miércoles, 28 de octubre de 2015

Solemnidad de Todos los Santos

Todos los Santos, B
1 noviembre 2015
1er Lectura: Ap 7, 2-4.9-14
2a Lectura: Hb 5, 1-6
Salmo: 23, Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios
Evangelio: Mt 5, 1-12

En esta ocasión haremos ejercicio con la primer lectura, del cap. 7 del Apocalipsis:

2Y viendo otro ángel que bajaba desde donde nace el sol, teniendo el sello del Dios viviente, y gritó con potente voz a los cuatro ángeles a los que les fue dado arruinar a la tierra y al mar, 3diciendo: "No arruinen la tierra ni el mar, ni tampoco los árboles hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios sobre sus frentes". 4Y escuché el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, los sellados eran de todas las tribus de los hijos de Israel.
     9Después hube visto estas cosas, he aquí una inmensa muchedumbre, que no podía ser contada por nadie, estaban de pie delante del Trono y delante del Cordero. Se les vistieron estolas blancas y palmas en sus manos 10y gritaban con voz potente: "La salvación a nuestro Dios que está sentado en el Trono y al Cordero". 
     11Y todos los ángeles que habían estado de pie circundando el Trono, y de los ancianos y de los cuatro vivientes se postraban delante del  Trono sobre sus rostros y alababan a Dios 12diciendo: "En verdad, la bendición y la gloria, y la sabiduría y la acción de gracias, y el honor, el poder y la fuerza son para nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén".
     13Y uno de los ancianos se dirigió hacia mí diciendo: "¿Quiénes son estos que han sido vestidos de estolas blancas y de dónde han venido?" Y yo le respondí: "Señor, tú lo sabes". 14Él me dijo: "Estos son los que han venido de la gran tribulación y han lavado sus estolas y las han blanqueado en la sangre del Cordero".
¡Te alabamos, Señor!

LECTIO  Busca leyendo…
La visión que Juan contempla nos abre a contemplar la apertura de la salvación, del pueblo de Israel a todas las naciones de la tierra. La actuación de los ángeles nos muestra la acción directa de Dios sobre la historia, tanto para preservar, como para arruinar. El destino de la historia está en manos del Señor. El ángel que porta el sello viene del oriente, lugar del nacimiento del sol, signo de renovación, de un nuevo día.  El sello indica la pertenencia a Dios, el pueblo que él se ha elegido y marca como propio. La marca será en la frente, lugar visible para los otros, pero también recuerdo al pensamiento de quien porta el sello, tal como el pueblo de Israel lleva las palabras del Señor "entre sus ojos". La suma de los que son sellados nos refleja el signo de la abundancia y refrendo de la elección del pueblo de Israel. El número 12 simboliza la elección (tanto las tribus de Israel, como los apóstoles se ajustarán a este número) y el número 1000 habla de abundancia (12x12x1000). Los preservados son escogidos de Dios, elegidos de entre los hijos de Israel – podría hablarse o no de una totalidad del pueblo – y esta elección constata la fidelidad de Dios a su Alianza. La presencia de estos justos detiene el mal que se cierne sobre la tierra, el mar y la vida – representada en los árboles –, lo que nos recuerda el episodio de la intercesión de Abraham por Sodoma y Gomorra.
     Después de esta visión, se abre el horizonte a una visión aún más grande: una muchedumbre incontable. Los números que en los escritos de Juan (Jn y Ap) juegan un papel importante, aquí son indefinidos. Los números en su valor simbólico determinan y definen un grupo, aquí la multitud acoge a todos las etnias, pueblos, lenguas, tribus... y su indeterminación es agudizada con la pregunta: "¿Quiénes son estos?" Lo incontable expresa no sólo la abundancia – ya expresada en los 144,000 – sino la sobre-abundancia de la salvación. Lleva así el cumplimiento de Dios no sólo de su Alianza con Israel, sino de la promesa hecha a Abraham.
     Entonan un canto de alabanza a la salvación efectuada por Dios y por el Cordero, y ante el triunfo de esta salvación en beneficio de los hombres, los ángeles del cielo también entonan su canto de adoración. No sólo adoran la majestad de Dios, sino que circundan también a los vivientes y los ancianos; los circunda, como protegiendo y enmarcando la comunión celeste entre Dios y los hombres.
     Los que vienen de la gran tribulación, son un grupo que podría relacionarse con aquellos degollados debajo del altar (Ap 6, 9-11), los perseguidos por el Dragón (12, 17) y/o los que acompañan al Cordero (14, 14; 19, 14). Resulta paradójico: "blanquear en sangre", pero esta sangre no es la propia.

