jueves, 23 de febrero de 2012

1° domingo Cuaresma, B (26 febrero 2012)

Lectura del Texto del Evangelio de Marcos 1, 12-15
 
En aquel tiempo, el Espíritu impulso a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
 
LECTURA (lo que dice el texto): Jesús después de haber sido bautizado, es impulsado por el Espíritu al desierto. Los cuarenta días que Jesús pasa en el desierto son un tiempo prolongado de profunda experiencia religiosa; y son alusión a diferentes hechos de la Escritura, por ejemplo, los cuarenta años por el desierto (Ex 16, 35; Núm 14, 33; Hech 7, 36) o los cuarenta días de Moisés en el Sinaí (Ex 24, 18; 34, 28; Deut 9,9), o los cuarenta días de camino por Elías hasta el Horeb (1 Re 19,8). Y aparece “Satanás” (que significa ‘el acusador’: Job 1,6; 1Crón 21,1) se convierte en un ser personal, enemigo de Dios y de las personas. La Lucha de Jesús contra el mal en sus diversas formas será una constante en todo el Evangelio. Y después de la preparación empieza la actividad de Jesús en la Galilea. Las primeras palabras que Jesús pronuncia son un resumen de su predicación: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
 
MEDITACIÓN (lo que me dice Dios por el texto): En este breve relato nos hace meditar que Jesús vence la tentación en el desierto, de manera real y simbólica. Y al vencer a Satanás comienza la paz del Mesías y sana la enemistad de la Creación. Es Cristo que exclama: “El tiempo se ha cumplido”, o sea, es el momento propicio, favorable, es el momento de buscar, y ya, ahora. “El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”: se ha de remarcar que no se trata de convertirse para que así llegue el Reino de Dios, sino, porque el Reino de Dios ha llegado es necesario la conversión. Se nos pide la conversión; es decir, el creer en la Buena Nueva que nos trae Jesús. Conversión es cambiar, sobretodo en nuestro interior, nuestra manera de pensar, de tal manera que haga cambiar todo lo exterior, también. Cambiar para llegar a lo que quiere el Señor Jesús. Aceptar y vivir el Evangelio. Vivir como Jesús. Porque es el anuncio de la Salvación, que es el Reino predicado por Jesús. Es el único que satisface a las gentes, sus esperanzas. Y está destinado a los pobres, puesto que son los únicos que serán capaces de verlo en la fe. Es viviendo el Evangelio que venceremos toda tentación.
 
ORACIÓN (lo que le digo y respondo desde el texto y desde mi vida): Con un texto de San Agustín: “Nuestra vida, en efecto, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones. Acabamos de escuchar en el Evangelio como el Señor Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto. El Cristo total era tentado por el diablo, ya que en él eras tú tentado. Cristo, en efecto, tenía de ti la condición humana para sí mismo, de sí mismo la salvación para ti; tenía de ti la muerte para sí mismo, de sí mismo la vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí mismo, de sí mismo honores para ti; consiguientemente, tenía de ti la tentación para sí mismo, de sí  mismo la victoria para ti. Si en él fuimos tentados, en él venceremos al diablo”.
 
CONTEMPLACIÓN (te toca a ti): guarda un momento de silencio y adora, admira, gusta y goza a Dios presente en su Palabra y en tu vida cotidiana.
Nosotros emprendemos también hoy un camino de reflexión y oración con todos los cristianos del mundo para dirigirnos espiritualmente hacia el Calvario, meditando en los misterios centrales de la fe. De este modo, nos prepararemos para experimentar, después del misterio de la Cruz, la alegría de la Pascua de Resurrección.
Para el período de Cuaresma, el Papa Benedicto XVI nos ofrece un camino: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Hb 10, 24), es una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.
 
 
 
 
La Paz con ustedes.

jueves, 16 de febrero de 2012

7° domingo ordinario, B (19 febrero 2012)

Evangelio que vamos a meditar y desde el cual vamos a orar: 
San Marcos 2, 1-12

Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”. Algunos escribas que estaban ahí sentados comenzaron a pensar: “¿Por qué habla éste así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios”
Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle: ‘Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –le dijo al paralítico- : Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa.
El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!”

