5º domingo pascua, C
Texto a meditar y orar de Juan 13, 31-33a. 34-35
Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerá todos que ustedes son mis discípulos".
Lectura. La nota más característica de estos discursos es el contexto en el que nos vienen insertos: en la noche que separa la cena de despedida y el comienzo de la pasión, Jesús dirige un largo y reiterativo discurso. La estructura literaria de estos discursos presenta dificultades; cualquiera puede observar la falta de lógica narrativa, las repeticiones, etc. El discurso de Juan sigue el modelo literario de los discursos de adiós, un género bien definido de literatura bíblica y de los escritos judíos. Pero es por la profundidad alcanzada en su teología, por lo que estos discursos pueden considerarse como la obra maestra de la interpretación de San Juan del misterio de Jesús.
Este párrafo del evangelio forma parte del primer bloque de discursos que forman un ciclo de diálogos dominados por la idea de la partida de Jesús y la llegada de su Paráclito; es la forma con la que interpreta el mismo Jesús su muerte y su resurrección venideras.
Tras la salida del traidor, la revelación de Jesús va a ser total y la intimidad con los suyos insuperable. Jesús inicia su despedida declarando llegada la hora de su glorificación del Hijo del Hombre. Jesús sabe que es la hora de su gloria, porque acaba de iniciar, con la separación de Judas del grupo y su incitación a llevar a efecto sus intenciones, el camino de su pasión y muerte. Por ella, Dios será glorificado y en ella le glorificará muy pronto.
La "gloria" en el lenguaje bíblico es la irradiación misma de la presencia de Dios, el esplendor terrible y a un tiempo fascinante del ser de Dios. Para Juan la gloria divina está presente en la carne, del Verbo que se ha vuelto Hombre; revela y salva a través de los milagros y de los signos de Jesús, que estalla en el escándalo de la cruz.
Es en la Encarnación del Verbo y en su pasión-muerte que el amor de Dios Padre y el amor del Hijo obediente aparecen en toda su profundidad y sentido.
Pero la glorificación de Jesús comporta para la comunidad cristiana su ausencia. El creyente va a tener que buscarle sin éxito; pero, su separación de él no será definitiva. No va a ser la desesperanza o la nostalgia lo que predomine entre ellos, tendrán una nueva tarea: el amor mutuo.
Las precisaciones del amor mutuo que hace Juan: el amor caracterizará la comunidad cristiana; éste se extiende a los que compartan la fe común; este amor fraterno entre iguales, está motivado en el amor con el que Jesús los ha distinguido. De esta forma el mandato es gracia: los discípulos han sido objeto del amor de Dios antes de ser sujetos del amor al hermano; el amor fraterno como quehacer cristiano nace, y es de obligado cumplimiento, por saberse uno conocido, amado por Dios en Cristo.
Como el Padre amó al Hijo y este obedeció haciendo su obra, Cristo, que amó a los suyos hasta el final, puede exigirles obediencia. De esta forma en la ausencia de Jesús, la comunidad tiene la tarea de recordar al mundo su triunfo y de presentarse ante él como la epifanía o manifestación del amor de Dios.
Meditación. La palabra de Dios habla de la confianza de Jesús a sus discípulos, a los más íntimos y al confiarles el mandamiento del amor. Pero exigir amor mutuo, sólo lo puede hacer quien habiendo amado hasta el extremo, lo ha posibilitado. Dios será glorificado cuando Jesús se entregue. Los discípulos pueden entregarse unos a otros porque Jesús se entregó por amor.
Conocer la obligación de amar al hermano es saberse íntimo de Jesús y saberse amado por Él. Sólo el amado por Jesús sabe que debe amar a sus hermanos: el mandato del amor mutuo es el secreto que Jesús reserva para los que ama. Más que simples discípulos, el evangelio invita a sentirse amigos amados de Jesús.
Tiene exigencia sobre nosotros porque tuvo predilección; si exige que nos amemos es porque ya nos ha amado. Nos manda que nos queramos porque nos quiere. La prueba de que nos ama es porque nos ha obligado a amarnos. Sintiéndose el discípulo comprometido a amarse, como Dios le ha amado, experimentará mejor el amor que Dios le tiene. Porque este amor de Dios es gratuito pero tiene sus consecuencias: sólo se siente y se sabe amado por Dios quien sabe que debe amar al prójimo.
El amor entre las personas es la mejor demostración de que Dios existe y se preocupa por ellos. Si los discípulos de Cristo no nos esforzamos por amarnos.
Oración. Hoy tu Palabra nos revela cuánto has sido grande con nosotros al manifestarte en la Gloria de Jesús. Al revelarnos que tu Gloria y la Gloria de tu Hijo es la manifestación de tu designio de amor realizado en la vida, pasión y muerte de tu Hijo Jesús y en su Resurrección. Por mencionarnos en su Palabra y en sus "signos" cuál es tu voluntad y pedirnos obediencia y fe a tu Hijo. Gracias, Padre, Bueno, porque así te ha parecido a bien revelarnos tu infinito amor para con las gentes y porque esto es un "don" de tu infinita gracia.
Hoy te queremos pedir que nos enseñes por medio de tu Santo Espíritu a agradecértelo y a sentirnos plenamente amados en tu Hijo Jesús; pues porque nos has querido y nos has dado a tu Hijo, nos has pedido que cumplamos con el mandamiento del amor los unos a los otros. Y es que descubrimos que en el amor que nos tengamos entre nosotros te estamos haciendo presente en nuestro mundo y estamos trabajando en la construcción de tu Reino, un reino de amor. Porque nos amas, Señor, eres capaz y te sientes con toda la autoridad de pedirnos que lo mismo hagamos con los hermanos; porque la única razón de luchar porque el reino del amor se haga presente en nuestro mundo y en los que nos rodean es porque Tú nos has amado hasta el extremo. Si Tú has hecho eso, ¿por qué detenemos con nuestra cerrazón la espiral de amor que has iniciado en nuestro mundo desde el día en que nos llamaste y nos creaste?
Hoy te pedimos, Señor que asistido por tu Espíritu Santo nos hagas llevar adelante el mandamiento del amor, hacerte presente en nuestro mundo, vivir el amor en comunidad, resultado de tu amor en nuestros corazones. Que nos sintamos amados por Ti y que nos sepamos llamados por "vocación" a manifestar el amor a todos los hermanos.
Contemplación. Experimento gran alegría, gozo y satisfacción el saberme amado por Dios y llamado a manifestar este amor a los que me rodean. Me siento agradecido con Dios por todo esto.
En este Año de la Fe nos empeños por vivir el mandato del Señor.
La Paz con ustedes.
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