MEDITATIO … y encontrarás meditando...
La celebración que hoy hacemos de conmemorar a todos los santos, es al igual que la victoria aquí celebrada – y que aparece en el libro antes del juicio y victoria definitivas de Dios –, una anticipación de lo que nos aguarda.
     Vivimos en nuestro mundo y en nuestro tiempo – como lo han vivido tantos de nuestros hermanos y hermanas, en su momento y en su lugar concretos – la gran tribulación. Siempre tentados por la desesperanza delante del mal del mundo, de la persecución e incluso de todo lo que arruina nuestro cosmos. Sin embargo, en medio de nuestras tribulaciones, podemos constatar la fidelidad de Dios a su Alianza (en la cual tenemos una parte de observar) y a su Promesa (que depende de su total gratuidad).  Dios es fiel más allá de las limitaciones humanas, y manifiesta su fidelidad en la elección que hace de nosotros. Mas esta elección no es extrínseca, no nos es indiferente ni lejana: se lleva en la carne – como el sello – y se lava en la sangre del Cordero. 
     Los santos son al igual que nosotros, elegidos por Dios. Estos hermanos y hermanas nuestras – partícipes de nuestra misma fe, y también aquellos que en la inescrutable Providencia de Dios, son partícipes de su proyecto – son esa garantía que detiene el mal que acecha al mundo, ya que en ellos refulge la sangre no desaprovechada del Cordero, son signos de su salvación, y por ello les veneramos – no por ellos, sino porque en ellos es patente la acción salvífica de nuestro Dios. ¿Y nosotros, hasta cuándo participaremos de esta elección, de esta consagración, de esta santidad? No sea que – como en Sodoma, no se hallen siquiera 10 justos entre nosotros, y continuemos a ver amenazada la vida, la tierra, el mar. Recordamos lo que decía León Bloy: "Solo existe una tristeza, la de no ser santo".      


ORATIO … llama orando...
Oremos con el Evangelio (Mt 5, 3-12), dejando un espacio de silencio en medio de la bienaventuranza para recordar a los testigos de ésta (Santos, Beatos, Venerables, Siervos de Dios... y demás cristianos auténticos que conocemos)

3Bienaventurados los pobres en espíritu, [...] pues de ellos es el reino de los cielos. 
4Bienaventurados los que lloran, [...] pues ellos serán consolados.
5Bienaventurados los humildes, [...] pues ellos heredarán la tierra.
6Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, [...] pues ellos serán saciados.
7Bienaventurados los misericordiosos, [...] pues ellos recibirán misericordia.
8Bienaventurados los de limpio corazón, [...] pues ellos verán a Dios.
9Bienaventurados los que procuran la paz, [...] pues ellos serán llamados hijos de Dios.
10Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, [...] pues de ellos es el reino de los cielos. 11Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de mí. 12Regocíjense y alégrense, porque su recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes.


CONTEMPLATIO … y se te abrirá por la contemplación!
     ¿Qué siento al contemplar a mis hermanos y hermanas glorificados?
¿Me siento llamado(a) a la santidad? ¿Qué significa para mí el ser elegido(a) por Dios para esta gran y cotidiana empresa? ¿Cuál puede ser mi "marca" que me recuerde y recuerde a los demás que le pertenezco? ¿Abro horizontes de la salvación a mis hermanos, o sólo me conformo con "no ser malo"?
     ¿Cómo alentar a mis hermanos y hermanas que viven la gran tribulación? ¿Cómo dejarme lavar en la sangre del Cordero?