Lectura:
El Jesús que vamos siguiendo y conociendo en la versión de San Marcos sigue predicando el Reino, sanando de toda enfermedad y expulsando al mal que hay en toda persona. El pasaje de hoy tiene como protagonistas principales a Jesús y a un paralítico; como actores secundarios, a los amigos del paralítico que confían en Jesús y a la gente que escucha y es testigo de lo que hace Jesús con el enfermo; como antagonistas de Jesús están algunos maestros de la ley. El hecho se da en Cafarnaúm, en la orilla noroeste del lago de Galilea, y muy probablemente en la casa de Simón, uno de los cuatro primeros discípulos. El texto lo dividiremos en dos partes. La primera nos habla del regreso de Jesús a Cafarnaúm, donde inmediatamente se corre la voz de su llegada,  y la gente abarrota la casa; allí Él anuncia el “mensaje” del Reino como “quien tiene autoridad”. La segunda parte nos permite ver en sucesión el modo inusual como ponen a un paralítico frente a Jesús para que le cure; la reacción de Jesús que, al ver lo que hacen, le perdona los pecados; la posterior reacción de escándalo e incredulidad de los maestros de la ley; hasta la confirmación de que sí le fueron perdonados los pecados al hacerlo, también, caminar. El hecho finaliza con el reconocimiento y exclamación de la gente que, de ávida de escuchar a Jesús, pasa a convertirse en testigo y esto los coloca en situación de ventaja sobre los maestros de la ley, que sabiendo muchas cosas de Dios, no sabían abrirse ni dejarse sorprender por Él: “nunca hemos visto una cosa así”.

