miércoles, 19 de febrero de 2014

lectio 7 DOrd A

7 Domingo Ordinario, A.
Texto del Evangelio según san Mateo: 5, 38-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
 
Lectura:
Pocos pasajes evangélicos presentan con tanta claridad las radicales exigencias que Jesús propuso a sus discípulos como este final del capítulo. Frente a la interpretación farisea de la ley que había caído en la trampa del mínimo indispensable y del simple cumplimiento externo. Las palabras finales: Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto son la clave para entender lo que Jesús propone: vivir desde la actitud de quien tiene fija su mirada en Dios y no pone límites ni barreras al amor. El amor del discípulo de Jesús debe imitar el comportamiento misericordioso de Dios. Por eso debe alcanzar incluso a los enemigos, a los que te rodean, a los que te golpean y a los que te roban. Amar al enemigo para ser misericordioso como el Padre. Y en el Evangelio Jesús nos muestra cómo hacer una sociedad nueva, donde las relaciones entre las personas estén testimoniadas por el amor: el amor a los enemigos: "Amen a sus enemigos". Jesús rompe las cadenas de un amor interesado, y propone el amor sin límites, sin ningún interés, aun corriendo el riesgo de ser odiados por causa del amor. Jesús nos provoca para amar interesándonos sólo con el bien de aquel que nos odia: "hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian". Hasta explica qué hacer: "Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda". Jesús nos propone la importancia del amor delante una sociedad donde la violencia y la ganancia miden el valor de la vida humana. Si creemos que el Reino de Dios pertenece a los pobres, a los hambrientos, a los odiados, expulsados, insultados y maldecidos, y somos como ellos, Dios también nos mirará como semejantes a ellos, y nos hará participar de su Reino.
 
Meditación: Los israelitas entendían la palabra "prójimo" como el paisano como aquellos de su misma razón y nación. Era algo así como no causar perjuicio a la propia sangre. De esta estrechez de miras surge el amor cristiano. Este no tiene espacios y no se circunscribe a lugares, ni a tiempos. Predominaba en aquellos días, la ley del Talión: 'ojo por ojo, diente por diente'. Era la ley de la venganza. Quien no la llevara a cabo era un cobarde. La ley del talión se dio para que las gentes no se destruyeran al buscar la justicia. Momentos difíciles para decir: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Parecían palabras insultantes contra siglos y siglos de tradición.
Cristo, en su Evangelio de hoy, avanzando más, nos propone: el no inferir daño alguno al que nos lo ha causado. El mal hay que inundarlo con la abundancia del bien; no de otro modo. San Juan habla muy claro: "La victoria que vence al mundo es la fe". Hay que dedicarse a anunciar la fe antes que llevar armas para derrotar al que me haga frente. La venganza la hace cualquier fanático. El amor y el perdón están solamente a manos de un creyente. Mantén a tu lado la atmósfera de la fe, la fuerza del perdonar y notarás que por tu vida herida por alguien que te ha hecho el mal, brota una brisa nueva, ajena a todo lo que sea la ley del talión, que con palabras fuertes criticó y ridiculizó el mismo Jesús. El "Yo les digo" de Jesús nos hace crear el Mundo Nuevo del Reino anunciado por Cristo Jesús.
 
Oración: Señor, ayúdanos a entender ser misericordiosos. Ese amor misericordioso que significa dar el corazón a los que no son felices, y a saber descubrir en ellos, los que están privados de la vida, por la pobreza, porque pasan hambre, injusticia, falta de paz, y a descubrir que Jesús les entregó el Reino, al entregarles todo, todo lo que tenía. Tu Palabra nos dice que seamos, "como el Padre celestial es misericordioso". Que toda vez que celebramos la Eucaristía, memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, celebremos la misericordia de Dios que nos dio lo que más deseamos las gentes: el amor gratuito y el compartir todo, hasta la propia vida. Señor fortalécenos para hacer de nuestra sociedad, una sociedad nueva, basada en la fraternidad, el perdón, el amor compartido. Amén.
Dejémonos cautivar por Jesús al escuchar en ese Monte de la Felicidad la vida nueva que nos propone. Feliz Domingo.


 
 
La Paz con ustedes.

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