Todos los Santos, B
1 noviembre 2015
1er Lectura: Ap 7, 2-4.9-14
2a Lectura: Hb 5, 1-6
Salmo: 23, Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios
Evangelio: Mt 5, 1-12
En esta ocasión haremos ejercicio con la primer lectura, del cap. 7 del Apocalipsis:
2Y viendo otro ángel que bajaba desde donde nace el sol, teniendo el sello del Dios viviente, y gritó con potente voz a los cuatro ángeles a los que les fue dado arruinar a la tierra y al mar, 3diciendo: "No arruinen la tierra ni el mar, ni tampoco los árboles hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios sobre sus frentes". 4Y escuché el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, los sellados eran de todas las tribus de los hijos de Israel.
9Después hube visto estas cosas, he aquí una inmensa muchedumbre, que no podía ser contada por nadie, estaban de pie delante del Trono y delante del Cordero. Se les vistieron estolas blancas y palmas en sus manos 10y gritaban con voz potente: "La salvación a nuestro Dios que está sentado en el Trono y al Cordero".
11Y todos los ángeles que habían estado de pie circundando el Trono, y de los ancianos y de los cuatro vivientes se postraban delante del Trono sobre sus rostros y alababan a Dios 12diciendo: "En verdad, la bendición y la gloria, y la sabiduría y la acción de gracias, y el honor, el poder y la fuerza son para nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén".
13Y uno de los ancianos se dirigió hacia mí diciendo: "¿Quiénes son estos que han sido vestidos de estolas blancas y de dónde han venido?" Y yo le respondí: "Señor, tú lo sabes". 14Él me dijo: "Estos son los que han venido de la gran tribulación y han lavado sus estolas y las han blanqueado en la sangre del Cordero".
¡Te alabamos, Señor!
LECTIO Busca leyendo…
La visión que Juan contempla nos abre a contemplar la apertura de la salvación, del pueblo de Israel a todas las naciones de la tierra. La actuación de los ángeles nos muestra la acción directa de Dios sobre la historia, tanto para preservar, como para arruinar. El destino de la historia está en manos del Señor. El ángel que porta el sello viene del oriente, lugar del nacimiento del sol, signo de renovación, de un nuevo día. El sello indica la pertenencia a Dios, el pueblo que él se ha elegido y marca como propio. La marca será en la frente, lugar visible para los otros, pero también recuerdo al pensamiento de quien porta el sello, tal como el pueblo de Israel lleva las palabras del Señor "entre sus ojos". La suma de los que son sellados nos refleja el signo de la abundancia y refrendo de la elección del pueblo de Israel. El número 12 simboliza la elección (tanto las tribus de Israel, como los apóstoles se ajustarán a este número) y el número 1000 habla de abundancia (12x12x1000). Los preservados son escogidos de Dios, elegidos de entre los hijos de Israel – podría hablarse o no de una totalidad del pueblo – y esta elección constata la fidelidad de Dios a su Alianza. La presencia de estos justos detiene el mal que se cierne sobre la tierra, el mar y la vida – representada en los árboles –, lo que nos recuerda el episodio de la intercesión de Abraham por Sodoma y Gomorra.
Después de esta visión, se abre el horizonte a una visión aún más grande: una muchedumbre incontable. Los números que en los escritos de Juan (Jn y Ap) juegan un papel importante, aquí son indefinidos. Los números en su valor simbólico determinan y definen un grupo, aquí la multitud acoge a todos las etnias, pueblos, lenguas, tribus... y su indeterminación es agudizada con la pregunta: "¿Quiénes son estos?" Lo incontable expresa no sólo la abundancia – ya expresada en los 144,000 – sino la sobre-abundancia de la salvación. Lleva así el cumplimiento de Dios no sólo de su Alianza con Israel, sino de la promesa hecha a Abraham.