Meditación: Para la meditación nos ayudarán las acciones y actitudes de Jesús y de los personajes con quienes interactúa. Primero hay que señalar que Jesús “enseña” la Palabra de Dios y la gente, ávida de ella, corre a escucharlo. La noticia de su regreso a Cafarnaúm es respuesta a su necesidad de Dios y abarrotan la casa donde Jesús enseña pacientemente, pues a eso ha venido. Jesús también llega a nuestra vida y hace de ella su casa y, por eso mismo,  lugar de convocación de creyentes y de predicación de la Palabra de Dios y de su Reino. En segundo lugar encontramos a un grupo de personas que hacen hasta lo imposible para que su amigo enfermo sane. El modo inusual de acercar y poner al paralítico frente a Jesús. Eso mismo deja ver el grado de amor al amigo y de confianza en Jesús. Superando obstáculos desoyen posibles burlas y críticas, y se atreven a desbaratar un techo, con tal de que Jesús, viéndolo, se compadezca y le devuelva la salud. Su confianza es correspondida y rebasada: le perdona su pecado y le hace caminar. Nuestras personas, tantas veces inmóviles y paralíticas por el pecado y por traumas y complejos, siempre tendrán oportunidad de encontrarse con personas amigas que con amor, y superando todo tipo de  críticas, resistencias y obstáculos, nos colocarán en el lugar privilegiado para un enfermo: en una casa, en medio de una asamblea eucarística y frente a Jesús. Sin que lo hayamos pedido, y permaneciendo siempre mudos, saldremos de su presencia a la vida ordinaria amados, caminando y sin pecado. Nosotros un día podemos ser personas que lleven al amigo enfermo delante de Jesús, y otro día podemos ser enfermos portados ante Jesús por los amigos. Cuando Jesús rompe y supera las expectativas al decir: “hijo, tus pecados te quedan perdonados”, entramos al tercer momento y centro del mensaje. De ahí el interrogante de los maestros de la ley: “¿Cómo se atreve este a hablar así, si sólo Dios puede perdonar los pecados? Dentro del interrogante está el rechazo de Jesús como Dios y el tacharlo de blasfemo, también la descalificación de su persona por mentir, pues el perdón de los pecados no se ve. A nosotros muchas veces no nos preocupa el pecado dado que no se ve, en cambio le damos demasiada importancia a la apariencia y también al físico, que sí se ven. Le pedimos con insistencia a Jesús que nos cure de enfermedades físicas y no  pedimos que nos sane de la grave enfermedad de nuestro pecado, tal vez porque no creamos que lo pueda hacer. Nos ilusionamos en que estando sanos podremos ser felices, aunque estemos viviendo en pecado. Nuestra peor parálisis se vuelve oportunidad para acrecentar la fe al reconocer a Jesús como Dios; para dejarnos acercar por otros y escuchar su tierna y paternal voz dentro de nosotros: “hijo, hija, te perdono tus pecados”. En un cuarto momento parece que no ocurrió nada. Sigue la parálisis y se agudiza el silencio externo, sólo hay ruido e interrogantes en el corazón y mente de los que se resisten a creer en la divinidad de Jesús. Por eso Jesús decide confirmar “la autoridad del Hijo del Hombre” para perdonar los pecados concediendo, también, la salud física al paralítico: “a ti te digo, levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa”. Si de modo divino Jesús perdonó los pecados, también de modo divino regala la salud. Jesús nos quiere íntegros y completos para Dios y para los demás. Con el perdón de los pecados nos libera de las parálisis en que nos tienen atados los complejos y traumas, los odios y rencores, los orgullos y egoísmos. Jesús nos manda sanos a casa, al interior de la familia, donde nuestro pecado nos tenía paralizados, inutilizados. Nos pide que aceptemos y carguemos nuestra realidad, que no la despreciemos. El que antes era paralítico es mandado con su camilla a su casa pero libre, caminando, pisando tierra, aceptándose con presente y pasado, amado y perdonado. Es el mejor modo de volver y de estar de nuevo en casa, en familia. En el quinto paso el texto concluye, primero,  confirmando la salud espiritual y física del enfermo: “tomando su camilla salió de allí, a la vista de todos”. Después presentando las actitudes de admiración y alabanza a Dios por parte de los que primero eran, simplemente, curiosos o ávidos oyentes de Jesús y luego quedan en la posibilidad de creyentes al exclamar: “nunca hemos visto algo así”. Nosotros también, ante las sanaciones espirituales o físicas que Jesús realiza a las personas que nos rodean, podemos quedar confirmados en nuestra incredulidad y rechazo o crecer en la fe alabando y dando gracias a Dios por lo que hace a través de Jesús. Nos toca decidir, nunca somos obligados.

Oración: Podemos concluir orando: “Señor Jesús, muchas gracias por mis familiares, amigos y comunidad, especialmente por mi confesor y director espiritual, porque ellos me han cargado en camilla y me han puesto muchas veces frente a ti para que me sanes de mis pecados y de todas mis parálisis. Nos dices por medio de tus sacerdotes, tus mismas Palabras: “Tus pecados son perdonados”. Perdona mi falta de fe al no reconocer que liberas y sanas a tantas personas inmovilizadas por sus pecados, por su pasado, por sus complejos. Perdóname por aquellas veces en que, por miedo al ridículo y a la crítica, no me he atrevido a convocar a otros a desbaratar techos ni a cargar a gente inmóvil. Señor Jesús, te alabo y te bendigo porque devuelves a la realidad de la vida y de la familia a gente que antes estuvo inmóvil, porque con tu perdón y tu amor ayudas a aceptar y a cargar libremente su realidad, ya que antes estaba oprimido y paralizado. Porque Tú eres Dios entre nosotros y con nosotros”. Amén.

Alaba y bendice a Dios por sus obras en ti y en los demás. Adóralo y haz tu propia oración. El perdona y sana. Haz un propósito que te ayude a crecer en fe, esperanza y amor.

La Paz con ustedes.

jueves, 9 de febrero de 2012

6° domingo ordinario, B (12 febrero 2012)

Texto Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú  quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.