miércoles, 21 de octubre de 2015

XXX Domingo Ordinario, B

25 octubre 2015

1er Lectura:Jr 31, 7-9
2a Lectura:Hb 5, 1-6
Salmo:125. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Evangelio: Mc 10, 46-52


46Y entonces llegaron a Jericó. Y cuando salía de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, ciego mendicante, estaba sentado junto al camino.      47Cuando escuchó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y decir: "Hijo de David, Jesús, apiádate de mí". 48Y muchos lo reprendían para que callase, pero él gritaba mucho más: "Hijo de David, apiádate de mí". 
     49Se paró Jesús y dijo: "Llámenlo". Y llamaron al ciego diciéndole: "¡Anímate, álzate!, él te llama". 50Entonces, arrojando su manto se puso en pie y fue hacia Jesús. 51Jesús le replicó y le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le dijo: "Maestro mío,  que yo vea". 52Y Jesús le dijo: "Ve, tu fe te ha salvado", e inmediatamente volvió a ver y  y le seguía por el camino.
¡Gloria a ti, Señor, Jesús!


LECTIO  Busca leyendo…
Jericó es considerada la ciudad más antigua de Israel, célebre por ser la región por donde cruza el pueblo del éxodo para entrar en la Tierra prometida y por ser sometida con el sonido de las trompetas en tiempo de Josué (Jos 4, 19; 6, 1ss; Heb 11, 30). Su ubicación, cercana a Jerusalén, la presenta como antesala de la ciudad santa. Jesús que pasa por ahí en su camino hacia Jerusalén, es saludado por el ciego con el título mesiánico de "Hijo de David". Sabe de quien se trata, aunque no puede verlo. Su fe hará caer su ceguera, como la fe de Josué hizo caer las murallas de Jericó. 
Tanto el nombre de Josué, como el de Jesús, significan: "salvación"; mientras que el nombre de Timeo, tiene raíz con el temor, no tanto ligado al miedo, sino al honor debido a Dios y a los padres. Bartimeo significaría entonces "hijo del temor reverente".
La actitud de la gente cercana al ciego mendicante es contradictoria, primero lo reprenden para que calle y una vez que interviene Jesús con su autoridad, ellos le animan a acercarse a él. Esta multitud cambiante podría ser la misma que acompañará a Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén.
Jesús, como en otras curaciones, dice "Vete, tu fe te ha salvado" (Mc 2, 5; 5, 34; Lc 7, 50; Mt 9, 29; 15, 28). La fe, unida a la súplica de misericordia,  están presentes como una especie de criterio para obtener la salvación.   




MEDITATIO … y encontrarás meditando...
El pasaje de Bartimeo es uno de los textos más amados para el camino del catecumenado en el tiempo de cuaresma, interpretando la fe en Cristo como la luz que nos permite ver verdaderamente. La fe está presente en el discurso de Jesús y en la fuerte confianza y osadía del ciego. La fe que consiste ante todo en "reconocer" a Dios. El ciego descubre desde su oscuridad la presencia divina en aquel que va pasando, conociendo las promesas mesiánicas del "hijo de David", lo reconoce en Jesús y es así como sus ojos se abren a la luz. ¡Cuántas veces pasa Dios a nuestro lado y no somos capaces de reconocerlo!
Bartimeo, ciego, sentado y mendicante nos muestra el retrato de un hombre pasivo y acabado. Está cerca del camino, pero no camina por él. Sin embargo, su fuerza interna, su búsqueda de la luz le hace gritar y clamar misericordia, aún cuando la gente – de cuyas limosnas depende y de quienes está marginado – le reprenda. En nuestros tiempos muchos hombres y mujeres claman por la fe, sus gritos contrastan con un mundo que pretende mantener un orden donde la caridad es limosna y no promoción de la persona; ¿cómo abrir los ojos a la luz de la fe? Se necesita una conversión, como Bartimeo ponernos en pie, dejando atrás el manto de nuestras propias seguridades. La misericordia que se clama nos pide la audacia de la fe, y Dios por su misericordia nos abre a la luz plena de la fe, pero esta misericordia hemos de pedirla con insistencia. A estos nos ayuda el "temor de Dios", que los consideramos un don del Espíritu Santo, un temor que nos hace reconocer, honrar y amar a Dios, un temor que no excluye la familiaridad sino que la fortifica con el respeto.
Como Iglesia hemos vivido un Año de la Fe, y ahora viviremos un Jubileo de la Misericordia, que no seamos de aquellos que acallan la voz del que clama misericordia, al contrario, que en la medida en que nosotros podamos hacer obras de misericordia, podamos hacer que brille la luz de la fe ante los ojos del mundo.     

