos enseñan y guían a nosotros en la propia búsqueda del Mesías y Salvador. En los sabios de oriente notamos, junto con la búsqueda y la inquietud, el reconocimiento de que el niño que nació en Belén es hombre, y le ofrecen mirra, es rey de los judíos y le ofrecen oro, es Dios y lo adoran ofreciéndole incienso. Notable es su inmensa alegría por haber culminado exitosamente su búsqueda. Contrasta con la actitud de los extranjeros la del rey Herodes. Tan lejano está de la realidad y de su pueblo que ignora lo que está sucediendo en su propio territorio, aunque “ya lo había dicho el profeta”, y además se sobresalta puesto que ve en ese niño una amenaza para su inseguro y corrompido poder que una liberación de ataduras para él mismo y para su pueblo. Queda también claro que los conocedores de las escrituras saben del anuncio de su nacimiento a detalle, pero eso no les faculta para reconocerlo ya nacido entre ellos, mientras que los extranjeros vienen desde lejos buscándole y se acercan a reconocerle para rendirle adoración, ellos sí creen que Dios puede hacerse hombre. Hay otro personaje que sólo es señalado una vez y que sin separarse del niño permanece en silencio contemplando a su Hijo: María.
 
Meditación. Esta “epifanía”, esta manifestación de Dios también a los extranjeros, después de haberse manifestado ya a los sencillos pastores la noche de Navidad, nos da una idea de la universalidad del amor de Dios, del regalo de la salvación a toda la humanidad en la persona de Jesús, rebasando ámbitos culturales, sociales y políticos. Dios se manifiesta como Dios de todos y para todos, él es la luz y alegría de todas las personas de todos los tiempos, de todas las naciones. Para poder entender y aceptar la epifanía de Dios hoy es necesario que nos abramos a signos diversos de la vida ordinaria, al diálogo frecuente, a la pregunta inquieta en la vida humana de todos los días. Si el Hijo de Dios se hizo humano para humanizarnos y para divinizarnos, quiere decir que desde lo humano recibiremos su luz y podremos encontrarle, reconocerle y adorarle como Hijo de Dios. Ese es el objetivo y finalidad de toda búsqueda, de todo camino, de toda vida: encontrar, reconocer y adorar alegremente al Hijo de Dios, al rey-pastor y salvador universal hecho hombre, porque en él nos podemos ver y encontrar pacífica y auténticamente todos los pueblos. Así entendemos más el por qué esta fiesta es una llamada más a ser una Iglesia misionera, para que todos los pueblos, anuncien, reconozcan, amen y adoren a Cristo Jesús, ya que es el único Salvador.
 
Oración. Señor Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, luz y alegría de todos las gentes, de todos los pueblos y naciones de la tierra, abre nuestras mentes y nuestros corazones para buscarte y aceptarte, para reconocerte y adorarte en nuestra vida, en la humildad de nuestra carne. Que de María, tu santa madre, aprendamos a contemplarte en humilde silencio y que jamás nos separarnos de ti. Que de los sabios extranjeros aprendamos a buscarte sin descanso y a no ceder ante las dificultades, ni ante las tentaciones, ni ante las presiones de los poderosos; que de ellos, “llamados reyes”, aprendamos a ofrecer más que a pedir regalos. Sé Tú nuestra luz, nuestra alegría y nuestra esperanza; sé tú el centro de nuestras vidas, de nuestras familias y de nuestros pueblos. Hijo de Dios hecho hombre, sé tú nuestro amor y nuestra paz. Amén.
 
Te invito a hacer un momento de silencio que te permita contemplar y adorar a Jesús recién nacido como luz, alegría y salvador de todas las gentes.
 
Feliz “fiesta de reyes” en la cual te dones generosamente a Dios y a las personas que están a tu alrededor. Un abrazo grande y mi oración.
 
 
La Paz con ustedes.