XXIX Domingo Ordinario, B
18 octubre 2015
1er Lectura: Is 53, 10-11
2a Lectura: Hb 4, 14-16
Salmo: 32, Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.
Evangelio: Mc 10, 35-45
35Se acercaron a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: "Maestro, queremos que lo que te pidamos, hagas por nosotros". 36Les dijo: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". 37Le dijeron: "Concédenos que, uno a tu derecha y uno a tu izquierda, nos sentemos en tu gloria". 38Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo bebo, o ser bautizados en el bautismo en que yo soy bautizado? 39Le dijeron: "Podemos". Jesús les dijo: "El cáliz que yo bebo, beberán, y el bautismo en que soy bautizado serán bautizados. 40Mas el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mí darlo, sino que es para quienes está preparado".
41Entonces, escuchando los diez, empezaron a molestarse contra Santiago y Juan. 42Jesús, llamándolos, les dijo: "Les es conocido que los supuestos para regir los pueblos se enseñorean de ellos y sus grandes mandan sobre ellos. 43Mas no es así entre ustedes, al contrario si uno quiere convertirse en mayor de ustedes, sea de ustedes servidor; 44y si uno de ustedes quiere ser el primero, sea siervo de todos. 45Pues el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate de muchos."
¡Gloria a ti, Señor, Jesús!
LECTIO Busca leyendo…
Estamos después de la tercera vez que Jesús anuncia su pasión camino a Jerusalén. Dos de los discípulos que ya gozan de cierta preferencia de Jesús se acercan a él. A diferencia de Mt en que viene la madre intercediendo con humildad, aquí son ellos quienes piden, usando una condición que busca coaccionar – como lo hacen los niños pequeños – para obtener el favor. Ellos quieren flanquear a Jesús, pero a diferencia de Mt que habla del Reino, en Mc hablan de sentarse en su gloria. Estos discípulos, junto con Pedro, ya han visto previamente un destello de la Gloria del Reino en la Transfiguración.
Jesús corrige sus deseos, recordándoles lo que apenas ha anunciado: su pasión. Ellos han de compartir también la cruz para llegar a la gloria. El pasaje de la Transfiguración en Mt recuerda este diálogo sobre la pasión en medio de la luz de la gloria.
Las imágenes que Jesús usa para el compartir su pasión son dos: 1) el cáliz – que nos enlaza con la experiencia de aceptación de la voluntad del Padre en la oración del Getsemaní (Mt 26, 39; Lc 22, 42) – y 2) el bautismo – que nos habla de la gran ansiedad que Jesús experimenta.
Los discípulos – al igual que Pedro en la Transfiguración (Mc 9, 6) – no saben lo que dicen, lo que piden. Los tres más cercanos a Jesús, son los tres que no saben, que no conocen del todo el Plan del Padre. Este verbo de conocer volverá después cuando Jesús pone el ejemplo de los potentes del mundo, ellos sí son conocidos por los discípulos. El nivel de conocimiento humano y divino aparecen como dos formas de pensamiento que no se conjugan, los discípulos tendrán que salir del pensamiento meramente humano para conocer el plan divino. Los celos que se despiertan en torno al resto de los otros diez discípulos son también parte de este pensar según los hombres. Mc usa una palabra para designar a los que han de gobernar: supuestos, pensados. Éstos están también dentro de los pensamientos humanos, son los jefes de los pueblos, pero puede entenderse de los pueblos paganos.
Jesús en cambio, llama de nuevo a sí, renueva la vocación para sus doce discípulos y les exhorta no con un deseo "no sea" sino con una afirmación "no es así entre ustedes". Pone el criterio desde el plan de Dios: ser servidor, ser siervo. El primero como un servicio, el segundo como una condición de vida. Pero ambos enfocados a romper la lógica de los poderosos. Jesús a sí mismo se pone como ejemplo, que no ha venido a ser servido, sino a servir.
MEDITATIO … y encontrarás meditando...
