martes, 6 de octubre de 2015

XXVIII domingo Ordinario, B

XXVIII Domingo Ordinario, B
11 octubre 2015

1er Lectura:Sb 7, 7-11
Salmo: 89,  Sácianos de tu misericordia, Señor, y toda nuestra vida será alegría
2a Lectura: Hb 4, 12-13
Evangelio: Mc 10, 17-30

17Y cuando salía al camino, vino uno que corriendo y arrodillándose ante él le preguntaba: "Maestro bueno, ¿qué haré para que yo herede la vida eterna?" 18Mas Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno?, nadie es bueno sino uno, Dios. 19Conoces los mandamientos: No asesines, no cometas adulterio,  no robes, no testimonies en falso, no estafes, honra a tu padre y madre". 20Le dijo: "Maestro, todas estas cosas las he guardado desde mi juventud". 21Entonces, Jesús, mirándolo fijamente, lo amó y le dijo: "Te falta una cosa, ve y vende todo cuanto tienes y da a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, y ven y sígueme". 22Se entristeció sobre esta palabra y se fue afligido, pues era poseedor de muchos bienes.
     23Jesús, viendo alrededor dijo a sus discípulos: "¿Cómo entrarán difícilmente al Reino de Dios los que son poseedores de las riquezas?" 24Los discípulos se asombraron ante sus palabras, mas Jesús respondiéndoles de nuevo les dice: "Hijos, ¡¿cómo es difícil entrar en el Reino de Dios?! 25Es más fácil a un camello pasar a través del orificio de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios". 26Ellos aún más se asombraban y decían entre ellos: "¿Quién puede ser salvado?" 27Viéndolos fijamente, Jesús dice: "Para los hombres, imposible; pero no para Dios. Pues todo es posible para Dios".
     28Comenzó a decirle Pedro: "He aquí que nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido". 29Dijo Jesús: "En verdad les digo, no hay uno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos a causa mía y a causa del evangelio, 30que no reciba centuplicado ahora en este momento casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y campos, junto de las persecuciones, y en el siglo que viene, la vida eterna.
¡Gloria a ti, Señor, Jesús!

LECTIO Busca leyendo…
Jesús sale al camino, se dirige hacia Jerusalén, ya ha anunciado su destino: la cruz. Aparece un personaje que le sale al encuentro bruscamente: corre hacia él y se arrodilla, un acto que indica una petición de una gran gracia, unido al reconocimiento de la grandeza ante quien se está.
     Jesús es llamado "Maestro", un título con el que viene identificado como cabeza del grupo de discípulos, a este se le aúna el calificativo "bueno".  Jesús pone un reparo ante este calificativo, dirigiendo a Dios el único principio de bondad. Esto recuerda la profesión de fe que hace Israel con el Shemá, todos los días, recordando la unicidad y el primado de Dios. Al corregir la pregunta del joven, Jesús más que negar su propia bondad, explica que no es la sabiduría humana la que desentraña y arrebata misterios ocultos, sino que el principio de la salvación es la revelación de la misericordia de Dios, la bondad que viene sólo de Él. Así se entiende el "ya conoces los mandamientos", porque el reconocimiento de Dios en el Shemá, antecede y recuerda la observancia de los mismos.
     El joven tiene una buena conciencia de que la Vida Eterna no se "gana", sino que se recibe en herencia. Israel es la parte de la herencia del Señor, y el Señor es la parte de la herencia de Israel. La herencia no implica sólo un acto jurídico de repartición de bienes post-mortem; es el patrimonio mismo. Este hombre quiere ser partícipe del patrimonio eterno. Mas este patrimonio son los mismos mandamientos que no son un "requisito para", sino un "camino hacia" Dios.
     La custodia de los mandatos guardados por el joven desde muy temprana edad despiertan la mirada y el amor de Jesús. La observancia de los mandamientos por parte de los jóvenes, como en los casos de Samuel y Daniel, son signo de una gracia especial de Dios, de una predilección que antecede y acompaña el buen obrar de los elegidos.
     Hay un juego de miradas de Jesús: al muchacho fijamente, luego un mirar vago y después otra vez fijamente a los discípulos. La mirada de amor es el primer paso de la salvación ejecutada por Dios. Otras tantas veces la mirada de Dios conlleva también una misión, una elección.
     Falta una cosa al joven, no como un error de lo que ya ha hecho, sino algo que perfeccionará lo que ya ha logrado, es una oferta para la "herencia" de un tesoro en el cielo: vender todo y dar a los pobres. Se vende el propio patrimonio para ser capaz de acoger el patrimonio de Dios. No se especifica que lo vendido se de a los pobres, simplemente se dice "da", no hay un límite de donación hasta quedarse sin nada, aún terminados los bienes se puede seguir dando, es una expresión que permite una continuidad.
     Ven y sígueme, implica un doble movimiento, primero de atracción hacia Jesús, y segundo de compañía detrás de él por el camino. El joven, en su primer movimiento ya ha ido corriendo hacia Jesús, pero falta el seguimiento, que no logrará, y al contrario se va entristecido. Su movimiento es contrario al entusiasmo con el cual ha llegado.
     Jesús también queda pasmado, su mirar vago y la repetición de su discurso parece que primero piensa en voz alta y después declara a sus discípulos. La célebre comparación del paso de un camello por el ojo de una aguja muestra la gran dificultad – no la imposibilidad – de que un rico entre al Reino de Dios. Algunos creen que la aguja era un hueco pequeño en los muros de la ciudad, custodiado por vigías, para entrar de noche. Esto implicaría que un camello tendría que ser despojado de sus carga y sus arreos para pasar con una enorme dificultad. Un rico debería despojarse de todos sus apegos para poder entrar por tan estrecha puerta. 
     Para el hombre es imposible la salvación, pero no para Dios. Encontramos otra profesión de fe: si Dios es uno y bueno, también es omnipotente. 
     Pedro comienza a hablar de todo aquello que ha dejado por seguir a Jesús. La respuesta de Jesús es la promesa de un ciento por uno en este tiempo, que conlleva las persecuciones. El camino a la cruz está cercano, y seguir al maestro será negarse y tomar la propia cruz. Pero en el siglo venidero se recibirá la vida eterna, la herencia por la que preguntaba el joven. Es interesante ver que la mayor parte de las renuncias y de lo que se centuplica no son tanto bienes materiales sino relaciones familiares.