ORATIO … llama orando...
En las iglesias orientales existe la tradición de rezar la "oración del corazón de Jesús" , llamada así porque nos abre el corazón poco a poco a los mismos sentimientos del corazón de nuestro Señor. Y esta oración es la repetición insistente de la oración de Bartimeo que contemplamos en este pasaje, oración muy semejante a la del publicano arrepentido que se acerca al templo (Lc 18, 13). Puedes tomar las cuentas del rosario y repetir pausadamente y meditando en cada una de ellas las siguientes palabras:
 "Jesús, hijo de Dios, ten misericordia de mí, pecador". 
No se trata de una repetición mecánica y acelerada, no hay un número de repeticiones que completar, hay que  dejar fluir desde el corazón estas palabras hasta que se llena de paz y tus ojos se abran a la confianza en Dios. Puedes rezarla en momentos de tristeza, en momentos de tentación, en momentos de gran alegría, o simplemente mientras esperas el autobús. Reconocernos necesitados de misericordia y pedirla reconociendo al Señor, es el primer paso para llegar a la audacia de la fe.

 CONTEMPLATIO … y se te abrirá por la contemplación!
     ¿Ante la misericordia de Dios, qué sentimientos se anidan en mi corazón?
     ¿Cuáles podrían ser las cegueras que me impiden ver claramente la voluntad de Dios en mi vida? ¿Tengo la audacia para pedirle a Dios que me haga ver? ¿Qué cosas tengo que dejar para poder acercarme con presteza ante él?
     ¿Y la misericordia cómo la vivo? ¿Soy capaz de escuchar los gritos de quienes buscan fe y misericordia, y conmoverme con ellos? ¿Qué obras de misericordia puedo hacer para que mi fe en Dios sea en verdad luz para mi vida y para los  de otros?
     ¿Cómo viviré el Jubileo de la Misericordia que se acerca?

martes, 13 de octubre de 2015

XXIX Domingo Ordinario, B

XXIX Domingo Ordinario, B
18 octubre 2015
1er Lectura: Is 53, 10-11
2a Lectura: Hb 4, 14-16
Salmo: 32,  Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.
Evangelio: Mc 10, 35-45