Lectura: Este relato lo situamos en el inicio del ministerio de Jesús en la Galilea. Ya nos había presentado varias curaciones. Ahora, nos presenta a Jesús y a un leproso, sin nombre. Un leproso que se acerca a Jesús transgrediendo la prohibición de aproximarse a la gente; y le suplica de rodillas, diciéndole: “si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadece de él y extendiendo la mano lo toca y le dice: “Sí quiero: sana”. A Jesús sin importarle el contacto físico con el leproso nos muestra que no le preocupaba ser considerado impuro. Y lo que Jesús da es la vida. Al leproso inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. Lo despide con dos ordenes: no decir nada a nadie y la de presentarse al sacerdote para cumplir lo que dice el libro del Levítico (Lev 14,1-32) para ser declarado puro e integrarse a la vida social.; sin embargo el curado proclama públicamente su curación; de tal manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad y acudían a Él de todas partes.

Meditación: Nos hace meditar que el encuentro de Jesús con el leproso es totalmente una novedad: “se compadeció de él”, o sea, ”sus entrañas se llenaron de ternura”, delante de la angustiosa desesperanza de aquella persona. Jesús no está de acuerdo que se le tuviera marginado. Jesús “extendiendo la mano” muestra el gesto liberador, no solamente al lanzar la mano sino al tocarlo. Jesús sabía de las normas rígidas que se debía tener sobre un leproso (la mishnah presenta setenta y dos tipos de lepra o enfermedades de la piel, y hasta se les prohibía de acercarse al muro de Jerusalén); sin embargo, después de curarlo lo invita a que se presente al sacerdote, para que sea readmitido por el representante y a la vida social y religiosa. Jesús asume el mal del otro y comparte su destino. Le dice: “Sí quiero: Sana”. Jesús es el lugar para acercarse al Reino y lo será incluso para aquellos que se acercan a los excluidos, marginados, superando todas las distancias. Jesús curándolo lo introduce a un nuevo encuentro con Dios y con la comunidad. El leproso sana de la manera más radical, por su fe y en su fe. El enfermo lo comprendió. Nosotros somos invitados a poderlo comprender. Jesús es el Dios cercano que acorta distancias. Jesús con estas señales, con estas curaciones, manifiesta que tiene todo poder ante el mal que destruye a la persona: que es el pecado, simbolizado en la lepra. Por eso la curación del pecado es la más radical que aquella de la lepra. Es Jesús el único que sana del pecado que es la enfermedad más grave, que puede acontecer en el hombre, en la mujer, en el joven; es decir, en cualquier persona.

Oración: “Si quieres, puedes curarme” es la súplica, es la oración de aquel que llega a reconocer el propio pecado, que es como la lepra. Señor, pidiéndote perdón proclamamos que Tú, Señor, eres grande, por las maravillas y por las grandes obras en la historia de las gentes y en nuestra historia personal, porque hemos experimentado tu grande Amor, al reconocer nuestra situación de pecado personal y social. Tú, Señor, siempre estas dispuesto a acercarte, a tocarnos con tu mano, con tu amor, porque tienes entrañas de misericordia, a todo aquel que, con fe, es capaz de decirte: “Si quieres, puedes curarme”. Eres el Dios con nosotros, siempre dispuesto a decirnos: “Quiero; queda limpio”.

Feliz Domingo. Que nos dejemos tocar por el Señor, y nos bendiga con su Amor.


La Paz con ustedes.

5° domingo ordianrio, B (5 febrero 2012)

Texto del Evangelio de San Marcos 1, 29-39.