Nuestra lógica humana piensa a la gloria sin pensar mucho en el sufrimiento que la alcanza y merece. Vivimos un mundo light e inmediatista, donde podemos perder el horizonte de los otros para conseguir nuestros fines. La comodidad, el éxito, el poder, la riqueza de algunos, conlleva la fatiga, el desánimo, la fragilidad, la pobreza, la enfermedad y el hambre de muchos. No es alarmismo, es la triste realidad de la manera en como hemos construido el mundo. Nos enseñoreamos y aún sin darnos cuenta podemos pisar en nuestra ambición algo tan vital como las relaciones humanas, el verdadero y grande valor ante los ojos de Dios. Juan y Santiago han tenido esta tentación de tener un puesto de honor. No saben lo que piden, deslumbrados con la gloria que han visto, se olvidan de sus 10 compañeros. Jesús les reprende y les dice el precio de esa gloria, el sufrimiento que deberán sobrellevar. Ellos aceptan, pero su vista aún está centrada en obtener la gloria para sí, aún sin ver a los otros. Recordamos cuantos en nuestro tiempo también se sacrifican para llevar adelante una carrera universitaria, para lograr un cuerpo fuerte y deportivo, para obtener un puesto de trabajo bien remunerado. Ciertamente han fatigado, han logrado un éxito, pero tantas veces sigue siendo meramente humano.
Jesús llama de nuevo, convoca otra vez a la comunidad de sus discípulos; ha de restituir la unidad dañada por las ambiciones y los celos. Y propone de nuevo el seguimiento en otros términos: servicio. Aquellos que beberán del cáliz, aquellos que serán bautizados, lo hacen porque el Maestro ha bebido primero de él, porque él será bautizado en su propia sangre para dar testimonio del Amor del Padre. Y él ofrece el camino del servicio. Todo está en referencia al rescate de muchos, no al propio rescate. El servicio implica una entrega libre. Por ello, a diferencia de aquellos dos que piden – casi exigiendo – él propone para acoger en libertad un camino para ser el mayor y el primero, haciéndose servidor y siervo. La gloria de Dios no es ajena al sufrimiento del hombre. La gloria de Dios se manifiesta donde una lágrima es secada, donde un hermano o hermana es ayudado. Esta es la dignidad, la gloria del hijo del hombre – de todo hombre y de toda mujer – que no ha venido a ser servido, sino a servir.
ORATIO … llama orando...
Señor, que no me encandilen las luces de los reflectores,
que no me vea al espejo como Narciso,
que no pierda de vista el mundo real – ese del sufrimiento de mi hermano –.
¡Qué vanos son los honores del mundo y
que vanos son los honores del cielo si son privos de caridad!
Dame la fuerza, el poder necesario para beber del cáliz de la voluntad de tu Padre,
para dar testimonio de mi bautismo que me hace llamarme cristiano,
pero no para engrandecerme con ese título,
sino para reconocerme servidor de mis hermanos,
siervo de la verdad y de la justicia.
Señor, anhelo tu cielo y tu Gloria, porque sé que es distinta a la del mundo,
tu gloria no es la de uno solo encumbrado sobre otros,
sino la de vernos todos reunidos como hermanos.
Amén.
CONTEMPLATIO … y se te abrirá por la contemplación!
¿Cómo me siento al constatar la diferencia entre los planes humanos de grandeza y los de Dios de servicio? ¿Realmente tocan mis aspiraciones?
¿Qué cosa le pido a Dios en la oración? ¿Cómo se lo pido? ¿Busco mi propia gloria, o busco de verdad la Gloria del Señor? ¿Mis acciones son motivo para dar gloria a Dios? ¿Veo el servicio como un auténtico camino de relación con los demás?
¿Estoy dispuesto a beber del cáliz, me siento capaz? Si no es así, ¿pido al Señor que me de la fuerza necesaria? ¿Cómo puedo vivir el servicio evangélico en lo cotidiano, que aún en lo pequeño trastoca con decisión los criterios del mundo?
Paco
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