35Se acercaron a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: "Maestro, queremos que lo que te pidamos, hagas por nosotros". 36Les dijo: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". 37Le dijeron: "Concédenos que, uno a tu derecha y uno a tu izquierda, nos sentemos en tu gloria". 38Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo bebo, o ser bautizados en el bautismo en que yo soy bautizado? 39Le dijeron: "Podemos". Jesús les dijo: "El cáliz que yo bebo, beberán, y el bautismo en que soy bautizado serán bautizados. 40Mas el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mí darlo, sino que es para quienes está preparado". 
     41Entonces, escuchando los diez, empezaron a molestarse contra Santiago y Juan. 42Jesús, llamándolos, les dijo: "Les es conocido que los supuestos para regir los pueblos se enseñorean de ellos y sus grandes  mandan sobre ellos. 43Mas no es así entre ustedes, al contrario si uno quiere convertirse en  mayor de ustedes, sea de ustedes servidor; 44y si uno de ustedes quiere ser el primero, sea siervo de todos. 45Pues el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate de muchos."
¡Gloria a ti, Señor, Jesús!
 LECTIO Busca leyendo…
Estamos después de la tercera vez que Jesús anuncia su pasión camino a Jerusalén. Dos de los discípulos que ya gozan de cierta preferencia de Jesús se acercan a él. A diferencia de Mt en que viene la madre intercediendo con humildad, aquí son ellos quienes piden, usando una condición que busca coaccionar – como lo hacen los niños pequeños – para obtener el favor. Ellos quieren flanquear a Jesús, pero a diferencia de Mt que habla del Reino, en Mc hablan de sentarse en su gloria. Estos discípulos, junto con Pedro, ya han visto previamente un destello de la Gloria del Reino en la Transfiguración. 
     Jesús corrige sus deseos, recordándoles lo que apenas ha anunciado: su pasión. Ellos han de compartir también la cruz para llegar a la gloria. El pasaje de la Transfiguración en Mt recuerda este diálogo sobre la pasión en medio de la luz de la gloria.
     Las imágenes que Jesús usa para el compartir su pasión son dos: 1) el cáliz – que nos enlaza con la experiencia de aceptación de la voluntad del Padre en la oración del Getsemaní (Mt 26, 39; Lc 22, 42) – y 2) el bautismo – que nos habla de la gran ansiedad que Jesús experimenta.
     Los discípulos – al igual que Pedro en la Transfiguración (Mc 9, 6) – no saben lo que dicen, lo que piden. Los tres más cercanos a Jesús, son los tres que no saben, que no conocen del todo el Plan del Padre. Este verbo de conocer volverá después cuando Jesús pone el ejemplo de los potentes del mundo, ellos sí son conocidos por los discípulos. El nivel de conocimiento  humano y divino aparecen como dos formas de pensamiento que no se conjugan, los discípulos tendrán que salir del pensamiento meramente humano para conocer el plan divino. Los celos que se despiertan en torno al resto de los otros diez discípulos son también parte de este pensar según los hombres. Mc usa una palabra para designar a los que han de gobernar: supuestos, pensados. Éstos están también dentro de los pensamientos humanos, son los jefes de los pueblos, pero puede entenderse de los pueblos paganos. 
     Jesús en cambio, llama de nuevo a sí, renueva la vocación para sus doce discípulos y les exhorta no con un deseo "no sea" sino con una afirmación "no es así entre ustedes". Pone el criterio desde el plan de Dios: ser servidor, ser siervo. El primero como un servicio, el segundo como una condición de vida. Pero ambos enfocados a romper la lógica de los poderosos. Jesús  a sí mismo se pone como ejemplo, que no ha venido a ser servido, sino a servir.

MEDITATIO … y encontrarás meditando...
Nuestra lógica humana piensa a la gloria sin pensar mucho en el sufrimiento que la alcanza y merece. Vivimos un mundo light e inmediatista, donde podemos perder el horizonte de los otros para conseguir nuestros fines. La comodidad, el éxito, el poder, la riqueza de algunos, conlleva la fatiga, el desánimo, la fragilidad, la pobreza, la enfermedad y el hambre de muchos. No es alarmismo, es la triste realidad de la manera en como hemos construido el mundo. Nos enseñoreamos y aún sin darnos cuenta podemos pisar en nuestra ambición algo tan vital como las relaciones humanas, el verdadero y grande valor ante los ojos de Dios. Juan y Santiago han tenido esta tentación de tener un puesto de honor. No saben lo que piden, deslumbrados con la gloria que han visto, se olvidan de sus 10 compañeros. Jesús les reprende y les dice el precio de esa gloria, el sufrimiento que deberán sobrellevar. Ellos aceptan, pero su vista aún está centrada en obtener la gloria para sí, aún sin ver a los otros. Recordamos cuantos en nuestro tiempo también se sacrifican para llevar adelante una carrera universitaria, para lograr un cuerpo fuerte y deportivo, para obtener un puesto de trabajo bien remunerado. Ciertamente han fatigado, han logrado un éxito, pero tantas veces sigue siendo meramente humano.
     Jesús llama de nuevo, convoca otra vez a la comunidad de sus discípulos; ha de restituir la unidad dañada por las ambiciones y los celos. Y propone de nuevo el seguimiento en otros términos: servicio. Aquellos que beberán del cáliz, aquellos que serán bautizados, lo hacen porque el Maestro ha bebido primero de él, porque él será bautizado en su propia sangre para dar testimonio del Amor del Padre. Y él ofrece el camino del servicio. Todo está en referencia al rescate de muchos, no al propio rescate. El servicio implica una entrega libre. Por ello, a diferencia de aquellos dos que piden – casi exigiendo – él propone para acoger en libertad un camino para ser el mayor y el primero, haciéndose servidor y siervo. La gloria de Dios no es ajena al sufrimiento del hombre. La gloria de Dios se manifiesta donde una lágrima es secada, donde un hermano o hermana es ayudado. Esta es la dignidad, la gloria del hijo del hombre – de todo hombre y de toda mujer – que no ha venido a ser servido, sino a servir.

