EL TIEMPO ORDINARIO.
Además de los tiempos litúrgicos fuertes (el Adviento, la Navidad, la Cuaresma y la Pascua) cada año hay 33 o 34 semanas que se llaman Tiempo Ordinario.
Se distingue fácilmente por el color verde de los ornamentos durante la Misa.
Las lecturas de la celebración dominical durante este tiempo nos llevan a tener un mayor conocimiento de la persona de Cristo, de sus actitudes ante distintas circunstancias, para que vayamos orientando cristianamente nuestras decisiones y nuestra vida toda.
Este año iremos leyendo, domingo a domingo, el evangelio de san Marcos, y así la Palabra de Dios nos guiará en nuestro crecimiento y maduración como cristianos, nos ayudará a que el gozo de la Navidad y de la Pascua se vaya convirtiendo en nuestro modo ordinario de vida durante todo el año.
Es tiempo muy favorable para que la Iglesia y las familias lleguen a valorar la reunión eucarística dominical como la celebración más importante de los cristianos.
El Tiempo Ordinario se interrumpe con la Cuaresma y continúa después de Pentecostés, para terminar un día antes de que comience el Adviento.
Texto del Evangelio de San Juan 1,35-42
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y
fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: “Éste es el Cordero de Dios”. Los
dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia
ellos, y viendo que los seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos le
contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo:
“Vengan a ver”.
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como
las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que
oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien
encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías”
(que quiere decir ‘el Ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en
él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que
significa Pedro, es decir ‘roca’).
Lectura: Los textos de este Domingo Segundo Ordinario nos presentan el tema de
la “vocación”, de la llamada. Sabemos que Jesús llamó a algunos discípulos que
le siguieron. Pero la llamada es para todos, no solamente algunos. Sin vocación,
la vida no tiene sentido, si ésta la entendemos como don y como gracia. Porque
también hay que saber recibir los dones y las gracias.
El evangelio de hoy nos presenta la forma en que Jesús acogió a sus
primeros discípulos. No se hace por medio de una llamada concreta de Jesús, -
como sucederá después con Felipe, sino de otra forma distinta. Probablemente en
el evangelio de Juan hay una intencionalidad manifiesta: el paso de los
discípulos del Bautista a Jesús. Es una escena que viene después de la
presentación que Juan el Bautista ha hecho de Jesús a sus seguidores. Por eso,
como respuesta inmediata, dos de esos discípulos (uno de ellos se identifica
como Andrés, el hermano de Pedro), se interesan por la vida de Jesús. De ahí la
pregunta: “Maestro ¿dónde habitas?”. ¿Dónde vivía Jesús? No se nos dice en el
relato, porque su intención es poner de manifiesto que su modo de vida es lo que
se describirá a lo largo del evangelio. Han visto ya algo que fascina a estos
discípulos, para dejar al Bautista y seguir a Jesús, y comunicar la noticia al
mismo Pedro
San Juan presenta el encuentro de Pedro, con Jesús. Aquí se adelanta su
hermano Andrés en su decisión a seguir al Maestro. Pero lo que importa siempre
es la disposición. El que Pedro reciba un nombre nuevo “Kefas” (piedra), forma
parte también del misterio vocacional. Un nombre nuevo es un destino, un camino,
una vida nueva, una misión. Todo esto está sugerido en esta escena vocacional.
Meditación: Las gentes que siguieron a Jesús, estaban esperando algo mejor de la
vida, y vivían ya comprometidos en hacerla mejor; por eso convivían junto a Juan
el Bautista, el predicador de la conversión, y estaban dispuestos; sólo les
faltaba conocer a Cristo. Quien desea convertirse en discípulo de Jesús ha de
dar ese paso; ha de pasar de la simple curiosidad a la convivencia. Desde luego,
el aceptar a Jesús, su vida, sus ideas y su experiencia de Dios, no puede
dejarnos donde estábamos antes. Todo ha de cambiar. Estar con Jesús significa,
lo vemos en este relato, en estar con los que más amamos. Hablar de nuestra
propia experiencia de Jesús a los que más queremos y que más nos quieren; eso
les llenará de entusiasmo y les testimoniaremos nuestra fe y a lo mejor
facilitamos que ellos se encuentren con el Señor Jesús como lo hicieron Pedro y
otros discípulos.
Oración: Señor Jesús, ayúdanos a descubrirte como lo hizo Juan el Bautista, entre
la multitud de la gente y a identificarte, porque nuestro corazón te espera y
está ansioso de tu llegada, de conocerte. Esperarte a Ti, Señor, provoca en
nosotros, y en mi persona, tu seguimiento; y es que si queremos buscar algo
mejor y más comprometedor para nuestra vida, sólo nos falta conocerte a Ti y
convivir contigo. El sentirnos amados por Ti, mirados en lo profundo de nuestro
ser y llamados a vivir la misma experiencia, nos lleva a dar testimonio delante
los que nos están más cercanos y más queremos. Gracias, Señor porque nos
sentimos llamados por Ti, y porque quieres que proclamemos nuestra fe, desde el
estado de vida en el que nos encontramos.
Contemplación:
Haz silencio, y dejándote consolar con la voz del Señor
que te llama por tu nombre, intenta convivir más con Él y con su Palabra. Y
responde a esa llamada que te hace Cristo Jesús.
La Paz con ustedes.
1 comentario:
Me gustó mucho la presentación-explicación donde explican
qué es Lectio Divina. Los felicito por el sitio. Les enlazo el mío.
Un abrazo grande, desde La Plata, Argentina
http://entodoslosmedios.blogspot.com/
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