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el Pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levanto, salió y se fue a um lugar solitário, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Lectura:
            El párrafo evangélico de éste día es la así llamada “jornada de Cafarnaúm”, que se ha ubicado en el tiempo de un día y en un espacio concreto como es Cafarnaúm, sobre la costa del lago de Tiberíades.
            La primera escena, íntima y familiar, es la curación de la suegra de Pedro, con fiebre y postrada en el lecho. Jesús se acerca y tomándola de la mano la levanta; aparece por lo mismo en toda su solemnidad la fuerza de Cristo, su potencia sobre el mal. Marcos usa unos verbos muy importantes y que clarifican el sentido del milagro: por un lado el ‘alzarla’ de la mujer, está expresado con el mismo verbo con el que se expresa la ‘resurrección’, por otro, el verbo ‘servir’, está descrito con el término griego de la ‘diakonía’, el ministerio caritativo como lo hace Cristo.
            La segunda escena se realiza a las puertas de la ciudad, al atardecer. Jesús realiza una serie de curaciones en masa (enfermedades y curaciones de demonios), una especie de intervención en contra del mal; y aflora aquí, también el célebre “secreto mesiánico” del que el evangelio de Marcos habla mucho; “No permitía que los demonios hablaran porque lo conocían”.
            La tercera escena. Jesús se encierra en el silencio de la contemplación, pero inmediatamente después es buscado por la multitud, ansiosa de ser liberada del mal.
El misterio de salvación de Cristo supera los confines de una tribu, los muros de una casa, las puertas de una ciudad, las fronteras de una región: “Le trajeron todos los enfermos y endemoniados”; “curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios”; “Todos te buscan... y anduvo por toda la Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando a los demonios”.

Meditación:
En la actividad de una jornada el evangelista presenta a Jesús curando  y orando, entre la gente necesitada de él y necesitando él de Dios para volver de nuevo a la gente.
            Hay una dinámica de hacer el bien a todos, el sentido universal en el texto evangélico: La jornada de Jesús; un día sábado, se vuelve así emblemática de la nueva intervención creadora de Dios, en Jesús, que introduce a la persona en la aceptación de la palabra y lo cura de su mal vivir.  Todavía más, se debe hacer notar una progresiva ampliación, entre la curación de la suegra de Pedro “en la casa”, y la liberación de muchos enfermos y endemoniados en la puerta, donde se reúne “toda la ciudad”, y, en fin, el “Todos te buscan”, el ir más allá del Señor en “toda la Galilea”.
            Los milagros que realiza Jesús son el signo más eficaz de que el Reino ha llegado: un signo que dice que la salvación y la liberación de Cristo cura a “toda” persona. Él cura a muchos pero se preocupa también de aquellos que no acuden a Él. Su curación alcanza todas las dimensiones humanas; nos predica la palabra de la esperanza que cura. El relato de la curación de la suegra de Simón se vuelve programático del camino perfecto con el cual sucede la curación y la liberación que realiza Jesús. El pequeño párrafo está iluminado por la luz pascual. “Jesús se acerca a la mujer y la levanta tomándola de la mano”. Y después, la mujer “se pone a servirle”. Él pasa sanando y haciendo el bien, pero esto es un anticipo de la resurrección y habilita para aquél servicio de caridad, que hace del bien recibido, un bien para los demás.

Oración:
Señor, queremos invitarte como los discípulos a nuestra casa y hablarte de nuestros males y enfermedades; estamos dispuestos a comentarte todo lo de nuestra casa y de nuestra vida. Abrirte las puestas de nuestra casa y de nuestro corazón. Queremos dar ese primer paso para que el Señor Jesús nos cure.
            Señor, queremos ser liberados del pecado por Tí; del mal que hemos hecho y que no nos deja vivir. Y abrir nuestro corazón, Señor Jesús, es porque Tú eres el Salvador.
            Cuando vemos, Señor Jesús que te retiras a rezar, a la intimidad con tu Padre y a la búsqueda de su Voluntad en tu vida; debemos sentir que es necesario ir a buscarte, y estar convencido de que te necesitamos. También, porque te necesitan los demás, te necesitan los que nos has confiado. Señor Jesús, porque todos te andan buscando; es más, también, nosotros te ando buscando.

Contemplación:
            Me consuela el saber que el Señor está en medio de nosotros, como Salvador en la persona de Cristo Jesús. Que su Voluntad es salvarnos del mal y del pecado
            Tendríamos que perder el miedo a tener que hablar con Jesús, de nuestros males, de esos males que escondemos a los demás, pero alimentamos en nosotros; presentárselos a Jesús nos hará descubrirlo como nuestro Salvador.
 
La Paz con ustedes.