ORATIO … llama orando...
Señor, que no me encandilen las luces de los reflectores,
que no me vea al espejo como Narciso,
que no pierda de vista el mundo real – ese del sufrimiento de mi hermano –.
¡Qué vanos son los honores del mundo y
que vanos son los honores del cielo si son privos de caridad!
Dame la fuerza, el poder necesario para beber del cáliz de la voluntad de tu Padre,
para dar testimonio de mi bautismo que me hace llamarme cristiano, 
pero no para engrandecerme con ese título,
sino para reconocerme servidor de mis hermanos, 
siervo de la verdad y de la justicia.
Señor, anhelo tu cielo y tu Gloria, porque sé que es distinta a la del mundo,
tu gloria no es la de uno solo encumbrado sobre otros, 
sino la de vernos todos reunidos como hermanos. 
Amén.

 CONTEMPLATIO … y se te abrirá por la contemplación!
     ¿Cómo me siento al constatar la diferencia entre los planes humanos de grandeza y los de Dios de servicio? ¿Realmente tocan mis aspiraciones? 
     ¿Qué cosa le pido a Dios en la oración? ¿Cómo se lo pido? ¿Busco mi propia gloria, o busco de verdad la Gloria del Señor? ¿Mis acciones son motivo para dar gloria a Dios? ¿Veo el servicio como un auténtico camino de relación con los demás?
     ¿Estoy dispuesto a beber del cáliz, me siento capaz? Si no es así, ¿pido al Señor que me de la fuerza necesaria? ¿Cómo puedo vivir el servicio evangélico en lo cotidiano, que aún en lo pequeño  trastoca con decisión los criterios del mundo?
Paco

martes, 6 de octubre de 2015

XXVIII domingo Ordinario, B

XXVIII Domingo Ordinario, B
11 octubre 2015

1er Lectura:Sb 7, 7-11
Salmo: 89,  Sácianos de tu misericordia, Señor, y toda nuestra vida será alegría
2a Lectura: Hb 4, 12-13
Evangelio: Mc 10, 17-30

17Y cuando salía al camino, vino uno que corriendo y arrodillándose ante él le preguntaba: "Maestro bueno, ¿qué haré para que yo herede la vida eterna?" 18Mas Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno?, nadie es bueno sino uno, Dios. 19Conoces los mandamientos: No asesines, no cometas adulterio,  no robes, no testimonies en falso, no estafes, honra a tu padre y madre". 20Le dijo: "Maestro, todas estas cosas las he guardado desde mi juventud". 21Entonces, Jesús, mirándolo fijamente, lo amó y le dijo: "Te falta una cosa, ve y vende todo cuanto tienes y da a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, y ven y sígueme". 22Se entristeció sobre esta palabra y se fue afligido, pues era poseedor de muchos bienes.
     23Jesús, viendo alrededor dijo a sus discípulos: "¿Cómo entrarán difícilmente al Reino de Dios los que son poseedores de las riquezas?" 24Los discípulos se asombraron ante sus palabras, mas Jesús respondiéndoles de nuevo les dice: "Hijos, ¡¿cómo es difícil entrar en el Reino de Dios?! 25Es más fácil a un camello pasar a través del orificio de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios". 26Ellos aún más se asombraban y decían entre ellos: "¿Quién puede ser salvado?" 27Viéndolos fijamente, Jesús dice: "Para los hombres, imposible; pero no para Dios. Pues todo es posible para Dios".
     28Comenzó a decirle Pedro: "He aquí que nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido". 29Dijo Jesús: "En verdad les digo, no hay uno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos a causa mía y a causa del evangelio, 30que no reciba centuplicado ahora en este momento casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y campos, junto de las persecuciones, y en el siglo que viene, la vida eterna.
¡Gloria a ti, Señor, Jesús!

