25 octubre 2015
1er Lectura:Jr 31, 7-9
2a Lectura:Hb 5, 1-6
Salmo:125. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Evangelio: Mc 10, 46-52
46Y entonces llegaron a Jericó. Y cuando salía de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, ciego mendicante, estaba sentado junto al camino. 47Cuando escuchó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y decir: "Hijo de David, Jesús, apiádate de mí". 48Y muchos lo reprendían para que callase, pero él gritaba mucho más: "Hijo de David, apiádate de mí".
49Se paró Jesús y dijo: "Llámenlo". Y llamaron al ciego diciéndole: "¡Anímate, álzate!, él te llama". 50Entonces, arrojando su manto se puso en pie y fue hacia Jesús. 51Jesús le replicó y le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le dijo: "Maestro mío, que yo vea". 52Y Jesús le dijo: "Ve, tu fe te ha salvado", e inmediatamente volvió a ver y y le seguía por el camino.
¡Gloria a ti, Señor, Jesús!
LECTIO Busca leyendo…
Jericó es considerada la ciudad más antigua de Israel, célebre por ser la región por donde cruza el pueblo del éxodo para entrar en la Tierra prometida y por ser sometida con el sonido de las trompetas en tiempo de Josué (Jos 4, 19; 6, 1ss; Heb 11, 30). Su ubicación, cercana a Jerusalén, la presenta como antesala de la ciudad santa. Jesús que pasa por ahí en su camino hacia Jerusalén, es saludado por el ciego con el título mesiánico de "Hijo de David". Sabe de quien se trata, aunque no puede verlo. Su fe hará caer su ceguera, como la fe de Josué hizo caer las murallas de Jericó.
Tanto el nombre de Josué, como el de Jesús, significan: "salvación"; mientras que el nombre de Timeo, tiene raíz con el temor, no tanto ligado al miedo, sino al honor debido a Dios y a los padres. Bartimeo significaría entonces "hijo del temor reverente".
La actitud de la gente cercana al ciego mendicante es contradictoria, primero lo reprenden para que calle y una vez que interviene Jesús con su autoridad, ellos le animan a acercarse a él. Esta multitud cambiante podría ser la misma que acompañará a Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén.
Jesús, como en otras curaciones, dice "Vete, tu fe te ha salvado" (Mc 2, 5; 5, 34; Lc 7, 50; Mt 9, 29; 15, 28). La fe, unida a la súplica de misericordia, están presentes como una especie de criterio para obtener la salvación.
MEDITATIO … y encontrarás meditando...
El pasaje de Bartimeo es uno de los textos más amados para el camino del catecumenado en el tiempo de cuaresma, interpretando la fe en Cristo como la luz que nos permite ver verdaderamente. La fe está presente en el discurso de Jesús y en la fuerte confianza y osadía del ciego. La fe que consiste ante todo en "reconocer" a Dios. El ciego descubre desde su oscuridad la presencia divina en aquel que va pasando, conociendo las promesas mesiánicas del "hijo de David", lo reconoce en Jesús y es así como sus ojos se abren a la luz. ¡Cuántas veces pasa Dios a nuestro lado y no somos capaces de reconocerlo!
Bartimeo, ciego, sentado y mendicante nos muestra el retrato de un hombre pasivo y acabado. Está cerca del camino, pero no camina por él. Sin embargo, su fuerza interna, su búsqueda de la luz le hace gritar y clamar misericordia, aún cuando la gente – de cuyas limosnas depende y de quienes está marginado – le reprenda. En nuestros tiempos muchos hombres y mujeres claman por la fe, sus gritos contrastan con un mundo que pretende mantener un orden donde la caridad es limosna y no promoción de la persona; ¿cómo abrir los ojos a la luz de la fe? Se necesita una conversión, como Bartimeo ponernos en pie, dejando atrás el manto de nuestras propias seguridades. La misericordia que se clama nos pide la audacia de la fe, y Dios por su misericordia nos abre a la luz plena de la fe, pero esta misericordia hemos de pedirla con insistencia. A estos nos ayuda el "temor de Dios", que los consideramos un don del Espíritu Santo, un temor que nos hace reconocer, honrar y amar a Dios, un temor que no excluye la familiaridad sino que la fortifica con el respeto.
Como Iglesia hemos vivido un Año de la Fe, y ahora viviremos un Jubileo de la Misericordia, que no seamos de aquellos que acallan la voz del que clama misericordia, al contrario, que en la medida en que nosotros podamos hacer obras de misericordia, podamos hacer que brille la luz de la fe ante los ojos del mundo.
ORATIO … llama orando...
En las iglesias orientales existe la tradición de rezar la "oración del corazón de Jesús" , llamada así porque nos abre el corazón poco a poco a los mismos sentimientos del corazón de nuestro Señor. Y esta oración es la repetición insistente de la oración de Bartimeo que contemplamos en este pasaje, oración muy semejante a la del publicano arrepentido que se acerca al templo (Lc 18, 13). Puedes tomar las cuentas del rosario y repetir pausadamente y meditando en cada una de ellas las siguientes palabras:
"Jesús, hijo de Dios, ten misericordia de mí, pecador".
No se trata de una repetición mecánica y acelerada, no hay un número de repeticiones que completar, hay que dejar fluir desde el corazón estas palabras hasta que se llena de paz y tus ojos se abran a la confianza en Dios. Puedes rezarla en momentos de tristeza, en momentos de tentación, en momentos de gran alegría, o simplemente mientras esperas el autobús. Reconocernos necesitados de misericordia y pedirla reconociendo al Señor, es el primer paso para llegar a la audacia de la fe.
CONTEMPLATIO … y se te abrirá por la contemplación!
¿Ante la misericordia de Dios, qué sentimientos se anidan en mi corazón?
¿Cuáles podrían ser las cegueras que me impiden ver claramente la voluntad de Dios en mi vida? ¿Tengo la audacia para pedirle a Dios que me haga ver? ¿Qué cosas tengo que dejar para poder acercarme con presteza ante él?
¿Y la misericordia cómo la vivo? ¿Soy capaz de escuchar los gritos de quienes buscan fe y misericordia, y conmoverme con ellos? ¿Qué obras de misericordia puedo hacer para que mi fe en Dios sea en verdad luz para mi vida y para los de otros?
¿Cómo viviré el Jubileo de la Misericordia que se acerca?
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