Entonan un canto de alabanza a la salvación efectuada por Dios y por el Cordero, y ante el triunfo de esta salvación en beneficio de los hombres, los ángeles del cielo también entonan su canto de adoración. No sólo adoran la majestad de Dios, sino que circundan también a los vivientes y los ancianos; los circunda, como protegiendo y enmarcando la comunión celeste entre Dios y los hombres.
Los que vienen de la gran tribulación, son un grupo que podría relacionarse con aquellos degollados debajo del altar (Ap 6, 9-11), los perseguidos por el Dragón (12, 17) y/o los que acompañan al Cordero (14, 14; 19, 14). Resulta paradójico: "blanquear en sangre", pero esta sangre no es la propia.
MEDITATIO … y encontrarás meditando...
La celebración que hoy hacemos de conmemorar a todos los santos, es al igual que la victoria aquí celebrada – y que aparece en el libro antes del juicio y victoria definitivas de Dios –, una anticipación de lo que nos aguarda.
Vivimos en nuestro mundo y en nuestro tiempo – como lo han vivido tantos de nuestros hermanos y hermanas, en su momento y en su lugar concretos – la gran tribulación. Siempre tentados por la desesperanza delante del mal del mundo, de la persecución e incluso de todo lo que arruina nuestro cosmos. Sin embargo, en medio de nuestras tribulaciones, podemos constatar la fidelidad de Dios a su Alianza (en la cual tenemos una parte de observar) y a su Promesa (que depende de su total gratuidad). Dios es fiel más allá de las limitaciones humanas, y manifiesta su fidelidad en la elección que hace de nosotros. Mas esta elección no es extrínseca, no nos es indiferente ni lejana: se lleva en la carne – como el sello – y se lava en la sangre del Cordero.
Los santos son al igual que nosotros, elegidos por Dios. Estos hermanos y hermanas nuestras – partícipes de nuestra misma fe, y también aquellos que en la inescrutable Providencia de Dios, son partícipes de su proyecto – son esa garantía que detiene el mal que acecha al mundo, ya que en ellos refulge la sangre no desaprovechada del Cordero, son signos de su salvación, y por ello les veneramos – no por ellos, sino porque en ellos es patente la acción salvífica de nuestro Dios. ¿Y nosotros, hasta cuándo participaremos de esta elección, de esta consagración, de esta santidad? No sea que – como en Sodoma, no se hallen siquiera 10 justos entre nosotros, y continuemos a ver amenazada la vida, la tierra, el mar. Recordamos lo que decía León Bloy: "Solo existe una tristeza, la de no ser santo".
ORATIO … llama orando...
Oremos con el Evangelio (Mt 5, 3-12), dejando un espacio de silencio en medio de la bienaventuranza para recordar a los testigos de ésta (Santos, Beatos, Venerables, Siervos de Dios... y demás cristianos auténticos que conocemos)
3Bienaventurados los pobres en espíritu, [...] pues de ellos es el reino de los cielos.
4Bienaventurados los que lloran, [...] pues ellos serán consolados.
5Bienaventurados los humildes, [...] pues ellos heredarán la tierra.
6Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, [...] pues ellos serán saciados.
7Bienaventurados los misericordiosos, [...] pues ellos recibirán misericordia.
8Bienaventurados los de limpio corazón, [...] pues ellos verán a Dios.
9Bienaventurados los que procuran la paz, [...] pues ellos serán llamados hijos de Dios.
10Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, [...] pues de ellos es el reino de los cielos. 11Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de mí. 12Regocíjense y alégrense, porque su recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes.
CONTEMPLATIO … y se te abrirá por la contemplación!
¿Qué siento al contemplar a mis hermanos y hermanas glorificados?
¿Me siento llamado(a) a la santidad? ¿Qué significa para mí el ser elegido(a) por Dios para esta gran y cotidiana empresa? ¿Cuál puede ser mi "marca" que me recuerde y recuerde a los demás que le pertenezco? ¿Abro horizontes de la salvación a mis hermanos, o sólo me conformo con "no ser malo"?
¿Cómo alentar a mis hermanos y hermanas que viven la gran tribulación? ¿Cómo dejarme lavar en la sangre del Cordero?