LECTIO Busca leyendo…
Jesús sale al camino, se dirige hacia Jerusalén, ya ha anunciado su destino: la cruz. Aparece un personaje que le sale al encuentro bruscamente: corre hacia él y se arrodilla, un acto que indica una petición de una gran gracia, unido al reconocimiento de la grandeza ante quien se está.
     Jesús es llamado "Maestro", un título con el que viene identificado como cabeza del grupo de discípulos, a este se le aúna el calificativo "bueno".  Jesús pone un reparo ante este calificativo, dirigiendo a Dios el único principio de bondad. Esto recuerda la profesión de fe que hace Israel con el Shemá, todos los días, recordando la unicidad y el primado de Dios. Al corregir la pregunta del joven, Jesús más que negar su propia bondad, explica que no es la sabiduría humana la que desentraña y arrebata misterios ocultos, sino que el principio de la salvación es la revelación de la misericordia de Dios, la bondad que viene sólo de Él. Así se entiende el "ya conoces los mandamientos", porque el reconocimiento de Dios en el Shemá, antecede y recuerda la observancia de los mismos.
     El joven tiene una buena conciencia de que la Vida Eterna no se "gana", sino que se recibe en herencia. Israel es la parte de la herencia del Señor, y el Señor es la parte de la herencia de Israel. La herencia no implica sólo un acto jurídico de repartición de bienes post-mortem; es el patrimonio mismo. Este hombre quiere ser partícipe del patrimonio eterno. Mas este patrimonio son los mismos mandamientos que no son un "requisito para", sino un "camino hacia" Dios.
     La custodia de los mandatos guardados por el joven desde muy temprana edad despiertan la mirada y el amor de Jesús. La observancia de los mandamientos por parte de los jóvenes, como en los casos de Samuel y Daniel, son signo de una gracia especial de Dios, de una predilección que antecede y acompaña el buen obrar de los elegidos.
     Hay un juego de miradas de Jesús: al muchacho fijamente, luego un mirar vago y después otra vez fijamente a los discípulos. La mirada de amor es el primer paso de la salvación ejecutada por Dios. Otras tantas veces la mirada de Dios conlleva también una misión, una elección.
     Falta una cosa al joven, no como un error de lo que ya ha hecho, sino algo que perfeccionará lo que ya ha logrado, es una oferta para la "herencia" de un tesoro en el cielo: vender todo y dar a los pobres. Se vende el propio patrimonio para ser capaz de acoger el patrimonio de Dios. No se especifica que lo vendido se de a los pobres, simplemente se dice "da", no hay un límite de donación hasta quedarse sin nada, aún terminados los bienes se puede seguir dando, es una expresión que permite una continuidad.
     Ven y sígueme, implica un doble movimiento, primero de atracción hacia Jesús, y segundo de compañía detrás de él por el camino. El joven, en su primer movimiento ya ha ido corriendo hacia Jesús, pero falta el seguimiento, que no logrará, y al contrario se va entristecido. Su movimiento es contrario al entusiasmo con el cual ha llegado.
     Jesús también queda pasmado, su mirar vago y la repetición de su discurso parece que primero piensa en voz alta y después declara a sus discípulos. La célebre comparación del paso de un camello por el ojo de una aguja muestra la gran dificultad – no la imposibilidad – de que un rico entre al Reino de Dios. Algunos creen que la aguja era un hueco pequeño en los muros de la ciudad, custodiado por vigías, para entrar de noche. Esto implicaría que un camello tendría que ser despojado de sus carga y sus arreos para pasar con una enorme dificultad. Un rico debería despojarse de todos sus apegos para poder entrar por tan estrecha puerta. 
     Para el hombre es imposible la salvación, pero no para Dios. Encontramos otra profesión de fe: si Dios es uno y bueno, también es omnipotente. 
     Pedro comienza a hablar de todo aquello que ha dejado por seguir a Jesús. La respuesta de Jesús es la promesa de un ciento por uno en este tiempo, que conlleva las persecuciones. El camino a la cruz está cercano, y seguir al maestro será negarse y tomar la propia cruz. Pero en el siglo venidero se recibirá la vida eterna, la herencia por la que preguntaba el joven. Es interesante ver que la mayor parte de las renuncias y de lo que se centuplica no son tanto bienes materiales sino relaciones familiares.