MEDITATIO … y encontrarás meditando...
El seguimiento del Señor implica ciertamente algunas o muchas renuncias. Pero tristemente como el joven que nos presenta el evangelio, podemos tener nuestra mirada puesta sólo en aquello que renunciamos, y no en aquello que ganamos. Sabemos que la capacidad de renunciar es parte constitutiva e indispensable de nuestra libertad. La libre opción implica renunciar a tantas miles opciones que no necesariamente serían malas, pero hay que optar, hay que renunciar. Y sobre esta capacidad de renunciar se funda precisamente el amor, el negarse a sí mismo para entregarse sin reservas a la persona amada. Jesús ya ha anunciado su pasión, se ha negado a sí mismo, está dispuesto a entregar su vida… Jesús está listo para el amor. Con esta disponibilidad de amar, mira y acoge la persona del joven que ha cumplido los mandamientos.
     Desde este punto de vista, cumplir los mandamientos no es tanto una renuncia a no hacer determinadas acciones, es necesario apuntar el horizonte a algo más profundo. Ésta es la invitación de Jesús. Lo que falta al joven es la libertad para dar, para darse. Seguir a Jesús no es sólo cumplir leyes, manteniendo un estado de "santidad" sino lanzarse caminar con aquel que me ama y que quiero amar. ¿Cuál es la ganancia? El joven quería ganar la vida eterna, poseer a Dios, al mismo nivel que poseía otras tantas cosas. Pedro también quiere poseer algo, pero al prometérsele el ciento por uno, se le antecede el requisito de haber dejado previamente. La renuncia por Dios no es para retomar lo que se ha dejado, sino para acoger en libertad la grandeza del amor en sus multiformes expresiones – aún la misma persecución – y así es como se abre la posibilidad de la vida eterna.

ORATIO … llama orando...
Señor, quiero ser libre para poder amar. 
Dame la libertad sobre lo que tengo, 
pero también sobre lo que deseo tener; 
sobre lo que soy y lo que anhelo ser. 
Que esta libertad me haga ver la vida no tanto como una renuncia, 
sino como una gran ganancia; 
que esta libertad – precio del amor – me enseñe a dar y a darme a los pobres. 
Así, que mi tesoro en el cielo seas tú, 
que mi recompensa en la tierra sean mis hermanos y hermanas 
– no obstante las persecuciones e incomprensiones –. 
Dame Señor esa mirada que me revele que soy amado y que eso me baste. 
Amén.

CONTEMPLATIO … y se te abrirá por la contemplación!
Más que contemplar a Dios, hoy quiero dejarme contemplar por él. 
     ¿Cómo me mira Jesús? ¿Qué sentimiento me despierta su mirada? ¿alegría, confusión, tristeza, paz?
     ¿Realmente guardo los mandamientos del Señor? ¿Los vivo como una pesada carga? ¿como un motivo de orgullo al cumplirlos?, o ¿como un camino de liberación?
     ¿Qué resolución puedo tomar ante Jesús que me invita a dar, a liberar mi relación con él? Mi renuncia se basará en mi fuerza o en la gracia de Dios. ¿Cómo vivir la renuncia como un proceso de libertad y de ganancia en medio de un mundo medido por un éxito basado en el poseer y el dominio?

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