MEDITATIO … y encontrarás meditando...
El seguimiento del Señor implica ciertamente algunas o muchas renuncias. Pero tristemente como el joven que nos presenta el evangelio, podemos tener nuestra mirada puesta sólo en aquello que renunciamos, y no en aquello que ganamos. Sabemos que la capacidad de renunciar es parte constitutiva e indispensable de nuestra libertad. La libre opción implica renunciar a tantas miles opciones que no necesariamente serían malas, pero hay que optar, hay que renunciar. Y sobre esta capacidad de renunciar se funda precisamente el amor, el negarse a sí mismo para entregarse sin reservas a la persona amada. Jesús ya ha anunciado su pasión, se ha negado a sí mismo, está dispuesto a entregar su vida… Jesús está listo para el amor. Con esta disponibilidad de amar, mira y acoge la persona del joven que ha cumplido los mandamientos.
     Desde este punto de vista, cumplir los mandamientos no es tanto una renuncia a no hacer determinadas acciones, es necesario apuntar el horizonte a algo más profundo. Ésta es la invitación de Jesús. Lo que falta al joven es la libertad para dar, para darse. Seguir a Jesús no es sólo cumplir leyes, manteniendo un estado de "santidad" sino lanzarse caminar con aquel que me ama y que quiero amar. ¿Cuál es la ganancia? El joven quería ganar la vida eterna, poseer a Dios, al mismo nivel que poseía otras tantas cosas. Pedro también quiere poseer algo, pero al prometérsele el ciento por uno, se le antecede el requisito de haber dejado previamente. La renuncia por Dios no es para retomar lo que se ha dejado, sino para acoger en libertad la grandeza del amor en sus multiformes expresiones – aún la misma persecución – y así es como se abre la posibilidad de la vida eterna.

ORATIO … llama orando...
Señor, quiero ser libre para poder amar. 
Dame la libertad sobre lo que tengo, 
pero también sobre lo que deseo tener; 
sobre lo que soy y lo que anhelo ser. 
Que esta libertad me haga ver la vida no tanto como una renuncia, 
sino como una gran ganancia; 
que esta libertad – precio del amor – me enseñe a dar y a darme a los pobres. 
Así, que mi tesoro en el cielo seas tú, 
que mi recompensa en la tierra sean mis hermanos y hermanas 
– no obstante las persecuciones e incomprensiones –. 
Dame Señor esa mirada que me revele que soy amado y que eso me baste. 
Amén.

CONTEMPLATIO … y se te abrirá por la contemplación!
Más que contemplar a Dios, hoy quiero dejarme contemplar por él. 
     ¿Cómo me mira Jesús? ¿Qué sentimiento me despierta su mirada? ¿alegría, confusión, tristeza, paz?
     ¿Realmente guardo los mandamientos del Señor? ¿Los vivo como una pesada carga? ¿como un motivo de orgullo al cumplirlos?, o ¿como un camino de liberación?
     ¿Qué resolución puedo tomar ante Jesús que me invita a dar, a liberar mi relación con él? Mi renuncia se basará en mi fuerza o en la gracia de Dios. ¿Cómo vivir la renuncia como un proceso de libertad y de ganancia en medio de un mundo medido por un éxito basado en el poseer y el dominio?